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“Como vamos, vamos mal”

“Como vamos, vamos mal”

Abril abrió su calendario con nuevos aires. Durante su segunda semana (6-12), Bogotá fue el escenario de la Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz, a la que asistieron más de 130 mil personas, para escuchar, ver, compartir y discutir visiones sobre la paz con académicos y actores sociales de diferentes procedencias, tanto del país como del exterior.

Las actividades fueron diversas, como lo es nuestra cultura. Danza, música, cantos, teatro, todas las expresiones artísticas hicieron parte de esta gran Cumbre que llevó a diferentes conclusiones, pero que propició un espacio reflexivo hasta no visto. Un lugar para discutir sobre el significado de la tan mencionada palabra paz, y descubrir cómo la valoran y proyectan desde diferentes ángulos.

La educación y la paz

La educación es un tema central en la construcción de un país, más aún cuando la pretensión es alcanzar la paz. Es por eso que en esta Cumbre no podía faltar este importante tema. Fueron dos sesiones las organizadas para tratar la educación, en los que se evidenció lo que muchos ya saben: en nuestra sociedad, la cultura, las artes, la música y hasta el juego son ajenos a la formación de la mayoría de sus miembros.

Experiencias en educación artística

El lunes 6 tuvo lugar un encuentro de experiencias sobre la educación artística en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán –TJEG. Los invitados fueron Evert Peña, músico fundador de la Escuela de Puertas Abiertas de Música Tradicional, espacio de enseñanza de la marimba como forma de resistencia “Semillas del Litoral” en El Charco, Nariño; Ramiro Noriega, exagregado cultural de Ecuador en Francia, ministro y viceministro; y Carlos Miñana, doctor en antropología social y cultural, magister en educación y licenciado en pedagogía musical. Ellos compartieron sus experiencias desde diferentes puntos de partida.

Evert Peña, un hombre alto, con sombrero de paja y de piel negra, dio a conocer los avances en la educación de la Marimba y destacó la música como parte fundamental de su cultura, desde que nacen hasta que mueren. Ramiro Noriega, habló sobre cómo le están apostando en Ecuador a que el arte y los artistas hagan parte de la universidad, para dejar de ser simples invitados a distintos eventos.

Carlos Miñana, planteó que es una falacia pensar en la música como formadora de paz, pues con ella también se partió hacia distintas guerras, pero también la han utilizado para engañar gente y violentar a otros. La música es una herramienta que es posible de utilizar para lo bueno y lo malo, la decisión de qué hacer con ella es de cada uno; fue su mensaje.

Finalmente, sobre una investigación que realizó a diferentes iniciativas de educación artística en el país, compartió su conclusión: no existe fórmula para enseñar la música y el arte en general, una fórmula que conlleve a la construcción de paz, todo depende de la gente, de la historia, de los conflictos, de las costumbres, todo depende del contexto.

Arte y educación

Al día siguiente, el martes 7, en el mismo escenario –TJEG–, un panel con cuatro invitados discertó sobre el arte en la educación: Jesús Martín Barbero, teórico de la educación y la cultura; Mario Hernández, médico y el candidato ganador de las elecciones entre estudiantes y funcionarios para ser el rector de la Universidad Nacional; Renato Ortíz, teórico en cultura, diversidad y globalización; y Patricia Ariza, dramaturga, directora de la Corporación Colombiana de Teatro.

Uno a uno, opinaron desde su experiencia, señalaron y propusieron los aspectos que consideran están ausentes en la educación colombiana para la formación de sujetos activos. Sus apreciaciones fueron aplaudidas por los asistentes que llenaron el teatro y que salieron con más argumentos para sostener la premisa que muchos ya han pronunciado y que sintetizó Hernández en una frase: “Como vamos, vamos mal”. Pero aún más importante, salieron con varias ideas, propuestas, y con la convicción que el país requiere un cambio, que su concreción debe ser lo más pronto posible.

La sensibilidad humana, el arte y la paz

Jesús Martín Barbero enfocó su ponencia sobre la importancia de la sensibilidad en el ser humano. De la cual se desprende la creatividad, el gusto por la lectura y la escritura, y básicamente la posibilidad de formar sujetos modernos.

La escuela, después del kínder se convierte en algo ajeno al juego, dijo, “se acabó el mundo expresivo, se acabó el mundo de los sentidos, y de los sentires. Al maestro le importa un carajo lo que le pase a los sentidos de sus alumnos […] porque enseñan un saber racional. Resulta que la dimensión del sentir es la dimensión del gozo y del dolor que pasa por el cuerpo, no solo por la cabeza, y eso lo sabemos los latinoamericanos mejor que nadie”.

Los aplausos para el profesor llegaron sin espera. El discurso, que realizó con tono fuerte, resaltó que sin la estimulación de los sentidos es imposible el arte, así como es imposible lograr la paz.

“Antes de que se hablara de modernidad, un filósofo alemán ya planteó que la formación estética, la formación de la expresividad y de la creatividad era la clave de formación del ciudadano. Es decir, sin formación de la subjetividad no hay sujeto moderno […]. María Teresa Uribe Hincapié –tuvo que ser una mujer la que se atrevió a decirlo: miren, ¿saben por qué Colombia está tan atrasada?, porque su escuela no fue capaz de gestar sujetos modernos. El sujeto moderno no es solo el que piensa con la cabeza sino el que siente con su propio cuerpo, con sus propios sentidos”.

En concordancia con su intervención, preguntó: “¿Qué vamos a hacer con este cuento en el que se ha metido el gobierno pero no sabe de qué habla: transformar la educación en Colombia? […] O la escuela crea autores o crea meros imitadores. […]”, agregó.

Y terminó con la importancia de la imaginación: “Necesitamos mucha imaginación para que la memoria de este país deje de ser una memoria vengativa. La memoria que necesitamos es la que sea capaz de hacer el duelo por todos los muertos, por todos los desplazados, por todos los trastornados […]. Solo una ciudadanía abierta al riesgo, abierta a la improvisación, abierta a la negociación va a entender qué tipo de memoria va a necesitar la negociación de La Habana para hacer posible un país nuevo, un país reconciliado”.

Contra la lógica del “sálvese quien pueda”

Mario Hernández trató de responder al interrogante, ¿Cuál educación es aquella que contribuye a construir paz en una sociedad concreta como la colombiana?

En primer lugar recordó que la firma de un acuerdo en La Habano no implica tener una sociedad en paz, “de hecho la mejor expresión para lo que sigue debería ser la expresión postacuerdo como muchos lo han propuesto y no postconflicto”.

Fue enfático en criticar el “individualismo liberal”: “Una sociedad que a falta de pactos políticos respetados y sólidos en el largo plazo aprendió a vivir bajo la lógica del “sálvese quien pueda”, del “cómo voy yo ahí” y del “más vale ser rico y sano que pobre y enfermo”, como dijo Pambelé”.

Para él, cambiar esa lógica afectaría todo: las relaciones políticas, las estructuras en las instituciones, toda relación humana, disminuyendo considerablemente las reacciones violentas y creando sociedad.

“Una sociedad en paz significa una forma de organización solidaria e interdependiente que combina el reconocimiento de las diferencias con la redistribución de recursos para superar desigualdades injustas a partir de procesos, reglas y escenarios de participación para el ejercicio democrático de todos. Esa sociedad, seguramente no podrá seguir atada al comportamiento depredatorio del capitalismo y tendrá que afectar las formas de poder, económico, político y militar, que reproducen la trayectoria de la sociedad colombiana”, agregó.

La educación, dijo, debería llegar a todos como derecho fundamental, pero también, debería darse sobre la premisa de que todos somos diferentes, por lo cual se debe estimular cada proyecto, sin importar lo diversos que puedan llegar a ser. No homogeneizar a través de la repetición.

La educación debería dejar de establecerse sobre “La asociación cada vez más marcada entre el acceso y la capacidad de pago de las familias, y así mismo a la calidad”, dijo.

“Esa lógica dinero-calidad se consolida en el PND pero con dos elementos más, la concepción de pobres buenos, pobres malos, que tiene que ver con el esfuerzo de cada uno, de portarse bien y el fomento entre instituciones públicas y privadas en un mercado regulado por sellos de acreditación en el cual, quien no logre adaptarse y autosostenerse desaparece. Y eso está pasando en la Universidad Nacional, por eso reeligieron a Mantilla, con quien han podido instalar este tema”.

Concluyó, “Bajo este modelo no se logra la equidad, menos a través de esa educación […]. No podrá ir más allá de un acuerdo de paz con una parte de la insurgencia. Se requiere un nuevo pacto social y político en que podamos afectar las estructuras que reproducen las causas de la guerra”.

La cultura como espacio de poder

El brasilero Renato Ortiz habló sobre la esfera de la política y la cultura. Su idea principal fue la cultura como lugar de poder y los cambios generados desde ella sin que seamos conscientes.

“Voy a poner un ejemplo: en París, Mayo del 68, en los grafittis en el metro estaba escrito Métro, Bouleau, Dodo –metro, trabajo y sueño–, lo que quiere decir la gente sale de casa, toma el metro, va a trabaja, vuelve al metro, va a la casa, duerme y al día siguiente una repetición infernal de este ciclo. Entonces, estamos hablando de prácticas sociales cotidianas y al tematizar las prácticas sistematizan relaciones de poder que no pasarían sobre el tema de la consciencia”.

De igual manera, expuso como ejemplo la transformación del concepto de diversidad, cómo en la globalización se convirtió en un tema de gran importancia, y cómo los actores sociales colaboran en esta.

“Por cada movilización, la problemática de la diversidad pasa a tener una importancia icónica en el mundo contemporáneo. Eso significa que en este mundo existen los movimientos, un movimiento de globalización, pero también una valorización de lo particular en el proceso de globalización. La diversidad está asociada con la pluralidad, democracia, tolerancia”.

¿Cómo poder hacer arte que contribuya a disminuir la violencia?

Patricia Ariza finalizó el panel. Su ponencia estuvo acompañada de un video en el cual demostró cómo el arte puede transformar el dolor y cómo todos pueden colaborar para ello. Se centró en el drama del desplazamiento, y cómo han sido las personas desplazadas, las que han transformado la cotidianidad colombiana, especialmente en Bogotá, pero también cómo han sido víctimas del conflicto cultural.

“Cuando una persona se desplaza, se desplaza una historia, se desplaza un relato, se desplaza una canción. Bogotá, por ejemplo, creo que tiene una deuda enorme con la población en situación de desplazamiento […]. Bogotá era una ciudad gris, donde toda la gente andaba con abrigo negro, donde la gente no sabía bailar, ahora, en esta ciudad se baila muy bien, se come chontaduro, la gente se viste de color. Bogotá es una ciudad distinta, entonces es la gente en situación de desplazamiento a la que le debemos la transformación cultural”.

Fue enfática al resaltar la necesidad del cese al fuego cultural para llegar a verdaderos acuerdos en La Habana. Asímismo, hizo críticas a los medios de comunicación, a la televisión, por los valores que transmiten, dejando de lado la cultura, basándose solo en la farándula.

Y formuló una pregunta que tiene algunas respuestas, pero no las suficientes, ¿Cómo poder hacer arte que contribuya a disminuir la violencia?

El video que compartió con la concurrencia, fue sobre la construcción de una obra de teatro en la que la mitad de los participantes eran víctimas y representaban escenas que ellos ya habían vivido en sus calvarios. “En la Corporación de teatro trabajamos con las víctimas, han trabajado la transformación del dolor, han comprendido que en esas personas hay unos saberes muy complejos, son los saberes de esas regiones […]”.

Finalizó diciendo que a través de ese trabajo pudo ver, “Cómo el dolor se permuta de saberes, cómo juntos pueden hacer un trabajo común”.

 

De forjadores de sueños

“Somos hijos de la violencia, desde hace setenta años Colombia no concilia un solo día de paz”. Hablar de paz es una utopia, y quienes más la reflexionan e intentan acercarse desde distintas miradas a la misma, son los artistas, a continuación presentamos diversas reflexiones de artistas (poetas, dramaturgos y cineastas), que en el marco de la Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz de Colombia, respondieron la pregunta: ¿Qué papel desempeña el arte en la construcción de la paz?*

*    Ver video Arte, conflicto y paz, con más entrevistas y muestras de obras de diferentes artistas, en nuestra página www.desdeabajo.info o en el canal de Youtube desdeabajo

Carlos Satizabal

(Dramaturgo y poeta)

“El teatro tiene un lugar muy importante en la construcción de la paz porque explora los conflictos humanos, nos expone las fuerzas en pugna de la sociedad. En esa lucha, el teatro construye metáforas para pensar quiénes hemos sido, quiénes somos y cómo podemos construir otro mundo posible.

La potencia esencial de las artes es que le conceden a la humanidad la posibilidad de transformar el dolor en poesía, en fuerza, en resistencia, en afirmación de la vida. Como decía el filosofo Espinoza, el ser persevera en existir, y lo puede hacer gracias a los dones de la poesía”.

 

Juan Carlos Moyano

(Dramaturgo y director)

“El teatro colombiano siempre ha tenido un lugar de cercanía con la realidad del país, y por eso estoy convencido que el papel que ha jugado, que está jugando y que puede jugar, en un sentido optimista, es decisivo (en la construcción de la paz); porque el teatro ha logrado relacionarse con la gente, tratar temáticas cercanas al imaginario colectivo y ha permitido elaborar elementos de creación en ámbitos donde lo destructivo ha sido predominante.

Desde hace décadas el teatro colombiano acompaña los procesos de la historia, y creo que precisamente ahora, como nunca, está destinado a ser una herramienta de sensibilización, de construcción de circunstancias que permitan reconciliarse. El teatro es una enseñanza permanente, respecto a la oportunidad de que los seres humanos podamos tener nuevas formas de comunicarnos sin el inconveniente de la violencia o de la confrontación física.

El drama en un país trágico debe florecer, para que precisamente esa tragedia amaine y podamos encontrar nuevos sentidos, nuevos significados. El teatro, la historia y la gente son convergencias necesarias”.

 

Roxana Pineda

(Dramaturga y directora de teatro, Cuba)

“El tipo de teatro, no el complaciente, que se arriesga a construir la imagen que queremos de un país, que se arriesga a investigar la espiritualidad y el dolor de éste, es un escenario imprescindible para contribuir, junto a otros espacios, a tener una paz con justicia, una paz real, solidaria y profunda; donde el individuo, sin olvidar su memoria, pueda construir sus sueños, un país diferente, donde todas las voces tengan espacio, donde la muerte sea un destino lógico y no una condena por las circunstancias.

Es un privilegio que desde el teatro podamos denunciar muchas cosas en vivo, en directo, sin censura, sin ambages; desligándonos de los discursos de turno, con otro lenguaje, la fuerza de la imagen artística, que compromete, que sacude, que conmueve, que permite activar la participación, una participación más activa, más conmovedora”.

 

Víctor Viviescas

(Dramaturgo y director)

“Cada vez siento más claro que la paz es algo que tenemos que construir entre todas y todos los colombianos, y dentro de este proceso el artista es un ciudadano más, es decir, los artistas tenemos las mismas tareas que tienen las y los ciudadanos en ese compromiso con la construcción de la paz.

Vamos a seguir haciendo teatro en la dirección de reconstruir la memoria, este ha sido un aspecto fundamental en el teatro colombiano; seguiremos haciendo teatro provocando un diálogo con la comunidad, es decir, poniendo en la esfera pública el debate de cómo se construye esta paz; vamos a seguir haciendo teatro como un instrumento que pueden utilizar las comunidades para apropiarse de él, y hacer que su historia emerja, que sea compartida; porque finalmente, el teatro tiene esa cosa conveniente: crear un espacio donde lo público se puede compartir y debatir”.

 

María Gamboa (Cineasta)

“El cine contribuye a la construcción de paz de distintas maneras. El simple hecho de hacer espacios donde se puedan proyectar películas, videos, o que las personas puedan hablar, registrar, archivar su historia, ya es un aporte inmenso.

Creo también que la mejor manera de construir la paz es mostrando salidas. Hacer películas de paz, en donde se pueda mostrar un conflicto y el dolor, pero que además de mostrar, salga de ahí, que logre de alguna manera redimir el dolor y muestre su transformación”.

 

Patricia Ariza,

(Dramaturga, Directora de la Corporación Colombiana de Teatro)

“El arte ha contribuido en Colombia de muchas maneras, pero esa contribución está dispersa, necesitamos conformar un verdadero movimiento cultural y resignificar, tanto a nivel del Estado como de la sociedad, el valor tan grande que tiene el arte en un cambio social”.

 

Carlos Sánchez

(Dramaturgo y director)

“Universalmente el teatro siempre ha jugado un papel muy importante en la construcción de la paz, por un lado reflejando las contradicciones internas, reflejando un poco lo terrible, el dolor, la injusticia que crea la guerra, pero por otro lado formulando una visión más esperanzadora, una visión reconciliadora.

Los que nos hemos dedicado a este oficio, estamos tratando de recomponer un rompecabezas que es esta crisis social, que son muchas violencias, no es solo la violencia política, sino la violencia que se da en todos los niveles de la sociedad, la violencia intrafamiliar, el sexismo, la falta de respeto por la opinión de los otros, o sea, que no es solamente la guerra de las balas, sino que son los conflictos del espíritu humano.

El teatro siempre tendrá que aportarle a la paz, a la convivencia y a la reconciliación de los seres humanos en la sociedad”.

 

Ricardo Restrepo

(Productor de Pathos Audiovisual)

“Todas las artes, sobre todo el cine y más el documental, aportan muchísimo al entendimiento, a la construcción de esa historia presente y a la reflexión sobre lo que pasará; porque nos tenemos que narrar, nos tenemos que conocer; conocer nuestro pasado para no repetir la misma historia.

Espacios como las salas alternas o centros culturales son importantísimos porque no hay otra manera de difundir las películas documentales o películas alternativas. Entonces, creo que este tipo de escenarios no solamente son claves sino que deberían multiplicarse. Quisiera ver que todas las películas fueran vistas no solamente en un centro cultural sino en todos los municipios y que hubiera un centro de difusión para que la gente, los chicos, sobre todo en los colegios, pudieran tener acceso a las películas nacionales”.

Información adicional

CUMBRE MUNDIAL DE ARTE Y CULTURA PARA LA PAZ
Autor/a: Katherine Vega
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