Inmigrantes, Trump y el país de los imposibles

Inmigrantes. Indeseados cargando su destierro por los caminos del mundo produciendo pánico tanto en los llamados pobladores nativos, como en otros inmigrantes establecidos en el país de acogida. Para los xenófobos y los neofascistas de última hora, son “personas superfluas”, “asesinos”, “intolerables”, “terroristas”. De allí que pidan a gritos el levantamiento de muros, la deportación, el hacinamiento en cárceles y campos de refugiados, la expulsión a sus patrias “pobres y salvajes”, a sus “países fallidos”.

De esta manera, se desea ignorar las verdaderas causas del problema de la inmigración: la pobreza generada por siglos de atraso en los países de origen, la falta de garantías para una vida digna, como también el hambre, las violencias, los despotismos de gobiernos dictatoriales, las guerras internas y externas, el poder de mafias y élites poderosas corruptas, los bloqueos imperiales que ahogan a poblaciones enteras de países opositores a las políticas del imperio, un neoliberalismo privatizador de los Estados y el no futuro de millones de seres humanos, lo que obliga a buscar un mejor destino bajo otros soles. Para el establecimiento de los xenófobos, los inmigrantes son “extraños” que desajustan la vida, aparentemente tranquila, de los países receptores. Por lo tanto, es el mayor problema a erradicar de sus países, el más urgente e inmediato a solucionar. Llegan a desangrar y a cambiar la comodidad cotidiana.

Se explica, entonces, porque el miedo al “extraño” aumenta cada día. Pavor a extraños que están sometidos a la humillación, a la explotación, sobreviviendo en condiciones degradadas, y que hoy por hoy son expulsados por el presidente Donald Trump, perseguidos como criminales, tomados prisioneros en iglesias, escuelas, sitios de trabajo, en casas y calles, devueltos encadenados a sus países de origen. Son los desheredados de la tierra prometida capitalista, personas non gratas para los supremacistas.

Y son miles los que día a día buscan mejorar su condición precaria. Una masiva ola de migrantes se mueve por todo el mundo, sentida como una amenaza que avanza trayendo terribles pestes. Terror de los terrores. Vienen a ocupar los trabajos, a bajar los salarios, a sacudir los cimientos de las instituciones. De allí que se les tome como los culpables de todos los males sociales, mensajeros de las malas nuevas. Los verdugos victimizan cada día más al ocupante de sus espacios. Son migrantes que sólo buscan una tabla de salvación. Es la indiferencia al dolor y al sufrimiento del “otro”. Se pide mano dura y firme para así erradicarlos de una vez por todas. Trump es el personaje que se presenta como salvador de los privilegiados y elegidos en la tierra prometida; es el presidente de estadounidenses – y de latinoamericanos nacionalizados o legalizados- intranquilos por el crecimiento de los inmigrantes. Es el que los pondrá a salvo de estos invasores; el mesiánico que colocará en su lugar al nuevo eje del mal, a chinos, rusos y terroristas asesinos del sur global. Él sintetiza los anhelos de los ultranacionalistas expansionistas que desean tomar posesión de regiones lejanas y cercanas a sus territorios: de Canadá, Groenlandia, Panamá, del Golfo de México, del Medio Oriente y otras que están en su libreta, por lo que, acuerdos, tratados, reglamentaciones entre los Estados y convenios internacionales quedan de por sí liquidados. América para los americanos, grande de nuevo, potencia total.

He aquí su demagógica y falaz propuesta. En su agenda de poder, se propone levantar muros, cerrar fronteras, desaparecer poblaciones, expulsar o matar. Los discursos de los poderosos se dirigen a denigrar, estigmatizar y discriminar al inmigrante necesitado que regala por cualquier pago su mano de obra, su dignidad y su tiempo vital debido a la inseguridad individual y a su situación de pobreza. Se niegan las causas de la inmigración. Más aún, se excluyen, asumiendo su no existencia real.

“Seguridad social”, es el eslogan que lanzan los ultraconservadores ante el crecimiento de la ola amenazante. Dicho radicalismo pone en funcionamiento todo un esquema policial autoritario de hostigamiento y discriminación, hasta llegar a los límites actuales asumidos por la administración Trump. Todos los inmigrantes son culpables sin haber cometido delito alguno, y son deportados como si fueran el enemigo interno de Estados Unidos. El Proceso de Frank Kafka se actualiza, toma matices de profecía. Igual que en la novela, donde de manera sorpresiva una mañana es arrestado Josef K. culpándolo de algo que desconoce, también se persigue y culpabiliza al inmigrante sin que “el castigado conozca la causa del castigo” (Milan Kundera). De modo que, el castigado debe buscar dicha causa, pero en realidad no existe culpa porque migar no es un delito; buscar nuevas condiciones de vida no carga en sí culpa alguna.  Sin embargo, se le exige al implicado que se reconozca culpable sin serlo. El castigado debe reconocer su culpa, ya que “la culpa es siempre indudable” (Kafka). Y es cuando se pone en funcionamiento la máquina de expulsión y de autoculpabilización donde el expulsado reconoce algo inexistente, un fantasma que lo condena y lo procesa. La expulsión, la violación a los derechos humanos, la violencia sistemática, son llevados a cabo por la máquina de culpabilización del imperio operada por Donald Trump.

Asimismo, para los neofascistas, el hombre blanco es un ser “normal”, “hombre de bien” y los inmigrantes son subnormales, aberrantes, “sub-hombres”, “raros”, “enfermos”, desagradables, estigmatización que también sufren los Palestinos por parte del sionismo israelí. Sus consecuencias son la persecución y expulsión, deseando que nunca regresen. Hitler hizo lo mismo con judíos, comunistas, gitanos. El holocausto revive; la profecía Kafkiana consignada en el cuento “La colonia Penitenciaria” se vuelve realidad, actividad permanente. Según el cuento, en la lápida del antiguo comandante de la colonia – un tirano torturador, venerado y adorado por la población- se muestra una inscripción que dice: “Aquí yace el antiguo comandante. Sus partidarios, que ya deben ser incontables, cavaron esta tumba y colocaron esta lápida. Una profecía dice que después de determinado número de años el comandante resurgirá, y desde esta casa conducirá a sus partidarios para reconquistar la Colonia. ¡Creed y esperad!”. Dicha profecía se torna en la actualidad realidad histórica, pavorosa presencia.

Igualmente, el discurso dualista del “nosotros los buenos” somos diferentes a esos “extraños malos”, se impone en estos momentos en la política migratoria global. Dualismo de una humillante degradación racista. Es el mundo de los sanos, limpios e impecables, frente a los “residuos humanos”, enfermos, bandidos, sucios, indeseables, inmundicias del mundo pobre.

Mientras tanto, las olas de migrantes seguirán llenando carreteras, trenes, aviones, mares y fronteras en busca de un país que para el necesitado se ha vuelto la tierra del nunca jamás. Sí, seguirán creciendo las marchas de los “nadies” hacia aquellos países de los posibles imposibles.


* Poeta y ensayista colombiano.

Información adicional

Autor/a: Carlos Fajardo Fajardo
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente:

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