Ana es una fotógrafa muy especial. No es profesional, es decir, no vive de la fotografía. Pero es una persona que mira en imágenes. Su mirada corta cada paseo, cada situación, cada espacio, lo distribuye, lo organiza, lo estructura y lo fija. Me fascinó el minimalismo de sus tomas. Simplifica el sujeto hasta su esencia. Elimina los excesos mediante líneas limpias, espacios vacíos donde solo quedan los elementos esenciales. Todo acompañado de una paleta monocromática en el color utilizado como cadencia que, aunque en estas imágenes en blanco y negro no se percibe, podéis comprobarlo en su muro de Instagram. Pocos elementos, pocos colores: menos es más.
Pero contar una historia a partir de una imagen con elementos muy básicos no es una cosa fácil. Es importante que exista un tema detrás. También es determinante su composición, la sencillez en la inclusión de lo imprescindible eliminando todo aquello que confunda. La utilización de la regla de tercios, pero también su ruptura voluntaria ayuda a dirigir la mirada.
Así, las pequeñas figuras humanas, los rasgos de las nubes que son pinceladas, el amigo que pasea al perro ocupando el vacío, el cuarto vacío que centra el periódico y la silueta de Ginkgo, todo ello, marcan el estilo de Ana. En los últimos tiempos sus fotografías se llenan de personas, de cercanía… ¿Cambio de rumbo?
Tiene seguidores, cientos, miles, no me extraña. Cada vez que coloca una imagen, alegra el día. Y sus atardeceres, gloriosos y coloridos, preparan la noche. Su muro es un ejemplo de orden, de color, de forma.
Esa ventana de Instagram a su obra tiene el nombre de anadg1.
Carmen Ochoa Bravo
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