Hoy hablaba con mi amigo Munzer, que es abogado desde hace casi diez años. Como yo, vivía en la ciudad de Gaza y se vio obligado a desplazarse, con la misma ruta: primero Rafah, luego Deir El-Balah. Le pregunté cómo veía la posguerra, una cuestión que me preocupa, porque posguerras ya hemos vivido varias, y lo que constato es que después de la guerra, siempre hay otra guerra.
Le hablé de 2014; después de la ofensiva israelí que había causado unos 2.100 muertos, sabía que el número de juicios en Gaza había aumentado. Le pregunté a Mounzer cuáles eran los litigios más numerosos, me respondió de inmediato: “Casos de herencia”. Porque 2.100 muertos eran muchos, lo que causó muchos problemas de sucesión que resolver.
Familias enteras borradas del registro civil
Hoy esta cifra corresponde al número de personas asesinadas en solo diez días. Sin olvidar las destrucciones. Todas estas cifras son incomparables con 2014. Hablamos de 50.000 muertos, familias enteras han sido eliminadas del estado civil y el 70% de las casas han sido destruidas.
Munzer me dice: “Después de la guerra nos espera otra catástrofe”. Me da varios ejemplos de familias extensas que han sido completamente borradas del registro civil:
“Normalmente, las sucesiones se realizan en un orden vertical. Los hijos heredan de sus padres. En este caso se hará horizontalmente, entre primos por ejemplo, será muy complicado”. Pero la verdadera catástrofe, añadió mi amigo, es que ya no hay archivos para documentar estos juicios. Por primera vez desde 1948, los israelíes quemaron los archivos de los tribunales, así como el llamado taabu, es decir, el registro de la propiedad, donde se registran propiedades, edificios y, sobre todo, parcelas de tierra.
Los israelíes hicieron estallar metódicamente el palacio de justicia, donde se encontraban los archivos judiciales, así como el edificio que albergaba el catastro y el registro de la propiedad. Lo hicieron deliberadamente, para destruir la sociedad de Gaza, para destruir un tejido social que era muy denso. Hasta ahora se habían abstenido, una forma de reconocer, implícitamente, la existencia de las y los palestinos. Ahora, quieren borrar cualquier prueba de nuestra pertenencia a esta tierra. Es completamente inédito. Cuando los otomanos perdieron Palestina, no destruyeron los archivos, se los llevaron con ellos y Turquía los abrió al público en 2022. Otros documentos que datan de esta época todavía están en nuestros archivos hoy. Munzer ha visto utilizar muchos de ellos en juicios de herencia, “originales, con sellos de tinta, sellos y todo”.
Nadie sabía donde estaba su casa
Efectivamente, parte de estos archivos han sido digitalizados, pero mucha gente cuestionará la autenticidad de estos documentos digitalizados. Para esas personas, solo el papel es auténtico. Quien haya guardado un trozo de papel puede ganar, pero para quien no tenga nada, será difícil. Habrá problemas dentro de una misma fratria, entre los hijos, entre los tíos, cuando la mayoría de la gente de Gaza ha perdido la prueba de la propiedad de su tierra. Munzer me dice que después de 2014, vimos que el tejido social empezaba a cambiar. Mañana será peor que un cambio, será una catástrofe, dada la miseria que estamos viviendo, el número de muertos y el nivel de destrucción.
También estará la cuestión de los huérfanos. ¿Quién debería adoptar a quién? ¿La familia paterna?, ¿la familia materna? Pero si muchos niños han perdido a su madre o a su padre, muchos de ellos han perdido a ambos. Según las Naciones Unidas, entre 15.000 y 25.000 niños han perdido a uno de sus padres. En muchas familias, todo el mundo está muerto. Munzer me citó el ejemplo de la familia Khorshid, una familia muy conocida de la ciudad de Gaza. Es una familia de ópticos, tenían varias tiendas. Solo quedan dos supervivientes: la abuela y una de sus nietas. ¿Cómo vamos a hacer para la herencia? ¿Podrá la abuela obtener la custodia de su nieta? Seguramente habrá debates jurídicos, la custodia está vinculada al dinero, por supuesto.
“Estoy seguro de que después de esta guerra, no habrá ya justicia social, no habrá ya tejido social, solo habrá problemas”, me dice Munzer. Para la reconstrucción será necesario demostrar que se poseía tal o cual parcela, y esto será imposible en ausencia del registro de la propiedad. Ahora bien, cuando el ejército israelí destruye un lugar, lo arrasa todo. Ya lo vimos en 2014: no quedaba nada para poder identificar una casa o un edificio. En el barrio de Chadjaya, nadie sabía dónde estaba su casa porque las excavadoras habían desplazado los escombros a 300 o 400 metros de distancia. Los escombros de todo un barrio estaban amontonados en el mismo lugar. Hubo muchos problemas para reconstruir. Entonces, la gente utilizó Google Maps para encontrar la ubicación de su casa, y luego, con el registro de la propiedad, pudimos delimitar los terrenos, sus superficies, sus límites.
Todo esto ha desaparecido, y sus propietarios también. Por lo tanto, la posguerra se parecerá a otra guerra, esta vez en el seno de las familias. Las y los supervivientes de este genocidio se alegrarán de haber salido con vida, pero comenzará una nueva guerra para ellos: la de la reconstrucción, la de tener dinero, la de reconstruir su casa. La guerra para saber quién hereda qué, para los estudios, para los hijos e hijas. Y sobre todo, la guerra de la salud mental. Nadie sabe en qué estado psicológico vamos a salir de toda esta destrucción. Ya no habrá más vida en Gaza.
La guerra de Israel no trata solo de números, muertos o casas destruidas. El después será tan terrible, más grave en cierto modo que la propia guerra. Esta dura ya desde hace diez meses . Creo que sus consecuencias durarán mucho más de diez años. Generaciones enteras pagarán el precio. Se necesitarán años y años para limpiar los escombros, más aún para reconstruir. Las y los supervivientes de este genocidio se enfrentarán a otra guerra, aún más terrible.
20/08/2024
Rami Abou Jamous escribe su diario para Orient XXI (https://orientxxi.info/fr/auteur1342.html). Este fundador de GazaPress, una oficina que proporcionaba ayuda y traducción a las y los periodistas occidentales, tuvo que abandonar en octubre su apartamento de la ciudad de Gaza con su esposa (Sabah) y su hijo Walid, de dos años y medio, bajo la presión del ejército israelí. Refugiado desde entonces en Rafah, Rami y los suyos tuvieron que volver al camino de su exilio interno, atrapados como tantas familias en este enclave miserable y superpoblado. Este espacio está dedicado a él desde el 28 de febrero de 2024. [En viento sur hemos publicado “Perder un recuerdo es como perder un familiar”].
07/Sep/2024
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