La guerra de Ucrania cumple su tercer año en medio de la incertidumbre y la inacción de Trump
La gente inspecciona los edificios dañados tras un ataque con misiles rusos en Ucrania.Europa Press/ Ukrinform

Ucrania culmina en febrero su tercer año de guerra sin certeza alguna: Rusia se impone en el frente, Europa refuerza su apoyo a Kiev y Trump no revela su plan para la crisis.

El 24 de febrero se cumplirán tres años del comienzo de la invasión rusa de Ucrania. Ese día, la guerra comenzará su cuarto año sin ningún viso de solución. Todas las miradas apuntan a Estados Unidos, donde su nuevo presidente, Donald Trump, aún no ha dado un solo paso consistente para acabar urgentemente con este conflicto, como había prometido antes de llegar a la Casa Blanca.  

Lo máximo que ha hecho Trump desde que juró su cargo el 20 de enero ha sido indicar que se quiere reunir con Putin, sin poner fecha para ese encuentro, a la vez que ha advertido a Rusia de que podría imponerle sanciones, aranceles y tarifas comerciales si no acepta negociar un alto el fuego.

Estas amenazas apenas han recabado la atención de Rusia, embarcada por su presidente, Vladímir Putin, en una economía de guerra capaz de evitar por ahora los embates negativos del conflicto, con el país centrado en la producción de armamento y la exportación de gas y petróleo en Asia a fin de aguantar varios años más de contienda.

En el campo de batalla, Rusia sigue afianzando sus conquistas y Ucrania teme que las amenazas que formuló en campaña Donald Trump de retirar el apoyo estadounidense a Kiev se concreten y pongan en riesgo la continuación del esfuerzo bélico ucraniano. Por eso, el presidente Volodímir Zelenski reclama que sean los aliados europeos quienes compensen el eventual desentendimiento de EEUU en el conflicto.

Trump extiende la desconfianza en Occidente

Agrava la situación la brecha abierta por Trump en el seno de la OTAN, organismo que es la mayor esperanza de Ucrania para sobrevivir a un final de la conflagración desfavorable militarmente.

La avidez de Trump sobre Groenlandia, y por tanto el desafío directo a Dinamarca, y las demandas a sus socios atlánticos para que disparen su gasto militar so pena de reducir el compromiso estadounidense en la OTAN son dos amenazas directas al compromiso occidental con el sostenimiento de Kiev en los tres años de guerra.

Una tercera amenaza reside en la presión arancelaria que Trump podría imponer a Europa, como ya ha amenazado en su estrategia de aislacionismo económico. Esa acción podría suponer un peso insoportable sobre el propio trasiego europeo de armamento y componentes militares y podría afectar negativamente a la marcha de la guerra.

Ucrania cuenta con el convencimiento europeo de que un mayor apoyo en armas, dinero, el incremento de las sanciones a Rusia y un sostenido respaldo político internacional a Kiev podrían dar la vuelta a la contienda.

El Ártico y el apoyo sueco a Ucrania

Así, Suecia acaba de aprobar la transferencia a Ucrania de uno de los mayores paquetes de ayuda militar comprometidos por países europeos. El Gobierno sueco ha prometido cercade 1.176 millones de euros, una de las mayores cifras aportadas por un estado europeo en defensa de ucrania, más aún cuando proviene del último país en adherirse a la OTAN.

El temor de Estocolmo es que la actual confrontación en Ucrania derive en posteriores movimientos militares de Rusia en el Ártico, donde ambos países tienen territorios y amplios intereses. Esa región polar se configura como de las grandes rutas de navegación comercial desde el Pacífico noroccidental y China.

Aunque el ministro de Defensa sueco, Pal Jonson, subrayó el jueves con esta promesa multimillonaria el compromiso del país escandinavo con Kiev “a largo plazo”, en realidad el Gobierno de Estocolmo está mandando una distinguible señal geopolítica a Moscú.

También es una muestra del apoyo sueco a la política impulsada por el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, para disparar el gasto de defensa de la Alianza y compensar la posibilidad real de una reformulación a la baja de las aportaciones estadounidenses.

La ayuda no tocará apenas los actuales arsenales de Suecia, sino que activará la producción de armas, principalmente de misiles y drones, por la industria de defensa del país, tal y como quiere Rutte que hagan todos los aliados de la OTAN. Esas armas, a pesar de su cuantía, no modificarán el teatro de la actual guerra, sino que apuestan por blindar la Ucrania que surja del conflicto.

El aviso diplomático de Europa a Trump

Paralelo al anuncio de la ayuda sueca a Ucrania, Francia convocó una reunión de los principales aliados europeos para el próximo día 12 de febrero con la intención de coordinar precisamente lo que se puede hacer en el cuarto año de la guerra.

La reunión, a nivel de ministros de Exteriores, sentará en la misma mesa a los principales países europeos y a Estados Unidos, invitado al encuentro. Los otros participantes, además de los anfitriones franceses, serían en principio los jefes de las diplomacias alemana, española, italiana, polaca y de la propia Unión Europea. Ucrania también podría estar representada.

Esta convocatoria es un desafío a la pasividad que está mostrando EEUU sobre el conflicto ucraniano y quiere obtener una respuesta de su flamante secretario de Estado, Marco Rubio.

El nuevo jefe de la diplomacia estadounidense acudiría a esa reunión en medio de la crisis surgida con la UE por las amenazas sobre Groenlandia. Esta semana Rubio avivó esta hoguera con una rotunda afirmación: Trump “no bromea” cuando afirma que EEUU debería hacerse con el control de la isla atlántica y, también, del Canal de Panamá.

“No se trata de controlar territorios simplemente por el hecho de controlarlos. Se trata de una estrategia vinculada a nuestra seguridad y a nuestros intereses”, afirmó Rubio, en referencia a la supuesta amenaza que significa la actividad china en todas las grandes rutas de comercio internacionales, desde el Pacífico al Ártico.

Una cumbre demorada

Los aliados europeos de Washington también querrán conocer en el encuentro con Rubio cuán seria es la intención de Trump de reunirse con Putin, quien por su parte también ha manifestado su deseo de ver a su homólogo estadounidense.

Todo parece apuntar a que la demora en la convocatoria de esta cumbre obedece a la necesidad de la Administración Trump de presentar en la misma una hoja de ruta concreta hacia la negociación y la firma de un alto el fuego en Ucrania.

Si la promesa de terminar la guerra en 24 horas lanzada por Trump el año pasado nunca fue tomada en serio por rusos y ucranianos, tampoco lo está siendo la reciente propuesta de alargar ese plazo a cien días, realizada por el enviado especial de Trump para este conflicto, Keith Kellog.

Este teniente general retirado presentó en abril, cuando ya Trump estaba en medio de la precampaña electoral que le llevaría a su victoria del 5 de noviembre, un estudio preliminar que podría interpretarse como un boceto de la estrategia de la Casa Blanca para calmar el avispero ucraniano.

El plan contemplaba la pérdida “temporal” por parte de Ucrania de la quinta parte de su territorio ocupada y anexionada por Rusia a cambio de garantías de seguridad no especificadas por Estados Unidos. También quedaría fuera de discusión la entrada de Ucrania en la OTAN, otro de los requisitos reclamados por Moscú como innegociables.

En contraprestación, Rusia debería dar garantías a la seguridad ucraniana, algo que difícilmente contaría con la aquiescencia de Zelenski, para quien la integración en la OTAN es la única forma de disuasión y de supervivencia ucraniana. El mayor recelo por parte de Estados Unidos es que Rusia aproveche ese alto el fuego para rearmarse de cara a una futura confrontación.

Rusia gana tiempo

Sabedora de que va ganando militarmente la guerra y que la anexión de parte del territorio ucraniano es inevitable, Rusia ya ha dejado caer que en una eventual negociación habrá más cuestiones que las puramente militares y territoriales.

Moscú quiere que se reconozca el origen de la crisis, en referencia al imparable avance de la OTAN hacia las fronteras rusas desde que cayó la URSS. El Kremlin considera que su invasión de Ucrania detuvo la conversión de este país en una cabeza de puente de la OTAN hacia Rusia. La adhesión después de Finlandia y Suecia a la Alianza quería completar el cerco.

Es cierto que el rechazo de Putin a sentarse en la misma mesa de negociaciones que Zelenski podría exasperar a Trump. Zelenski espera que Washington dé un golpe en la mesa para obligar a Moscú a pasar por el aro de la negociación y comprometerse a poner fin a la contienda o al menos a alcanzar un alto el fuego estable.

Sin embargo, la marcha de la guerra, con la iniciativa del ejército ruso en todos los frentes, desde Zaporiyia en el sur, a Donetsk en el este e incluso con la progresiva retirada ucraniana de las posiciones ocupadas en la región rusa de Kursk, no parece que vaya a empujar a Putin a esa paz exprés de Trump.

Este viernes, el Kremlin anunció la toma de la localidad de Novovasylivka, al suroeste de Pokrovsk, el mayor bastión de Donetsk que queda aún en manos ucranianas. La conquista de Pokrovsk asestaría un golpe demoledor a Kiev, abriría un camino hacia el oeste a las fuerzas rusas y daría si cabe más peso a Moscú en unas negociaciones.

En estas circunstancias, el Kremlin prefiere contemplar cómo sus contrincantes disputan entre sí, por Groenlandia o por el gas ruso que dejó de transitar por Ucrania cuando Kiev cortó el 1 de enero el suministro, acción que confronta a los ucranianos con eslovacos y húngaros, beneficiarios del hidrocarburo.

Este viernes, el primer ministro húngaro, Víktor Orbán, amenazó con bloquear la próxima prorroga de las sanciones de la UE contra Rusia si Bruselas no presiona a Kiev para que permita el tránsito del gas hacia su país.

La crisis de Ucrania es una carrera contrarreloj, pero Rusia espera sentada a que el resto de contendientes se empujen unos a otros.

Juan Antonio Sanz. Periodista y analista para Público en temas internacionales. Es especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar. Ha sido corresponsal de la Agencia EFE en Rusia, Japón, Corea del Sur y Uruguay, profesor universitario y cooperante en Bolivia, y analista periodístico en Cuba. Habla inglés y ruso con fluidez. Es autor de un libro de viajes y folclore.

Información adicional

Autor/a: Juan Antonio Sanz
País: Ucrania
Región:
Fuente: Público.es

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