Nunca se ha documentado un avistamiento de un zifio de Travers con vida, dicen científicos.
Wellington. La ballena picuda de Bahamonde es la más inusual del mundo, y nunca se ha documentado un avistamiento con vida. Nadie sabe cuántas son, qué comen ni dónde viven en la vasta extensión del sur del océano Pacífico. Sin embargo, los científicos en Nueva Zelanda creen que podrían haber conseguido una pista.
La agencia de conservación del país señaló ayer que se cree que una criatura varada este mes en una playa de la Isla Sur era una ballena picuda de Bahamonde, también llamada zifio de Travers. El animal, un macho de cinco metros de largo, fue identificado por sus colores y la forma de su cráneo, pico y dientes después de quedar varado en la playa de Otago.
“Sabemos muy poco; prácticamente, nada” sobre esa especie, explicó a Hannah Hendriks, asesora técnica marina del Departamento de Conservación. “Esto va a llevar a una ciencia increíble e información de primera mano”.
Si se confirma que el cetáceo es un ejemplar de la esquiva ballena picuda de Bahamonde, sería el primero encontrado en un estado que permite a los científicos diseccionarlo y ubicar la relación de la ballena con los otros especímenes encontrados, así como descubrir qué come y quizás alguna pista sobre dónde vive.
Desde el siglo XIX sólo se han documentado otras seis ballenas de esa especie en todo el mundo, y las que se encontraron intactas en la Isla Norte de Nueva Zelanda fueron enterradas antes de que pruebas de ADN pudieran verificar la identificación, lo que frustró la posibilidad de estudiarlas, informó Hendriks.
En esta ocasión, la ballena varada fue trasladada con rapidez a un almacén refrigerado y los investigadores trabajarán con las comunidades indígenas maori iwi para planificar su estudio, indicó la agencia de conservación.
Además, se enviaron muestras de su ADN a la Universidad de Auck-land. Su procesamiento y la determinación final de la especie pueden demorar semanas o meses.
Los pueblos indígenas neozelandeses consideran a las ballenas un taonga, un tesoro sagrado, de importancia cultural. En abril, líderes indígenas del Pacífico firmaron un tratado que reconoce a las ballenas como “personas legales”, aunque esa declaración no se refleja en las le-yes de las naciones participantes.
En este momento no se sabe nada sobre el hábitat de estas ballenas. Las criaturas se sumergen a gran profundidad para buscar comida, y es probable que emerjan tan poco que resulta imposible situar su ubicación de forma más concreta que el sur del océano Pacífico, donde están algunas de las fosas oceánicas más profundas del planeta, detalló Hendriks.
“Es muy difícil investigar mamíferos marinos si no los ves en el mar”, agregó. “Es como una aguja en un pajar. No sabes dónde buscar”.
Tomó “muchos años y un esfuerzo monumental de investigadores y población local” identificar a estos mamíferos, “increíblemente crípticos”, explicó Kirsten Young, profesora en la Universidad de Exeter, quien ha estudiado a las ballenas picudas de Bahamonde. El hallazgo “me hace preguntarme, ¿cuántas hay en el océano profundo y cómo viven?”, añadió.
En 1872, se encontraron los primeros huesos documentados de una ballena picuda de Bahamonde. En la década de 1950 se hizo otro descubrimiento en una isla más pequeña, y los huesos de una tercera aparecieron en la isla Ro-binson Crusoe, de Chile, en 1986. El análisis de ADN en 2002 demostró que los tres pertenecían a la misma especie, y que era una variedad distinta a las otras balle-nas picudas.
Los investigadores que estudian el mamífero no pudieron confirmar si se había extinguido. Después, en 2010, dos ejemplares enteros, ambos muertos, aparecieron varados en Nueva Zelanda. Confundidos en un principio por uno de los otros 13 tipos de ballenas picudas más frecuentes en esa zona, las muestras revelaron que pertenecían a la enigmática especie.
En la actualidad, casi nada se sabe sobre el hábitat y el estilo de vida de esos cetáceos, de nombre científico Mesoplodon traversii.
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