Cuenta atrás para 2049
El líder del Estado y del Partido Comunista de China, Xi Jinping, conmemora el 75º aniversario de la fundación de la República Popular China en el Gran Palacio del Pueblo. Foto: Johannes Neudecker/dpa

Inmerso ahora en los fastos del 75 aniversario de la fundación de la China Popular (1949), el PCCh ha convertido el lema de los “dos centenarios” en un referente estratégico del xiísmo. Tras conmemorar el centenario del Partido Comunista en 2021, las miradas apuntan ahora a 2049, con un primer escalón en 2035. Los próximos 25 años serán decisivos para sentenciar el éxito o fracaso de su largo proceso de modernización.

¿Qué desafíos principales encara el PCCh? Indudablemente, mucho va a depender del balance final de su inagotable reforma económica. Tras más de una década de transición hacia un nuevo modelo de desarrollo, no falta quien ponga el énfasis en el lado oscuro, anticipando un colapso ante la magnitud de los desafíos estructurales que debe encarar. Sin embargo, si aplicamos algo de perspectiva no solo a los factores de crisis, tantas veces señalados en el pasado como causa de un inminente descalabro, sino también a factores identificados como determinantes de esa transición (ambiental, tecnológico o social), lo cierto es que los avances son apreciables. Incluso a pesar de las muchas trabas dispuestas para propiciar su fracaso, la gestión global del proceso apunta a un nivel de holgura general más que satisfactorio.

Cabe imaginar que en los años por venir, la estabilidad seguirá representando una prioridad para las autoridades chinas. Ello puede afectar al ritmo de las reformas en curso. No obstante, si en lo económico su evolución y orientación no parece resentirse demasiado, importa que en otros ámbitos se garantice una marcha paralela. Esta ha sido una característica claramente perceptible en la transformación de las últimas décadas, muy acelerada en lo económico, más estática en lo sociopolítico. Ello ha afectado muy particularmente a los niveles de justicia social, de moderación de las desigualdades, de distribución de la riqueza, etc., lo que Xi ha bautizado como “prosperidad común” y que constituye un ámbito de gestión manifiestamente mejorable.

Por otra parte, en la estructura política, el reto consiste en asegurar el blindaje frente a la influencia liberal occidental, que sin duda es la mayor preocupación del PCCh, sin cejar en la exploración de mecanismos que eleven la calidad del sistema político. Las prospecciones de la época de Hu Jintao han pasado a mejor vida y los nuevos conceptos de hoy, en realidad, no aportan una trascendencia práctica de verdadero alcance, cuando no manifiestan regresividad.

En los próximos y determinantes 25 años mucha atención se centrará en Taiwán. De promover la unificación como prioridad se diría que hoy la política hacia la isla se ha instalado en el freno a la independencia. Todo apunta a que las tensiones seguirán al alza, estimuladas, de una parte, por la fuerza electoral del soberanismo y, de otra, por la partida hegemónica que en torno a Taiwán libra la Casa Blanca. El nivel de riesgo puede crecer exponencialmente en el próximo lustro o década si el PCCh no logra minimizar la influencia en la isla del rival con que no contaba. Sin duda, Taiwán, si es la cara B del proceso de modernización chino, también lo es de su hipotético malogro.

En la política exterior, esa estabilidad tiene nombre y apellidos: EEUU y Occidente, en general. Cuanto más China avance y sortee los obstáculos, más se activará el argumento de la seguridad (en la economía, lo tecnológico o la estrategia) para concitar alianzas en torno a Washington para frenar a Biejing. Es comprensible, como también lo es que fracase dicha política a pesar de unos límites que también se van alejando poco a poco. Esta China de los 75 tiene el éxito al alcance de la mano pero aún le falta. Colmar los déficits podría llevarle incluso más tiempo del previsto. Lo que ha logrado hasta la fecha teniendo en cuenta la situación de partida es ciertamente asombroso por más que se puedan señalar las tragedias y contradicciones de su trayectoria. Tanto sobrestimar su capacidad como subestimar la de otros puede tener resultados fatales. Queda aún mucha tela que cortar y tendrá que hilar muy fino. En cualquier caso, su derecho al desarrollo y a alcanzarlo aplicando su propia fórmula, debiera estar fuera de toda duda.

Por, Xulio Ríos

Asesor emérito del Observatorio de la Política China

01/10/202

Información adicional

Autor/a: Xulio Ríos
País: China
Región: Asia
Fuente: Público

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