“Un horizonte anticapitalista para pensar las ciudades”

Entrevistamos en esta oportunidad a Natalia Lerena Rongvaux, Doctora en Geografía. Es Investigadora Asistente del CONICET y Docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En sus trabajos analiza los cruces entre políticas de renovación urbana, valorización del mercado inmobiliario y derecho a la ciudad. En los últimos años, se ha focalizado en la emergencia de las plataformas digitales y los efectos en el mercado de alquileres y el acceso a la vivienda en América Latina. Lerena Rongvaux nos habla de los procesos de mercantilización que atraviesan a las ciudades y que padecen los habitantes de menores ingresos, cómo se dan estos en América Latina y cómo pensar la planificación urbana para que sea funcional a las necesidades sociales y no a los beneficios de los mercados inmobiliarios.

Hablás en algunos artículos de tu autoría del concepto “inquilinización”, que remite al aumento de hogares inquilinos. ¿Podrías explicarnos cómo se fue dando ese proceso, y si podemos afirmar que este fenómeno se extiende al resto de nuestra región, América Latina?

Sobre esta cuestión es necesario decir varias cosas. En primer lugar, cuando hablamos de inquilinización nos referimos a un proceso que se da en simultáneo a otros que también es importante considerar: no se trata solamente del aumento de hogares inquilinos, sino que, aumenta la proporción de hogares inquilinos sobre la cantidad de hogares propietarios.

Lo que estamos diciendo es que cada vez que crecen los inquilinos, disminuyen los propietarios. ¿Por qué digo esto? Porque de lo que estamos hablando indirectamente, aunque no tenemos cifras todavía y es una línea que estamos empezando a explorar con muchas dificultades de acceso a los datos aquí en Argentina, es de la tendencia a la concentración de la propiedad. Porque, no es que tenemos menos viviendas, al revés, tenemos más cantidad de viviendas que nunca en nuestras áreas metropolitanas. Entonces, este aumento de la cantidad de inquilinos viene en paralelo con la disminución de la cantidad de propietarios, pero además, estos propietarios concentran cada vez más viviendas, entonces el proceso de inquilinización no puede entenderse sin considerar en paralelo el proceso de concentración de la propiedad.

Otro proceso que acompaña la inquilinización y la concentración de la propiedad, especialmente en América Latina o los países de la periferia capitalista en general, es la expansión de las ciudades a partir de la ocupación (también llamada recuperación) y autoconstrucción de barrios populares, sobre todo en las periferias.

Entonces, dentro de este proceso de inquilinización, de concentración de la propiedad y de disminución de la cantidad de propietarios, también tenemos un aumento clarísimo, sobre todo en Argentina, aunque también es una tendencia latinoamericana, pero sobre todo en Argentina, de la cantidad de personas cuya tenencia de vivienda es justamente esta tercera categoría: no son ni propietarios ni inquilinos, sino ocupantes de hecho.

Efectivamente, es un fenómeno que se extiende al resto de nuestra región. Diversos relevamientos confirman que el proceso de inquilinización se intensificó hace más o menos dos décadas en América Latina y se quiebra la forma de acceso a la vivienda en propiedad, sea formal o informal. El acceso a la vivienda en propiedad era muy claro y relativamente estable en Argentina y América Latina, por lo menos hasta mediados de los 70, cuando comienza un proceso de desregulación del mercado de la vivienda.

Pero es, sobre todo, a partir del año 2000 que en muchísimos países de América Latina la inquilinización se hace evidente. Actualmente, es una tendencia estructural que no para de crecer. Es más marcada sobre todo en países como Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Nicaragua, pero también se visualiza en México, en Paraguay, en Uruguay y en República Dominicana. Es decir que este proceso de inquilinización es generalizado en América Latina.

Esto me parece que sí es interesante entenderlo, porque en América Latina ser inquilino reviste una vulnerabilidad mayor. Porque, en muchos casos, el acceso en propiedad de la vivienda representa el único patrimonio o el principal patrimonio de un hogar, entonces el hecho de que la inquilinización aumente, está también dando cuenta de un proceso de empobrecimiento del patrimonio familiar de amplias capas de la población.

Otro punto que me parece importante destacar como una especificidad de América Latina del proceso de inquilinización, es que la situación de alquiler es muy heterogénea y tiene que ver con la capacidad y las barreras de acceso al alquiler. Nos parece importante poder entender que el alquiler abarca un amplio espectro de relaciones, tales como alquilar una habitación en una vivienda compartida; o alquilar una vivienda completa; o una pieza con baño y cocina compartidos, como sucede en los inquilinatos y en los hoteles pensión, (y también en barrios populares, sobre todo en las villas y en algunos asentamientos del área metropolitana); o un alquiler con o sin contrato. Entonces, estamos hablando de situaciones de alquiler muy heterogéneas, que básicamente están definidas por la capacidad de pago de los hogares, pero también por una serie cada vez más grande de restricciones de acceso que son extra económicas: cada vez son más los requisitos y ya no tiene solo que ver con cuánto dinero hay que pagar, sino por las condiciones de ingreso, garantías y otros elementos que estuvimos viendo en una encuesta inquilina que realizamos en el Área Metropolitana de Buenos Aires en el último año, donde también hay dimensiones de género importantes. Por ejemplo, hay muchísimas personas que no pueden ingresar a los alquileres si tienen hijes. Es decir, hay un montón de motivos por los cuales se generan barreras de acceso que son tanto económicas como extraeconómicas.

Esto se lo puede ligar al concepto del sociólogo francés Christian Topalov, que citas en algunos de tus trabajos, sobre la “renta del suelo”, en el sentido de que cobra preeminencia el valor de cambio de la tierra por sobre el valor de uso?

Sí, hay una profundización del valor de cambio por sobre el valor de uso, porque justamente hay una restricción del acceso a la vivienda pensada para usarla como vivienda, no para a usarla como reserva de valor o activo financiero. En definitiva, la clave para entender esta tendencia es conocer quiénes son los que construyen, quiénes son los que efectivamente se apropian de esas nuevas viviendas y para qué, con qué fin.

También, me parece que para pensar el avance del valor de cambio por sobre el valor de uso, es interesante pensar en otros procesos especulativos, como pueden ser las viviendas ociosas o vacías. Es decir, en la medida en que aumenta la cantidad de personas propietarias que deciden no poner en alquiler sus viviendas porque están esperando que una ley que consideran que no los favorece se derogue y se flexibilice, queda claro que ahí la vivienda está utilizada como valor de cambio más que como valor de uso.

En definitiva, el hecho de que se rinda culto a la propiedad privada y que cada individuo pueda hacer con su propiedad lo que le parezca, porque así las leyes lo garantizan, es lo que está detrás del problema esencial del acceso a la vivienda en las ciudades. A veces es difícil ver que la vivienda es una mercancía muy particular, porque ocupa espacio en una ciudad que es acotada y desigual, y porque, además de cristalizar valor, es un bien que resuelve el abrigo de los hogares. Entonces, yo creo que no debería pensarse como cualquier otra propiedad privada.

En este punto, a mí me gusta mucho tratar de poner en crisis esta idea de que las personas propietarias tienen el derecho a definir qué hacer con esa vivienda porque, hay algo curioso, como dice Topalov, o Jaramillo (Jorge Pérez , urbanista colombiano N. de E.) para América Latina, que es que el precio de la propiedad que uno compra y que, sin hacer nada, se valoriza con el tiempo, no es un precio que se genere a través del esfuerzo individual, sino que es un esfuerzo colectivo, que se define por su contexto urbano, no por la unidad. Es decir, las rentas más altas, que se ubican en los barrios más caros, se explican porque son los barrios que tienen mejores servicios, mejor accesibilidad, etc., y no al revés.

Es decir, que el valor del departamento o la renta que se puede obtener de ese departamento cada propietario se lo debe al esfuerzo colectivo que implica situarse en la ciudad. Una ciudad que, como dice Topalov, es un bien colectivo, dinámico, coordinado por el esfuerzo estatal, que en definitiva es el esfuerzo de la ciudadanía.

Otro mito que para mí es importante desterrar respecto del alquiler de una propiedad es que el aumento y la suba de precios es para “recuperar la inversión que hicieron”. La verdad es que es imposible que un propietario recupere la inversión a través de la renta o alquiler. La inversión se recupera vendiendo la propiedad, y además se trata de una propiedad que no se desvaloriza con el tiempo, sino todo lo contrario.

Hace unas décadas surgió el fenómeno de los alquileres temporarios con Airbnb como una de las principales plataformas, que apareció por primera vez en 2008 en Estados Unidos, pero que en la última década se internacionalizó. Aquí aparece también el concepto de turistificación. ¿Qué consecuencias trajo este fenómeno, en el contexto de lo que mencionamos anteriormente: la inquilinización?

El problema del surgimiento de los alquileres temporarios en el contexto de la inquilinización es que los alquileres temporarios a través de plataformas digitales como Airbnb, Booking, etc., tienen una flexibilidad que hace muy atractivo poner las unidades en alquiler temporario, frente a una modalidad de arrendar la vivienda a largo plazo. Esto se profundiza muchísimo en el contexto inflacionario y por la posibilidad de acceso a los dólares en la actual situación argentina, pero es un proceso generalizado que se dio en todo el mundo, en grandes ciudades y también en ciudades intermedias o pequeñas que son fuertemente turísticas.

Entonces, lo que está sucediendo en muchísimas ciudades en donde la regulación no llegó, llegó muy tarde o no se aplicó es que cada vez más personas deciden poner en alquiler temporario viviendas que antes alquilaban a largo plazo, lo cual restringe la oferta de viviendas tradicionales. Este es el corazón del problema de los alquileres temporarios desregulados cuando pensamos en la cuestión de la vivienda.

A veces se confunde “turistificación” con “ciudad turística”, pero no son lo mismo. El primero refiere a una expansión del turismo en zonas no turísticas, generando graves problemas de saturación del mercado de vivienda, pero también de transformación de la dinámica cotidiana de la ciudad. El concepto de turistificación a mí no me gusta mucho usarlo en América Latina porque, si bien hay algunas ciudades como por ejemplo Cancún, donde realmente el turismo desborda y toma por completo toda la ciudad, o incide muchísimo en la riqueza que produce la ciudad, lo cierto es que es un fenómeno mucho menos intenso que lo que se ve, por ejemplo, en las ciudades europeas. Además, hay ciudades tradicionalmente turísticas, como Bariloche, que tienen este problema de los alquileres temporarios aunque no se puede decir que haya turistificación.

Entonces, yo prefiero no hablar de turistificación como proceso acá, pero sí es innegable que el avance de los alquileres temporarios se viene dando sobre todo en las grandes ciudades y en algunas ciudades turísticas intermedias en el caso de Argentina. Lo que venimos viendo es que en el caso, por ejemplo, de la Ciudad de Buenos Aires estos alquileres se concentran sobre todo en áreas ya consolidadas de la ciudad, en el sentido de que ya eran áreas caras, barrios que ya eran demandados tanto por el turismo como por el mercado inmobiliario y los desarrolladores inmobiliarios en general, que es en el centro de la ciudad y todo el corredor norte.

Es interesante pensar que, si bien algunas viviendas se construyen específicamente para el alquiler temporario, la gran mayoría de las 22.000 unidades que están en AirBnb, para hablar solo de esa plataforma, son viviendas que antes se alquilaban a largo plazo. Entonces, la pregunta es dónde fueron a vivir esas personas. En esas zonas de la ciudad no se ubican sectores populares y en ese sentido no hablamos de procesos de gentrificación por el avance de los alquileres temporarios en Buenos Aires todavía, pero sí nos parece interesante pensar en un proceso a mediano plazo en donde puede estar sucediendo que personas que antes vivían en esos barrios, ahora tengan que desplazarse a otros barrios más baratos, presionando hacia la expulsión y el corrimiento de sectores medios y medios altos hacia sectores medios y de los sectores medios hacia sectores medio bajos, etc..

Sobre este tema, hay otras ciudades de Argentina que urge estudiar. De hecho estamos esperando los resultados de un financiamiento que hemos pedido para poder avanzar con esta investigación sobre ciudades con un peso del turismo mucho más importante y donde realmente los alquileres temporales están generando directamente una nula oferta de alquileres a largo plazo en cualquier lugar de la ciudad. Estoy refiriéndome por ejemplo a Bariloche, Ushuaia o Tandil, todos lugares en donde realmente el fenómeno de los alquileres temporarios está generando muchísimos problemas para las personas que tienen que alquilar en esas ciudades.

Por último, algo que es muy incipiente que estamos viendo con un colega con el que estamos trabajando, no solamente en Buenos Aires sino también en Santiago de Chile, es un fenómeno bastante interesante de alquiler temporario no solo de vivienda completa (que es el más crítico en el sentido de que la quitan del stock de mercado de viviendas para el alquiler de largo plazo), sino del alquiler de una habitación en la propia vivienda, especialmente en los barrios de rentas más bajas, más alejados y periféricos al turismo. Nos parece que es interesante pensar como hipótesis que la estrategia del arrendamiento de una habitación de la propia vivienda, también está hablando de cierta precarización de la vida de las clases medias y medias bajas, que deben completar ingresos a través del subalquiler, algo relativamente nuevo en nuestra ciudad. Más conceptualmente, también se puede pensar como el avance de la mercantilización del espacio doméstico, y que implica ceder a un desconocido parte de ese espacio íntimo, y una mercantilización del tiempo libre, debido a todo el trabajo que implica la gestión de un alquiler temporal.

Muchos estudios de otras ciudades muestran que quienes subarriendan son sectores jóvenes de clase media que lo hacen para tener nuevas experiencias culturales, para tener más ahorros o para mantener cierto estándar de vida, pero la hipótesis que tenemos en el caso de nuestras ciudades es que en los barrios periféricos el alquiler de las viviendas habitadas por los propietarios es, sobre todo, una respuesta a la precarización de la vida. Es una línea que nos interesa también seguir explorando.

En diversos trabajos sobre esta temática se habla de las ciudades duales. ¿Podrías explicar esta idea?

La idea de ciudad dual busca dar cuenta de un proceso que se viene dando por lo menos desde los ‘70, pero que se va profundizando más en cada crisis. Es un desarrollo de tendencias contradictorias en las ciudades, que son una expresión territorial de la profundización de las contradicciones de clase. Al mismo tiempo que hay más pobres, y que los pobres son más pobres y, que hay ricos (cada vez menos, pero más ricos), esa polarización de clase se expresa también en las ciudades, en donde tenemos por un lado barrios que concentran cada vez más riqueza, como los countries u otros barrios de elite, y por otro lado (a veces literalmente al lado) barrios en los que exclusivamente habitan los sectores populares, y que en muchos casos son zonas de la ciudad con condiciones de habitabilidad muy precarias. Hay capas cada vez más grandes de población que se ubican en donde pueden, lugares en donde por ejemplo ambientalmente no sería adecuado y con servicios e infraestructura muy precarios. Entonces, se trata de ciudades que crecen de forma cada vez más segregada.

En un trabajo que ya tiene una década, junto con la coautora, Susana Kralich, sobre “El derecho al suelo y la ciudad”, mencionan que “las medidas implementadas -por los Estados- para garantizar el derecho al suelo y la ciudad en América Latina fracasaron, o afrontan importantes obstáculos para cumplir sus metas”. ¿Cómo podemos entender esta afirmación y cómo juegan en esto los poderosos mercados inmobiliarios, que por ejemplo en Argentina ejercieron un importante lobby durante la discusión de la ley de alquileres?

Es un trabajo que hicimos hace ya muchos años a partir de la lectura de muchas experiencias latinoamericanas de gestión, de políticas de suelo, que analizaba problemas e iniciativas para resolver el problema del derecho a la ciudad en América Latina.

Evidentemente, el lobby del sector privado es muy fuerte y en ese sentido una empieza a dudar hasta qué punto en una ciudad estructuralmente capitalista, una serie de leyes puede cambiar la tendencia general de producción de la ciudad. En ese sentido, es que nosotras vimos que en todos los casos que analizábamos en aquel libro, pero también en otras experiencias, algunas pueden ser exitosas pero, en general, si son exitosas es en un sentido muy puntual, o sea, experiencias muy acotadas o en el tiempo o en el territorio y no soluciones masivas que ataquen el problema de raíz. Hay como un posibilismo, se gobierna dentro de lo posible en los marcos del capitalismo.

Más allá, aparecen un montón de propuestas que tienen más que ver con poner en cuestión la propiedad privada, poder pensar, por ejemplo, en un Estado que se haga de un parque de viviendas público que pueda dar en sesión de uso o proyectos de alquiler social, etc.. Un montón de formas en donde podríamos tratar de contrarrestar esta tendencia capitalista privatizadora excluyente de las ciudades.

Pero bueno, creo que hay que hacer un esfuerzo por reconocer que el problema de fondo tiene que ver con la concepción de la propiedad privada y con que hay una estructura legal y también ideológica que dificulta muchísimo poner en cuestión estas cosas. Dificulta muchísimo tocar intereses privados e intereses individuales. Una sociedad que prioriza la propiedad individual y que vos puedas hacer con tu vivienda lo que quieras, frente a la necesidad de las mayorías. Esto tiene que ver también con el sistema en el que vivimos.

Entonces, en ese marco, pensábamos esto de que cualquier medida progresista dentro de la ciudad capitalista se enfrenta a importantes obstáculos para poder cumplir sus metas. Hay un montón de iniciativas muy piolas, que incluso potencialmente podrían mejorar la distribución de las viviendas para vivir en la ciudad y, sin embargo, no es fácil que se hagan cumplir, porque enseguida se boicotean.

Ustedes hablaban del lobby sobre la ley de alquileres. Ese es uno de los ejemplos donde el Estado debería inclinarse hacia las necesidades de las mayorías, pero no es lo que sucede.

Si bien diez años después de haber escrito ese texto puedo entender que hay medidas intermedias, lo que estaría bien es que supiéramos que el faro que nos tiene que orientar es el de un horizonte anticapitalista para pensar las ciudades. Entonces, todo lo que podamos avanzar en descapitalizar, en desmercantilizar la ciudad, siempre nos va a acercar un poco más a ese horizonte, que claramente no va a suceder en la medida en que no cambien las condiciones estructurales de la sociedad. Ninguna política de vivienda, ninguna política de derecho a la ciudad, va dar soluciones si en todo lo demás estamos en una sociedad totalmente injusta, excluyente, segregadora. A veces uno puede tener una mirada muy sectorial para entender problemas y el derecho a la ciudad es un conjunto de derechos. No es solamente vivir en una vivienda, sino un montón de cosas que tienen que ver con la vida urbana, y ahí hay un montón de derechos que tienen que estar jugando y que, claramente, en la ciudad capitalista no aparecen y no hay respuesta.

En muchas ciudades se dan organizaciones de inquilinos, como mencionamos en el caso de Argentina o directamente luchas contra las consecuencias de la apropiación espacial del suelo, por parte de los mercados inmobiliarios, ligados al capital financiero. Pensando en autores como Lefebvre o el propio David Harvey, que hablaban de ese derecho a la ciudad, a la luz de lo que venimos conversando, ¿cómo vislumbrar la concreción efectiva de ese derecho, cuando queda claro que los estados capitalistas, no sólo no lo garantizan, sino que son los garantes de la financiarización del suelo?

La idea del derecho a la ciudad en el sentido que lo plantea David Harvey no es simplemente un conjunto de derechos urbanos, sino la capacidad misma de producir ciudad según nuestros deseos y nuestros anhelos; así dice él, poniendo el foco en quienes producen activamente la ciudad.

La ciudad es una creación colectiva y es producto del esfuerzo de un montón de personas que la hacen en un sentido tan material como un albañil, hasta un recolector de residuos o todas las personas que a través de nuestros trabajos urbanos, como la docencia, la salud o todos los servicios, la construimos día a día. La ciudad es un activo social.

En ese sentido, la ciudad es de quienes la trabajan y por eso para Harvey el derecho a la ciudad implica devolver la capacidad de decisión sobre qué ciudad queremos y no solamente un conjunto de derechos jurídicos que merecemos por el hecho de ser humanos.

Así que esa mirada más radical de pensar la ciudad, de una manera desenajenada del trabajo urbano me parece que es súper interesante, y eso tiene que ver con un esfuerzo colectivo. La única forma de poder hacer contrapeso a la avanzada neoliberal, pero también a otras formas capitalistas, aunque no sean neoliberales, de producción de la ciudad, es con organización. Hay muchísimas experiencias de organización popular que han logrado realmente disputar y apropiarse de la producción de la ciudad. Esos ejemplos de reapropiación son tendencias contrarrestantes, fuerzas que van en contra de la lógica del capital y son obstáculos con los que se va topando la avanzada del capitalismo.

Está bueno tenerlo en cuenta y no pensar la avanzada capitalista como una oleada frente a la cual no se puede hacer nada, sino entender que realmente las luchas populares pueden disputar aunque sea en alguna medida esta lógica. Un ejemplo es el proceso de Guernica, todo lo que significó la toma y después el desalojo, el proyecto de urbanización popular que se discutió desde abajo, donde quedó una organización de un sector de vecinos y vecinas que continúan luchando para que el Estado les garantice una vivienda.

Son ejemplos de lucha por la ciudad que, a mí me parece que valen la pena en el sentido de que, además de dar respuesta puntual a demandas, contribuyen con el horizonte desmercantilizador y también contribuyen a generar organización y espacios sociales que van más allá de la salida individual, de la unidad familiar como respuesta al problema de la vivienda y el acceso a la ciudad.

A diferencia de otros derechos urbanos, como pueden ser salud o la educación, que son derechos que están más socializados o que se entienden más en un contexto colectivo de equipamientos, la vivienda muchas veces se entiende como un equipamiento individual, que cada familia se tiene que procurar en forma privada. Y esa diferencia entre la vivienda como equipamiento urbano y la escuela o el hospital, genera esta idea de que cada uno tiene que arreglar solo y en su individualidad el problema de donde vivir. Entonces, creo que parte de pensar el derecho a la ciudad como un derecho integral tiene que ver con esto, en cómo dejar de pensar el problema de la vivienda desde el privado individual y ponerla en el centro, en el conjunto de otros valores y demandas urbanas.

Información adicional

Autor/a: Juan Andrés Gallardo / Mirta Pacheco
País:
Región: América Latina
Fuente: La Izquierda Diario

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