A Fernando Botero, pintor y escultor colombiano nacido en Medellín en 1932, y fallecido en Mónaco en septiembre de 2023, se lo conoce popularmente por “las gordas de Botero”, aunque nunca pintó gordas por la “gordura” sino por la técnica de llevar lo plástico a las extremas dimensiones del volumen. Duramente criticado por sus obras y su estética durante un tiempo, terminó siendo el artista más comercial de todos, de reconocimiento internacional y poco valorado en su país.
Miembro de una familia no adinerada, desde pequeño dibujó, pintó e ilustró, actividad esta última que desempeñó a sus 15 años en el periódico El Colombiano de Medellín. Nunca estudió arte en universidad alguna. Sus capacidades y cualidades artísticas destellaron siendo aún muy joven, cuando se presentó a concurso en el salón de artistas colombianos, el cual ganó, recibiendo como premio el dinero que le permitiría viajar a Europa a estudiar directamente en los museos, copiando a los grandes maestros de la pintura y escultura, ejercicio que realizó, entre otros, en la Academia San Fernando de Madrid, y en la Academia de San Marcos de Florencia.
A Fernando Botero lo ensimismó el arte del Quatrocento italiano y el muralismo mejicano. Le interesaba el tratamiento del volumen y en esto era contrario al academicismo. Por ello se interesó en Mantegna, Van Eyck e Ingres.
Como se puede apreciar en Frente al mar de 1952, pinta motivos populares, algo recurrente en su obra, pero en ese tiempo esta no es voluminosa sino de figuras alargadas; todavía no había llegado a su estética de “las gordas”, pero sí a distorsionar la realidad, a darle otro sentido a las cosas.
Cuando en 1961 mostró su Camera degli sposi (La alcoba de los esposos), que era una distorsión del cuadro de Mantegna, y lo pintó en su honor dándoles otro volumen, color y espacio a la obra, generó toda suerte de críticas negativas, sobre todo porque era una mezcla de figurativa y abstracta. Botero optó por el arte figurativo. Eran los primeros años de la década de 1950, medio siglo más tarde, y hasta nuestros días, ese es el gran debate entre pintores y escultores: si arte figurativo o arte abstracto.

Esta discrepancia tiene unos orígenes en la política cultural y educativa con raíz de izquierda, para la cual lo figurativo es más adecuado para “educar al pueblo”, “para llegar a la gente”, que lo abstracto, que era más o menos el enfoque de Botero.
En ese entonces existía en el país la escuela muralista, paisajista, de un realismo social, grupo Bachué, duramente combatido por la crítica Marta Traba que apostaba por el arte abstracto. Un estilo de arte que también impulsaba el Departamento de Estado de los EEUU, la Unión Panamericana (hoy OEA) y, en consonancia, la Alianza para el Progreso, que además de impulsar una reforma agraria para impedir que la izquierda revolucionaria tomara el camino de Cuba, potenciaba este estilo de arte, cooptando artistas de América Latina para tal fin, con la orientación de José Gómez Sucre, encargado de la política de artes plásticas. Esta posición pugnaba por acabar con el arte figurativo y su emblema, el muralismo mejicano, por ser “expresión del comunismo”.
Así que en el país se cruzaron los dos enfoques sobre arte, dando lugar a la lucha entre figurativos contra el arte abstracto, vía Marta Traba, y por otro lado los figurativos y los abstractos contra los seguidores del arte abstracto proveniente de Washington. Cuando Fernando Botero se opone al arte abstracto –tratándolo de adorno para baños–, lanza una concepción neofigurativa de la pintura y de la escultura, no era solamente la figura sino la representación con volumen exagerado de figuras, paisajes, y momentos relacionados con la nacionalidad y lo latino.
Una propuesta que le cuesta años consolidar. Cuando sus obras comenzaron a venderse y fue el consentido de las grandes galerías y burguesías de aquí y del mundo, se convirtió en el artista comercial por excelencia. Durante el periodo de auge narco sus obras, junto a las de otros como Darío Morales o Luis Caballero, se vendían a precios exorbitantes en las galerías de los EEUU. Cuando los capos cayeron en desgracia se depreciaron las cotizaciones de obras de arte, y aun así hoy en día una de sus obras está por el millón de dólares. De todas maneras, Botero puso al país en las galerías del mundo.
Amores que no son eternos. Pese a ser reconocido en el mundo, en el país la gran burguesía lo ignora: son los años 80 y 90, y sus obras terminaron en los sótanos de los museos. Desprecio acrecentado, máxime cuando desde 1999 comenzó a pintar la violencia paramilitar: 79 dibujos y pinturas, más sus esculturas alusivas a la paz.
En el año 2005 no quisieron recibir sus obras en las galerías de los EE.UU. como clara expresión de rechazo y bloqueo por sus pinturas sobre las torturas practicadas por tropas de los Estados Unidos sobre sus prisioneros en la cárcel de Abu Graib, consideradas, “obras de odio” en los círculos del poder en el país que invadió y destruyó a Irak. Sin embargo, esas obras han sido comparadas, por su intención política, con el Guernica de Picasso y con Los Caprichos de Goya.
Cuando Botero conoció lo que estaba pasando en Irak, quedó fuertemente impactado, así lo confesó al ser entrevistado por el periodista colombiano Raúl Benoit: “Mi ira, mi desencanto con esta situación… fue creciendo, se me volvió como una obsesión, durante nuevo o diez meses no hice sino pensar, pintar, pintar y pintar, dibujar Abu Graib, soñar Abu Graib…”.
Una de las críticas que le hacen a estas obras es que la tortura no es un arte, ni arte de protesta, claro, desde una visión supuestamente pacifista y humanista que pretende negar ese hecho consignado en pinturas. Pero en esas obras Botero se cuida de caer en un panfleto y no denuncia al gobierno o al ejército de los EEUU, a pesar de saber que son los responsable de tan abominable suceso.
La otra crítica esgrimida es que no se pueden “colorear las torturas” sino que, siguiendo un modo de pensar de cierta izquierda, y también católico, solo se puede mostrar la vida con vivos colores, y la muerte en lápiz o carboncillo negro sobre blanco. O que pintar la violencia en Colombia no es algo decorativo, por tanto no es adecuado artísticamente.
La obras más apreciadas
En 1979, el Museo de Hirshhoum de Washington clasificó la obra de Botero en seis categorías: 1. Religiosas, escenas bíblicas, santos etcétera. 2. Copia de pinturas de maestros, en especial Velázquez, Van Eyk, Paolo Uccello, 3. Naturalezas muertas, 4. Desnudos y costumbres sexuales. 5. Personalidades políticas, 6. Gente real o imaginaria. Aunque esta clasificación fue a finales de la década de 1970 y sus obras de “crítica social” son posteriores, si falta ese punto de referencia en la catalogación realizada.

Se ha discutido cuáles se consideran las mejores obras de Fernando Botero, podrían ser las siguientes:
1. Frente al Mar, 1952
2. Camera degli sposa, –El cuarto de los esposos–, 1961. Criticada por ser una mezcla entre lo figurativo y lo abstracto, para algunos punto de inflexión en la pintura colombiana.
3. Mona lisa a los 12 años, 1959, arte figurativo presentada en la bienal de Sao Paulo, en medio de grandes debates pues era la época de Pollock.
4. Obispos muertos, 1965,
5. La familia Presidencial, 1967.
6. Homenaje a Bonnard, 1972 –es la figura de Afrodita bañándose, pintada a partir de los desnudos de Bonnard.
7. Jugadores de cartas, 1991, famosa no solo por el tema a partir de Cezanne, sino porque inicio al artista comercial.
8. Los músicos, 1991.
9. Mano escultura, 1994.
10. Pájaro herido, escultura, 1995.
11. Pablo Escobar muerto, 2005.
12. Paloma de la Paz, 2010.
13. La Cena con Ingres, un pintor neoclásico, y Piero de la Francesca, del Renacimiento italiano.
14. Bodegón en Sandía, 1992.
15. El matrimonio de Andolfini, a partir de Van Eyk –1434–; Botero agranda el volumen de las figuras y reduce el espacio entre ellas. 1997.
16. La Botero Sutra, 2011.
17. El beso de Judas, 2011.
18. Los 79 dibujos y pinturas sobre la violencia en Colombia, 1999-2010
19. La serie sobre Abu Graib, 2015
20. La escultura sobre Adán.
Ya fallecido, los medios de comunicación hegemónicos enfatizaron en que “F. Botero es el más grande artista colombiano de todos los tiempos”, punto de vista que pone en discusión la historia de la pintura en el país, casi que con un antes y un después.
También se ha dicho que, por iniciativa de senadores del Pacto Histórico, se propondrá un proyecto de ley para designar un día al año como el de Botero, y que en las facultades de arte se tenga como obligatoria una cátedra Fernando Botero, su vida y su obra, algo que de ser cierto sería como llevar a que en artes plásticas se imponga ¿el “estilo Botero”?
Luego de revisar su obra, sus distintas etapas creativas, su impacto comercial, no cabe duda que Fernando Botero fue un artista internacional, comercial, que expresó lo latino y lo nacional popular colombiano.
Suscríbase

https://libreria.desdeabajo.info/index.php?route=product/product&product_id=179&search=sus
Leave a Reply