Al decidir, el 30 de julio, reconocer la soberanía de Marruecos en el Sahara Occidental mediante un simple correo enviado al rey Mohammed VI, Emmanuel Macron no sólo se desentendió del derecho internacional, sino que también perjudicó el frágil equilibrio de las relaciones franco-argelinas.
En una carta al soberano jerifiano que celebraba entonces el vigésimo quinto aniversario de su ascenso al trono, el Presidente francés señaló que el plan de autonomía del Sahara defendido desde 2007 por Rabat es “la única base para alcanzar una solución política, justa, durable, negociada conforme a las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”. Como es su costumbre, el inquilino del Elíseo no les teme a las contradicciones porque las Naciones Unidas consideran, por el contrario, que ese territorio es “no autónomo” y que su descolonización debe ser lograda mediante un referéndum de autodeterminación de la población local.
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