Desde que el 9 de febrero de 1791 apareció el primer número de Papel periódico de santa Fe de Bogotá, bajo la dirección de Manuel del Socorro Rodríguez, han pasado dos siglos, tres décadas y cuatro años de hechos narrados en Colombia.
En todos estos años, el país ha dado a luz miles de grandes profesionales del “mejor oficio del mundo” que nos han mostrado las diferentes realidades con sus publicaciones escritas desde las hojas de un periódico, de un libro o más tarde desde los micrófonos de una emisora o desde las pantallas de un televisor o de un dispositivo móvil. Y también, con sus imágenes documentales a través del lente de una cámara fotográfica.
De Antonio Nariño a García Márquez, de Emilia Pardo a María Jimena Duzán, de Guillermo Cano a Alberto Salcedo Ramos, de María Elvira Samper a Cecilia Orozco, de Vicky Ospina a Jesús Abad Colorado, de Germán Castro Caicedo a Jaime Garzón, de Flor Romero de Nohra a Ana María Saavedra, de Patricia Bonilla a León Darío Peláez, de Alfredo Molano a María Teresa Ronderos; de Federico Ríos a Natalia Pedraza, o de Arturo Álape a Juanita León; la pléyade de firmas en el país sería casi interminable de nombrar.
Pero lo que está claro, pese a la oligarquía mediática y los bulos que la acompañan, es que hay que seguir escribiendo, haciendo buen periodismo para la resistencia, para la memoria y para la paz. Para continuar luchando contra el olvido, porque siempre será necesario leer la prensa, aunque sea la de ayer, y consultar otros medios para poder confirmar y contrastar las noticias y que no nos borren la historia.
Que, como nos enseñó el maestro Gabo, debemos estar convencidas y convencidos de que «La mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor» y que tenemos que evitar que se pierda la calidad “por culpa de la competencia, la rapidez y la magnificación de la primicia”.
Colombia es un país de cronistas en el que puedes sobrevivir a los Relatos de un náufrago; en el que te sorprendes con Crónicas que matan; que resuelves que Mi alma se la dejo al diablo; que las noticias tienen detrás decisiones humanas que nos pueden poner En el filo de la navaja; que sabes que a veces estás Boxeando con mis sombras; que tal vez se necesite escribir con Tinta indeleble para agitar el debate de las ideas; que pese a estar Desterrados es posible sobrevivir firmando crónicas del desarraigo; ser Testigo de la esperanza y la resistencia frente al conflicto armado; que podemos llenar La silla vacía de buen periodismo; que ciertas historias nos pueden llevar a ser Un libro en prisión; que seguimos sin saber la respuesta a la pregunta ¿Y ahora qué? sobre el futuro de la guerra y la paz en Colombia; que a veces hay que ponerse Volcánicas para narrar y que te escuchen, y que se puede ser y hablar sobre Menopáusicas sin que se nos sonroje la cara, o sí. ¿Y qué?
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