El escenario en el que se desarrolla la escalada bélica entre Israel y Palestina es el de una represión diaria y de muy alto nivel. Los ataques de las milicias de Hamás se interpretan como una recuperación de la identidad palestina.
El pasado 7 de octubre Hamás atacó por sorpresa infraestructuras militares y civiles israelíes, introduciéndose por primera vez en asentamientos colonos y haciéndose con el control de la frontera en la Franja de Gaza. Israel ha respondido declarando el estado de guerra y desplegando toda su maquinaria bélica contra la población gazatí. Fuentes oficiales del ministerio de salud de Gaza registraban casi 500 muertos y más de 2.700 heridos por la agresión Israelí a la franja que comenzó este sábado. Las muertes del lado israelí ascienden a 700, al menos 260 de ellas en la rave [fiesta de música electrónica] que se celebraba cerca de la franja, siendo 2.400 las personas heridas. Hamás ha reivindicado el lanzamiento de más de 5.000 cohetes sobre objetivos israelíes, a su vez la fuerza aérea israelí ha atacado 426 objetivos de Hamás, destruido un edificio de catorce plantas provocando un elevado número de víctimas civiles y bombardeado la casa del líder de Hamás en Gaza.
El escenario en el que irrumpe esta ofensiva, nombrada como operación Al-Aqsa en referencia a los continuos ataques perpetrados esta semana por parte de civiles y militares israelíes a la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, es el de una represión diaria y de muy alto nivel. El sistema colonial y de apartheid en el que vive el pueblo palestino posee diferentes ámbitos de actuación. Algunas de sus acciones sistematizadas pasan por la confiscación continua de tierras, edificios públicos y viviendas, la imposibilitación del acceso a recursos básicos como el agua y la electricidad, los asesinatos y encarcelamiento constante de menores (actualmente hay unos 170 menores en prisiones israelíes según la organización Defense for Children Palestine), la ilegalización de organizaciones civiles, así como el bloqueo total de la Franja de Gaza que dura ya dieciséis años. Solo en 2023 Israel ha planificado 12.855 nuevas residencias, ilegales, según el derecho internacional, en territorio palestino. Es el año en el que más asentamientos han sido aprobados desde 2012.
Esta situación se ha visto recrudecida en los últimos meses, tras intensos ataques y represión en Cisjordania. Especialmente en Jenin y Nablus se han vivido desde julio jornadas de extrema violencia que dejaron un elevado número de palestinos asesinados y encarcelados.
En este contexto, para la población palestina, la defensa activa desatada ayer en Gaza es, según Naji Owda, activista palestino de Dheisheh Camp, una manera de traer de vuelta su identidad: “Hemos empezado a sentir libertad, que tenemos dignidad y a sentir el final de lo que está ocurriendo. Esperamos continuar y que muchos palestinos que tuvieron que salir en el año 1948 desde el Líbano o Siria den el apoyo a la situación actual”. En palabras de este activista, “lo que ayer pasó sirve para destruir la imagen que los israelíes tienen sobre sí mismos, su creencia de que son la potencia más fuerte de Oriente Medio”. Para este palestino, las tornas han cambiado: “Nos hicieron creer que nosotros somos los débiles y que ellos eran grandes y fuertes. Ahora podemos ver que realmente no lo son”. Justo esta era la sensación que se percibía en la mañana de ayer sábado en Dheisheh Camp, un ambiente mezcla de celebración, esperanza, confianza en el cambio y tensión.
A treinta años de los históricos Acuerdos de Oslo, el fracaso del tratado es evidente. El documento establecía la retirada de las fuerzas israelíes de Gaza y reconocía la existencia de la Organización para la Liberación de Palestina como representante legítimo de la comunidad palestina. En la actualidad, esta solución fallida se traduce en la legitimación internacional de la ocupación y apartheid israelí y la imposibilidad total de soberanía y autodeterminación para el pueblo palestino. “Antes de los acuerdos de Oslo teníamos más libertad, con control por parte de Israel, pero con más libertad. Estábamos luchando, siendo encarcelados y puestos en libertad continuamente. Pero teníamos más espacio para el movimiento. Los acuerdos de Oslo han sido una catástrofe política para los palestinos”, resume Naji.
Legitimado por este proceso, en los últimos años el sistema israelí viene desarrollando, según diversas fuentes de la militancia palestina, un proceso de normalización de su proyecto colonizador: “Su discurso es el de que en este territorio hay un conflicto entre dos partes que no se entienden y que debemos empezar de cero”, afirma Ziad Kharaj, director del centro juvenil y comunitario Layla, en Dheisheh Camp. “Una de las estrategias es la instrumentalización de la educación que reciben muchos jóvenes palestinos, con la que hacen un borrado histórico desde el inicio de la Nakba en 1948 hasta hoy”, dice. Los objetivos son varios, entre ellos romper la comunidad, aislarlos como individuos y borrar su identidad cultural e histórica. Lo mismo ocurre con el trabajo de algunas oenegés locales e internacionales, que se posicionan a favor de esta perspectiva, buscando naturalizar y legitimar la colonización, el sistema de apartheid y la existencia del Estado de Israel.
Ante este panorama, los palestinos tienen pocas opciones de actuar: “Ante este proceso de normalización y teniendo a Israel como una fuerza de ocupación, creemos con seguridad que volverán a ocupar a nuestros territorios. Para enfrentarnos directamente al Estado de Israel tenemos que hacerlo de manera directa, las autoridades palestinas se han convertido en una especie de negociador entre los palestinos e Israel y no los necesitamos para nada. Seriamos más libre para expresarnos como palestinos sin esta situación consecuencia de los acuerdos y negociaciones de Oslo”.
A esta situación interna contribuye altamente la postura internacional, que criminaliza al pueblo palestino mientras apoya y financia los crímenes sionistas. En las últimas horas, tanto la Unión Europea como Estados Unidos han pasado de las declaraciones en repulsa a los ataques palestinos al envío de reservistas, armas y financiación (ocho mil millones por parte de la Casa Blanca), abanderando su derecho a la defensa como único argumento. Mientras se ignora la flagrante y diaria violación del derecho internacional por parte de Israel, no se duda en calificar de ataque terrorista la defensa palestina de su territorio y sus derechos y libertades.
Ayer domingo, a un día del comienzo de la operación Al-Aqsa, la situación se ha extendido desde Gaza a Cisjordania, y el sur de Líbano con la intervención de Hezbolá. Ante este escenario sin precedentes se hace difícil evaluar el rumbo que tomará la guerra declarada por Israel en las próximas horas. Pero con seguridad, como nos afirman los vecinos de Dheisheh Camp, la respuesta sionista será implacable.
9 oct 2023
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