La escalada bélica rusa pone en jaque la nueva ayuda occidental a Ucrania
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en la Conferencia de Seguridad de Munich, a 17 de febrero de 2024. — Felix Horhager / AFP

La ofensiva rusa en Donetsk y su dominio del frente bélico amenazan el tardío apoyo occidental a una Ucrania que sufre esta primavera el peor desgaste de la guerra.

Los países de la OTANhan fracasado” a la hora de cumplir sus promesas de apoyo militar a Ucrania. Lo reconoció esta semana el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, incapaz de justificar lo innegable: la reducción de la llegada de armamento occidental ha complicado mucho las cosas al ejército ucraniano, que está retrocediendo en el nordeste del país ante un lento, pero imparable avance ruso.

No obstante, en los próximos tiempos, según Stoltenberg, “aumentará” el suministro de armamento. Al menos de palabra, Europa está dispuesta a endeudarse todo lo que sea necesario para mandar más armas a una Ucrania que experimenta esta primavera el mayor deterioro de sus más de dos años de resistencia contra Rusia.

Lo que hay que ver es si esas armas llegarán a tiempo. De poco sirven los 100.000 millones de euros que estudia la OTAN para un programa de asistencia militar a Ucrania a cinco años si el ejército ucraniano no aguanta ni un invierno más.

Es cierto que el apoyo multimillonario estadounidense a ese esfuerzo bélico, recién desatascado, empieza a mover sus engranajes tras su aprobación por el Congreso. Pero la iniciativa en el campo de batalla la tiene Moscú: su potencial artillero, el dominio de los cielos y su superioridad numérica hacen poco menos que imposible un golpe de timón radical en el conflicto.

Ucrania no está ganando la guerra

Ucrania resiste, pero no gana. Lo sufren los propios ucranianos y lo reconocen sus aliados estadounidenses, que han estado a punto de cortar su ayuda militar a Kiev, la más eficaz hasta el momento. En Estados Unidos son muchos ya los que creen que esta guerra no lleva a ninguna parte. Todo ello con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, en noviembre.

No obstante, la aprobación en abril de ese gran paquete de ayuda, en buena parte militar, estimado en 61.000 millones de dólares, es vista como la oportunidad para, si no dar la vuelta al tablero bélico, al menos retrasar la hecatombe.

En Europa, en cambio, se sigue en las nubes y la retórica predomina sobre el pragmatismo: la consigna de que Rusia es el enemigo sirve más para desviar la atención de los graves problemas internos que vive la Unión Europea. Su burocracia, la fragmentación de las políticas exteriores y de defensa, y los altos costes frenan la asistencia armamentística a Ucrania.

Solo quedan las buenas palabras y las promesas. Promesas en las que poco confían los ucranianos, que, una vez más, acaban siendo contentados por Washington. Aunque pueda que sea ya por última vez, pues los republicanos, si ganan las elecciones, tienen muchas dudas en seguir proporcionando ese apoyo.

¿Servirán las nuevas remesas de armas occidentales?

Hasta que llegue la ayuda solo hay dos opciones para el presidente Volodímir Zelenski: ceder más territorio ante la superioridad rusa, que se está imponiendo en la región de Donetsk, o sacrificar más soldados para impedir un mayor avance de las tropas del Kremlin.

Zelenski no puede asegurar que con las nuevas armas estadounidenses vaya a cambiar la situación. Pero sí subraya que, sin esos misiles balísticos de largo alcance ATACMS, sin esas baterías antiaéreas Patriot y sin esa munición para sus cañones de 155 milímetros, Ucrania no podrá resistir.

Al menos con esa ayuda y la que sigue demandando Kiev a los países de la OTAN, el ejército ucraniano podría estabilizar la situación. Así se lo indicó este lunes Stoltenberg, quien efectuó un viaje sorpresa a la capital ucraniana para dar, siquiera, un apoyo verbal a Zelenski.

En realidad tanto el político noruego como el líder ucraniano tuvieron más quejas que vítores de alegría. Tanto Zelenski como Stoltenberg lamentaron los retrasos de Occidente a la hora de despachar el armamento a Ucrania, lo que ha favorecido en lo que va de año que Rusia consolide sus posiciones defensivas y a que, en Donetsk, gane terreno de manera inexorable.

Graves retrasos en la ayuda occidental

“Soy consciente de que los graves retrasos en el apoyo han supuesto consecuencias graves en el campo de batalla”, reconoció Stoltenberg. En su reunión con Zelenski, el secretario general de la OTAN reconoció que la carencia de munición durante meses “llevó a que se derribaran pocos misiles y drones, y que Rusia pudiera presionar a lo largo del frente”.

No obstante, apuntó el jefe de la Alianza Atlántica, “no es tarde para que Ucrania prevalezca“, recordando que diversos países liderados por la República Checa están encabezando una iniciativa para enviar cientos de miles de rondas de artillería.

Por supuesto, no hay fecha para la llegada de esta indispensable munición, a pesar de que hay muchos indicios sobre una ofensiva rusa a gran escala de cara al verano.

Durante el año pasado la línea del frente apenas se movió y allí se estrelló la contraofensiva lanzada por Ucrania en junio. Pero las cosas han cambiado. La falta de munición antiaérea también ha hecho más osados los ataques rusos con misiles y drones contra las infraestructuras críticas en el corazón de Ucrania.

Este mes de abril, por ejemplo, el ejército ruso destruyó la mayor central eléctrica que abastecía la región de Kiev. Otras informaciones indican que las centrales térmicas ucranianas han perdido el 85% de su capacidad de generación de energía en los bombardeos de marzo y abril. Lo peor es que los rusos no están utilizando más misiles para lograr estos daños. Utilizan el mismo número, pero, al disminuir la capacidad antiaérea ucraniana, son más del doble los que alcanzan sus objetivos.

Bombas planeadoras y misiles norcoreanos

Además, a la par que se reducía la munición antiaérea ucraniana, las fábricas de armamento rusas manufacturaban sistemas cada vez más sofisticados capaces de superar los medios de defensa de Ucrania. Por ejemplo, las bombas planeadoras utilizadas en los últimos meses permiten salvaguardar lejos del frente a los aviones que las lanzan.

Por último y no menos importante, Rusia está recibiendo misiles y munición de Corea del Norte en grandes cantidades, y drones de Irán, dos países ya objetivo de las sanciones occidentales, pero a quienes les importa más el gas, el petróleo y la tecnología nuclear militar rusa que las acusaciones de EE.UU. y sus acólitos.

La batalla de Donetsk

El gran temor de Zelenski y su Estado Mayor es que los rusos acaben desbordando las últimas defensas ucranianas en la región de Donetsk. El comandante en jefe del ejército ucraniano, general Oleksandr Sirski, reconoció este domingo que sus tropas están retrocediendo en ese frente oriental y, aunque está presente la esperanza de que los miles de millones de dólares estadounidenses ayuden a cambiar algo la situación, el desgaste es evidente.

Como le subrayó Zelenski a Stoltenberg, la situación en el campo de batalla “depende directamente de lo rápido que llegue el apoyo militar a Ucrania”.

Sin embargo, en el campo de batalla se multiplican las derrotas ucranianas, aunque sea de momento a pequeña escala. El ejército ruso desplegado en Donetsk ha capturado en los últimos días las localidades de Semenivka y Novobakhmutivka, empujando hacia la aldea de Ocheretine, de gran importancia porque domina buena parte de la zona desde sus alturas.

Al tiempo, sigue el avance hacia Chasiv Yar, un cruce de caminos desde donde se puede amenazar las dos grandes ciudades que aún conserva Ucrania en Donetsk: Sloviansk y Kramatorsk.

Sin tropas suficientes

El comandante jefe de las fuerzas armadas ucranianas lo dijo sin ambages: la situación “se ha agravado”. Los rusos están haciendo avances tácticos que podrían llegar a la ruptura del frente gracias a su superioridad en armas y hombres, dijo Sirski en Telegram.

Este mes de abril, Zelenski consiguió por fin el apoyo del Parlamento ucraniano para flexibilizar la ley de servicio militar obligatorio y rebajar la edad de reclutamiento de los 27 a los 25 años. El Gobierno de Kiev también pidió a sus aliados europeos que “alentaran” a los refugiados ucranianos en edad militar a retornar a su tierra para combatir.

En estos momentos, el refuerzo y el refresco de las tropas ucranianas en el frente es tan importante o más que el suministro de armas. Sin hombres para manejarlas, la ayuda occidental no servirá de mucho. Quizá solo para aguantar lo que queda de año y desde luego no para recuperar los territorios conquistados y anexionados por Rusia. El próximo invierno podría ser el principio del fin si no se logra mantener la línea de defensa y organizar una nueva contraofensiva en 2025.

Poco espacio para negociar

Hay pocas perspectivas para las negociaciones. La candidata del Partido Popular Europeo para presidir la Comisión Europea ante las elecciones del 9 de junio y actual presidenta de esta institución, Ursula von der Leyen, no ceja en su visión de que Rusia debe ser derrotada en el campo de batalla, de ahí su mantra de priorizar la industria de defensa.

A los belicistas europeos, la guerra de Ucrania les sirve de bandera para vender una nueva UE que crezca sobre su propio complejo militar, con EE.UU. de modelo.

Por eso aprovechó el primer debate de cara a esos comicios de junio para machacar la propuesta del representante de la Izquierda Europea, Walter Baier, quien abogó por la apertura de conversaciones entre Ucrania, Rusia, la OTAN y EEUU a fin de alcanzar un alto el fuego y “poner fin a la matanza” en Ucrania.

El alto representante para Asuntos Exteriores de la UE, Josep Borrell, pone una fecha para saber el futuro de esta guerra: noviembre de 2024, cuando Estados Unidos celebre sus elecciones presidenciales. Solo entonces, Putin podría considerar un armisticio. Hasta entonces, Borrell tiene claro que los Veintisiete apoyarán a Ucrania, sin importar el dinero que ese respaldo demande.

01/05/2024

Información adicional

Autor/a: Juan Antonio Sanz
País: Ucrania
Región: Euroasia
Fuente: Público

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