El espectáculo tiene que seguir, es el título de la canción acompañada de un video clip lanzado en 1991 por la mítica banda inglesa Queen. La canción hizo parte del álbum Innuendo, última grabación de estudio de Freddy Mercury antes de su muerte como consecuencia del VIH. El título sirve como descripción sucinta de lo que la comunidad internacional ha podido percibir del gobierno de Donald Trump quien se posesionó el pasado 21 de enero.
Desde el día uno, el nuevo gobierno se dio a la tarea de inundar los medios de comunicación y las omnipresentes pantallas con noticias que dan cuenta de polémicas decisiones acompañadas de palabras rimbombantes emitidas por Trump. Algunas de las que más han llamado la atención han sido la ominosa declaración sobre un hipotético desarrollo urbanístico en la franja de Gaza que implicaría la reubicación de la población gazatí, el cierre de la United States Agency for International Development USAID. Un poco antes se trató de los incrementos abruptos de aranceles a productos provenientes de México y Canadá, el abandono de importantes instancias de cooperación internacional como la Organización Mundial de la Salud OMS, los acuerdos de París y el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Y más recientemente, el incremento del 25% de aranceles al acero y el aluminio. Como si esto fuera poco, el líder del gobierno colombiano en ejercicio, Gustavo Petro, optó por servir de contrincante a Trump al plantar una posición fuerte en relación al modo como los colombianos en situación migratoria irregular aprehendidos por el Servicio de Migración y Control de Aduanas ICE iban a ser transportados en un avió militar hasta su país de origen. La situación fue hábilmente capitalizada por un Donald Trump deseoso de confrontaciones verbales a través de las redes sociales como estrategia para mostrarse duro.
Sin embargo, transcurridos unos días, empieza a delinearse una interpretación frente a lo que han constituido estas semanas iniciales de actividad frenética. El columnista Ezra Klein del New York Times ha llamado la atención sobre una entrevista concedida en el año 2019 a la cadena de televisión PBS donde Steve Bannon, figura cercana a Trump, señalaba cómo la oposición real son los medios de comunicación y la manera de lidiar con ella es inundarla (flood) con noticias ruidosas. En la nueva fase de Trump 2.0 esto se ha acometido mediante órdenes ejecutivas firmadas con transmisión en vivo mostrando a un presidente cuya voluntad no conoce límites. Que se cumplan o no, es otro asunto pues, como ha señalado Klein, la intención es generar un golpe de opinión que dé la impresión de un Trump todo poderoso. Llama la atención cómo uno de los columnistas estrella del rotativo mencionado se alinea aquí con las críticas que desde semanas atrás han formulado figuras menos visibles de la intelectualidad norteamericana. En efecto, los economistas Richard Wolff y Michael Hudson han insistido en lo absurdo de las alzas arancelarias, así como de otras medidas proteccionistas de las que alardea la nueva administración. Según ellos, terminarán por encarecer el costo de la mano de obra lo cual impactará en la reducción de puestos de trabajo, al tiempo que incrementarán la inflación. Incluso, voces como las de Alaistar Crooke han sugerido que Trump se perfila como la figura que dará por terminado definitivamente el rol preponderante de Estados Unidos en la escena internacional. Agobiado por una deuda que se torna impagable pues se aproxima a los 36.5 billones o trillions en inglés, muy por encima del PIB de 2024 de 27 billones, Trump grita y patea la mesa para que los votantes locales no perciban cómo lo que está ocurriendo es una retirada. El espectáculo, pues, seguirá.
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