Las presiones de las empresas productoras y los países petroleros dificultan el acuerdo global que frene la producción de plásticos. Lo positivo es que, por ahora, todas las opciones siguen sobre la mesa.
Un día histórico. Jefes de estado, ministros de medioambiente y otros representantes de los países de la ONU respaldan en Nairobi una resolución histórica en la Asamblea de las Naciones Unidas para poner fin a la contaminación por plásticos y alcanzar un acuerdo internacional jurídicamente vinculante para 2024. Con estas palabras, cargadas de optimismo, la ONU anunciaba el compromiso alcanzado en marzo de 2022 para redactar y aprobar un instrumento legal que permita al planeta limitar la producción de plástico, regular su diseño y controlar el final de su vida útil.
Ha pasado un año y medio, 2024 está a la vuelta de la esquina y la negociación del tratado sigue atascada. La semana pasada, el debate regresó a Nairobi, Kenia, donde se celebró la tercera reunión del Comité Intergubernamental de Negociación del Tratado (INC, por sus siglas inglés). Tras la primera sesión en Punta del Este, Uruguay, en noviembre de 2022 y la segunda en París, Francia, en mayo de este año, en Nairobi se vieron las caras más de 1.900 delegados de 161 miembros de la ONU y 318 organizaciones observadoras, incluyendo ONG y organizaciones científicas.
El objetivo principal de este encuentro era debatir sobre el primer borrador del tratado publicado en septiembre (el llamado zero draft), añadir las enmiendas necesarias y convertirlo en un punto de partida, en un mandato claro con el que acabar de redactar el texto final del acuerdo en las próximas dos reuniones. Y no se logró. Las presiones de la industria del plástico (que es la misma que la de los combustibles fósiles) y la falta de ambición de algunos países siguen lastrando una negociación difícil. Pero la reunión también dejó algún clavo ardiendo de optimismo al que agarrarse.
¿Qué pasó en Nairobi?
Tras una semana de negociaciones, la nota oficial publicada por la ONU habla de esperanza y de ambición, pero reconoce entre líneas que no se ha avanzado gran cosa en la redacción del tratado. «Por empezar por algo positivo, hemos logrado que los delegados entiendan que es esencial que las negociaciones se basen en la evidencia científica y no en greenwashing«, explica Bethanie Carney Almroth, ecotoxicóloga de la Universidad de Gotemburgo, Suecia, y miembro del Centro internacional de conocimiento contra la contaminación plástica (IKHAPP, por sus siglas en inglés) y de la Coalición científica por un tratado de los plásticos efectivo.
“Me vuelvo con la impresión de que muchos países están intentando comprender las cuestiones complejas relacionadas con la producción, el uso y la contaminación de los plásticos y que recurren a la ciencia en busca de respuestas”, añade la especialista.
En la parte negativa, la investigadora sueca reconoce sentirse decepcionada por la falta de ambición. Las reuniones no sirvieron para aceptar el zero draft como punto de partida ni concluyeron con un mandato claro de trabajo para la cuarta sesión del INC, que se celebrará en abril en Ottawa, Canadá. “Los países productores de petróleo están negociando con mala fe y bloqueando la adopción de medidas serias. Como no existe un acuerdo sobre las reglas de negociación, no se pueden tomar decisiones por mayoría, solo por consenso. Así que un solo país tiene el poder de bloquearlo todo”.
El plástico es el plan B de las petroleras
La evidencia científica sobre los efectos dañinos del plástico a lo largo de todo su ciclo de vida, desde su producción hasta su desechado, no deja de acumularse y es cada vez más convincente. Sin embargo, las cifras de negocio de la industria de este material tienen también gran poder de persuasión. Cada año se producen cerca de 400 millones de toneladas de plástico en el mundo, un número que no ha dejado de crecer desde mediados del siglo XX. Si la tendencia no cambia, en 2050 se producirán cerca de 1500 millones de toneladas anuales, según datos de la fundación Plastic Soup.
Casi la mitad de ese plástico se dedica a envases y embalajes, mientras la otra mitad se reparte en los sectores de la construcción, la automoción, la electrónica o la agricultura, entre otros. Desde 1950, se estima que se han producido 9.200 millones de toneladas de las muchas variantes de este material y solo 600 millones han sido debidamente recicladas. Hoy se calcula que se recicla un 9% de lo que se produce, un 12% se quema y el resto se tira en vertederos –muchos de ellos sin control– por lo que acaba contaminando la tierra, los ríos y el mar.
De acuerdo con los datos y las expectativas de negocio de la propia industria, el mercado global del plástico alcanzó un valor total de 609.000 millones de dólares en 2022 y se espera que siga creciendo a una media del 5% interanual hasta al menos 2030. Cifras sin duda atractivas para una industria que está viendo como las perspectivas de su otro gran negocio, la extracción de petróleo para usos energéticos y la fabricación de combustible, se están viendo alteradas por las medidas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y lucha contra el cambio climático.
“Las mismas corporaciones que extraen petróleo, carbón y gas del suelo son las que fabrican combustibles y producen plástico. Son Exxon, Shell, Chevron, Sinopec y compañía”, señala Philip Landrigan, pediatra y epidemiólogo del Boston College de Estados Unidos y una de las mayores autoridades mundiales en salud infantil. Landrigan está detrás de algunos de los informes y estudios más contundentes sobre los efectos de los plásticos en la salud publicados en los últimos años, como el de la Comisión Minderoo-Mónaco sobre Plásticos y Salud Humana o la carta publica en octubre en The Lancet recalcando la importancia de alcanzar un tratado efectivo para frenar la contaminación por plásticos.
“Estas corporaciones perciben el declive del mercado de los combustibles fósiles. La transición energética puede que no esté teniendo lugar al ritmo necesario, pero está sucediendo”, añade Landrigan. “Como son empresarios racionales y no les importa el clima ni el planeta, buscan un uso alternativo para su gas, su petróleo y su carbón. Y ese uso alternativo son los plásticos. Son su plan B. Así que las grandes empresas y los países petroleros, como Estados Unidos, Arabia Saudí o Rusia, van a luchar con todas sus fuerzas contra cualquier medida que busque limitar la producción de plástico. Y van a intentar maquillarlo con otras medidas menos efectivas”.
Un tratado con muchos futuros posibles
Bajo la etiqueta general de plásticos, se esconde una amplia familia de materiales químicos sintéticos, complejos y muy heterogéneos. Los plásticos se componen de un polímero a base de carbono (generalmente derivado del petróleo) y miles de sustancias químicas adicionales que le dan color, flexibilidad, estabilidad o repelencia, entre otras muchas características. Tal como señala el informe de la Comisión Minderoo-Mónaco sobre Plásticos y Salud Humana, muchos de estos químicos agregados son altamente tóxicos, incluyendo sustancias carcinógenas, neurotóxicas y disruptores endocrinos.
Los impactos del plástico se dan a lo largo de toda la vida útil del material. Empiezan con los riesgos asociados a la extracción y el transporte de los combustibles fósiles, siguen con los peligros a los que están expuestos los trabajadores de las fábricas de plástico y las comunidades cercanas, continúan con el uso de los materiales, durante los cuales se pueden transferir químicos peligrosos al cuerpo humano, y siguen durante la fase de desechado, tanto si los materiales se reciclan como si acaban vertidos en la naturaleza.
“La cadena de pruebas científicas sobre todos estos daños en la salud humana es bastante convincente”, recalca Landrigan. “No hablaría todavía de una epidemia de enfermedades causadas por el plástico. Creo que no tenemos evidencias robustas para afirmarlo. Pero sí digo sin lugar a dudas que sabemos que el plástico causa enfermedades y muerte en cada etapa de su vida”. La montaña de evidencias sobre los efectos perjudiciales del plástico en la salud humana, la salud animal y la salud ambiental no deja de crecer. Pero no impresiona por igual a todas las partes involucradas en la negociación del tratado mundial sobre los plásticos.
De acuerdo con WWF, cuyos representantes estuvieron también en Nairobi, más de 100 países apoyan que se establezcan prohibiciones a nivel global de los plásticos más dañinos e innecesarios y 140 países quieren establecer normas claras y vinculantes, en lugar de un tratado basado únicamente en compromisos voluntarios. En frente, los países petroleros abogan por fijar objetivos menos ambiciosos y centrados en el reciclaje y la reutilización, pero no quieren oír hablar de la reducción.
“Lo más positivo es que todas las opciones siguen sobre la mesa, también las más ambiciosas. Nosotros [la coalición de científicos] estamos convencidos de que el tratado deberá guiarse por los principios de precaución, simplificación y transparencia y deberá garantizar una transición justa. Todo ello en base al conocimiento científico disponible”, señala Bethanie Carney Almroth. “El tratado va a necesitar objetivos de reducción de producción concretos, obligatorios y con plazos determinados. Estos objetivos también deberían servir para reducir significativamente la cantidad de productos químicos y polímeros asociados a la producción de plásticos”.
“Hay muchos conflictos de intereses en las negociaciones. Solo vamos a lograr un tratado ambicioso si logramos limitar con reglas sólidas la influencia de esos intereses”, concluye la científica sueca. “Desde este mismo momento y hasta la próxima reunión en Canadá, vamos a seguir trabajando para reunir y sintetizar el conocimiento científico necesario para respaldar avances reales en la redacción del tratado”.
“La crisis petroquímica y de los plásticos es tan grave como la crisis climática. No es tan obvia ni está matando a tanta gente en la actualidad. Pero empeora rápidamente mientras toda la atención está puesta en mitigar el cambio climático”, añade Philip Landrigan. “El tratado final deberá adoptar el mismo enfoque que el Acuerdo de París, con contribuciones, objetivos y calendarios globales y nacionales claros. Sinceramente, espero que en diciembre de 2024 hayamos logrado poner límite a la producción de plásticos. Si no, la situación no dejará de empeorar”.
24/11/2023
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