Misiles rusos dejan a oscuras gran parte de Kiev y erosionan la moral de resistencia de Ucrania
Una calle del centro de Kiev a oscuras tras un ataque ruso con misiles. — Oleg Petrasyuk / EFE | EPA

El Kremlin emplea en Ucrania tácticas de guerra que ya utilizó en Siria hace cinco años, con el objetivo de golpear a la moral de la población civil y privar de importantes apoyos logísticos al ejército ucraniano.

El ejército ruso ha lanzado un nuevo ataque con misiles de alta precisión y largo alcance sobre Kiev y otras grandes ciudades de Ucrania y ha dañado importantes infraestructuras de energía, calefacción y suministro de agua. Más de cincuenta misiles rusos fueron lanzados este lunes contra blancos precisos en la capital ucraniana y otras importantes localidades del país, como Járkov, Zaporiyia y Cherkasy. Los ataques quirúrgicos tenían como objetivo dejar sin agua, luz y calefacción a la mayor parte de la capital ucraniana y de otras ciudades.

Con este doble esfuerzo, guerra de posiciones y bombardeo de infraestructuras, el Kremlin podría estar manejando sus cartas de cara a unas duras negociaciones no tan lejanas. El largo invierno que se avecina no será fácil para los ucranianos, pero tampoco para los rusos desplegados en Ucrania desde el pasado 24 de febrero.

Según el primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, los misiles rusos habían impactado este lunes contra 18 blancos, la mayor parte de ellos infraestructuras de energía, en diez regiones ucranianas. “En lugar de luchar en el campo de batalla, Rusia combate a los civiles”, aseveró el ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba.

El portavoz del Ministerio de Exteriores ucraniano, Oleg Nikolenko, explicó que los misiles habían golpeado la infraestructura de energía de Kíev y otras ciudades, lo que ha provocado extensos cortes de agua y electricidad. Según la Alcaldía de Kíev, cerca de 350.000 hogares quedaron sin luz y el 80% sin agua corriente por estos ataques con los que Rusia ha coronado los 250 días de guerra en Ucrania.

La nueva oleada de bombardeos se produce después de que la flota rusa del Mar Negro fuera atacada el sábado por 16 drones ucranianos y de que el Kremlin suspendiera su participación en el acuerdo para exportar grano ucraniano por el Mar Negro, decisión que pone en peligro la distribución mundial de cereales. El Gobierno del presidente Volodímir Zelenski ha acusado a Rusia de tratar de crear una crisis alimentaria mundial con sus “juegos del hambre”.

Las tácticas aprendidas en Siria y Chechenia

Los bombardeos de ciudades, que ya empleó con mayor rudeza en otros teatros bélicos el nuevo comandante en jefe ruso en Ucrania, el general Serguéi Surovikin, tratan de minar la resistencia de la población civil ucraniana de cara al invierno y complicar la logística al ejército local en su retaguardia. En una guerra cualquier infraestructura civil es potencialmente una infraestructura militar y Surovikin tiene bien aprendida esta lección de las guerras de Chechenia y Siria.

Aunque los ataques se centran en las centrales de abastecimiento de agua y electricidad y no directamente en los barrios y núcleos de población por el momento, el efecto psicológico es demoledor.

Surovikin, conocido como el carnicero de Alepo por sus bombardeos en 2016 y 2017 de esa ciudad siria ocupada por yihadistas rebeldes al régimen de Bashar al Asad, tiene muy presente el efecto desmoralizador que en la población tiene la privación de electricidad y agua durante largos periodos de tiempo. Otra consecuencia es la huida desesperada de las ciudades bombardeadas y al Kremlin le favorecía una nueva crisis de refugiados en los países vecinos de Ucrania, especialmente en Polonia.

“La táctica en Siria fue rodear y asediar las zonas controladas por los rebeldes, atacarlas desde el aire y con baterías de artillería y, al final, agotar a los defensores y a los civiles que no habían logrado escapar”, explicó recientemente para la BBC el veterano periodista británico, Jeremy Bowen, quien ha cubierto sobre el terreno esta guerra de Ucrania y quien fue testigo de ataques semejantes, más cruentos si cabe, en Chechenia por las fuerzas rusas.

Bowen, de 62 años, estuvo en Grozni en la primera guerra chechena (1994-1996) donde el ejército ruso lanzó cuantiosos misiles y bombas de racimo, primero contra las infraestructuras críticas de la entonces república rusa rebelde y después directamente sobre toda la ciudad.

El reportero recordó la resistencia feroz que ofrecieron los chechenes en 1995 y la cadena de fallos que cometió entonces el ejército ruso, en muchos casos parecidos a algunos de esta invasión de Ucrania, como “cuellos de botella logísticos, errores tácticos y adolescentes aterrorizados a quienes no se había dicho que iban a la guerra”, señaló el periodista en una de las crónicas enviadas desde Kíev.

“En Chechenia la respuesta de Rusia fue recurrir a su potencia de fuego. En unas pocas semanas los ataques aéreos y de artillería redujeron a escombros el centro de Grozni, una típica ciudad soviética de hormigón y acero”, explicó Bowen, quien, años después, fue testigo de la misma táctica en Siria, aplicada por la aviación rusa que apoyaba a Al Asad. “Vi que se aplicaban las mismas tácticas en Guta Oriental, una serie de aldeas y tierras de cultivo controladas por rebeldes en las afueras de la capital siria”, refirió Bowen.

Objetivo: desmoralizar a civiles… y soldados

El autor de este análisis pudo asistir en 2003 a ese mismo escenario de desolación en la capital de Chechenia. En ocho años, Grozni no se había recuperado de los bombardeos masivos rusos y los independentistas chechenes tuvieron que recurrir a la lucha desde las montañas para hacer frente a las fuerzas rusas en la segunda guerra chechena (1999-2009). Grozni era una ciudad desmoralizada y apenas habitada por las fuerzas leales a Moscú y sus parientes, lo que permitió al Kremlin ganarse a los chechenes hartos de guerra con la reconstrucción de todo lo que sus carros de combate y sus misiles habían arrasado antes.

“Los civiles, por muy rebeldes que sean, están sujetos a tales niveles de miedo y miseria que agradecen el alivio que brinda la rendición”, dijo al respecto Jeremy Bowen.

Uno de aquellos chechenes prorrusos era el actual líder de Chechenia, Ramzan Kadírov, que está combatiendo con sus leales en Ucrania y que ha calificado a Surovikin como “un auténtico general y un guerrero”. Cuando Surovikin fue encargado a principios de octubre por el presidente ruso, Vladímir Putin, de dirigir las operaciones militares en Ucrania, el jefe de la República de Chechenia afirmó que el general apocalipsis (como le denominó el presidente de Estados Unidos, Joe Biden), sin duda mejoraría la situación para las fuerzas del Kremlin.

La “coherencia” bélica del general Surovikin

Lo cierto es que las tácticas empleadas en el último mes por Surovikin han desacelerado la contraofensiva que Ucrania había lanzado al oeste del Donbás y en la meridional Jersón. Las pérdidas de territorio para Rusia en esa contraofensiva ucraniana no han sido tan importantes como se auguró en un principio y los bombardeos masivos rusos por todo el país han desconcertado incluso a los mandos de los países occidentales que apoyan al ejército de Kíev.

Incluso han visto mayor “coherencia” en las argucias de Surovikin que en las mostradas por su predecesor, el general Alexander Dvornikov. “Sus tácticas bélicas han roto las reglas de la guerra, pero desafortunadamente demostraron su efectividad en Siria”, explicó un oficial de inteligencia británico a la revista estadounidense Politico.

¿Unas eventuales negociaciones de paz en mente?

Según el portavoz del Ministerio de Exteriores ucraniano, “Rusia no está interesada en conversaciones de paz ni tampoco en la seguridad alimentaria mundial”. El único objetivo del presidente ruso, Vladímir Putin, explicó Nikolenko “es la muerte y la destrucción”.

Nikolenko se refería a la suspensión por Rusia del acuerdo con la ONU y Turquía para exportar cereales ucranianos por el Mar Negro de forma segura, después de que los drones ucranianos impactaran contra varios buques rusos fondeados en Sebastópol. Sin embargo, tras esa decisión zarparon varios navíos que transportaban grano ucraniano a los mercados internacionales, por lo que, de facto, la retirada de Rusia del acuerdo no ha implicado de momento el bloqueo de puerto alguno.

El tira y afloja en torno al transporte del grano desde Ucrania, el incremento de la presión bélica sobre las ciudades ucranianas y el afianzamiento de las fuerzas rusas en el sur y el este podrían ser pasos que está dando Moscú para, en caso de hipotéticas negociaciones de paz, arrancar en una buena parrilla de salida.

El próximo 8 de noviembre se celebran elecciones legislativas en Estados Unidos y es muy probable que los republicanos se impongan a los demócratas del presidente Joe Biden. En el Congreso estadounidense está empezando a cundir el cansancio en torno a la guerra de Ucrania. Si bien se ha logrado el objetivo de desgastar a Rusia en la contienda, gracias al apoyo principalmente estadounidense a la Ucrania de Zelenski, Moscú está siendo un hueso duro de roer y su capacidad para imponer sus condiciones sigue siendo muy alta, especialmente de mano de sus maniobras en torno a los precios del petróleo y el gas.

China, el auténtico contrincante de Estados Unidos en Asia y el Pacífico, podría salir mejor parado de la crisis derivada de la guerra que los aliados europeos de Washington, de forma que la continuación de la contienda, con decenas de miles de millones de dólares entregados a Ucrania en forma de armas y asistencia bélica, empieza a ser un mal negocio para Estados Unidos.

Un terremoto político en el Congreso el próximo 8 de noviembre, con una capacidad de decisión mayor para los republicanos, podría ser más decisivo para la guerra en Ucrania que las últimas iniciativas bélicas rusas. Moscú lo sabe y por eso quiere asegurar sus opciones sobre el teatro bélico, a fin de ceder lo menos posible en una mesa de negociaciones internacional, que no bilateral.

Información adicional

Autor/a: JUAN ANTONIO SANZ
País: Ucrania
Región: Euroasia
Fuente: Público

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