22 de junio de 2025. La verdad es que nada cambia en Brasil, excepto –en lo que se refiere a la imagen del gobierno y del presidente Lula– la opinión pública, aunque en este caso es para peor.
Si en mayo 40 por ciento de los encuestados apoyaba al gobierno, ahora la cifra bajó a 26 por ciento. Es la peor aprobación de Lula desde que surgió en el escenario político brasileño, en un ahora lejano 1978.
Los que consideran su administración peor que la del antecesor, el desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, ahora representan 44 por ciento.
¿A qué se debe ese cuadro nefasto y preocupante para Lula y su gobierno? A varios factores. Tanto allegados al mandatario como analistas señalan una falla más que grave en la comunicación del gobierno, así como el mismo discurso de Lula.
Lo que se constata es que el mandatario sigue repitiendo básicamente lo mismo desde hace décadas, sin darse cuenta de que los millones de brasileños que sacó de la miseria ahora están en una baja clase media que ya no se deja impactar por el discurso de combatir al hambre.
Pero hay más, mucho más: hasta integrantes de la cúpula del PT advierten que Lula necesita hacer cambios drásticos en su gobierno o no logrará evitar una derrota en las elecciones para el Senado el año que viene, cuando dos terceras partes de ese congreso serán elegidas o relegidas. Uno de los asesores más cercanos lanzó una frase decisiva: “O el gobierno cambia o el pueblo cambia de gobierno”.
Rui Falcão, que presidió el PT en tres ocasiones y es poderoso en el partido, fue claro: “Con todo lo que ya hicimos, nuestra popularidad está muy baja, y eso nos preocupa. Es necesario que se modifique la ruta”.
El problema, al fin y al cabo, puede resumirse en tres puntos básicos. Uno: la insistencia de Lula en mantenerse preso en un discurso ya más que antiguo. Dos: la dificultad en convencer a los beneficiados por programas como “Hambre cero” a defender el actual gobierno. Y tres: armar un esquema de comunicación que funcione, lo que hasta ahora nadie ha visto.
Lula contrató a un publicista para cuidar de su comunicación. Un desastre. El elector sigue viendo cómo aumenta la inflación y disminuye la seguridad en los estados, el tema que más preocupe a los entrevistados, aunque ese punto no sea responsabilidad del gobierno federal, sino de los gobiernos de las entidades. Ni siquiera eso el publicista en cuestión logró informar al público.
Pasada la mitad de su tercer mandato presidencial, Lula carga la más baja, ínfima, aprobación de toda su carrera: 26 por ciento, vale reiterarlo. Y no hay señal de que eso, pese a los buenos resultados en la economía, vaya a mejorar.
Una alarma surgió después de un sondeo entre Lula y Michelle Bolsonaro, esposa del desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro que destrozó el país, en una eventual disputa presidencial el año que viene, se muestra prácticamente un empate. Sí, sí, el país cambió, pero para peor. Es necesario que alguien alerte a Lula da Silva.
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