Home » Desde la fe cristiana, construir caminos para la paz en Colombia

Desde la fe cristiana, construir caminos para la paz en Colombia

Desde la fe cristiana, construir caminos para la paz en Colombia

Me han formulado la pregunta ¿hay un ecumenismo para la paz? Yo quiero asumir la respuesta en forma de una meditación que voy a compartir con ustedes y que quiero titular “la riqueza que mata, la pobreza que da vida”. Coloco como fundamento de mi meditación las cuatro consideraciones esenciales de la “Carta pastoral de líderes y lideresas de iglesias y del movimiento ecuménico por la paz en Colombia” que bien pueden entenderse como razones o puntos de partida para construir un ecumenismo desde abajo, desde los empobrecidos: 1) Lo que nos motiva a trabajar por la paz es nuestra fe y el compromiso con el evangelio que proclama las buenas nuevas de paz a la humanidad y a toda la creación; 2) El trabajo por la paz está sustentado en experiencias de comunidades locales e iglesias que sufren las diversas formas de violencia del conflicto y buscan construir alternativas de vida desde la esperanza del evangelio; 3) La búsqueda de la paz incluye una gran diversidad de formas organizativas, estrategias y acciones que valoramos como un gran potencial para aportar al movimiento social de paz en Colombia; 4) Los principales temas en los cuales está enfocado el trabajo por la paz son: la no violencia, los derechos humanos, la búsqueda de justicia, la incidencia, la reconciliación, el perdón, la recuperación de la memoria y el acompañamiento a las comunidades (“Desafíos para el movimiento ecuménico ante una salida negociada al conflicto armado en Colombia”, Bogotá, Junio 27 y 28 de 2012).

 

Les planteo mi meditación en seis tesis que hacen, de alguna manera, una secuencia lógica pues se van derivando la una de la otra:

 

Tesis 1: la lucha no es contra la pobreza. Dos cosas declaró intocables, indiscutibles e inamovibles el estado colombiano desde antes de iniciar las conversaciones de paz en La Habana, el modelo económico y el sistema político. Solamente esto nos permite prever, que así se llegue a un acuerdo de cese bilateral al fuego por parte del estado y la guerrilla, no habrá cesación del conflicto; tal vez sí, temporal y parcialmente, de la guerra. Pero no del conflicto porque el conflicto no es el levantamiento de facciones del pueblo en armas. El conflicto es la pobreza producida por la orientación económica del estado que concentra riquezas en poquísimas manos, asunto que no será ni siquiera conversado y, mucho menos, entonces, cambiado. Es el sancta sanctorum del sistema, impenetrable, intocable, no se puede mirar a los ojos porque deben morir los que tocan a los dioses. En el modelo económico se sostiene todo el sistema; el conflicto es la política extractivista del estado que quita la tierra y los territorios a sus habitantes y dueños naturales y legítimos, los indios, los negros, los mestizos, los mulatos, los campesinos para entregarlas en manos de las multinacionales saqueadoras de las entrañas de la tierra y contaminadoras de las aguas; el conflicto es el ordenamiento político del país, asunto también intocable en los diálogos, ordenamiento que garantiza la corrupción, concentración de poder en pocas manos, propiedad de la tierra y de los medios de producción en poquísimas manos que son las mismas de quienes gobiernan. A ellos les va muy bien con ese tipo de economía y con ese tipo de estado y no van a permitir que persona o grupo alguno los cambie.

 

Lo anterior nos permite afirmar que técnicamente hablando el problema no es la pobreza ni la tarea es la eliminación de la pobreza como lo dice el estado colombiano; el problema es la riqueza y todo lo que ella produce en la mayoría del pueblo colombiano.

 

Tesis 2: la lucha es contra la riqueza. En suma, porque la riqueza es cosa de pocos y, por lo mismo, divide y mata. La riqueza divide porque es, por si misma, acumulativa. Los procesos de acumulación producen, necesariamente, separación, segregación y confrontación: entre los que van a ganar y los que van a perderlo todo. La riqueza se hace a fuerza de concentración de bienes en unas pocas manos, bienes que han sido arrebatados de otras manos. Un nieto rebelde le decía a su antioqueño abuelo católico y terrateniente “tu riqueza, abuelo, se ha hecho con el dinero que no les has pagado a tus trabajadores campesinos a lo largo de 50 años”. Colombia pasó, en el coeficiente de Gini, de 0.47 en 1990, al 0.58 en 2014. Quiere decir que, a ese ritmo, en el 2050, 12 millones de personas tendrían derecho a la vida en Colombia y 58 millones no tendrían nada y estarían condenadas a morir. Según los cálculos anteriores, en Colombia está pelechando mortalmente la riqueza, a los ricos les está yendo muy bien y a los pobres les está yendo mortalmente mal. Y ésa es una bomba de muy corto tiempo: ¡En el año 2070, todo el país, con todas sus selvas y sus ríos, sus mares, sus riquezas del subsuelo, su producción y sus inmensas tierras pertenecería a un solo grupo familiar y todos los demás habitantes de Colombia sobrevivirían al ritmo de sus caprichosas o utilitaristas caridades! En una situación así, ¿puede haber paz? No olvidemos lo de la tesis uno: que a los diálogos de La Habana se llegó con dos certezas: que el estado no dejaría tocar ni cuestionar el aparato económico ni el régimen político. Es decir, de entrada supimos que las cosas seguirán absolutamente iguales, en absoluto escenario de muerte. Queda claro, pues, que la riqueza de pocos no sólo divide, ¡mata!

 

Tesis 3: si persiste la riqueza, se embolata la paz. La paz nunca y en ningún lugar del mundo es una condición previa para que se den situaciones de justicia, de bienestar, de equidad, de buen reparto, de buen vivir y de buen convivir, de armoniosa convivencia con los bienes naturales. Al contrario, la paz es el resultado de unas causas eficientes, es decir, que la producen como efecto. La paz tampoco es la dejación de las armas; el hecho de las armas en reposo no puede llamarse paz ni la paz puede reducirse a eso. Son dos mitos con los que nos están engañando los medios, la demagogia estatal, los ejércitos y la predicación de las iglesias aliadas con el poder y, a menudo también, el despistado movimiento ecuménico que cae ingenuamente en la publicidad de los medios: a) el mito de la paz como causa y b) el mito de la paz como armas silenciadas. Para entenderlo, preguntémonos ¿cuándo pierde la paz un grupo, un pueblo o una nación? Cuando la vida no es garantizada en forma integral. Y ¿qué estamos diciendo cuando decimos vida integral? Estamos diciendo, respeto a las diversidades, salud, alimentación saludable, vestido, techo saludable, digno y suficiente, trabajo, pago justo por trabajo con horarios y condiciones justas, derecho al fruto del trabajo, derecho al territorio sano y limpio, derecho a decidir soberanamente la forma de economía y de estado que conviene a toda la población, derecho a la intimidad, derecho a moverse libremente por el territorio nacional, derecho a no ser molestado ni intervenido en su conciencia, derecho a creer o a no creer en categorías metafísicas, derecho a organizarse, a movilizarse, a protestar, derecho a no ser intervenido política, militar, económica e ideológicamente por otras naciones. Cuando todo ese conjunto de derechos es garantizado por el estado, viene la paz como una consecuencia natural. Así las cosas, tenemos que plantear: pero si la riqueza de la nación en pocas manos es la fuente de la negación de todos esos derechos, la riqueza tiene que ser subvertida para que haya paz. Y mientras no sea subvertida, derrotada, eliminada como realidad y como posibilidad, no habrá condiciones objetivas para la paz, la paz seguirá embolatada.

 

Tesis 4: la pobreza nos junta para subvertir la riqueza. Para pensar esta tesis estoy recordando algunos momentos del evangelio: a) cuando Jesús dijo “no se pone vino nuevo en vasijas viejas porque el fervor del vino rompería los envejecidos cueros y se echaría a perder”, b) “cuando el vestido está viejo y lleno de rotos, no le tapes sus rotos con remiendos de tela nueva porque ésta tirará y hará más grandes las miserias del vestido viejo”, c) “no les eches tus joyas a los cerdos porque van a volverlas un desastre”. Jesús está planteando un combate a las reformas que no hacen más que justificar los órdenes de injusticia y de pecado, los perpetúan, los mantienen incólumes y está planteando, en su lugar, una construcción emancipatoria de nuevas estructuras, de nuevas formas de ordenamiento de las relaciones entre humanos. Si para algo nos junta la pobreza, según el espíritu de Jesús, es para emprender juntos, sin dejarnos separar por poder alguno sobre la tierra, ecuménicamente, el desbaratamiento de las lógicas mortales de la riqueza y la construcción de un mundo sororal y fraterno.

 

Tesis 5: el lugar de juntura de los pobres es aquel en el que se posibilita la vida. Según el espíritu de la ecúmene, los pobres se juntan en el lugar donde se encuentre su interés común, es decir, en la construcción de un mundo donde quepan todas las formas de la vida, sin negaciones, sin inequidades, sin disputa ni expulsión de los territorios, con seguridad y soberanía alimentarias, con educación, vivienda, vestido, salud, participación, derecho a ser diversos y a no ser por ello eliminados. Para decirlo en una clave de fe cristiana, el lugar de juntura de los pobres es la cruz, según concepto de Martin Lutero: “Crux probat omnia”, la cruz prueba todo, es decir, la cruz le da legitimación a lo que se hace en nombre del seguimiento de Jesús. Pues bien, la cruz de los pueblos empobrecidos es su pobreza y, entonces, tendríamos que traducir a Lutero hoy en Colombia diciendo “povertas probat omnia”, la pobreza le da legitimidad a las alianzas (“juntanzas”,si se nos permitiera el término) de los pueblos, y las comunidades, y las personas cristianas empobrecidas. La pobreza, en esta lógica, resulta siendo el punto de encuentro y prueba definitiva de nuestras prácticas ecuménicas. Jürgen Moltman también concuerda con esa lógica que acabamos de plantear: “El ecumenismo surge en la cruz, donde nos encontramos a nosotros mismos al pie de la cruz de Cristo, y bajo su cruz nos descubrimos como hermanos y hermanas, como hambrientos que sufrimos una pobreza común […]. Al pie de la cruz estamos todos con las manos vacías […]. Al pie de la cruz no estamos censados como protestantes, ni como católicos, ni como ortodoxos. Allí los […] pobres somos enriquecidos y los tristes, colmados de esperanza. Por eso, al pie de la cruz nos descubrimos también como hijas e hijos de la misma libertad de Cristo y a la vez como amigos en la misma comunión del espíritu”.

 

Tesis 6: somos los pobres los que construimos el ecumenismo. Por una razón simple y, a la vez, la más profunda de todas las razones: porque si nos juntamos podríamos sobrevivir, si nos mantenemos divididos, moriremos inexorablemente en el altar del Moloch riqueza: “Cuando el pobre crea en el pobre, ya podremos cantar libertad”, cantaban en El Salvador. Y se decía por todo el continente “si además de pobres, divididos, doblemente oprimidos”. Hay, a todas luces, un ecumenismo que no nos va a juntar o se va a postergar para después de que la riqueza nos mate, es el ecumenismo formal, o doctrinal, o institucional, o de consenso. Lo conversan y dicen negociarlo los jerarcas de las confesiones e iglesias. Sus conversaciones son lentas y no prometen llegar a destino alguno por tres razones básicas; a) porque ellos no tienen prisa, pues no tienen hambre, b) porque las religiones formales se la han pasado históricamente justificando y bendiciendo las políticas de los poderes establecidos y de ello devengan ganancia y bienestar, y c) porque sus discusiones son sobre la verdad y el poder y en esas cosas los grupos humanos nunca podremos ponerse de acuerdo. A los pobres nos queda una alternativa que se viene proponiendo desde la reflexión de quienes caminan la caminada de los pobres: el “macro-ecumenismo”, originario de América Latina, con Pedro Casaldáliga; se insiste en abandonar el concepto de ecumenismo amarrado a asuntos doctrinales y abrir las puertas, en su lugar, a un “ecumenismo integral” (Julio de Santa Ana) que incluya a los empobrecidos; es una especie de “ecumenismo de las culturas” o “ecúmene de la justicia” (José Míguez Bonino), orientado hacia la búsqueda común del reino de Dios (Mt 6.33). En la propuesta se constata que hay una tensión práctica y liberadora entre el “ecumenismo de consenso” y el “ecumenismo práctico”. “De cualquier manera, es fuerte el anhelo por ver rota la estrechez del ecumenismo “umbilical” de las Iglesias, que ha estado ocupado solamente con los disensos internos entre los cristianos” (Cf. Brakemeier, Gottfried: Diálogo interreligioso: ¿macro-ecumenismo?). Otros denominan a ese “macro-ecumenismo” con el nombre de “ecumenismo de base” y se entiende como una práctica de juntanza de laicos y laicas, comunidades de todos los signos, pastoras, pastores, sacerdotes y animadores de la fe y de la práctica comunitaria. El ecumenismo de base suele concretarse en pequeños grupos informales, en reuniones de oración, en prácticas de servicio y solidaridad, en asunción de compromisos políticos anti-sistémicos y emancipadores.

 

Ese ecumenismo que tenemos por construir y defender debe tener unas claridades epistemológicas, éticas, hermenéuticas y políticas, y celebrarlas a menudo en cualquier lugar convertido en templo, en cualquier momento convertido en momento salvífico y culto, olvidando disciplinas eclesiásticas y hermanando en el hecho de ser víctimas comunes de un mismo ídolo, la riqueza:

1. Tiene que construir la ontología política de las diferencias (Walter Benjamin).
2. Tiene que propiciar las emancipaciones de género como condición para que emerja la riqueza de los seres humanos.
3. Tiene que ejercitar la descolonización de las estructuras de poder y del ejercicio de la política.
4. Tiene que asumir la espiritualidad y las tareas políticas, sociales, económicas y humanas del Sumak Kausay, del buen vivir y del buen convivir de los pueblos originarios del Abya Yala.
5. Tiene que construir en cada seguidor o seguidora de las utopías de Jesús de Nazaret, los nuevos sujetos emancipatorios.
6. Tiene que predicar y orar, espiritualizar y volver ágape y fiesta, canto y poesía, el malestar permanente con el capitalismo liberal concentrador de la riqueza mortal.
7. Tiene que catequizar en las vertientes espirituales del acto político de la resistencia entendida como re-existencia.
8. Tiene que volver celebración y culto la sospecha ética y hermenéutica de todas las formas del poder, empezando por el poder vertical y dañino, corrompido y corruptor de las iglesias mismas.
9. Tiene que aprender en oración y discusión, las formas sutiles y brutales como el neoliberalismo ha colonizado nuestras conciencias y provocar la liberación de las mismas.
10. Tiene que confesar todos los días, -y hacer penitencia por ello-, que las iglesias están entre las instituciones que han codificado la realidad y a las personas, para someterlas, para mantenerlas en el sometimiento. Ese pecado se llama colonización de la realidad y colonización de los espíritus.

 

Sería una brutal contradicción decir que transitamos nuevos caminos de espiritualidad cristiana y profesar, al mismo tiempo, fe ciega y no cuestionada, esperanza inconsciente y silenciosa, y división ante las amenazas del poder mortal de la riqueza.

 

La Estrella, noviembre 7 de 2014

 

* Comunión Sin Fronteras
[email protected]

Información adicional

Ecumenismo
Autor/a: ANCÍZAR CADAVID RESTREPO
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.