El pasado 23 de junio tuvo lugar un motín liderado por Prigozhin, el jefe de la empresa de seguridad privada Wagner. La presencia de efectivos militares al mando de Dimitri Utkin, segundo de Prigozhin, consiguió llegar prácticamente hasta las puertas de Moscú. Lo que en algunos medios se vendió como una suerte de putch en realidad no fue tal. Prigozhin no cuestionaba la autoridad de Putin ni la legitimidad del régimen. Lo que el líder de Wagner ponía en cuestión era la estrategia militar y logística desplegada en Ucrania por parte de la elite del Ministerio de Defensa ruso, el ministro Soigu y el genera Gerasimov. Lo que entonces sí que fue realmente novedoso no fue el levantamiento en sí mismo, sino la evidencia pública de la fractura existente en los círculos de poder más próximos a Vladimir Putin. Y esto fue algo que no gustó al líder.
A muchos sorprendió entonces la tibieza con la que el Kremlin trató entonces a Prigozhin. Si le había tachado de traidor, ¿por qué no terminaba con él? De todos es bien sabido cuál ha sido el trato que Putin ha dado a quienes ha considerado desleales, un crimen peor tolerado que la disidencia. Es menester recordar aquí lo sucedido a Litvinenko o a Skripal, ex espías y desertores del régimen. Por tanto no parecía razonable que la demostración de fuerza desplegada por Prigozhin quedase olvidada sin más. Muchos entonces no le dieron más de seis meses de vida.
Los hechos acontecidos en las últimas horas parecen confirmar esta hipótesis. Si durante las primeras horas, y siguiendo las cautelas necesarias, se trabajó con varias hipótesis entre las que figuraba la del fallo técnico, error del piloto o intervención externa, parece que cobra mayor fuerza la que apuesta por una explosión en el avión, si bien no se sabe si fue fortuita o provocada. Tampoco durante los primeros momentos se tuvo la certeza de si efectivamente Prigozhin viajaba o no el avión, puesto que si bien figuraba en la lista de pasajeros era habitual que, por razones de seguridad, cambiase sus planes de viaje en el último momento. Este hecho parece que también ha quedado confirmado tras el reconocimiento de los restos de los diez fallecidos.
En todo caso, independientemente de las circunstancias y de si el accidente fue provocado o no, o incluso, en su caso, de quién ordenó terminar con la vida de Prigozhin, lo verdaderamente seguro y a lo que habrá que prestar atención es a las consecuencias que tendrá el descabezamiento de la cúpula de la empresa Wagner. En el avión viajaban, además de Yevgeny Prigozin, Dimitry Utkin, exteniente coronel del GRU, su segundo, jefe militar y fundador de la empresa, así como Valery Chekalov el encargado de los proyectos civiles de la empresa, la logística y la inteligencia del grupo, lo que quiere decir que el descabezamiento total de los liderazgos militar, político y de inteligencia, justamente las tres ramas sobre las que se sostiene la empresa Wagner.
Lo más probable llegados a este punto es que Putin no se arriesgue a otorgar a una sola persona el control total de una organización de estas dimensiones e importancia geopolítica y geoestratégica para la política exterior rusa. Quizás a lo que asistamos sea al descuartizamiento y redistribución de las piezas entre otros oligarcas dentro del círculo de confianza de Putin. Uno de ellos podría ser Shoigu que cuenta con su propia compañía de seguridad privada, Patriot, rival de Wagner en diversos escenarios, incluida Ucrania.
En cuanto si alguna vez sabremos o no lo que realmente sucedió, será algo accesorio, puesto que, desde el Kremlin, ni confirmarán ni desmentirán las noticias dejando que la opinión pública extraiga sus propias conclusiones. Y estas, sin duda, irán en la dirección de la reafirmación de la autoridad de Putin, una autoridad muy tocada tras los acontecimientos de junio y que necesita ser reivindicada tanto en relación con el frente de Ucrania, como de cara a las elecciones rusas de 2024, en donde el “César” no sólo debe parecer poderoso, sino también serlo.
Por, Ruth Ferrero-Turrión
Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM
Desaparecido Prigozhin, el Kremlin toma las riendas de Wagner, con la vista en Ucrania, Bielorrusia y África
La muerte del jefe del grupo privado de mercenarios garantiza a Moscú su empleo como ariete de la estrategia rusa en África y otras zonas.
La desaparición del jefe del Grupo de mercenarios Wagner, al estallar el avión en el que volaba, quita al presidente Vladímir Putin una molesta espina que corría el riesgo de emponzoñarse, ofrece al líder ruso un pretexto para reorganizar y purgar su ejército en Ucrania y permite al Kremlin tomar las riendas de los paramilitares rusos en Bielorrusia, África y Siria.
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Este suceso baja el telón de una rocambolesca historia de motines frustrados, traiciones y luchas por el poder que habían debilitado al propio Putin. El levantamiento que en junio protagonizaron las fuerzas mercenarias desafió no solo a la cúpula militar rusa, sino que puso en peligro la propia existencia del Estado en momentos muy difíciles.
Ahora, haya sido por un accidente aéreo o porque su avión privado fuera derribado por un misil (como dice Estados Unidos) o una bomba, como está considerando la investigación policial rusa, Prigozhin queda fuera de juego de la maquiavélica política rusa y deja a Putin sin un viejo asociado, pero también sin un hipotético rival para el futuro, dada la popularidad del jefe de Wagner.Con el Grupo Wagner bajo control directo del Kremlin, Rusia puede además disponer de un ariete militar excepcional para extender su confrontación con Occidente más allá de las fronteras ucranianas. Cuando la situación en Níger, tras el reciente golpe militar, augura nuevos seísmos geopolíticos en África y el cuestionamiento de las potencias tradicionales en la zona, como Estados Unidos y Francia, es un lujo tener un ejército privado al servicio de los intereses del Kremlin para minar la influencia de Occidente.
La muerte de Prigozhin pone fin al mayor desafío vivido por Putin
La sublevación de Prigozhin y sus paramilitares el pasado 24 de junio supuso uno de los mayores desafíos vividos por Putin en sus casi 24 años de poder. Y sucedió lo de siempre. Todos los que han retado al jefe de Estado ruso desde que subió al poder están muertos o en prisión, desde activistas y opositores políticos a periodistas disidentes o rebeldes chechenes, pasando por oligarcas con ideas propias y algún que otro militar con redaños para desafiarlo en las urnas, como aquel carismático general Alexander Lébed que murió en un extraño accidente de helicóptero en 2002.
En medio de todas las incógnitas planteadas sobre la muerte de Prigozhin y con muchos dedos apuntando al Kremlin, solo hay algo claro. Queda fuera del tablero un hombre que creía en el dinero para conseguir el poder absoluto y que no veía límites a una vertiginosa carrera que le había visto auparse desde la venta callejera hasta la dirección de restaurantes de alto nivel, después de pasar casi una década en prisión, y, finalmente, al control de la mayor empresa de mercenarios de Rusia.
“El hombre de los trabajos sucios de Putin”
El Grupo Wagner, con Prigozhin al frente, comenzó a funcionar en 2013 como una empresa de contratistas militares dispuestos a ofrecer sus servicios en cualquier escenario bélico. El Kremlin aprovechó inmediatamente las ventajas de este ejército privado, que ha llegado a contar con hasta 50.000 efectivos muy preparados militarmente. Lo utilizó para servir a los intereses rusos en 2014 en el este de Ucrania, cuando se desató la guerra del Donbás, origen del actual conflicto, y en los siguientes años en Libia, Siria, República Centroafricana, Mali y otras regiones del Sahel, desafiando la presencia francesa y estadounidense en el área.
Como ha indicado tras su muerte el portavoz del Gobierno francés, Olivier Veran, el dueño de Wagner era “el hombre de los trabajos sucios de Putin”.
Prigozhin ganó mucho dinero con sus mercenarios y empezó a ocupar un lugar privilegiado en ese círculo interno de Putin. La guerra de Ucrania terminó de encumbrarlo cuando sus paramilitares protagonizaron el asedio y captura de la ciudad de Bakhmut al ejército ucraniano.
Pero había límites. Y el presidente ruso no perdonó la traición del amotinamiento de Prigozhin y sus mercenarios.
El motín de junio, principio del fin de Prigozhin
Esa asonada llevaría a una columna de miles de sus soldados de fortuna a las puertas de Moscú para intentar derribar al enemigo declarado de Prigozhin, el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú. Finalmente, Putin desbarató el levantamiento con apoyo del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko. El dictador ofreció a los mercenarios una alternativa “honrosa” como instructores de su ejército y como primera línea de defensa ante una eventual amenaza occidental contra el flanco meridional de Bielorrusia y de la propia Rusia.
El pecado cometido por Prigozhin era de extrema gravedad y todo el mundo se preguntó por la moderación mostrada por Putin, quien evitó entonces cualquier castigo del magnate o sus hombres. Pero desde el momento en que Prigozhin cuestionó la estrategia del Kremlin en Ucrania, sus días estaban contados.Y él lo sabía. El vídeo publicado esta semana y grabado supuestamente en África mostraba a un Prigozhin proclamando la grandeza de Rusia como liberadora de ese continente del neocolonialismo occidental. Parecía que Prigozhin quería garantizarse la redención ante los ojos de Putin y de paso conseguir pingües beneficios con el apoyo de sus mercenarios a facciones en lucha en el Sahel y otros puntos de África Central y Occidental.
Su respaldo, al menos verbal, al golpe militar ocurrido en Níger hace unas semanas, muestra el poder del ariete Wagner en África, pero también pone de manifiesto que, al igual que los paramilitares rusos de Prigozhin maniobraron por su cuenta en Ucrania, podrían llegar a hacer lo mismo en el continente africano.
Ahora, la desaparición del líder del Grupo Wagner ofrece una oportunidad al Kremlin para reconfigurar y reafirmar su estrategia militar y económica en el oeste y centro de África, donde Moscú se ha convertido en un actor clave ante los gobiernos débiles y las empresas de explotación de los recursos naturales.
Pero también le permite a Putin rehacer la estrategia militar rusa en Ucrania justo cuando más arrecian las dudas sobre la capacidad ucraniana para derrotar a Rusia. Y los Wagner, aunque ahora anden alejados de la línea de fuego, siguen siendo una fuerza que puede ser movilizada con rapidez allí donde se produzca una brecha en el frente.
La muerte de Prigozhin desvía la atención del chasco de la contraofensiva
En este sentido, la muerte de Prigozhin ha tapado una noticia que debería preocupar mucho a los aliados europeos de Ucrania. La bomba la ha soltado el presidente del Comité Militar de la Unión Europea (CMUE), Robert Brieger, quien ha cuestionado que Ucrania pueda recuperar militarmente los territorios ocupados por Rusia.
“Sigue siendo cuestionable que se pueda restaurar la plena soberanía de Ucrania con los recursos disponibles”, ha señalado Brieger citado por el diario alemán Die Welt. El CMUE es el máximo órgano militar de la UE.Esta noticia refuerza similares observaciones de la inteligencia estadounidense o las polémicas declaraciones de Stian Jenssen, jefe de Gabinete del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Aquél apuntó que quizá Ucrania podría irse planteando ceder territorio a cambio de asegurar su entrada en la Alianza.
De poco sirven acciones teatrales, como el desembarco en Crimea en la madrugada de este jueves de una decena de soldados ucranianos y su inmediata retirada tras izar una bandera, si un 18 por ciento de Ucrania sigue en manos rusas y la defensa del territorio ocupado por los rusos parece infranqueable.
La purga ya comenzó
En un paso que podría tener relación con la muerte de Prigozhin, aunque se conoció antes de la caída del avión, el Kremlin destituyó de su puesto de comandante de las Fuerzas Aeroespaciales rusas al general Serguéi Surovikin.Este general es conocido como “el carnicero de Siria” por sus tácticas en esa guerra civil donde los rusos apoyaron al régimen de Bashar al Asad contra los yihadistas y los rebeldes respaldados por Estados Unidos. Los Wagner lucharon en Siria y aún mantienen allí unidades operativas.
Surovikin tuvo a su cargo durante varios meses la dirección del ejército ruso en Ucrania, tras las derrotas rusas en el nordeste del país en octubre, y se encargó de blindar la línea del frente ante los territorios ocupados. También ordenó el repliegue de Jersón y lanzó una campaña de destrucción de las infraestructuras claves ucranianas, como ya había hecho en sus tiempos sirios.
El general ruso fue puesto después al frente de las Fuerzas Aeroespaciales, pero su cercanía a Prigozhin y su popularidad le acarrearon suspicacias. Cuando ocurrió el motín, la CIA y el MI6 británico indicaron que Surovikin conocía los planes de Prigozhin, con quien ejercía oficialmente de enlace por parte del Ministerio de Defensa, y que incluso estaba dispuesto a respaldarlo.
Cuando fracasó la asonada, Surovikin desapareció de la vida pública, se indicó incluso que había sido detenido, y solo ahora se ha informado eufemísticamente sobre su “cese”.
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