Diario de a bordo de Gaza 88
Ciudad de Gaza, 28 de abril de 2025. Una mujer palestina llora sosteniendo la zapatilla manchada de sangre de un ser querido, que murió en un ataque israelí, en la calle Al-Jalaa, en el Hospital Al-Shifa.

¡Pobres militares agotados de bombardearnos!

Lunes 28 de abril de 2025

No leo hebreo, pero consulto regularmente sitios que traducen los medios de comunicación israelíes. Encontré esta información:  jefes del ejército israelí dicen que los militares están agotados después de diecinueve meses de guerra en Gaza.

Mi primera reacción fue reírme: ¿el verdugo está cansado a fuerza de tanto golpear? ¿Son estos soldados conscientes de lo que están haciendo? Me imagino el sufrimiento de estos pobres militares: los pilotos de los aviones de combate agotados por lanzar toneladas de bombas que destruyen casas en un solo ataque y destruyen familias enteras. Las operadoras de drones asesinos cuyo dedo está agotado a fuerza de presionar el botón que da fuego a tiendas de campaña y escuelas, como en un videojuego. Digo “operadoras”, porque casi siempre son mujeres. Parece que las encuentran más precisas que a los hombres. Sin olvidar a los responsables de los drones de vigilancia, cuyos ojos están cansados de espiarnos. Y los tanquistas, cuyas manos están agotadas a fuerza de disparar proyectiles que aniquilan barrios enteros…

¡Pobres militares agotados de bombardearnos, vigilarnos, castigarnos! Si el verdugo está tan cansado, ¿qué debería decir la víctima?

¿Qué deberían decir quienes viven bajo el constante zumbido de los drones?

¿Qué deberían decir las decenas de miles de personas obligadas a desplazarse de un lugar a otro por enésima vez? ¿Qué deberían decir quienes viven en tiendas de campaña en condiciones terribles? ¿Quienes no han tenido nada que beber ni comer durante más de dos meses? ¿Qué deberían decir las y los habitantes de Gaza que sufren bombardeos día y noche? ¿Qué deberían decir las mujeres y los niños que hacen cola frente a las tekiya, las cocinas benéficas, con la esperanza de recibir un plato de lentejas o arroz? ¿O las mujeres que hacen cola para ir al baño? ¿Qué deberían decir los hombres que se pasan los días tratando de encontrar un pequeño trabajo, alguna ayuda o cualquier combustible para alimentar un horno hecho a mano? ¿Qué deberían decir quienes han perdido a sus familias, sus hijos e hijas, sus casas, sus negocios? ¿Qué deberían decir las personas amputadas, las desfiguradas, las que han perdido la vista?

¿Qué deberían decir quienes viven este sufrimiento cada segundo, en medio del zumbido continuo de los drones, las 24 horas del día? ¿Quienes no encuentran un lugar seguro para refugiarse? Hasta ahora, el ejército de ocupación decía: “Por su seguridad, muévase a las zonas humanitarias”. No hay zona humanitaria, y los israelíes terminaron abandonando esta ficción. ¿Qué deberían decir las y los enfermos y heridos que esperan atención o un traslado médico al extranjero, porque no tenemos los medios para tratarlos aquí? ¿Los que sufren de cáncer, infección renal, diabetes y que ya no tienen los tratamientos necesarios? ¿Qué deberían decir los médicos de urgencias que trabajan casi las 24 horas del día, y que se ven obligados a elegir entre el flujo ininterrumpido de heridos, privilegiando a los que tienen alguna posibilidad de sobrevivir? Es lo peor del mundo para un médico. ¿Y qué deberían decir las y los enfermeros que se enfrentan constantemente a la visión de las peores atrocidades del verdugo -el mismo que está agotado-, que ven todos los días cuerpos de niños destrozados, decapitados?

Recuerdo muy bien el testimonio de un médico de urgencias francés, Raphaël Pitti, que pasó varios meses en Gaza. Es un habitual de las zonas de guerra, ha ejercido en muchos conflictos. Pero dice que nunca ha visto las cosas que ha podido ver en Gaza. Tanto es así que está convencido de que no podría experimentar algo similar por segunda vez. Agotado psicológicamente, no entiende que el mundo permanezca en silencio, hasta el punto de dudar del resto de la humanidad.

Las masacres continúan y las y los israelíes continúan filmándose

Nosotras y nosotros,  habitantes de Gaza, hemos llegado más allá del agotamiento. Nadie puede soportar lo que estamos viviendo, entre la muerte y la no vida. Lo peor, para nosotros, es no poder proteger a nuestras familias. Es ver a un familiar, o a un hijo, herido, sin poder recibir tratamiento. Lo peor es ver a un hijo sufrir, sin anestesia ni analgésico.

Pienso entonces en estos soldados “agotados”. Si no estoy equivocado -no conozco en detalle el sistema del ejército israelí-, pasan dos o tres meses sobre el terreno antes de descansar. No han estado allí durante 19 meses. Y no tienen hambre ni sed. Cuando una unidad sale de un sitio, deja tras de sí envases de comida y botellas vacías.

Cuando terminan su trabajo de “protección de Israel”, que consiste en matar al mayor número posible de personas en Gaza, estos militares regresan tranquilamente a casa. Comen bien, beben, salen y, sobre todo, viajan. Cambiarán de aires, porque no se sienten bien psicológicamente. Y nosotros, estamos viviendo un genocidio. Un genocidio físico, psicológico, mediático y militar. Se desarrolla ante los ojos de todo el mundo, y nadie se mueve. Me pregunto qué pasaría si no se llevara a cabo a la vista y el conocimiento de todo el mundo. Porque las masacres continúan, y los israelíes siguen filmándose. Hace poco, vi una foto de soldados quemando una villa que pertenece a un amigo mío. En la leyenda de esta foto, estaba escrito: “Dentro de tres meses, Tailandia”. Después de saquear, destruir, quemar casas, estos pobres soldados necesitan un cambio de aires, porque están cansados de haber matado y destruido tanto.

Nosotras y nosotros hace 19 meses que vivimos en una jaula. No podemos “cambiar de aires”. Nuestro único escenario es la destrucción total, la sangre que fluye de la carne de los niños, las familias destrozadas y el pensamiento de estas familias enteras que aún yacen bajo los escombros. Hemos perdido toda nuestra humanidad. El cansancio y la humillación se mezclan. La fatiga de ser humillado es el peor de los sentimientos. Estamos fatigados de temer que nos maten en casa, de ser encarcelados bajo los escombros de la casa bombardeada, de que nos obliguen constantemente a movernos, de vivir bajo una tienda de campaña, de no encontrar comida para un hijo hambriento, de no tener un shekel que darle. La fatiga de ver morir a familiares, amigos, y no poder enterrarlos cada día. Sus cuerpos permanecen en el suelo, devorados por los animales. Y no podemos ir a buscarlos, porque están en una “zona prohibida”. El ejército “más moral del mundo” deja que los perros coman los cuerpos de los seres humanos.

Estamos fatigados de este sentimiento de impotencia, de haber sido abandonados por todo el mundo; la sensación de que ya no somos seres humanos, como dijo el ex ministro de guerra israelí, el mismo que nos había llamado “animales humanos”. Este sentimiento nos corroe desde dentro y aniquila la fuerza que nos queda.

Felices vacaciones en Tailandia a estos soldados que necesitan un cambio de aires. Los entiendo: están muy cansados de matar, destruir y humillarnos. Espero que se ofrezcan un buen masaje tailandés. También espero que algún día tengan remordimiento y salgan del silencio, como hemos visto en guerras anteriores. Sé que algunos se niegan a volver a Gaza. Pero la gran mayoría no siente remordimiento por lo que nos hacen pasar. Encontraremos la felicidad y nos quedaremos en nuestra tierra. Y este cansancio se convertirá en coraje y vigor, para reconstruirlo todo.

28/04/2025

Traducción: Faustino Eguberri

** Rami Abou Jamous escribe su diario para Orient XXI. Fundador de GazaPress, una oficina que proporcionaba ayuda y traducción a los periodistas occidentales, tuvo que abandonar su apartamento en Ciudad de Gaza en octubre de 2023 con su esposa Sabah, sus hijos y su hijo Walid, de dos años y medio, bajo la amenaza del ejército israelí. Refugiada desde entonces en Rafah, la familia tuvo que trasladarse a Deir El-Balah y más tarde a Nusseirat, atrapados como tantas familias en este enclave miserable y superpoblado. Un mes y medio después del anuncio del alto el fuego, Rami finalmente está de vuelta en casa con su esposa, Walid y el recién nacido Ramzi. Por este diario de a bordo, Rami recibió el premio de la prensa escrita y el premio Ouest-France en el Premio Bayeux para corresponsales de guerra. Este espacio está dedicado a él (en orientxxi) desde el 28 de febrero de 2024 (en Viento Sur hemos publicado algunas de sus crónicas https://vientosur.info/author/jamous/ ; el número 82 de su diario, escrito unas horas antes de que el ejército israelí reanudase la guerra, se puede leer en https://satorzulogorria.org/diario-de-gaza-82/).

Información adicional

Palestina
Autor/a: Rami Abou Jamous
País: Palestina
Región: Medoio Oriente
Fuente: Viento Sur

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