Apoyándonos en información empírica variada, documentación oficial, entrevistas a profesionales y testimonios de mujeres, una de ellas sobreviviente a una endometriosis masiva porque su diagnóstico demoró años, la respuesta es ¡sí!, la medicina es misógina. Desde la formación de los médicos generales y especializados, y después en su práctica, pasando por las EPS, hasta la investigación y experimentación en la industria farmacéutica, todo está basado en un único género: el masculino. O sea, un androcentrismo que va desde Colombia hasta Francia, porque es endémicamente mundial, milenario y tan arcaico como el patriarcado.
Los ensayos farmacéuticos y la práctica médica van de la mano. Los síntomas femeninos de una patología cualquiera son evaluados con parámetros fisiopatológicos, diagnosticados y recetados con posología y dosificación relativa al prisma imperante del organismo y del metabolismo masculino. Para las pacientes las consecuencias son, en el mejor de los casos, la agravación –inaceptable– de la patología antes de ser atendida, y en el peor: la muerte.
Como consecuencia de está lógica, millones de mujeres pierden cada año la vida porque la atención a su salud es misógina/androcéntrica1. Esta desigualdad en la atención y la alarmante brecha de género, se cifra en cientos de millones de dólares.
Mónica, Fabiana y Marta en Colombia, Pascale y Béatrice en Francia, nos contaron cómo fueron heridas y humilladas en su –vía crusis– médico para entender lo que padecían, y cómo varias de ellas se salvaron de morir, lo que no hubiera pasado si fuesen hombres.
– ¿Quién sabe cuántas mujeres murieron por endometriosis? –yo me salvé”. Mónica.
– Yo no quiero ver más médicos, ¡pa’que! Terminé con fastidio, con rabia. Lo peor es el rechazo de las mismas mujeres médicas cuando te tratan. Fabiana, quien padece de fibromialgia.
– Si finalmente no hubiera llevado a mi hija a una clínica privada, hubiera podido morir por haber sido sentenciada como “niña quejosa”. Marta, cuya hija sufría de apendicitis que terminó en peritonitis.
– El médico de urgencia no respetó el protocolo, me devolvió a mi casa y esa misma noche tuve un infarto. Pascale, quien llegó a urgencias con síntomas de insuficiencia cardíaca.
– Mi médico de cabecera también me devolvió a mi casa diciendo que controlara mejor mis nervios. Si no hubiera suspendido su tratamiento, quizás hubiera muerto le sucedió a 60.000 personas en el mundo que tomaban este remedio. Beatriz, que tomaba antiinflamatorio por una enfermedad autoinmune.
Estas mujeres no son casos aislados. Lo que nos van a contar, lo vive casi todo el género femenino cuando va al médico.
¿Quiere decir esto que todas y todos los médicos son misóginos, es decir, que tienen desprecio por las mujeres? No, obligatoriamente, en su vida personal y social, más sí en su práctica profesional para una abrumadora mayoría. Porque así fueron formados y porque casi ninguno, por pereza, soberbia o falta de empatía, de sororidad, tomó conciencia y cuestionó esta formación que cínicamente excluye a la mitad de la humanidad.
Todo empieza en las aulas de las universidades
La gran mayoría de las escuelas de medicina aún no cuentan con una integración formal de género y sexo en su currículo, pese al auge de la feminización de la profesión (48,63 % de los médicos en Colombia son mujeres).
Desde siglos, milenios, los libros, los profesores y su enseñanza de la medicina está basada en el cuerpo y el organismo masculino, sin saber identificar ni tomar en cuenta las diferencias biomédicas y psicosociales relevantes entre hombres y mujeres en distintas enfermedades. En Colombia, cada año, 5.000 médicos se gradúan y muchos no sabrán identificar a tiempo los síntomas femeninos de una patología que, no obstante, aprendieron en la universidad y durante su internado. Una profesión que exige actualización constante, lectura de las revistas profesionales en las cuales se exponen los avances y particularidades de casos tratados aquí o allá, así como nuevos tratamientos que responden a descubrimientos alcanzados a partir del uso de nuevas tecnologías, o tal vez por la correcta interpretación de una realidad social y humana particular. Pero, pocos lo hacen.
“Siento un dolor en el pecho y la mandíbula izquierda”, fueron los síntomas que Pascale describió llegando a Urgencias, de un gran hospital francés. Le hicieron un análisis de sangre y un electrocardiograma, pero como salieron normales descartaron un problema cardiaco y la devolvieron a su casa. “El mismo día, por recomendación de mi médico, fui al dentista que hizo una radio panorámica de la mandíbula que no reveló nada. Como también me había recomendado no quedarme sola, fui a dormir donde mi mamá, por la noche sentí un dolor, una quemadura enorme en el estómago y vomité. Supe después que ahí fue cuando tuve el infarto, con necrosis a 33 por ciento. Solo al día siguiente, aún con mucho malestar, mi mamá llamó a un médico a casa quien me mandó de urgencia al hospital, donde se dieron cuenta de su grave error”.
Siguiendo el protocolo, el médico de Urgencias debió ingresarla y repetir los exámenes que en un momento dado hubieran revelado la insuficiencia cardíaca. Como los debía desconocer, no supo identificar los síntomas femeninos cardíacos que son, entre otros: dificultad para respirar, náuseas, vómitos, dolor de espalda y de mandíbula2. Mientras los del hombre son conocidos por todos: dolor en el pecho, que se propaga al hombro y al brazo. En Inglaterra, una encuesta reveló que en más de uno de cada tres casos, los médicos de cabecera y los cardiólogos no habían hecho el diagnóstico correcto cuando se sospechaba un infarto en una mujer. ¡La primera causa de mortalidad, antes del cáncer del seno o del útero, es el infarto! 56 por ciento de ellas mueren, frente al 46 por ciento de los hombres.

Un estudio realizado en Urgencias en Canadá, Estados Unidos y Suiza muestra que, en menos de 10 minutos se someten a un electrocardiograma el 29 por ciento de mujeres frente al 38 por ciento de hombres.
A una mujer que se queja de opresión en el pecho le suelen recetar ansiolíticos, suponiendo que está estresada, angustiada, depresiva, mientras que a un hombre lo remiten al cardiólogo. Con estos remedios como solución, muchas mujeres con síntomas cardíacos fueron devueltas a su casa.
Las otras causas de muerte en las mujeres son: los tumores malignos de órganos digestivos y del peritoneo, que no incluyen el estómago y el colon, en Colombia, cobraron la vida de 1.028 mientras que los tumores malignos de mama, llevaron a la tumba a 950 mujeres, los tumores malignos localizados en otras partes del cuerpo o en zonas no especificadas, causaron el final de sus vidas de 852 personas de sexo femenino3. Un estudio publicado en The Lancet concluía que al menos 1,5 millones de muertes de mujeres podrían evitarse mediante estrategias de prevención primaria o detección precoz del cáncer.
El subdiagnóstico hacia las mujeres se encuentra en muchas otras patologías, entre ellas: la Borreliosis o enfermedad de Lyme; las dolencias inflamatorias digestivas como la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn; enfermedades infecciosas, etcétera. La menopausia, una etapa natural en la vida de una mujer, recién fue estudiada seriamente hasta los años cincuenta y sesenta. Antes los síntomas podían descartarse o, peor aún, tratarse como problemas psicológicos.
La Universidad de Copenhague (Dinamarca) realizó un estudio con más de 7 millones de pacientes atendidos durante 21 años por el sistema de salud, evidenciando que las mujeres eran peor diagnosticadas que los hombres en al menos 700 patologías, con la única excepción de la osteoporosis.
Si los argumentos empáticos para mejorar la atención médica de las mujeres no logran surtir efectos, veamos entonces este de índole económico: la falta de atención a determinadas enfermedades puede resultar costosa para la economía mundial, que se cifra en 1 billón de dólares al año, según un informe del Foro Económico Mundial.
Y si bien los pacientes expresan sus síntomas de forma diferente, según las normas sociales del género al que pertenecen, esto no justifica un diagnóstico erróneo, desgraciadamente común, lo que nos lleva a otro gran problema en la atención de la salud femenina: los antiquísimos prejuicios médicos.
La ignorancia y la soberbia fortalecen los prejuicios
Como desconocen los síntomas femeninos –o aun peor, ciertas patologías– los prejuicios hacia las mujeres se asientan y se fortalecen. Si la paciente describe malestares que no corresponden a las patologías que el médico conoce, entonces debe ser que esta somatizando, es demasiado nerviosa, estresada, emotiva, depresiva o finge. Mejor dicho, las mujeres tienen algo de histéricas, ¿no es cierto, Srs. Charcot y Freud?4. ¡O sea, tiene que ver con su sexualidad!
Le pasó muchas veces a Fabiana, cuando empezó a consultar para saber qué enfermedad padecía. “Empecé a ir a médicos pero no me encontraban nada, eso sí, me preguntaban si era casada, separada o viuda, y siempre le echaban la culpa a si me había separado, o sea, a lo personal y no a la enfermedad. Muchos me querían mandar al siquiatra, para otros era una especie de epilepsia. Me daban drogas muy fuertes que me dejaban grogui. Pero nunca quise ir al siquiatra. Varias décadas después, ya diagnosticada con fibriomialgia, fue más triste descubrir el rechazo de las mismas mujeres médicas cuando me trataban. Una, me dijo: –¿Ha pensado por qué esto le da principalmente a las mujeres? ¡Es que tienen problemas con el marido! ¡Muchas que vinieron aquí con fibromialgía se separaron del marido y ahora están perfectas!–. A lo que le contesté: –Yo también me separé y sigo igual de mal. ¡Eso es muy prospectivo!–. Otra me dijo: –Ud. tiene fibromialgía por inventarse problemas–. ¡Qué tal!, como si fuera una loca que se inventa enfermedades. Y otro, me dijo que la fibromialgía no existe5. Ojalá sintieran los dolores en el cuerpo, en las piernas, que me dan por las noches, es como decir: –usted está loca”.
Como fue anotado, Charcot y Freud aún cuentan con muchas y muchos adeptos a sus teorías postuladas un siglo atrás y que continúan como parte de los sesgos cognitivos inconscientes de los médicos o, peor, pertenecen a sus herramientas diarias de diagnósticos.
“Mi hija adolescente se quejaba de un fuerte dolor de vientre. La lleve a la EPS que la devolvió a casa con acetaminofén. Pero seguía mal, y ya con nauseas volvimos a la EPS. Esta vez me dijeron que debía ser gastroenteritis y que la niña era muy quejosa. Que tomara los remedios y se calmara. Pero, unos días después me llamó asustada porque se sentía peor y estaba vomitando. Fue cuando decidí llevarla esta vez a una clínica privada. Ahí le diagnosticaron peritonitis y la operaron enseguida. ¡Llevaba semanas con apendicitis, ¡con razón se quejaba tanto! Mi niña se salvó de una septicemia o peor, de un shock séptico. Con la EPS quizás hubiera muerto”, nos cuenta Marta, su madre.
En Colombia, de los 17,5 millones de hogares que registra la estadística oficial (2022), 7,7 millones son encabezados por una mujer, de los cuales el 41,4 por ciento se encuentra en situación de pobreza monetaria y el 16,7 por ciento en pobreza extrema. Esto significa que, en total, 4,5 millones de familias encabezadas por una mujer viven en precariedad. Una mujer cabeza de hogar carga sola el peso de múltiples responsabilidades.
Y pese a estas cifras, la medicina estima que las mujeres son más depresivas, porque son más emotivas y emocionalmente inestables. No. Su salud física como mental es la consecuencia de un problema multidimensional en el cual deben analizarse las desigualdades estructurales que las afectan.
Ensayos farmacéuticos, ¿remedio o veneno para las mujeres?
Si por suerte una mujer fue diagnosticada a tiempo, se supone que contará con un tratamiento adaptado, efectivo y seguro. Pero un tratamiento adaptado no es tan seguro, toda vez que los tratamientos prescritos también pueden resultar inadecuados para el organismo femenino, que reacciona de forma diferente a determinados fármacos, los mismos que pueden afectar la evolución de la enfermedad. Si bien, en parte, estas diferencias son atribuibles a las disparidades sociales entre hombres y mujeres, no menos importantes son las biológicas, que resultan de disimilitudes genéticas, hormonales y metabólicas.
Pese a eso, los ensayos clínicos y farmacéuticos de los remedios que saldrán al mercado son realizados sobre grupos casi exclusivamente masculinos. Las consecuencias en las mujeres van desde efectos secundarios que no son reconocidos como tales, hasta la muerte.
Béatrice nos contó lo que le pasó hace años con un antiinflamatorio: “Desde la adolescencia sufro de una enfermedad autoimune, la espondiloartritis anquilosante. Como ya me atacó casi todas las articulaciones, debo tomar antiinflamatorios casi siempre. Mi médico de cabecera me había recetado uno nuevo. Pero empecé a tener palpitaciones cardíacas fuertísimas. Lo consulté y le comenté mi sospecha. Pero me dijo que eran mis nervios, que debía desestresarme y calmarme, que él era el médico y quien sabía. De vuelta a casa, decidí –sola– suspender este tratamiento. Con suerte, porque quizás hubiera muerto, no de mi enfermedad más sí del tratamiento”.
¡Beatrice tomaba el Vioxx del laboratorio Merck! Aunque en los ensayos participaron más mujeres que hombres, los análisis de la mortalidad en los ensayos clínicos nunca se han transmitido a la FDA (agencia estadounidense del medicamento), ni se han hecho públicos en el momento oportuno. Un estudio posterior e independiente demostró que aniquilaba la protección natural proporcionada por la hormona estrógeno contra las enfermedades cardíacas en las mujeres premenopáusicas. El Vioxx fue responsable de entre 88.000 y 139.000 infartos de miocardio, de los cuales entre el 30 y el 40 por ciento fueron probablemente mortales durante los cinco años que estuvo en el mercado mundial.
Más vale tarde que nunca
Estados Unidos y la Unión Europea, ya exigen y piden que haya una participación equilibrada de mujeres y hombres en la investigación. Pero no basta con incluir a las mujeres en la investigación. Como lo ilustra el ejemplo de la digoxina5, los científicos deben presentar sus resultados de forma que puedan analizarse las diferencias entre hombres y mujeres, y que la evaluación del protocolo preste más atención a las necesidades sanitarias específicas de cada sexo.
Las publicaciones médicas también deben actuar: sólo se producirá un cambio duradero cuando quiénes planifican grandes ensayos clínicos recluten a suficientes mujeres como para permitir un análisis preespecificado del impacto final, y cuando los editores y revisores de las revistas exijan al unísono dicho análisis. También es importante sensibilizar a los médicos sobre estas cuestiones, y esto debe empezar en la universidad.
Por último, cuando un médico recomienda un determinado tratamiento o prueba a una mujer, ésta debe tener derecho legítimo a preguntar si ya se ha incluido a alguna mujer en la investigación en cuestión. Y el médico debe contestarle sin desdén o sentirse ofendido.
El caso de la endometriosis
La endometriosis, detectada desde hace 4.000 años por los egipcios, pero solo así denominada desde 19277, apenas hasta hace unos pocos años fue reconocida como enfermedad crónica e invalidante, sin duda es un verdadero problema de salud pública. El doctor Byron Cardoso MD, ginecobstetra, profesor de la Universidad de Los Andes y especialista en esta enfermedad que afecta a una de cada diez mujeres en el mundo, 2.600.000 de ellas en Colombia según estimación, dado que el Ministerio de la Salud aun carece de este dato.
“La endometriosis es una enfermedad crónica dependiente de las hormonas. Ya viene en la etapa del embrión, intrauterino, y surge cuando las hormonas empiezan a actuar o sea en la pubertad, en la adolescencia. Así, cuando la mujer llega a la menopausia la enfermedad llega a su final. El útero o la matriz es un órgano hueco que tiene una capa que cada mes se prepara a recibir el embrión, pero como este no llega entonces se suelta y sale junto con sangre que es la menstruación. Esta capa es el endometrio.

“Pero un tejido muy parecido se localiza por fuera de la matriz y puede derivar en una enfermedad. Las 3 manifestaciones principales son: síntomas dolorosos durante la menstruación, al momento de las relaciones sexuales y en otros órganos y partes del cuerpo; la presencia de quistes en los ovarios y las dificultades reproductivas… Un problema es la normalización del dolor de la menstruación7 en las niñas, se les dice: “eso es normal, eso siempre te va a dar”. Y no solo lo dice el ámbito médico sino también la gente de su entorno. ¡A muchos médicos no les gusta manejar el dolor crónico porque significa mucho tiempo de evaluación! Como no es visible, hay un sentimiento de impotencia frente a una paciente que sufre de dolor crónico. Y ahí es donde falla la empatía hacia la paciente.
“Sin embargo, la sintomatologíano refleja la severidad de la enfermedad, la cual puede tomar el recto, el intestino y otros órganos y provocar complicaciones. Es muy agresiva y veloz, como el cáncer. Si se diagnostica tempranamente, habrá posibilidad de controlarla”.
A Mónica le detectaron la enfermedad demasiado tarde, lo que colocó en riesgo su vida tras ser sometida a continuas cirugías y una septicemia producida por bacteria desconocida posteriormente identificada en EEUU como ¡originaria de Papúa Nueva Guinea! Durante años ningún médico supo interpretar sus síntomas y menos hacer un diagnóstico acertado.
Ella nos cuenta el largo y espeluznante víacrusis que vivió hasta llegar a Urgencias, perder el conocimiento y quedar en coma:
“Los primeros síntomas fueron un dolor, como una chuzada, en el hombro, y eso cada vez que ovulaba. En mis visitas a la ginecóloga le comentaba y ella me contestaba: –¡Pero nada que ver!–. Y le decía que ‘sí’, que era extraño. ¡Y los que saben son ellos, no! Así que no le volví a hablar de este dolor, ¡porque me daba pena!
“A los tres o cuatro años, fui a un almuerzo y por la noche me sentí muy mal. Me sonaban las tripas como cuando uno tiene hambre, como una revolución intestinal sin diarrea ni vómitos. Pensé que era el ajiaco del mediodía. Pero, con el tiempo, los ruidos continuaron y aumentaron. Fue la primera vez que me asusté. Llamé a mi ginecóloga, que me mandó a consultar un especialista del estómago. A él le pareció raro lo que tenía, pero me mandó a realizar dos exámenes: ecografía y de sangre. Y no encontraron nada. Entonces me dijo que podía ser estrés causado por mi trabajo que era muy exigente. Me recomendó cuidar mi alimentación. Pese a que el problema no era permanente, sino esporádico, aumentó su frecuencia y lo volví a consultar pero me seguía haciendo recomendaciones alimentarias, distintas cada vez que iba.
“Hasta que un día, ya tenía 47 años, amanecí muy mal, con el estómago pesado, con dolor y sin aliento para levantarme e ir a trabajar. También me dio diarrea y de pronto vomité. Me asuste nuevamente y volví al médico. Mi menstruación ya se estaba espaciando por el inicio de la menopausia. Esta vez, viendo que lo mío era muy raro, me mandó a realizarme una endoscopia y colonoscopia. La endoscopia no dio nada. Mientras que durante la colonoscopia, cuando llegaron al ilion, arriba de la cadera, no pudieron pasar. ¡Empujaban y empujaban y aun siendo sedada me quejé y me enojé! Como quedaba por recorrer como un dedo y todo lo anterior estaba bien, decidieron suspender ahí. ¡Eso fue! No terminaron.
“Y ahí estaba la endometriosis haciendo obstrucción ¡en el intestino! No lo sabía en este entonces. Después de la colonoscopia me aconsejaron ir donde una nutricionista porque ya no sabían qué hacer conmigo. No alcancé a ver a la nutricionista…
“Un mes después me levanté muy maluca, con dolor de estómago y diarrea rara. Pensaba poder ir a trabajar en la tarde, pero me puse peor y empecé a vomitar. Al regresar mi hija de la escuela –en ese entonces tenía 13 años– me suplicaba que llamara a alguien para que me llevara a la clínica. Y se asustó tanto que a las 7 pm, ella misma llamó a la clínica. Cuando me subí al carro no resistía que pasara por los huecos, gritaba del dolor.
“Cuando llegué a Urgencias estaba tan mal que ni pude firmar los papeles de ingreso y les decía: –Quítenme este dolor que me voy a morir –como me dolía a la derecha, les dije– debe ser apendicitis. Hasta ahí me acuerdo, porque después perdí el conocimiento.
“Después me enteré que llamaron directamente al cirujano, en vez del internista. Cuando me abrió ya no tenía casi signos vitales. Encontró una obstrucción intestinal inmensa, sacó el pedazo de tripa y me pusieron una colostomía.
“Cuando desperté tenía ¡septicemia! Y me pusieron en cuidados intensivos y me indujeron al coma. La clínica movilizó infectólogos y médicos que no entendían lo que me pasaba y no lograban encontrar la bacteria. Y si no la identificaban, me moría.
“Cuando los resultados de lo que me sacaron volvieron de patología, resultó que no era tumor. Les tocó volver a hacer análisis con otro pedazo de tripa para identificar lo que era. Finalmente encontraron presencia de endometrio. Ignoraban en ese entonces que el endometrio podía penetrar órganos hasta los intestinos. Fui uno de los primeros casos conocidos en el mundo. La endometriosis ataca todo el cuerpo. También hasta la garganta o el hombro, como en mi caso. ¡Hay mujeres que cuando ovulan, sangran por la boca! ¿Quién sabe cuántas mujeres se murieron por endometriosis, por lo mismo que me dio? ¿Qué pasa con una mujer en la Amazonia o en el Pacífico? Simplemente se muere”.
El doctor Cardoso subraya que en caso de deceso, la causa de la muerte será la del órgano atacado y que falló, mas no por endometriosis. De eso tampoco hay estimación.
También los médicos que atienden a mujeres son discriminados financieramente. Son peor pagos que los que atienden hombres. Por un mismo procedimiento al urólogo le pagarán más que al ginecólogo. Y más grave aún son los medios tecnológicos que les son puestos a disposición por las EPS, como lo explica otro ginecólogo y quien prefirió guardar el anonimato: “Siempre ha sido difícil la implementación de los procedimientos enginecología, más aún con el uso de las nuevas tecnologías. Siempre ha sido una lucha. Desde antes de la privatización de la salud. No teníamos apoyo, no éramos tan visibles por el hecho de tratar a mujeres. En cuanto a la cirugía para sacar el endometrio, fibra por fibra, lleva muchas horas y requiere dos cirujanos. Con el robot Da Vinci9 se agiliza mucho el trabajo, pero se utiliza más para el cáncer de próstata de los hombres que para la endometriosis en las mujeres. Eso pasa porque todavía no se ha cambiado la mentalidad a nivel laboral. El uso del robot Da Vinci cuesta más que su uso para unalaparoscopía, 5 millones de diferencia, sin embargo a la mujer se le hará el modo estándar, que es la laparoscopía en vez de utilizar el robot”.
Parece que desde que las mujeres están accediendo a las juntas de las EPS, estas discriminaciones empiezan a ser cuestionadas y a disminuir ligeramente, más no desaparecerán.
Una ley vanguardista que no debe quedar en letra muerta
Si bien en el mundo muchos países están estudiando la posibilidad de sacar decretos o una ley a favor de atender la endometriosis, ¡Colombia ya lo ha hecho! Es la Ley 2338 del 12 de octubre del 202310.
Al leer sus artículos, parece de maravilla. Los ministerios de Hacienda, Salud y Protección Social, Trabajo, Educación, Información y Comunicaciones, y el de Ciencia, Tecnología e Innovación la firmaron y están interesados en su buena aplicación. Con esta Ley, resumiéndola, toda mujer que tiene presunción o padece de endometriosis y que se encuentra en la ciudad, en zonas rurales y rurales apartadas, gozarán sin dilaciones, demoras o barreras de ningún tipo, de un abordaje integral, entre otros: tecnologías (¡robot Da Vinci!); exámenes, procedimientos, tratamientos, medicamentos, controles y seguimientos médicos; apoyo psicosocial, extendido a sus familiares.
En caso de presunción, deberá ser remitida a la Ruta Diagnóstico Temprana y de Atención de la Endometriosis, aun antes de ordenar todos los exámenes de apoyo para el diagnóstico. Se llevará también un registro estadístico de datos. Quizás podremos saber cuántas mujeres mueren no por falla de riñón, de corazón, intestinos, pulmones, etcétera, sino por una endometriosis masiva que no fue detectada.
También, las mujeres que trabajan, contarán con medidas de protección laboral para conseguir un horario flexible para cumplir su jornada laboral.
Y el acceso permanente a la información reposará sobre campañas de educación y sensibilización difundidas por todas partes y vía medios de comunicación digital, impreso, televisivo y radial. ¡Todo eso debe aplicarse en el plazo de 1 año!
A los 5 meses de su aprobación, el pasado 14 de marzo, Día internacional de la endometriosis, no se vio ninguna campaña de información11 salvo que haya sido tan tímida que muchos no la hayamos visto. Faltan cinco meses para aplicar esta Ley y buscando por palabra clave –endometriosis– en las páginas de internet de Min. Salud solo encontré el texto de la ley, en Min. Comunicaciones fue: «No hubo resultados para su búsqueda” y en Min Educación apareció un link vinculado al centro de documentación donde no había ningún documento, sino los horarios de atención…
Ante esta realidad hay que llamar la atención al gobierno, que debe ponerse pilas porque a partir del próximo 24 de octubre se podrá demandar al Estado por incumplimiento. ¡Y hablamos de una de cada 10 mujeres!
Más allá de la endometriosis, debe exigirse urgentemente igualdad y equidad en la salud
La depresión, la inestabilidad emocional, la histeria, como pretextos y desprecio hacia las mujeres no solo por parte de médicos sino también de sectores políticos, artísticos, literarios, etcétera, ante muchas dolencias del género femenino era –y continúa siendo– un factor común en nuestra sociedad.
Así, al hilo de los siglos, en lo que concierne a la medicina, muchas patologías femeninas no fueron investigadas y menos aún identificadas. Si bien las mujeres representan la mitad de la población mundial, su salud sufre del desintereses de la gran mayoría de los que hicieron el juramento de Hipócrates: Primum non nocere o sea «lo primero es no hacer daño». ¡Los médicos! Desgraciadamente –sí– se puede hacer daño. ¡Mucho daño! Por omisión, soberbia, sesgos, prejuicios, minimizando la palabra, desdeñando el dolor, haciendo economía tacaña y discriminatoria en el uso de la tecnología avanzada, juzgando, denigrando y menospreciando peligrosamente al género femenino.
Cuando se trata de problemas y necesidades que afectan a las mujeres, somos nosotras quienes debemos ponerle atención, quienes debemos preocuparnos e involucrarnos exigiendo cambiar las injusticias sociales que impactan nuestra salud, bienestar y vida.
Pequeña historia de la histeria o los orígenes de este prejuicio sexista
El término hystera, origen del término histeria, fue utilizado por el médico griego Hipócrates* para describir una enfermedad en su tratado “Sobre las enfermedades de la mujer”. La histeria de la mujer se ha perpetuado desde la Antigüedad con una justificación supuestamente biológica, científica, médica, orgánica y sexualizante, devolviendo perpetuamente a la mujer a su cuerpo, supuestamente desregulado, y provocando en el proceso un mal funcionamiento de su salud mental.
No fue sino hasta el siglo XVIII, y después hasta el XIX, cuando nos alejamos de una visión estrictamente uterina del cuerpo médico femenino.
En la década de 1880, el famoso neurólogo Jean-Martin Charcot (que dio nombre a la enfermedad neurológica) desplazó el origen de la histeria del útero al sistema nervioso y el cerebro. En cuanto a Freud, que había llegado a observar los trabajos de Charcot, pensaba que “los conflictos inconscientes estaban ligados a los traumas sexuales y a la sintomatología de la histeria”.
Un diagnóstico que se ha transformado, hasta hoy, en un nuevo mandato que normaliza la salud de las mujeres centrándose exclusivamente en su sexualidad.
* El mismo que creó el Juramento que hacen todos los médicos del mundo y que resume algunos principios éticos que guían al médico durante el ejercicio de su profesión.
Desde un papiro hasta hoy
La endometriosis es una patología aún poco conocida, pero muy antigua. Se describió por primera vez en el antiguo Egipto, hacia 1855 a.C.. Los papiros mencionan síntomas dolorosos en el bajo vientre.
En la antigua Grecia, los médicos la describían como una enfermedad orgánica que afectaba al útero durante la menstruación.
Estas primeras observaciones cayeron en el olvido…
En la Edad Media, en Europa, las mujeres que sufrían menstruaciones dolorosas eran consideradas brujas, bajo control demoníaco y propensas a vomitar y desmayarse. (¿Cuantas fueron quemadas por eso?).
Hasta finales del siglo XX, las interpretaciones antaño psicológicas fueron dando paso a la definición actual de endometriosis, que se centra en los aspectos fisiológicos de la enfermedad.
1858 – la escuela anatomopatológica francesa, coronada por la declaración vanguardista y todavía actual de Armand Trousseau: “siempre que una mujer, durante la menstruación, se queja de dolores pélvicos hasta el malestar, se puede hacer el diagnóstico de hematoceles catameniales (alias endometriosis)”.
1860 – el médico austriaco von Rokitansky describió “la presencia de mucosa uterina fuera del útero”.
1927 – la palabra “endometriosis” fue acuñada en aquel año por el ginecólogo estadounidense John Albertson Sampson declarando como teoría explicativa “el reflujo de la menstruación a través de las trompas de Falopio hacia la cavidad pélvica”
2022 – se reconoce como enfermedad crónica de larga duración.
La salud mental femenina no escapa a los prejuicios
Los estereotipos de género –uno “fuerte”, el otro “débil”– siguen impregnando las mentalidades.
Por ejemplo, el caso del autismo refleja también la flagrante desigualdad asistencial entre hombres y mujeres. Los trastornos autistas son, de media, cuatro veces más frecuentes en niños que en niñas.
Las normas sociales relacionadas con el género son una explicación relevante de esta diferencia. El retraimiento o la falta de interacción social en una niña se considera reserva y timidez. Es más probable que estas mismas actitudes se interpreten como indicio de un trastorno de la comunicación en los niños. Esto se debe a que no concuerdan con las representaciones sociales del comportamiento de los niños, que se supone que es más expansivo y dinámico.
En consecuencia, el autismo está infradiagnosticado en las niñas. Y cuando el trastorno se identifica, es mucho más tarde en las niñas que en los niños. En un amplio estudio estadounidense sobre 14.000 niños con trastornos autistas probados, sólo se detectó a una edad temprana en el 18 por ciento de las niñas, frente al 37 por ciento de los niños.
¿Qué es la fibromialgia?
La palabra fibromialgia procede del latín fibra, que se refiere al tejido fibroso (el que se encarga de unir los demás tejidos entre sí), y del griego mío (músculo) y algia (dolor). Afecta al 2-4 por ciento de las personas, por lo general a las mujeres, entre 80 y 90 por ciento.
Los síntomas son: el dolor generalizado es el síntoma más frecuente. La fatiga severa y los problemas de sueño también son comunes. Alguien con fibromialgia puede no sentirse descansado después de dormir toda la noche. Otros síntomas pueden ser: problemas con la memoria o el pensamiento claro, conocido como “niebla fibrosa”; depresión o ansiedad; migrañas o dolores de cabeza tensionales; problemas de digestión, como síndrome de intestino irritable (IBS) o acidez estomacal; vejiga irritable o hiperactiva; dolor pélvico; dolor de mandíbula.
Actualmente no hay cura para la fibromialgia. Los medicamentos, el ejercicio físico y la terapia pueden ayudar.
La fibromialgia ha sido durante mucho tiempo mal entendida y percibida como una “enfermedad imaginaria” o algo que ocurre “sólo en la mente”. Las personas con fibromialgia pueden aparentar estar en plena forma cuando en realidad sufren grandes dolores.
En el año 1990 la Academia Americana de Reumatología publica los primeros criterios diagnósticos consensuados y en 1992, en la Declaración de Copenhague (Dinamarca), la fibromialgia fue reconocida como enfermedad por la OMS.

¡Hasta la ratas hembras de laboratorio son demasiado inestables!
La disparidad en la investigación por sexo se traslada también a algunos ensayos preclínicos con modelos animales. Al considerar que las ratas hembras son más inestables, en los laboratorios se prefiere trabajar con muestras de machos. Una creencia que Rebecca Shansky, neurocientífica de la Northeastern University en Boston, desmontó en un estudio publicado en la revista Science en 2019. Después de haber llevado a cabo varios experimentos con roedores en el campo de la neurociencia, los datos recopilados mostraron cómo las hembras no variaron más. En algunos casos, los resultados con machos fueron los más cambiantes debido a los patrones de jerarquía y dominancia entre ejemplares con distintos niveles de testosterona.
1. La misoginia es la aversión, el desprecio o el odio hacia las mujeres. El androcentrismo es la visión del mundo y de las relaciones sociales centrada en el punto de vista masculino.
2. Video – HVQ SALUD – Síntomas de ataque al corazón en la mujer
3. Estadísticas Vitales emitido por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), 2023.
4. Leer recuadro: “Pequeña historia de la histeria”.
5. Leer recuadro: “¿Que es la fibromialgia?”.
6. La digoxina es para pacientes con insuficiencia cardíaca: las pruebas se realizaron en un grupo compuesto en un 80 por ciento de hombres. Años más tarde, los investigadores realizaron un análisis “post hoc” en el que estudiaron los resultados por separado, según el sexo. Comprobaron que, mientras que los hombres que tomaban este fármaco se comportaban mejor que los que recibían placebo, las mujeres que lo ingerían morían más rápidamente que las que recibían placebo. Sin embargo, como sólo representaban una pequeña proporción del grupo inicial del estudio, este efecto no se tomó en cuenta.
7. Leer recuadro: “Desde un papiro hasta hoy”.
8. Diputados de todo el espectro político han probado un doloroso simulador de menstruación. La prueba se llevó a cabo por iniciativa de dos diputados ecologistas, que han presentado un proyecto de ley para introducir en Francia una baja menstrual de hasta 13 días al año por dolor menstrual, sin periodo de carencia. ¡En la secunda parte, los pone a leer una intervención en hemiciclo como estos mismos dolores! Vean el video : https://twitter.com/speytavie/status/1771268422820590019
Desgraciadamente, el Senado y luego la Asamblea Nacional rechazaron sucesivamente el proyecto de permiso menstrual…
9. A mayor precisión quirúrgica, un procedimiento menos invasivo, eliminación del temblor natural de la mano del cirujano y una mejor visualización del campo anatómico que se opera. Un robot Da Vinci cuesta entre 1,5 y 2,5 millones de euros, y el hospital debe pagar un mínimo de 140.000 euros anuales de mantenimiento.
10. LEY 2338 DE 2023 – https://sidn.ramajudicial.gov.co/SIDN/NORMATIVA/TEXTOS_COMPLETOS/7_LEYES/LEYES%202023/Ley%202338%20de%202023.pdf
11. Artículo 10° de la Ley 2338.
Suscríbase

https://libreria.desdeabajo.info/index.php?route=product/product&product_id=179&search=susc
Leave a Reply