Los Juegos Olímpico de París 2024: la guerra cultural

No son pocos los que consideran los recién Juegos Olímpicos celebrados en Francia, como los mejores de la historia. Sobre todo periodistas, analistas e intelectuales francófonos o afrancesados que consideran a Francia todavía el gran imperio. Elogian la puesta en escena de la inauguración como extraordinaria y espectacular, pero no dicen nada de haber convertido a París en una cárcel para poder desplegar el espectáculo que millones también vieron por televisión. 

Dicen cosas de la manera más ligera, como que fueron invitados 206 países, menos Rusia y Bielorusia, como si eso en sí mismo no fuera una afrenta a lo que sus organizadores llaman “espíritu olímpico”, y al mismo tiempo invitan de manera especial a Israel, país que tiene sometido al pueblo palestino a un genocidio. 

Para el gobierno francés los JJ.OO allí escenificados fueron espectáculares, pero nada dicen de la represión padecida por los habitantes y los indigentes que poblaban los lugares donde fueron construidos o ampliados los escenarios deportivos. 

Es verdad que lo desarrollado en París no solamente fueron unas justas deportivas, sino su utilización para lanzar un manifiesto político, de carácter imperialista, de mostrar lo que es Francia o, más bien, de lo que quisiera ser Francia. Un sueño nostálgico de la Francia que fue, la Paris que fue, para negar la realidad de su profunda división social, de la fuerte vena inmigrante presente de manera clara y masiva en los deportistas, en su mayoría hijos de inmigrantes africanos o caribeños.

El sueño de Macron, de convertir a Francia en el gran país imperialista que le muestre los dientes a los demás, el que dijo que a Rusia no hay que dejarla ganar la guerra de ninguna manera, el que propuso enviar tropas de todos los países de la UE para enfrentar a Rusia en Ucrania, es decir, de llevar a Europa a una guerra que el pueblo francés no quiere. El que apoya el genocidio en Gaza. Procederes, actitudes, pretendidos que encuentran oposición entre buena parte de su población, algo que explica porque no lo aplaudieron en la ceremonia de clausura de los Olímpicos.

Con esos pretendidos en el fondo de lo sucedido en las semanas que duraron los JJ.OO., es que puede comprenderse la puesta en escena para abrir las justas deportivas, con barcasas recorriendo a lo largo de diez kilómetros el contaminado río Sena, y a su paso los símbolos que aparecieron: Ledy Gaga rindiendo homenaje al cabaret parisino que hoy nadie recuerda. Por supuesto la escena en el Palacio de la Ciudad, llamado Conciergerie, donde estuvieron presos María Antonieta y Napoleón III, y en donde hizo su show el grupo de heavy metal Gojira y la cantante de ópera Marina Viotti, cantando “todo estará bien, los aristócratas serán ahorcados”, y en la tribuna los reyes de Europa, ¡que ironía!

Pero los defensores de la “magnificencia” de la puesta en escena con tufo imperial, no dijeron nada de la escena de la pasarela donde apareció la expresión Lgbtiq+ y que tanto debate ha suscitado. Otros consideran que en los Juegos de Paris la Francia clásica quedó derrotada por la Francia woke

Es decir, para una parte de la opinión lo magnifico de la inauguración y la realización de los Juegos descansó en el hecho de mostrar los emblemáticos edificios de la época imperial, el LHotel –de-Ville, también plaza del ayuntamiento, Palacio de Versalles, Los Campos Eliseos, Las Tullerais, el Arco del Triunfo, el Museo de Louvre, Plaza de la Concordia, Parque de los Inválidos, Torre Eiffel, etcétera. Eso es lo que glorifican. Y por ello mismo la puesta en escena era la mezcla del imperio con lo moderno, por eso Lady Gaga, grupos de heavy metal, cantante de rap, teatro callejero en sancos, muestras Lgbtiq+, y la llama olímpica que se llevó por los tejados en una muestra de porcour, deporte urbano por excelencia de origen francés.

Se trató de un enfoque lejano de mostrar las glorias de la literatura, pintura, música y escultura francesa y parisina, nada que ver, como quisieron muchos de los que criticaron por woke la inauguración, porque ciertamente nada de esto apareció en las diferentes escenas llevadas a cabo en la inauguración como el cierre de los JJ.O. La inauguración no tuvo nada de “universal de la cultura occidental”, por el contrario, la misma fue fragmentada, colorida, pero fría, más para observar que para emocionar.

Algunos críticos de lo sucedido anotan, como negativo de la inauguración, su formato Disney, crítica ambigua toda vez que las nuevas películas de este consorcio del cine y el espectáculo, como “La Sirenita”, films llamados woke, trae personajes reales y cambia el aspecto clásico de personajes de cuentos infantiles, que ahora no son tan universales. Pero su crítica también puede referirse a la manera cinematográfica de la puesta en escena, mostrando la banalidad de la cultura francesa.

Hay que recordar que desde antes del movimiento Black Lives Matter en los Estados Unidos, el partido Demócrata y George Soros, pero también la Agenda 2030, se apropiaron del ideario woke de lucha por los derechos, confusión que está siendo utilizada por derechas y fascistas y otros que lo reducen a la Agenda 2030. La posición de Trump, y la Agenda 2025 está enfrentando la “tiranía woke”. 

En estos JJ.OO. participaron 10.500 atletas, mitad mujeres, mitad hombres; se llevaron a cabo 329 pruebas, 157 masculinas, 152 femeninas y 20 mixtas. Y de las mixtas por primera vez se hicieron pruebas de atletismo mixtas. 

Sobre la polémica en torno a la participación de las deportistas trans, el COI endureció las exigencias, se entiende para que no hicieran parte de las competencias: estableció que para participar debieron hacer la transición a los 12 años, para que no haya ventajas, argumentaron, y lo que pasó fue que la abrumadora mayoría no pudo participar.

Hasta antes de esto, el COI tenía establecido que una mujer transgenero podía participar siempre que su niveles de testosterona estuvieran por debajo de 10 nanomoles por litro, por lo menos un año antes de las competencias. Laurel Hobbbard, una pesista de Nueva Zelanda, fue la primera mujer trans en participar en los Olímpicos, y le fue regular pues falló en los tres intentos de levantar peso pesado, lo hizo en Tokio 2020 –pero no pudo estar en Francia pues la norma lo impidió. (Los niveles de testosterona en hombres oscila entre 7,7 y 29,4 nanomoles por litro sanguíneo (nml/L), mientras que en las mujeres los niveles son menores, entre 0,7 y 1,7 nml/L. Un nanomol es una cantidad de sustancia igual a una billonésima de mol. Y un mol es la unidad de cantidad sustancia en química. 

En 2021 el COI dijo que cada federación definía según las normas de derechos humanos. Y el Word Atletics en 2023 prohibió la participación de mujeres trans en todas las modalidades, pues las llamadas “nuevas medidas de elegibilidad de género” incluyen a intersex, y mujeres que de manera natural exhiban elevados índices de testosterona. Todo eso lo hacen según dicen “para proteger la categoría femenina”. 

En fin, un gran debate cultural se está presentando en todas partes, con este dilema, parte de las transformciones sociales a que estamos asistiendo, pero también parte del deber ser de la humanidad, cada vez más incluyente, respetuosa y garante de los derechos humanos en general, como de los derechos de las minorías de todo tipo que integran el cuerpo global de la humanidad. Debate que seguirá jugando un papel de relevancia en las discusiones políticas de las que no pueden estar ausentes los movimientos sociales alternativos, aquellos que luchan por una sociedad más allá del capitalismo realmente existente.

Información adicional

Autor/a: Pedro Miguel Tapia
País: Francia
Región: Europa
Fuente:

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