Home » …De Boyacá en los campos… ¡Ejemplo de dignidad!

…De Boyacá en los campos… ¡Ejemplo de dignidad!

“Patria, naciste de los leñadores,
de hijos sin bautizar, de carpinteros,
de los que dieron como un ave extraña
una gota de sangre voladura,
y hoy nacerás de nuevo duramente,
desde donde el traidor y el carcelero
te creen para siempre sumergida.
Hoy nacerás del pueblo como entonces.
Hoy saldrás del carbón y del rocío”

América Insurrecta
Pablo Neruda

 

El pasado 19 de agosto el amanecer boyacense fue poco común. La neblina de cada día fue disuelta por el calor desprendido de los cuerpos de cientos de hombres y mujeres que dejaron sus herramientas de trabajo a un lado, encerraron sus animales y salieron a las principales carreteras de la región para impedir el flujo normal de automotores. Sus mentes, ojos, bocas, brazos y corazones iban cargados y transmitían coraje y dignidad.

 

Su avance no era espontáneo. La inconformidad con los precios a que venden sus productos, y el de los insumos y abonos necesarios para fertilizar la tierra, además de los incumplimientos oficiales con acuerdos firmados en otras protestas, los llevó a discutir y diseñar entre ellos un qué hacer. Es así como, organizados por veredas y municipios, se dieron cita al convite (trabajo comunitario) en defensa de su derecho al trabajo y a su cultura. Para que su protesta fuera efectiva, con palos, ramas y cuanto objeto encontraron se dispusieron a obstaculizar el flujo de los vehículos.

 

Los motivos que potenciaron tal determinación y nivel de energía eran repetitivos, estructurales y coyunturales, descargando sus efectos sobre la familia campesina y la producción agropecuaria de la región:

 

Hoy recorren estos campos elevados niveles de pobreza, desigualdad y desnutrición; brilla por su ausencia una institucionalidad democrática y una política agraria integral que garantice asistencia técnica, protección económica, comercialización justa, regulación de precios, inversión social, incentivos productivos y reconocimiento social y político al sujeto campesino.

 

Mientras tanto los hombres y mujeres que cultivan estas tierras son abandonados y lanzados a las “garras invisibles” del mercado, se importan millones de toneladas de alimentos y se firman tratados de libre comercio a diestra y siniestra. Tan preocupante es la situación que algunos campesinos prefieren perder su cosecha antes que venderla, ya que los costos de producción son más altos que los precios de venta del producto (producir una carga de 100 kilos de papa cuesta entre 70 – 75 mil pesos y esta se vende a 30 mil pesos, por mencionar solo un ejemplo).

 

Y como si fuera poco esta linda tierra es víctima del oportunismo y clientelismo de los políticos tradicionales de turno que no han hecho más que reproducir con nuevos matices la lógica histórica del bipartidismo para satisfacer los intereses de grupos minoritarios en la región y someter a la población al mal endémico del ultraje y el engaño, negando el desarrollo, realización y enriquecimiento colectivo de la condición humana y sus posibilidades de bienestar social.

 

Ante esta realidad, la protesta quedó como último –pero efectivo recurso– para que quienes llenan con sus productos la mesa de sus connacionales se hicieran sentir. Es así como los primeros días del paro fueron bloqueadas las vías consideradas arterias del departamento, las mismas que conducen desde la capital del departamento –Tunja– a Bogotá, Sogamoso, Chiquinquirá y de Sogamoso a Yopal. En estos lugares se libraron verdaderas batallas campales entre la llamada fuerza pública y el Esmad contra grupos de campesinos, dejando un saldo numeroso y nada alentador de al menos 648 detenidos, 300 heridos y atropellados en sus derechos básicos.

 

Pero ésta, la presencia clásica del Estado nada pudo, a pesar de su superioridad bélica y su disposición mental a golpear, herir y apresar. Por ello, con el transcurrir de los días y ante la soberbia y violencia del poder el paro agrario se fue agudizando y radicalizando, adquiriendo fuerza y tomando rostro, sumando más manifestantes, despertando la solidaridad de jóvenes, estudiantes, profesores, trabajadores, desempleados y amas de casa, y elevando el tono de la protesta en extensión y profundidad, hasta llegar a bloquear e incomunicar al departamento en su totalidad.

En pocos días Tunja, Ventaquemada, Paipa, Duitama, Sogamoso, Chiquinquira, Sotaquira, Cucaita y el Valle de Tenza, entre otros municipios y regiones, vivieron convulsiones e inesperadas manifestaciones de protesta, y diferentes acciones de solidaridad, desde actos simbólicos como cacerolazos nocturnos y leche derramada y regalada, pasando por marchas, bloqueos, plantones, consignas y pancartas, hasta enfrentamientos con la fuerza pública que condujeron a las autoridades locales a declarar toques de queda y decretar militarizaciones municipales como un acto claro de consternación e impotencia.

 

Y con el alba y el anochecer de cada día, la fuerza social se multiplicaba. El poder dominante sintió que Bogotá iba a quedar sitiada. Por ello, tras 18 días de paro la respuesta del gobierno nacional (luego del garrote, la represión y la mentira) fue el despliegue de un paquete de medidas de control para contener la situación y desviar la atención pública nacional sobre el tema del paro: con mesa de concertación y diálogo a bordo, con un denominado pacto nacional agrario desde arriba (donde una vez más el ausente será el protagonista principal de estas luchas), con crisis ministerial, maniobras electorales y nombramientos desesperadamente planificados como el del ministro de agricultura Rubén Darío Lizarralde, el cual confirma la máxima del poder: “cambiar algo para que todo siga igual”.

 

La ventana abierta

 

Tras esta pequeña radiografía, y con el levantamiento de los bloqueos en la mayoría de regiones bloqueadas, es importante reflexionar sobre las lecciones dejadas hasta ahora por el Paro Nacional Agrario:

 

  1. Expresar y reconocer, como una píldora para la memoria y un antídoto contra el olvido: la crisis que desencadenó el levantamiento campesino tiene nombres y apellidos propios; los Gaviria, los Samper, los Pastrana, los Uribe y los Santos, entre otros, o sea: los de siempre. …Aquellos quienes pertrechados desde el poder impusieron un estilo de vida, un régimen político y un modelo económico profundamente desigual, excluyente y violento en nuestro país. …Aquellos quienes desde los medios de comunicación contaminan la opinión pública, manipulan la información, desdibujan la realidad e imponen extrañas “verdades”. ….Aquellos quienes declaman desde las universidades y los centros de investigación el recetario neoliberal y reducen la vida nacional a formulas económicas y dogmas tecnocráticos. …. Los mismos que en alianza con las multinacionales e instituciones multilaterales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional) diseñan, definen y aplican la política del despojo y la violencia del autoritarismo neoliberal.
  2. La capital del país, gran urbe en constante crecimiento, pese a su copamiento y control oficial militar, con su tejido urbano cada vez más individualista, padece de dependencia alimentaria. La ciudad, por esta y otras razones, se debe a la región y las poblaciones que la rodean.
  3. La aparente pasividad de la gente del campo, los mismos que se alzaron en la época de Los comuneros y de la Campaña Libertadora, tiene un límite, el cual cruza entre los intereses particulares y las fracturas del poder dominante. Lograr que estas coincidan se convierte en un factor fundamental para propiciar que la democracia deje de ser un rito y se traduzca en un ejercicio cotidiano de vida y justicia.
  4. Ante la protesta social, organizada y prolongada, los grandes medios de comunicación ven resquebrajadas sus maquinarias de tergiversación de la realidad. Su propaganda, con los mensajes y consignas oficiales, tiene un límite, el cual se desgasta –ante las evidencias– con el paso de los días. Factor aún más posible de develar con la entrada en escena masiva de las nuevas tecnologías de la comunicación, ahora en manos de miles. Este factor es actuante y potente.
  5. El levantamiento social, como memoria, ejemplo y acción, marca la conciencia social y proyecta un posible camino por seguir, lo cual aporta para romper con la fuerza de la costumbre (esa fuerza peligrosa que anestesia la sociedad y naturaliza el hambre, el olvido y la exclusión).
  6. La movilización campesina, enseñó, además, que comer es político, así como trabajar y vivir dignamente también lo son. Que para poder comer, trabajar y vivir dignamente es necesario luchar, desbordando de indignada creatividad los cauces de esta nación, pintando sus suelos de vida, felicidad y esperanza popular.

 

Es por todo esto, que tal vez hoy –más que nunca– tendremos que hacer nuestras las reflexiones de Boaventura de Sousa Santos cuando en uno de sus escritos nos expresa que “Esperar sin esperanza es la peor maldición que puede caer sobre un pueblo. Y la esperanza no se inventa: se construye con inconformismo, rebeldía competente y alternativas reales a la situación presente”. Agregaríamos a esto que para continuar tejiendo la esperanza popular hoy en Colombia tendremos que “nacer de nuevo duramente” dando un paso hacia adelante en la búsqueda de la tan anhelada unidad de los de abajo. He aquí el gran desafío de nuestro tiempo.

Información adicional

Autor/a: JORGE EDUARDO DÍAZ
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.