“Del río al mar“, coreado hoy contra el genocidio palestino por parte del fascismo israelí, es un lema referido a las tierras situadas entre el río Jordán y el Mar Mediterráneo, que incluyen el actual Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza.
El lema fue lanzado, por primera vez, por los grupos seculares panarabistas y de izquierda de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) a principios de la década de 1960. Era una llamada a la recuperación de aquellas tierras de la ocupación sionista —vía lucha armada, política y diplomática—, desmantelando el Estado de Israel que fue instalado por el imperialismo británico para alojar a los judíos europeos, cuya Palestina no eran sus “tierras ancestrales”, como afirman.
No se sabe, en base a qué datos y qué análisis, la OLP creía que tal objetivo era posible. Hoy, Israel cuenta con unos nueve millones de habitantes y, al igual que el resto de los países del mundo, está compuesto por una mayoría trabajadora, más allá de su grupo étnico o su credo. ¿Qué habría que hacer con ellos después de acabar con su régimen?
¿Cómo se puede desmantelar Israel?
Hay varias fórmulas para que los gazatíes —que durante 15 años estuvieron prisioneros en un campo de concentración con tirachinas como únicas armas para defenderse y que ahora han pasado a sufrir un brutal calvario en un campo de exterminio— pudiesen acabar como una comunidad autónoma de Estados Unidos de América ubicada en Oriente Próximo:
1) Declararle la guerra e invadirlo con una alianza militar de los países musulmanes (Egipto, Turquía, Arabia Saudí, Irán, Indonesia, Afganistán, etc.) y conquistarlo. Hay un ejemplo: Yugoslavia, desapareció del mapa de la mano de 35 ejércitos de los más equipados del mundo unidos en la OTAN. Pero descarten esta vía porque, en primer lugar, una entidad llamada “mundo musulmán” es igual de inexistente que una denominada “mundo cristiano”. El término fue inventado por el colonialismo británico y la extrema derecha islamista para sustituir a las “naciones” y la universal lucha de clases. Y, en segundo lugar, recuerden que los ejércitos árabes, a pesar de estar respaldados por la URSS, perdieron la guerra con Israel y sus aliados en 1967. Además, Israel posee varios cientos de bombas nucleares (ilegales).
2) Anexionarlo a otro Estado: Que un país vecino –Líbano, Siria o Jordania– lo ocupe y luego consiga el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU para no irse de allí. No olviden que el rey de Jordania masacró a varios miles de palestinos en el Septiembre Negro de 1970. Los otros dos países ya ni existen: EEUU e Israel, en colaboración con sus burguesías criminales y corruptas, los han convertido en Estados fallidos.
3) Crear comandos en el interior del país para asesinar a sus dirigentes colapsando el Estado. En su momento, lo máximo que la OLP pudo hacer fue secuestrar a varios atletas israelíes, y no en su país, sino en Alemania durante los Juegos Olímpicos de 1972 con el objetivo de canjearlos por presos palestinos. La hazaña terminó como debería haberlo esperado la OLP: nueve israelíes y cinco partisanos palestinos asesinados. ¿En qué pensaba Hamás en octubre de 2023?
4) Organizar una rebelión interna, una especie de Revolución Naranja. Para ello, los palestinos deberían tener en Israel una importante Quinta Columna. Sin embargo, nos encontramos con una comunidad palestina en Israel que ya está bajo una dura represión y vigilancia, mientras los israelíes progresistas no quieren que su país desaparezca. Al resto de israelíes, educados en el supremacismo judío y desprecio hacia los palestinos, solo les faltó el asalto de Hamás en 2023 —con cientos de muertos, heridos y secuestrados— para confirmar lo que les habían enseñado: que los palestinos no son más que Untermensch, subhumanos en el argot nazi.
5) Promover un movimiento secesionista protagonizado por los palestinos israelíes.
6) Concienciar a los 9 millones de israelíes para que pidan un referéndum para disolver su país.
7) Convencer al Consejo de Seguridad de la ONU para declarar el fin de su existencia y su sustitución por un Estado Palestino.
8) Se podría, al menos, cambiar su régimen mediante un golpe de Estado patrocinado por una potencia extranjera, sobornando al jefe de las Fuerzas Armadas, como hizo Arabia Saudí en 2013 con el general Al Sisi contra el presidente Mohammad Mursi, designado por Barak Obama. ¡Olvídense también de esta vía!
“Del río al mar” del Likud y de Hamás
Netanyahu, apoyado por la impunidad y su impecable máquina de matar, no oculta su sueño de exterminar a dos millones de gazatíes, mientras la extrema derecha islámica, aún ante la espantosa situación actual, sigue repitiendo esta consigna y sin explicar cómo querría conseguir este meta.
En 1973, y después de vencer a los ejércitos árabes, Israel vio la posibilidad real de ampliar su dominio sobre Eretz Israel o la Tierra de Israel bíblica: desde el Wadi el Arish en la península del Sinaí en Egipto, que desemboca en el Mar Mediterráneo, hasta el Éufrates, que nace en Turquía y cruza Irak para unirse a las aguas del Golfo Pérsico. El partido judeoisraelí, el Likud, en su carta de 1977, estableció que “entre el Mar y el río Jordán solo habrá soberanía israelí“.
Un año después, con la introducción del islamismo en Gaza y Líbano —por el ayatolá Jomeini primero, y Turquía y Arabia Saudí después— el movimiento de liberación palestino recibe el golpe definitivo, además desde dentro, para no levantar cabeza nunca más, situación que se refleja en la persona que funda Hamás en 1987: un anciano tetrapléjico y casi ciego, llamado Ahmed Yasin, que conducirá una de las batallas más complejas del mundo de entonces contra la primera superpotencia mundial en tecnología militar, hacia la apocalipsis de la que hoy somos testigos.
¿Cómo Yasin podría tener una información objetiva y real de la situación para elaborar un análisis y diseñar una estrategia y unas tácticas para mejorar la vida de los palestinos en tal estado físico? ¿Cómo podría proteger a Hamás de los espías del Mossad? ¡No pudo! Fue asesinado en un “ataque quirúrgico” de un misil israelí en 2004, al igual que su último sucesor, Ismael Haniyeh en otra operación del Mossad de película en Teherán: el misil disparado por un dron a su dormitorio ubicado en un complejo residencial militar había sido lanzado desde el propio suelo iraní, con el respaldo de una red de cerca de cincuenta espías de la agencia israelí alojados en el Cuerpo de los Guardianes Islámicos de Irán. ¡Era imposible que el asalto de Hamás en 2023 fuese una “acción sorpresa” para Netanyahu!
“Palestina es nuestra desde el río hasta el mar. No habrá concesión en ningún centímetro de tierra”, fue parte del discurso del líder de Hamás, Khaled Meshaal, en 2012, también asesinado por Israel durante la ofensiva del 2024, junto con decenas de miles de palestinos.
Para los islamistas (fuerzas de extrema derecha salafistas), Palestina, incluida Jerusalén y su mezquita Al Aqsa, es ante todo árabe-musulmana, desde el río hasta el mar.
Se trata de una diferencia primordial con respecto al ideal de la resistencia de la OLP: al igual que la derecha israelí, la reivindicación de los islamistas tiene una naturaleza tribal, religiosa y supremacista-excluyente, que no nacional-cultural, vinculada a un territorio hospitalario con todas las etnias y creencias como lo planteaba, desde la ilusión, Yaser Arafat.
Pero el objetivo de Hamás, acrónimo del Movimiento Islámico (que no palestino) de Resistencia, no es la felicidad y el bienestar de este pueblo, sino liberar la mezquita de Al Aqsa del control judío. De allí el nombre del asalto del 7 de octubre.
Sin embargo, Hamás no aclara con qué tácticas planea alcanzar este objetivo; cómo entraría en el templo, protegido por miles de ojos y armas; o cuál sería el coste humano de tal acción. Como hemos sido testigos, no es lo mismo la represalia contra un grupo armado (como la operación de la OLP en Alemania), que contra un grupo que gobierna, como Hamás en Gaza, cuyas acciones involucrarían a toda la población, sin haberles consultado si querían la actual situación.
Los islamistas cambian el concepto de “nación” (basada principalmente en la etnicidad) por “Umma” (comunidad religiosa), que divide a la humanidad a través de una ficticia línea religiosa para borrar las diferencias de clase, cuando el nacionalismo palestino tenía sus raíces en la geografía, que no en el credo ni en la etnia: el fundador del Frente Popular para la Liberación para Palestina, George Habash, había nacido cristiano; sorprende que, siendo marxista, no se diera cuenta del equilibro de fuerzas a nivel regional, poniéndose en contra de la solución de dos Estados; abogaba por eliminar a Israel y estaba dispuesto a sacrificar vidas humanas por la “patria”, en lugar de crear lazos con las clases trabajadoras israelíes y el resto de la zona, sometidas a dictaduras capitalistas.
Una patria y una confederación
La solución de dos estados, que nunca tuvo una posibilidad real, ahora se plantea, simplemente, para seguir engañando a los palestinos. Pero, hay otras propuestas como la de “una tierra para todos: dos estados, una patria”, en los territorios del Mandato Británico de Palestina, basada en el modelo de la Unión Europea, que ha sido elaborada por la doctora Rula Hardal, con los siguientes puntos:
1) Establecer un Estado judío y otro israelí dentro de las fronteras de 1967, unidos en una confederación.
2) Dejar a la religión fuera del poder: serán Estados democráticos, y los ciudadanos serán iguales ante la ley. Ahora, en ambos lados, la población se divide legalmente en “comunidades religiosas”, y con diferentes derechos, supeditados a las castas clericales y normas premedievales, cuyas principales perjudicadas son las mujeres.
3) Los judíos reconocerían la Nakba (éxodo palestino), y los palestinos la Shoá (Holocausto).
4) Se abolirá la “ley del retorno”, que permite a los judíos extranjeros y sus descendientes obtener la ciudadanía israelí; se abandonará también el “derecho al retorno”, que pide el regreso de cientos de miles de palestinos expulsados en 1949 y sus descendientes a Israel. La ciudadanía se separará de la residencia: ninguno será un “Estado puro”. Los ciudadanos del Estado palestino podrán circular libremente en Israel y vivir allí sin convertirse en israelíes, y los colonos israelíes en los territorios ocupados podrían permanecer allí como israelíes viviendo en territorio soberano palestino.
5) Habría, como en la UE, instituciones comunes para gestionar el reparto de recursos y bienes, así como para proteger los derechos sociales.
Pensado con detenimiento, podrán surgir más soluciones que no sea echar al otro al mar.
Guerras y la izquierda del sofá
A pesar de que los palestinos perdieron miles de vidas y demasiado territorio, primero en 1948, luego en 1967, y ahora en 2023, parte de la izquierda, secuestrada por el discurso del martirio del islam, aplaude la “resistencia hasta la muerte” de todos los palestinos, izando la bandera masculina de “dignidad y honor” de los guerreros de antigüedad. Para ser más contundente y más progre aún, algunos desde Europa y desde la comodidad, no se bajan del burro de “luchar hasta el regreso de todos los refugiados de la Nakba a sus tierras”. El ser humano siempre ha tenido que huir de sus hogares y sus “tierras” ante una situación catastrófica: no sólo es natural, sino también un derecho. Ante el análisis de la relación de las fuerzas, y para salvar la vida de cientos de miles de niños palestinos supervivientes del actual genocidio, lo valiente, lo honesto y lo eficaz es un “análisis concreto de la situación concreta”, poniendo a los seres humanos, siempre, por encima de las banderas y los territorios.
08/07/2025
Por, Nazanin Armanian, analista política y traductora persa y dari
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