“Elecciones” y “paz” son dos ejes que los analistas destacan como principales, y que los movimientos sociales y partidos políticos alternativos deberán enfrentar durante 2015. La agenda electoral se torna como el aglutinante único-distractor del activismo de izquierda.
Se trata de una realidad que necesita ahondarse en su perspectiva completa de factores en juego. Comienza el año con más presión política que en 2014 y, según muchos analistas, pende en la situación el espejismo de una fecha de “paz” antes de octubre. Con diferencia, este año se inicia con unas novedades de mayor tamaño y consecuencias. En el orden del día, con acumulación, condensación y cruce de la fricción entre varios ejes de la situación política, de los descontentos cotidianos y la confrontación antioligárquica, aspectos que pueden favorecer la dinámica de recuperación del campo popular.
Están a la vista. En relación con la negociación de paz, la “entrega” o “dejación” de los fusiles que marcan la Mesa, lo mismo que el despunte en la discusión acerca de un “cese bilateral de fuegos” con exigencia de armisticio. En el rango de la economía y como novedad, la caída en barrena del precio internacional del petróleo, que repercute en la región y disminuye los ingresos fiscales para el gobierno Santos, así como la caída de las exportaciones en más de un 20 por ciento, lo cual marca de manera rotunda el presente y el futuro de la economía nacional y las opciones de trabajo para miles de trabajadores calificados. En la esfera del poder, el fantasma de la enfermedad cancerígena del Presidente y, a su lado, las contradicciones alrededor de una reforma tributaria más. En la cotidianidad de muchos municipios y comunidades, el Fenómeno del Niño, los incendios forestales, la mortalidad infantil y el chikunguña. Y en la temperatura del movimiento social, la precoyuntura preelectoral (febrero-mayo) abrirá una coincidencia de la mayoría de sectores, en apuesta por la movilización.
En este fondo, el poder culpable del origen del conflicto apura el relámpago de una firma de paz que proteja el statu quo. Con la incógnita sobre la duración y el alargue del conflicto social y armado, es propio señalar que los ‘enemigos ocultos’ de una salida política pueden atravesar una brutal contraofensiva (bacrim, filamentos militares, opositores uribistas y alguna porción financiera) con la mira de hacer saltar la Mesa de La Habana e impedir los desarrollos con el eln.
La paz, como es sabido, no logra movilizar al país nacional aunque sí al activismo. Muchos dicen que los enunciados alcanzados por las farc en La Habana, a la par con algún grado de participación social y de su periferia, “no tiene reversa”. Olvidan para el caso que, en la disputa y el trasfondo de poder territorial, el pulso no está definido, limitante que invitaría a la prudencia a la hora de proyectar escenarios. Como es evidente, en esa agenda poco o nada inciden los actores sociales urbanos. De ahí que el tema poco entusiasme a las amplias y mayoritarias capas sociales. La otra agenda, en curso y dificultades con el eln –según entrevista que usted puede leer en esta edición–, exige o abre un tratamiento en el cual los actores sociales pueden definir o determinar en los acuerdos.
En el otro ángulo, por supuesto, las próximas elecciones locales y departamentales adquieren mayor juego y quedan convertidas en el lugar y el ruedo de definición más notoria y con una “correlación en territorios” que inclina la balanza en el distanciamiento Santos-Uribe. Es ésta una indisposición frente al manejo del conflicto que la pasada elección presidencial resolvió apenas en escasos términos cuantitativos. No categóricos. La disputa electoral determinará cuál de los dos actores oligárquicos en disputa dispondrá de un mayor control territorial, acumulará presupuestos, y ampliará sus posibilidades de clientelismo como factores en puja y posición hacia el 2018. El resultado extenderá su medida a la correlación –¿uribismo-santismo-partido liberal–Partido conservador/Angelino Garzón? Asimismo, cuantificará la presencia que existe dentro del campo popular por parte de las proyecciones tanto de centro como de sus vertientes de izquierda y resistencia y su ventaja particular: Sergio Fajardo-Petro-Progresistas. Polo ¿Robledo/Moir-Clara López?, Partido Comunista, UP. Marcha Patriótica y Congreso de los Pueblos. Movimientos-pueblos-minorías. Propuestas con búsqueda nueva. En paralelo, con las cifras de abstención y voto en blanco.
Unos porcentajes y ¿profundidad? que, tras las elecciones para Congreso en 2014, ratificará sin ambages cuál es la realidad de poder social y político, hasta ahora acumulado, por parte de los actores alternativos. En efecto, todo indica que no alcanzan una presencia creciente. Por tanto, sin capacidad de determinar la agenda social en muchas localidades. Además, el proyecto de país izado no despierta pasiones ni crea consensos en la mayoría de los territorios. Así, resulta que son otras agendas y otros candidatos lo que termina definiendo sus proyecciones. Política y candidatos prestados que desdibujan el proyecto alternativo.
Bogotá, que durante 12 años transita por gestiones de izquierda sin desafiar el modelo económico, político, social y administrativo dominante, con algunas realizaciones sí pero con un margen de interrogantes y frustración, despierta una honda preocupación. Con tres gobiernos consecutivos, la izquierda no consigue proyectar valores, principios, ética y contradiscursos que le den cimiento a una disputa cultural capaz de ir más allá de la administración de lo público. Las alcaldías pasan sin propiciar el surgimiento o la consolidación de nuevos actores sociales y un ejercicio de gobierno con vocación de poder, sin proyectar un referente de otra sociedad posible. Con nuevas formas de gobierno y de liderazgo social autónomo, que como izquierda está en deuda de construir, mediante una evaluación en público de la actividad realizada durante esta larga década, y determinar aciertos y desaciertos.
Así las cosas, el resultado electoral que arroje Bogotá en octubre tendrá una mayor trascendencia: inclinará o arbitrará en la opinión la balanza del control territorial que en el resto del país obtengan los actores tradicionales. A la vez, alimentará o desinflará el cálculo según el cual un candidato alternativo desde la oposición de centro-izquierda podría ¿ganar?, o pasar por primera vez ¿a la segunda vuelta? en el escenario presidencial de 2018.
En fin, a la hora de proyectar los factores motivantes e incidentes en la acción o el ánimo de los actores sociales durante este 2015, no cabe olvidar que es característico cómo siguen determinados y limitados por su dispersión, por una ausencia de cohesión o proyecto común. En ciudades y campos, la infinidad de expresiones sociales está dispersa y persiste como factor común, la ausencia de un referente y una convicción de poder. Con distancia, no confían ni esperan mucho de las llamadas “vanguardias” –tanto armadas como centradas en lo electoral. Tampoco, a pesar de un deletreo de discurso, consiguen construir y crecer en un proyecto propio.
Romper y transformar esta realidad es un reto que demanda interés, vocación, energía, actores, recursos, referentes, agendas, en fin, la decisión de muchos. Asumir el reto demanda una agenda sobre preguntas, ingredientes nuevos y la atalaya Otra democracia es posible con una agenda emplazante al actual gobierno. Para establecerla, el paso inicial es realizar debates públicos que conciten el interés de todas aquellas experiencias e individuos dispuestos a aportar para que surja una nueva referencia de poder en el país. En toda ciudad y lugar donde los actores sociales encuentren sintonía con este reto, es imprescindible impulsar debates que decanten el diagnóstico sobre el estado del acumulado social y las tareas por abordar como actores alternativos.
Con un motivante sentido de reunión y debate, tras el objetivo de una nueva expresión social y política que por fin concite a todos los activistas diseminados y descoordinados por la geografía nacional, Fernando Dorado publicó en el mes de diciembre y los primeros días de enero varios artículos. Su juicio sobre la realidad nacional y las fronteras que marcan con su comportamiento hegemonista distintas organizaciones del orden nacional, si bien puede ser polémico, no es absoluto ni última palabra. Es un análisis abierto e incluyente por tomar en cuenta para una construcción de nuevo tipo. En desdeabajo aceptamos su invitación. La agenda de 2015 ganará un nuevo rumbo y podrá ser determinada por los actores sociales si llegamos a un acuerdo sobre la unidad social.
Flagrante como fue el resultado de ¿derrota? o ¿estancamiento? electoral de la izquierda en las elecciones de 2014, tal actuación, como toda forma de lucha, no se debe definir por fuera y más allá de los actores sociales en cada territorio. Su utilidad y sus posibilidades pasan por un debate, y un ejercicio deliberativo y educativo, en controversia franca con la ciudadanía, que será en última instancia el factor que determine el sentido y las plataformas de una participación electoral. ¿Actuar para legitimar el poder existente y dominante, o actuar para romper y superar tal poder?
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