Ubicado al suroriente de Bogotá, Dansur es un lugar para experimentar con nuestros cuerpos a partir del movimiento rítmico en clave feminista. Es tiempo y espacio para el autocuidado donde la experiencia individual se hace colectiva en el encuentro y la conversa. Es el poder de la danza como experiencia de libertad contra un sistema que mecaniza cuerpos y mentes.
Espacio abierto para todos los cuerpos, libre de sexismo, homofobia y gordofobia, publica sus actividades y programaciones en las redes sociales como @dansur_casataller. Ubicado en la carrera 10 N° 22-07 sur en el tercer piso, en la esquina suroccidental de la Primero de Mayo con décima, cumple un año de experimentar y encontrarse a mover los cuerpos como quieran en un espacio seguro. Bailar es nuestra revolución, para quitarle movimiento al sistema, como dicen Martina y Diana Kai desde este activismo de trabajo semipersonalizado, sus clases abordan la técnica de la danza con la calidez humana, y lo hacen desde salsa bachata, danza urbana, pasando por afro, burlesque, hasta sexy stile, stretching y twerk.
Además de estas prácticas de baile, su apuesta pretende tejer formas de comprender, relacionarse, reflexionar y colectivizar preguntas por el cuerpo y el movimiento. Sus talleres involucran espiritualidad, medicinas alternativas y ancestrales, arte, cultura y fortalecimiento de organizaciones populares. Así, con ritmo y espíritu, van posicionándose también como un lugar para la exposición de arte plástico y fotográfico en el contexto de las reflexiones propuestas.
No se puede hablar de esta experiencia sin pasarla por el cuerpo mismo. Así que para escribir sobre Dansur participé de uno de los talleres experienciales de movimiento, que tenían la intensión de conectar la llama del corazón al ritmo propio. Entre la música, el baile y el acompañamiento de la dinamizadora Kai, una de las fundadoras del espacio, compartí con otras personas y nos dimos tiempo para reconocer nuestros ajetreados cuerpos. Mi experiencia fue descubrir movimientos propios nunca ejecutados, ni siquiera en el acto mismo de bailar, quizás porque los pasos están determinados como convenciones sociales. Al experimentar los movimientos con mi propio ritmo, sentí cierta libertad al romper con aquellos habituales, funcionales al sistema. Ahí entendí el trabajo que propicia Dansur; pero dejemos que ellas mismas nos cuenten.
Edwin: Una pregunta casi obligada, ¿qué es Dansur Casa Taller?
Diana Kai: La intensión no es que sea una academia o escuela de danza. Es un espacio para experimentar con el movimiento. Tenemos dos ejes: el cuerpo y el movimiento, el enfoque de la casa es una propuesta feminista y holística. Es experimentar, pensar y sentir el cuerpo, relacionarnos con diversas experiencias, distintas formas de representar el cuerpo.
El espacio físico es la concreción de muchas cosas. Incluso desde el activismo habíamos pensado lo que significa el movimiento, el arte, otras formas de expresar y hacer tejido social. Dansur es la concreción de esas reflexiones, también la posibilidad de una casa abierta a la experimentación desde el cuerpo.
Edwin: ¿Cómo fue ese proceso, desde el sueño de dos amigas hasta llegar a materializar el espacio?
Martina: Pues, lo complejo no le quita lo lindo. Primero, es una apuesta de posibilidad económica, con una necesidad real para echar a andar un proyecto que pasa por nuestras experiencias de materialidad en la vida. ¿Qué tantas mujeres tienen la posibilidad de emprender y pensarse diferentes cosas en territorio? Iniciamos con unas conversaciones tranquilas. Nos quedaba sonando y por qué no intentarlo, ir a diferentes casas a compasar el sueño con lo real ¿Cuánto vale un lugar? ¿Qué toca hacer? ¿Qué posibilidades tenemos desde el activismo para sostener económicamente la casa?
Diana Kai: Con muchos aprendizajes, con lo sucedido en la pandemia, cuando nos reuníamos a bailar cada una desde su pantalla. Estamos haciendo esto desde hace tiempo, ahora sistematizando la experiencia con twerking, lo que significa para todas, incluso para nosotras, lo que estamos construyendo a partir de la danza, el movimiento y encontrarnos de muchas maneras. Entonces, esa experiencia de la pandemia vuelve, lo que significó para nosotras el bailar desde su casa, vestirse de otra forma, sentirse más cómoda; pensábamos, chévere tener un lugar para encontrase para eso.
Edwin: ¿Fue la quietud de la pandemia la que permitió la reflexión sobre la libertad del movimiento?
Martina: En nuestro caso, la quietud de los cuerpos no logra imponerse, en la casa toda la gente estaba en movimiento. El problema era que no podíamos encontrarnos para movernos, desde lo virtual –incluso unas no querían encender su cámara–, había trabas para mostrar el cuerpo. Todo el mundo pensaba que estaba quieto, pero realmente no, analizar los movimientos que hacemos en casa –porque el cuidado no para–; entonces tocaba cocinar, lavar y planchar. Eso de estar echado mirando televisión es una experiencia muy masculina.
Edwin: En estas reflexiones, para una persona, ¿qué implica la libertad del movimiento en el cuerpo?
Diana Kai: La danza permite estar presente más allá de lo que estés pensando, siempre te trae. Es una experiencia que pasa por lo personal, hay una conciencia de estar ahí, cuando se explora el movimiento desde cualquier ritmo es encontrar esa posibilidad de libertad. Es un momento en que estás conectado contigo en el presente con el movimiento. Una experiencia personal, pero cuando se comparte en colectivo es muy transgresora, como tomarse una calle y bailar de esta manera. Desde ahí se logran liberar muchas cosas. Cuando puedes reflexionar lo que ha pasado contigo, empiezas a reflexionar desde tu propia historia.
Edwin: Otro aspecto llamativo de la experiencia de Dansur es la ubicación espacio. Un lugar al suroriente de Bogotá. Sin duda es una apuesta consciente por el territorio, pero ¿por qué es importante para ustedes?
Martina: Pasa por reflexiones propias. inicialmente estábamos cansadas de soportar el tránsito, el trancón y de llegar a otros lugares. Pareciera que espacios para el movimiento consciente, humanizado y seguro son un privilegio, como si ciertos cuerpos no tuvieran posibilidad para esta reflexión. Tampoco decimos que seamos la única experiencia popular del baile y movimiento en el sur, porque no lo sabemos, precisamente hay tan poca conexión. Sabemos que existe hacia el norte, porque es dónde buscamos, pero hacer activismo en el barrio, ir a las canchas populares, hacer actividades históricas, como el 8M, 25N y tomarnos las calles, hacer las marchas por entre los barrios populares, todo ello es lo que nos da la oportunidad de pensarnos en estos territorios. Igual reconocemos que estamos al norte del sur, ojalá estuviéramos en varios lugares donde no te miran con envidia, que pasa en otros lugares donde está la hegemonía de ciertas idealizaciones corporales. No estamos desprovistas de todo ello, pero sí nos imaginamos más apuestas.
Edwin: Y en ese proceso, ¿cómo han percibido la recepción por parte de las personas que asisten al espacio?
Diana: Muchas chicas llegan aquí y dicen “necesitábamos un sitio así” Nos agradecen por abrir el espacio. Escuchar la experiencia de algunas de ellas: “antes me sentía muy mal y este proceso me ha ayudado de muchas maneras”. No es solamente bailar, incluso amistades se han formado. El lugar es más que un espacio de baile y articula muchas más apuestas. Las personas preguntan con mucha curiosidad, les parece muy bonito el lugar. Y han llegado muchas personas porque está cerca a sus casas.
Martina: Es potente, porque cada quien agencia su propia sanación, que pasa además por la idea de autocuidado. Tenemos personas que manifiestan pelear con el jefe porque no les deja salir ese día, es contradictorio, dicen: “mi espacio”, cuando es su vida. Entonces, su vida no es propia, es del jefe, del sistema, de los hijos, del esposo. Aquí tuvimos el caso de un señor bravo que vino por una señora que bailaba. Nosotras, muy paradas, con todo el susto, no lo dejamos entrar hasta que ella terminara ¿De quién es el tiempo sino es de una? Hay gente que nos dice que solamente pueden los domingos, pero no podemos porque eso implica tiempo de nuestra vida y cuidado. Obviamente, estos emprendimientos siempre arrancan con amigas y familias que uno elige, pero también las que le tocan.
Edwin: ¿Algo que quieran agregar, que sientan importante?
Diana: Tenemos una línea más comercial que estamos sacando. Empezamos con camisetas, queremos tener una línea de ropa para bailar y deportiva. Es algo que estamos moviendo para ayudar a sostener la casa. También ir entendiendo cómo delegar cosas. Empezar fue un reto, en un mes ya sabíamos de espejos, sonidos y luces, todo este tiempo es un montón de aprendizajes.
Martina: Nuestra meta es seguir aprendiendo de cooperación internacional y posibilidades más allá de las clases. Tener la casa llena, donde otros procesos y proyectos generen los recursos para darle la posibilidad a la gente de bailar. Compas sin contrato por esta precarización laboral, lo primero que descartan es bailar. Pensamos un lugar de autocuidado, de jornadas con muchos sueños que vamos caminando para ver cómo los volvemos realidad.
Edwin: ¿Cuál sería la invitación para las personas que están pensando quizás en asistir a un espacio así, pero que se ponen trabas?
Diana: Uno tiene un saboteador todo el tiempo. De hecho, mi experiencia con el movimiento es así, dejé de hacerlo mucho tiempo porque pensé que no tenía ritmo. Hay que darse tiempo para sentir lo que va pasando con el cuerpo. Entender que cada una tiene un ritmo propio. No debe tener un punto de comparación afuera, sino con lo que va pasando de a poco. Celebrar eso que va cambiado de a poquito, y disfrutar lo que viene.
Martina: Darse el permiso para esa experiencia, porque las trabas siempre vienen de una mirada deseante del otro, que ha sido tan lesiva. Dan ganas de apostar por otros lugares más amorosos y tranquilos. Aquí estamos convencidas, a quien no le crece la cabeza tampoco le crece el corazón. Te das cuenta de que podemos convivir todas las personas en el espacio, aquí hemos tenido procesos de stretching, de intentar de hacer ciertos movimientos que te desbloquean emocional y energéticamente. Nos pasa con las clases, que las personas vienen con ropa ancha pero después cambian porque se sienten en un lugar seguro. La invitación es que lleguen, que pregunten, que vamos a estar apoyando esos procesos de lo corporal y emocional.
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