Un Primero de Mayo muy particular

A primera vista, todo parecía indicar que el presidente Petro quería aprovecharse de la tradicional fecha del Primero de Mayo. Reclamar como apoyo lo que no era más que un habitual desfile. Pero fue al revés. En los últimos tiempos no se había visto un Primero de Mayo así de concurrido y con tanta vehemencia. La coyuntura imprimió en esta ocasión un sello particular a esta celebración que se había convertido en un simple ritual. El significante ganó un nuevo significado. Es este último, entonces, el que debemos analizar y tratar de entender.

Celebración de una lucha intransigente

Una breve alusión histórica es conveniente para dejar en claro la anterior afirmación. Como se sabe, la fecha fue acordada en 1889 por un congreso internacional de los trabajadores en homenaje a los mártires de Chicago, activistas obreros anarquistas ejecutados en 1886 por su participación en una de las grandes jornadas de lucha que en ese entonces reivindicaban la jornada por los 3 ochos. Desde entonces se ha celebrado en todo el mundo (¡excepto en los Estados Unidos!) como día del Trabajo, pero no en el sentido meritorio de contribución a la sociedad, como lo quiere el hipócrita paternalismo: ¡virtud y sacrificio!, sino como oposición al capital. También en Colombia.

Es por esta precisa significación que durante todo un siglo fue un día no sólo de los sindicalistas, aunque ellos fueran los convocantes y los convocados en primer lugar, sino de todos los trabajadores (de la ciudad y del campo) y sus familias y, lo que es más importante, de todas aquellas personas y organizaciones sociales y políticas que encontraban en la clase obrera la vanguardia de una segura revolución social anticapitalista. Un hecho político de vocación universal. Por eso era también el lugar y la ocasión de las enconadas disputas entre las organizaciones de izquierda en torno a programas y orientaciones, como se veía en Colombia en las décadas de los setenta y los ochenta.

Infortunadamente, acontecimientos históricos de diferente índole concurrieron para erosionar el potente significado inicial. Durante algún tiempo estuvo al servicio de esfuerzos reivindicativos de momento, pero fue a finales del siglo pasado, con el derrumbe del llamado socialismo y la victoria del neoliberalismo, pero sobre todo con la transformación radical de las relaciones de trabajo y los agrupamientos sociales, cuando dejó de ser centro de gravitación y pasó a ser una formalidad. Colombia no escapó a este destino.

La apuesta de Petro estaba muy lejos por lo tanto de ser una victoria segura, como creía estar desenmascarando la feroz oposición; al contrario, podía convertirse en el lánguido entierro de su popularidad1. Pero ocurrió otra cosa. En Bogotá y varias de las principales ciudades del país, dejando en segundo plano el motivo de la celebración, miles y miles de personas encontraron en la convocatoria una ocasión propicia para manifestarse. En la práctica podía tomarse simplemente como un apoyo al gobierno, pero la protesta, o mejor, el ímpetu de la confrontación y la voluntad de lucha, iban mucho más allá.

Todas las fotografías son de Hernán Ayala, @hernanayala__, 1º de Mayo, 2024.

Una categórica notificación

En Bogotá ya es costumbre que el Primero de Mayo los marchantes lleguen a la Plaza y se retiren de inmediato. Al parecer, estiman que el objetivo era el desfile y no la concentración. Dicen algunos que, sobre todo, quieren escapar de los tediosos discursos. En esta oportunidad algo de ello ocurrió pero porque la Plaza siempre estuvo repleta. Podría decirse que el punto de llegada se llenó dos veces. Inevitable es entonces traer a cuento la realizada semanas antes por la oposición. En una reciente entrevista el congresista y notable dirigente del Polo y el Pacto Histórico, Iván Cepeda, decía: “Fue, para hablar de su proporción, equiparable y en algunos casos superior a las marchas del 21 de abril”2.

Se le agradece la palmadita en el hombro, pero es algo más que “equiparable”. Fue una demostración masiva, en cantidad y en calidad, no simplemente mayor sino totalmente diferente. De la tradición del Primero de Mayo traía, en buena parte de los manifestantes, la fuerza de una convicción y las señas de una identidad social. Para decirlo en términos coloquiales: “¡Somos los de abajo, así pensamos y esto queremos!”. Es esta subjetividad la que comienza a obrar en la coyuntura, y la explicación de esta acción, muy sencilla: la necesidad de responder al peligro de la derecha. Mostrar no sólo que había un pueblo en favor de las reformas sino que era un exabrupto que se pudiera decir –encuestas en la mano– que la mayoría de la población las rechazaba. Era un punto de honor: el sentido de las reformas propuestas ha formado parte del pliego de reivindicaciones de los movimientos sociales desde hace décadas.

Desde luego, también había, en contraposición a la marcha del 21 de abril, una expresión de apoyo al gobierno. En parte porque desde hacía semanas flotaba en el ambiente el espectro del golpe o de la renuncia obligada, pero especialmente porque se quería respaldar su empeño reformista. Un respaldo a los principios programáticos con los que se llegó al gobierno y al sentido de las reformas que cada vez parecían más lejanas. Seguramente, aunque no es lo más importante, un pequeño grupo –principalmente de militantes del Pacto Histórico– quería convertir esta expresión en un “mensaje para los congresistas”, sobre todo los liberales, encaminado a ganar sus votos3. Y claro no faltó la declaración pública de afecto por Petro como figura: ¡“mi Presidente”! ¡“El pueblo está contigo”! Ya se sabe que los pueblos latinoamericanos son muy dados al caudillismo y el culto a la personalidad, aunque esto no parece ser un rasgo determinante de la actual movilización popular en Colombia.

Todas las fotografías son de Hernán Ayala, @hernanayala__, 1º de Mayo, 2024.

De todas maneras sí hay manifestaciones preocupantes de la personalización de la confrontación política. Curiosamente proviene más que todo de lo que llamamos “derecha”; entre los partidos, principalmente el Centro Democrático y Cambio Radical; entre los gremios empresariales, principalmente Fenalco y Fedegán; en los medios, principalmente RCN y Semana. Es una estrategia política que tiene sus raíces en el hecho de que durante más de veinte años Colombia ha girado en torno a la figura de autoridad de Uribe; la derecha, que lógicamente razona en sus propios términos –y patologías–, no podía permitir que fuese sustituida por otra y lo más importante: como objetivo político es un expediente eficaz. Es fácilmente comprensible: la política en acción vive de la simplificación (Petro como encarnación de “la imposición del comunismo en nuestra patria”) y no de las explicaciones, y menos de las disquisiciones académicas. El odio contra Petro que puede verse muy bien en columnistas como Felipe Zuleta o el caricaturista Osuna, ha cosechado bastantes éxitos en la clase media pero también en algunos sectores populares. El éxito tiene que ver, sin lugar a dudas, con la imagen actual de Venezuela y la tragedia de su pueblo.

Sin embargo, la derecha ha querido hacer ver en su manifestación, convocada con base en el odio a Petro, un rechazo a las reformas. Es cierto que muchos de los participantes tenían de ellas una visión esquemática y equivocada y eso bastaba, pero en lo que se refiere a la generalidad es cuando menos una exageración. El espurio “mensaje” obviamente busca conquistar el conjunto de los grupos empresariales, los más interesados en tumbarlas, y de las corrientes políticas que viven de la atemorizada clase media.

Quizá si se hubieran limitado a mostrar su manifestación como un rechazo a Petro no hubieran despertado tanta oposición y tanta rabia como las que suscitó este mensaje. Pero el Gobierno, por su parte, siguiendo el camino inverso, intentó transformar la reacción popular en favor de las reformas en una especie de plebiscito de respaldo al Presidente. El hecho de que hubiera pronunciado un discurso en la Plaza parecía materializarlo. Se suma así a la peligrosa deriva que estamos viendo hacia una nueva personalización de la política, cuando lo que se necesita, atendiendo al sentimiento más profundo de los manifestantes, es la postulación de un proyecto político colectivo que sea convincente en términos tanto ideológicos como prácticos. ¿Un desliz?

El relato de la polarización

La respuesta inmediata de los más caracterizados representantes de la derecha como Uribe, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, y David Luna, entre otros, fue denunciar, escandalizados, que Petro quería dividir y “polarizar” el país “introduciendo la lucha de clases”. Ha cruzado una línea roja dijo Luna: “Mientras habla de acuerdo nacional, incita a una guerra civil”. Cinismo, es lo menos que se puede decir. Desde la campaña electoral, y más aún durante lo que lleva el gobierno, esta derecha ha exhibido una explícita actitud agresiva y no ha ahorrado ningún tipo de ataque. Aunque al sostener que Petro es una especie de usurpador y en consecuencia no representa ni siquiera una parte de la población, no ha dudado, en caso de necesidad, en llamar a la resistencia de la “gente de bien”.

No solamente pone en práctica el viejo adagio de que “la mejor defensa es el ataque”, sino que ha mantenido todo el tiempo la iniciativa política. Tanto es así que el Gobierno y el Pacto Histórico han estado condenados a la defensiva; con una legitimidad en discusión; siempre tratando de justificar su programa. Incluso en el terreno del ridículo. Ante la acusación de “comunista”, a todas luces falsa, el Presidente lo que ha hecho es repetir una y otra vez que lo único que pretende es desarrollar el capitalismo. Es verdad que ha tratado también de recuperar la iniciativa política, pero mediante el expediente de reiterar en trinos y discursos las denuncias sobre lo que ha sido el “establecimiento” y de multiplicar las propuestas en cada discurso que pronuncia, lo cual sólo sirve para “hacer noticia” en forma permanente y para suministrarle pretextos a la oposición, sin materializar una línea política colectiva en acciones consistentes.

Sin embargo, lo que la derecha busca ahora no es simplemente evidenciar un hipócrita dolor por la “división del país”, sino utilizar un espantapájaros –la “polarización”– que ha mostrado surtir gran efecto en la sensibilidad colombiana sobre todo de clase media. No nos ataquemos, seamos tolerantes y “empáticos”, parece ser el credo de la mediocracia, ignorando que hay quienes continúan agrediendo verbalmente, matando y masacrando en función de sus intereses. Eduardo Pizarro comenta, a propósito de la utilización de la bandera del M-19 (símbolo, en este caso, según él, no del pacifismo del final sino del guerrerismo de sus comienzos), que desaprovechó el discurso que hubiera servido mejor para convocar, con un gesto de moderación política, el acuerdo nacional4.

Pero ¿qué puede significar hoy en día en Colombia el concepto de “polarización”? El objetivo de Cepeda en la entrevista que se acaba de citar es muy claro. Añade, en efecto: “Eso en mi parecer demuestra que en el país las fuerzas no están enteramente de un lado”. Resaltar este hecho, en términos escuetos del número de “ciudadanos”, lo único que logra, además de perpetuar la situación de defensiva y búsqueda de aceptación, es ocultar algo fundamental desde el punto de vista histórico: si se emprenden unos cambios (sociales, económicos, políticos) es lógico que se levanten unas resistencias, y entre más profundos aquellos más vigorosas son éstas. Se trata de clases sociales no de número de ciudadanos, y de intereses no de opiniones o propuestas. De unas precisas relaciones de poder que se busca transformar; unos caen, otros ascienden. Desde este punto de vista la constatación de Cepeda no es novedad. Desde luego, obliga a tener en cuenta que es necesario concertar alianzas, buscar apoyos según las diferenciaciones sociales, pero ello es muy diferente a cortejar, precisamente, a los afectados por las reformas, negociando un “toma y dame”. Hay que aprender a abandonar el punto de vista de los números electorales.

Obviamente, además de la citada constatación hay una perspectiva de más largo alcance. Añade Cepeda: “por supuesto aquí hay muchos ciudadanos que están por fuera de las contradicciones entre el gobierno y la oposición”5. Es el recurso de este medio social cuya definición es la heterogeneidad y la oscilación: la clase media6. Sin duda también en esta condición encontramos muchos sectores populares; al fin y al cabo, la cultura de la clase media, con pretensión de homogeneizadora, se ha convertido, en los Estados contemporáneos, en la cultura nacional. El caldo de cultivo y catalizador es el sistema de los grandes medios de comunicación masiva.

Alienta aquí el socorrido discurso –también del gusto mediocrático– del “Centro”, como alternativa superior, de ética supuestamente incontestable: el “justo medio”. Aparece además como un corolario de la personalización de la política: “yo no estoy ni con uno ni con otro”. ”Son iguales los dictadores, ya sea de Izquierda o de Derecha”. Facilita la aceptación de las propuestas y por tanto la negociación: “un poquito de aquí otro poquito de allá”.

Lección igual a reflexión

La situación política e histórica del país parece sintetizarse, entonces, en la disputa por el apoyo de la clase media. Y detrás de ella, al parecer, el conjunto de la población. Una de las posibilidades está en que triunfen las corrientes “centristas”, la cuestión está en que lo más probable es que en ese caso quien lidere no sea el llamado “pacto histórico” sino una coalición de las corrientes tradicionales, originales, como los liberales y conservadores, o disfrazadas, como el de la U y los Verdes. En palabras coloquiales: más de lo mismo!

La experiencia histórica, sin embargo, ha demostrado que el apoyo de la clase media no es cuestión de argumentaciones, de capacidad de persuasión y por tanto, no de las concesiones, de guardar las apariencias, de evitar que se asusten, sino de mostrar, con carácter y vigor, una alternativa social y política que sólo puede provenir de un sujeto social alternativo. Y ese debe ser construido. Sin duda esto tiene determinantes económicos y sociales, pero cabe también la iniciativa político-organizativa. La manifestación del Primero de Mayo mostró una reserva social que podría ampliarse, ganando en profundidad. Sin duda, hay que huir de la personalización de la política y volver sobre las identidades programáticas y la acción colectiva. Ganar confianza en el propio ser social. En alguna medida depende, hoy en día, de la relación entre el Gobierno (pacto histórico) y los movimientos sociales. Una ilustración: la Universidad Nacional. No puede ser que el movimiento estudiantil se siente a esperar que el Gobierno le resuelva la situación conflictiva.

En todo caso, hay muchas reflexiones que resultan de los recientes acontecimientos políticos. Si antes se decía que la manifestación de la derecha no significaba que “el país” estaba en contra del gobierno del cambio, pero había que tomársela en serio, hoy hay que advertir que la que acaba de realizarse el Primero de Mayo demuestra que hay ciertamente una amplia franja popular que respalda el sentido de las reformas pero hay que tomarse en serio el riesgo de que el Gobierno deje de representar a sus ojos esa posibilidad de cambio.

1   Moncayo S, H. L “La rebelión de la “gente bien””. En: Le Monde diplomatique. Edición Colombia. mayo de 2024.

2   “Se necesita buscar un diálogo que lleve a un acuerdo entre todos: Iván Cepeda” El Tiempo, 5 de mayo de 2024

3   Téngase en cuenta que, a propósito de la manifestación de la oposición, voceros calificados del gobierno como Laura Sarabia y Luis Fernando Velasco expresaron que había que escuchar el mensaje de la “ciudadanía” en el sentido de llegar a acuerdos. Fácil es deducir que en este caso el mensaje de la movilización debía ser igual pero en sentido contrario: hacia los congresistas reacios a las reformas, buscando su condescendencia Por lo menos eso es lo que aspiran a lograr los políticos afines al gobierno. En síntesis: la movilización al servicio de la votación en el legislativo.

4   “Tras las marchas de la oposición y del 1º. de mayo, ¿qué viene ahora?”. El Tiempo, 5 de mayo de 2024.

5   Ibídem.

6    Moncayo s, HL. Ibídem.

Suscríbase

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Información adicional

Autor/a: Héctor-León Moncayo S.
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°313, 15 de mayo - 15 de junio de 2024

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