La declaración de Beijing, uno de los grandes hitos feministas, cumple 30 años en plena ola reaccionaria
Vista general de la sesión de apertura de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing.Foto ONU / Milton Grant

En septiembre de 1995, la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing (China) bajo el amparo de Naciones Unidas, marcó un punto de inflexión en la lucha por la igualdad de género a nivel global. Treinta años después, su legado sigue vigente, no exento de tensiones, pero con avances que han redefinido el papel de la mujer en la esfera pública y privada. La historia de esta conferencia no puede comprenderse sin un recorrido por sus antecedentes, los debates que la atravesaron y la continuidad de sus principios en un mundo acelerado, en el que no dejan de aparecer fuerzas que miran con recelo las conquistas feministas que han ido teniendo lugar. 

El reconocimiento internacional de la necesidad de abordar las desigualdades de género a nivel normativo comenzó a consolidarse en la década de 1970. La Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en México en 1975, inauguró el “Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer” (1976-1985) y sentó las bases de la agenda internacional feminista. Esta iniciativa se vio reforzada por la conferencia de Copenhague en 1980 y la de Nairobi en 1985, donde se comenzaron a articular compromisos concretos para promover la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, fue Beijing la que logró dar forma a una plataforma de acción ambiciosa y, podría decirse, vehiculante para los Estados que la suscribieron.

La Conferencia de Beijing se desarrolló en un contexto convulso, de intensas mutaciones políticas y culturales. Con la caída del bloque soviético y la expansión del neoliberalismo, la reconfiguración del orden global también impactó en los discursos y estrategias de los movimientos feministas a nivel internacional. La conferencia reunió a más de 17.000 participantes oficiales y 30.000 activistas, una demostración de la creciente preponderancia de los feminismos en la agenda política.

En septiembre de 1995, la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing (China) bajo el amparo de Naciones Unidas, marcó un punto de inflexión en la lucha por la igualdad de género a nivel global. Treinta años después, su legado sigue vigente, no exento de tensiones, pero con avances que han redefinido el papel de la mujer en la esfera pública y privada. La historia de esta conferencia no puede comprenderse sin un recorrido por sus antecedentes, los debates que la atravesaron y la continuidad de sus principios en un mundo acelerado, en el que no dejan de aparecer fuerzas que miran con recelo las conquistas feministas que han ido teniendo lugar. 

El reconocimiento internacional de la necesidad de abordar las desigualdades de género a nivel normativo comenzó a consolidarse en la década de 1970. La Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en México en 1975, inauguró el “Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer” (1976-1985) y sentó las bases de la agenda internacional feminista. Esta iniciativa se vio reforzada por la conferencia de Copenhague en 1980 y la de Nairobi en 1985, donde se comenzaron a articular compromisos concretos para promover la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, fue Beijing la que logró dar forma a una plataforma de acción ambiciosa y, podría decirse, vehiculante para los Estados que la suscribieron.

La Conferencia de Beijing se desarrolló en un contexto convulso, de intensas mutaciones políticas y culturales. Con la caída del bloque soviético y la expansión del neoliberalismo, la reconfiguración del orden global también impactó en los discursos y estrategias de los movimientos feministas a nivel internacional. La conferencia reunió a más de 17.000 participantes oficiales y 30.000 activistas, una demostración de la creciente preponderancia de los feminismos en la agenda política.

De aquel encuentro emergió la Plataforma de Acción de Beijing, un documento que estableció compromisos concretos para abordar las desigualdades de género derivadas del patriarcado en doce ámbitos clave: pobreza, educación, salud, violencia, economía, toma de decisiones, derechos humanos, medios de comunicación, medioambiente, infancia y conflictos armados. Entre los acuerdos más innovadores destacaron el reconocimiento de “una concepción plural de la familia” y del “derecho de las mujeres a elegir sobre su sexualidad“. También fue de las primeras veces que un escenario político internacional destacó el compromiso de involucrar a los hombres en los esfuerzos para alcanzar la igualdad.

No obstante, la Conferencia de Beijing también fue escenario de fuertes disputas ideológicas. Uno de los puntos que más dilema generó fue la incorporación del término “género”, que suscitó una fiera oposición por parte de sectores conservadores, encabezados por el Vaticano y varios países islámicos. La disputa radicaba en la posibilidad de que esta categoría desestabilizara los cimientos básicos del orden patriarcal, “al reconocer que las identidades y roles de género no eran inmutables, sino construcciones socioculturales susceptibles de transformación”, explica a Público Marina Subirats, directora del Instituto de la Mujer entre 1993-1996, que representó al Gobierno de España y fue la portavoz de la Comisión Europea en la IV Conferencia.

Nuestro país desempeñó, en este escenario, un papel destacado, en tanto que ejercía la presidencia rotatoria de la Unión Europea y, por ende, actuó como vocero del bloque. Subirats participó activamente en las negociaciones, enfrentándose a la presión de los grupos ultraconservadores, así como deliberando en los debates que surgían dentro del propio escenario europeo. Su testimonio da cuenta de la virulencia con la que determinados sectores reaccionaron ante los avances en derechos de las mujeres, llegando incluso a descalificaciones personales por parte de delegaciones religiosas y estatales opuestas a los cambios propuestos. “Dio lugar a que se sacaran de la manga cosas como la ideología de género y que dijeran que significaba algo absolutamente deleznable, que se aceptaba la pederastia y que se aceptaba el animalismo. Barbaridades”, recuerda Subirats.

Conceptos y acusaciones que “lamentablemente”, opina la socióloga, se siguen escuchando. Tras cada uno de los comicios, se observa cómo el mundo está asistiendo a un “preocupante” resurgimiento de discursos ultraconservadores y antifeministas que buscan revertir algunos de estos logros. La criminalización del aborto en algunos países y el retroceso en derechos en contextos políticos regresivos, como el de Afganistán, ponen de manifiesto que las conquistas feministas nunca son definitivas.

“Digamos que, en los países democráticos, el documento es un argumento importante para invocar derechos de las mujeres, sobre todo en el sur global, pero eso no significa que no se pueda retroceder. Fueron mujeres de asociaciones de América Latina las que impidieron que se realizara de nuevo una conferencia en 2005 porque entendieron que la correlación de fuerzas existente en aquel momento podía perjudicar los pactos ya alcanzados“, argumenta Subirats. De hecho, la posibilidad de convocar nuevas conferencias globales ha sido descartada en varias ocasiones por temor a retrocesos en la agenda de derechos.

La dinámica interna del feminismo, entre tanto, también se ha visto tensionada por debates que se han profundizado en lo últimos años. La irrupción de los feminismos interseccionales, la lucha por los derechos de las personas trans y la revisión crítica de algunas categorías clásicas han generado discusiones que no estaban tan presentes o que no eran prioritarias en el panorama de 1995.

En todo caso, tres décadas después, la Conferencia de Beijing sigue siendo un referente ineludible en la historia del feminismo internacional. Su legado ha permeado en legislaciones, discursos y prácticas en todo el mundo, pero también ha evidenciado la fragilidad de los avances en contextos políticos regresivos, como el actual, donde la escalada bélica se cierne sobre todas. La pregunta que queda abierta es cómo actualizar y reforzar los principios de Beijing en un mundo marcado por esta ofensiva ultraderechista. Pues resulta incuestionable que con 45 mujeres asesinadas en crímenes machistas en 2024 en nuestro país, la lucha por la igualdad sigue siendo tan urgente hoy como lo fue entonces.

06/03/2025

Información adicional

Autor/a: María Martínez Collado
País: China
Región: Asia
Fuente: Público

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