Asume Lula en Brasil: ¿hacia un nuevo presidencialismo de coalición?

Lula ha terminado de nombrar a los miembros de su gabinete cuando faltan dos días para su asunción como nuevo presidente de Brasil. Entre ellos y ellas se encuentran ministros con influencia en los movimientos sociales, especialmente negros e indígenas, hay una buena cantidad de políticos tradicionales de derecha, oligarcas e incluso personas afiliadas a partidos aliados de Bolsonaro. ¿Es esto un regreso al “presidencialismo de coalición”? Aquí un primer análisis.

Luiz Inacio Lula de Silva se prepara para asumir por tercera vez la presidencia de Brasil este domingo 1 de enero. En la tarde de este jueves 29, Lula terminó de nombrar a sus 37 ministros. Entre los elegidos y elegidas hay nombres con influencia en los movimientos sociales, especialmente en el movimiento negro e indígena, pero también una buena dosis de políticos burgueses tradicionales, hijos de oligarcas, golpistas y hasta gente del partido Bolsonarista (PTB) de Roberto Jefferson, como el ministro de defensa Múcio. Hay reparto de ministerios incluso para partidos que no apoyaron la fórmula Lula-Alckmin en su mayoría, ni siquiera en la segunda vuelta. En este artículo pretendemos hacer algunos apuntes iniciales sobre lo que revelan estos nombramientos sobre el gobierno en vísperas de su toma de posesión, así como algunos síntomas de la continuación de la crisis del régimen político que Brasil arrastra desde la Constitución de 1988.

Comencemos con algunos datos sobre la designación ministerial: una parte relevante de los cargos (pero no así de los recursos) recayó en partidos que formaban parte de la coalición que apoyó la fórmula presidencial desde la primera vuelta: PT, PCdoB, PSB, PSOL-REDE. Entre esta lista hay evidentemente neoliberales empedernidos como el histórico neoliberal Geraldo Alckmin, Márcio França, ex-vice-governador de São Paulo, o Marina Silva. También se reservó un ministerio para el PDT de Ciro Gómes, que lo llamó a apoyar en segunda vuelta. Entre los partidos que apoyaron a Lula desde la primera vuelta, uno de los que quedó sin ningún cargo ministerial fue “Solidaridad” (que dirige Força Sindical – lo que puede generar peleas entre esta organización sindical y la mayor confederación, la CUT controlada por el PT, como ya hemos visto en gobiernos anteriores).

Hay al menos 10 ministerios –algunos de ellos muy relevantes en términos políticos y en términos de capacidad de asignación de recursos (y por lo tanto de construcción de apoyo político en el Congreso y proyección electoral) que están en manos de partidos burgueses tradicionales y que ya formaron parte del gobierno de coaliciones de Michel Temer (tras el golpe a Dilma Rousseff) y luego también del de Bolsonaro. Algunos de estos partidos ni siquiera apoyaron mayoritariamente a la fórmula Lula-Alckmin, ni siquiera en la segunda vuelta. Está el PSD que se balancea entre su fuerte apoyo al gobernador bolsonarista de San Pablo, Tarcísio de Freitas, a nivel local, y su adhesión a Lula a nivel federal.

También está la curiosa situación de União Brasil (coalición liberal de derecha que unifica a un partido tradicional de la centro derecha brasileña y al que llevó a Bolsonaro en las elecciones de 2018, incluyendo al exjuez golpista Sergio Moro). A pesar de que Lula le otorgó 3 ministerios a esta formación, su lider Luciano Bivar, dijo que no van a formar parte de la base del nuevo Gobierno en el Congreso y se declaró como “independiente”. Esta definición de União Brasil tiene que ver con la presión interna, ya que tiene un fuerte ala bolsonarista que rechaza haber aceptado los ministerios, pero al mismo tiempo les sirve para buscar subir su precio ante eventuales negociaciones parlamentarias con el nuevo Gobierno.

Los más relevantes de estos 10 ministerios en manos de la burguesía tradicional que ni siquiera formaron parte de la coalición de campaña son: Defensa, Minas y Energía, Agricultura, Comunicaciones, Integración Nacional, Planificación, Transporte y Ciudades. A diferencia de los ministerios asignados a las formaciones que apoyaron a Lula desde primera vuelta como PSOL y REDE, los otorgados a los partidos tradicionales de la burguesía brasileña son ministerios con muchos recursos. Y tal vez sería apropiado incluir a Turismo también entre los ministerios “ricos”, que quedará en manos de Daniela do Waguinho de União Brasil de Río de Janeiro (con muy notorias conexiones con las milicias de esa ciudad).

El hecho de que Lula designe en buena parte de los ministerios a miembros de partidos que ni siquiera lo apoyaron obliga a la reflexión de los trabajadores que depositan esperanzas en mejorar sus condiciones de vida: habrá un mayor condicionamiento del gobierno Lula-Alckmin. Mucho más de lo que ya señalaba el hecho de haberle dado la viceprecidencia al neoliberal Alckmin.

Esta distribución de cargos difiere parcialmente de otras coaliciones de gobierno, donde tendió a prevalecer una distribución proporcional a acuerdos electorales previos o basada en demostraciones de lealtad en votos parlamentarios. Mientras que se le dan cargos a fuerzas políticas que lo apoyaron en primera o segunda vuelta o que se comprometen a apoyarlo en el Congreso, lo novedoso esta vez es que se le hayan dado cargos a figuras destacadas que no lo apoyaron en ninguna instancia electoral, con el objetivo de buscar acuerdos o una cooptación de esas figuras y partidos.

Es decir, que en esta formación de gobierno hay algo más allá del “viejo” presidencialismo de coalición, hay algunas características nuevas, más comunes a las formaciones de gobierno parlamentarias que las que vimos anteriormente, por ejemplo en los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso, Lula o Dilma.

Se destaca que la elección de ministros tiene un enorme peso en el Senado, entre los 37 ministros hay 7 senadores electos, 2 de ellos hijos de senadores y oligarcas tradicionales: Renan Calheiros y Helder Barbalho. Además de estos 7 senadores electos, en la composición ministerial también se nota la influencia de otros senadores que lograron postular a allegados suyos en carteras clave.

Con estos acuerdos, el nuevo Gobierno podría tener resuelta una mayoría en el Senado. En la Cámara de Diputados el juego es más complejo. ¿Qué intentará hacer Lula?, ¿buscará formar una mayoría parlamentaria dandole nuevo protagonismo al llamado “centrão”, liderado ahora por el dúo União Brasil – PSD, para desplazar al acuerdo previo que le dio sustento a Bolsonaro formado por los partidos PP-Republicanos? ¿O puede apostar a una combinación de acuerdo con sectores del Centrão y acuerdos menores con congresistas puntuales que le permitan alcanzar una mayoría a cambio de mecanismos del tipo “presupuesto secreto” (mecanismo creado bajo el gobierno de Bolsonaro que permite la distribución de secreta de fondos a diputados y senadores, para la realización de obras y otros gastos en sus regiones, a cambio de apoyo de parlamentario)?

Adicionalmente, esta “amplitud” en la designación de ministerios es del agrado del Índice de la Bolsa de Valores de Brasil (Bovespa), la principal cámara patronal (FIESP), y los grandes medios como Globo. Pero al mismo tiempo debe ser una señal de alarma importante para los trabajadores de que habrá un condicionamiento aún mayor del gobierno de parte de fuerzas políticas tradicionales, y no tanto, de la burguesía, la oligarquía y los empresarios brasileños.

También es importante ver que a diferencia del Gobierno de Bolsonaro, que le dio a su Ejecutivo características más bonapartistas, (usando el Lava Jato -con su ministro Moro- y a los militares para luego tratar de combinar el discurso de “mi gobierno”, “mis ministros”, “mi ejército”) para presionar y encolumnar detrás suyo al centrão, ahora con el nuevo Gobierno de Lula hay un intento de mantener vivo el régimen de 1988, incluidos sus partidos, volviendo a fortalecer las “coaliciones” e inclusive formando gobierno con quien ni siquiera se declaran parte del gobierno como es el caso de União Brasil.

Todo gobierno de coalición tiene algún aspecto inicial de bonapartismo, siguiendo las definiciones de Gramsci. Entonces, en lugar de la degradación abierta y acelerada de lo que queda del régimen político de 1988, como pretendía hacer Bolsonaro, ahora podemos estar viendo la degradación en cámara lenta que ofrece la conciliación de clases del nuevo gobierno. Esta política de conciliación de clases, tan practicada por el PT en sus gobiernos anteriores, tendrá nuevos desafíos por delante, no solo condiciones internacionales más adversas que en 2003, una extrema derecha con capacidad electoral y de movilización, con fortaleza institucional en los gobiernos regionales y en el parlamento, sino también contando con un complejo y posiblemente un nuevo diseño de coalición parlamentaria e incluso ministerial inestable.

Bajo estas características, se reafirma aún más que la lucha contra la extrema derecha, la lucha por los intereses de los trabajadores, como la derogación de todas las reformas antipopulares y antiobreras llevadas adelante por Temer y Bolsonaro, exigirá de la independencia de los trabajadores frente al nuevo gobierno y su conciliación con los los partidos y figuras capitalistas y golpistas.

Información adicional

Autor/a: Leandro Lanfredi
País: Brasil
Región: Suramérica
Fuente: La Izquierda diario

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