La fragmentación del Movimiento al Socialismo abre un horizonte de incertidumbre ante las elecciones de agosto, a las que no concurrirán ni Morales ni el presidente Arce, y en las que la derecha podría sacar provecho tras dos décadas en la oposición.
25/05/2025
El Movimiento al Socialismo (MAS) era, hasta no hace mucho, un proyecto único en América Latina por su transversalidad y su capacidad de aglutinar a todas las familias de la izquierda boliviana y al movimiento indígena bajo una misma sigla. Hegemónico durante las dos últimas décadas y aún en el poder, hoy es una nave a la deriva. Las sucesivas crisis internas han desfigurado al partido de masas con el que Evo Morales, un sindicalista aimara, lograra, allá por 2006, franquear las puertas del Palacio Quemado con la banda presidencial tras años de neoliberalismo y gobiernos militares.
Bolivia irá a las urnas el 17 de agosto con una gran fractura en la izquierda. Hace unos días se cerró el plazo de inscripción de candidaturas presidenciales a unos comicios a los que no concurrirá Morales (en el poder entre 2006 y 2019), inhabilitado por una sentencia del Tribunal Constitucional que pone límites a la reelección indefinida, y excluido por el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Evo perdió hace unos meses ante los tribunales la disputa que mantenía con el presidente Luis Arce por retener las siglas del MAS. Despojado de esa icónica marca, trató de impulsar un nuevo partido, EVO Pueblo, no reconocido por las autoridades electorales y, a última hora, hizo un nuevo intento con otra formación menor que tampoco fue admitida por haber perdido su personalidad jurídica.
https://1ddb8ed9bfe5af2d34c00b3b5b2112c3.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-45/html/container.html Arce, por su parte, que había estado deshojando la margarita durante meses sobre la posibilidad de presentarse a la reelección, se bajó finalmente de la carrera electoral y propuso a su ministro de Gobierno (Interior), Eduardo del Castillo, como candidato del MAS. Del Castillo pertenece al ala más conservadora del partido, como el propio Arce, cuyo travestismo ideológico es una de las causas de la descomposición actual del MAS. La popularidad del mandatario roza el suelo demoscópico en un contexto de grave crisis económica, con escasez de combustible, alta inflación y falta de divisas para hacer frente a los pagos de la deuda externa. Pese a ello, no ha podido resistirse a postularse para un cargo institucional. Se presentará a senador por La Paz. Como candidato presidencial, las encuestas le auguraban poco más del 2% de los votos.
Los seguidores de Evo son todavía legión en Bolivia. Prueba de ello fue la multitudinaria marcha que recorrió las calles de El Alto y La Paz hace una semana, una demostración de fuerza de Morales en la que el carismático líder indígena no se dejó ver, pues sobre él pesa una orden de captura por un supuesto caso de estupro cuando era presidente. Desde su bastión tropical del Chapare y blindado del acoso policial por un ejército de campesinos, Morales no está dispuesto a tirar la toalla: “Cómo es posible que se elimine al primer presidente indígena, constitucionalmente (…) Es por miedo político (…) Nos están llevando a la rebelión”, ha alertado.
El MAS se convirtió en una fuerza electoral arrolladora en el trópico de Cochabamba y desde esa región cocalera, el exmandatario organiza su propia resistencia. Tiene Morales vocación de caudillo revolucionario. Lo aprendió de su mentor, Fidel Castro, quien vio en el indio, como lo llamaba cariñosamente, al mejor de todos los líderes surgidos en el seno de la izquierda latinoamericana a principios de este siglo. Aún conserva un nada despreciable apoyo popular, pero su figura se ha ido desgastando con el paso del tiempo. En todo caso, sin el sector evista, al MAS le será difícil carburar electoralmente.
Andrónico, la tercera vía a la espera
Al oficialismo se le ha abierto otra vía de agua. Si los tribunales no lo impiden, Andrónico Rodríguez, de 37 años, presidente del Senado y discípulo de Morales, disputará el dominio de la izquierda en agosto. Su participación electoral está todavía en el aire. El TSE está a la espera de que se resuelva un recurso por presuntas irregularidades administrativas del partido que ha prestado sus siglas a Rodríguez: el Movimiento Tercer Sistema (MTS). “Alertamos a todas nuestras organizaciones sociales que están jugando con fuego porque sus acciones ilegales evidencian una clara subordinación a presiones políticas”, advirtió el joven dirigente de origen quechua al conocer la paralización de su candidatura, una maniobra en la que su entorno ve la mano del Gobierno. Su figura fue ganando relevancia a medida que se recrudecía la batalla ideológica entre los dos pesos pesados del movimiento, Lucho y Evo, como se les conoce en Bolivia. De hecho, sonó como un posible candidato de consenso del MAS, pero él se ha desmarcado de sus padres políticos. Antes de que se cerrara el plazo de inscripción electoral, las encuestas situaban a Andrónico en primera línea de salida, con un 25%, por encima de todos sus rivales.
El declive político de Evo Morales comenzó a finales de 2019 cuando la oposición tildó de fraudulentas las elecciones de octubre de ese año, tras lo que se orquestó un golpe de Estado cívico-militar con la bendición de la Organización de Estados Americanos (OEA). Evo se vio entonces forzado al exilio para salvar el pellejo. Un año después se convocaron nuevas elecciones y el MAS resurgió pero ya sin el liderazgo de Morales, quien avaló a Arce, ministro de Economía durante sus gobiernos. El sector de Arce se hizo con las riendas del partido y el nuevo mandatario fue enterrando poco a poco el espíritu original de transformación social del movimiento. El choque estaba servido.
El proceso de jibarización política del MAS es un escenario soñado por una oposición que no toca poder a escala nacional desde hace veinte años. Pero la derecha boliviana es obcecada. Una vez más, acude dividida en varias listas y con actores políticos del pasado, como el expresidente Jorge Tuto Quiroga (2001-2002), el empresario Samuel Doria Medina o el alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa. Si la izquierda hubiera consensuado una sola candidatura, la derecha se habría quedado con muy pocas opciones de llegar al poder. No ha sido así y a día de hoy la incertidumbre de cara a los comicios de agosto es total, con un partido-movimiento de izquierdas reventado desde adentro, una calle agitada por la marginación de su líder más emblemático y una derecha que no está sabiendo leer el momento político del país.
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