Los hechos acontecidos en la madrugada del 24 de julio en Pereira, en el centro de reclusión animal Ukumarí, a saber, el homicidio de dos individuos no-humanos (Chita y Pancho), tuvieron como respuesta el descontento e indignación de la ciudadanía. En las lamentables imágenes que pululan en redes sociales y que avivaron el repudio público, podemos evidenciar una vez más el paradigma antropocéntrico que opera de manera normativa en la consideración de lo/el animal como propiamente irracional, instintivo, peligroso, y consecuente a ello amenazante para el Hombre.
Por tal motivo, la Zoociedad Antiespecista de Pereira (ZAP) decide generar un espacio para que se pueda congregar y manifestar la indignación individual en una acción colectiva. La convocatoria tuvo lugar el 25 de Julio, consolidando una manifestación frente a la Alcaldía de Pereira (4 PM), seguida de una velatón en la Plaza de Bolívar (6 PM).
Es menester resaltar que en dicha manifestación para repudiar el asesinato, concurrieron multiplicidad de colectivos con diversas perspectivas e inclinaciones, aunque todas alrededor de reclamar justicia por los trágicos acontecimientos. Aquí el asunto es ¿qué entendía cada manifestante por justicia, y bajo qué parámetros o argumentos se sostenía esta pretensión?
La mayoría de estas nociones de justicia convergen con la discriminación antropocentrista, pues en el contexto de su fusilamiento, muchos aludían que las víctimas no se comportaron de manera simiesca, esto es, irracional ni violenta (como lo haría quien busca una salida a su secuestro mientras teme por su vida), sino más bien familiar y cercana a la dimensión humana, despertando cierta simpatía ante los medios de comunicación y la mirada pública. “Parece esperando el bus”, “miren cómo se sentó”, “en ningún momento fueron violentos” y el cínico “yo lo crie, él era mi hijo” de uno de sus ex carcelarios, son algunos de los comentarios con más eco entre la opinión pública y los vídeos que documentan el homicidio.
Pancho y Chita fueron víctimas del sometimiento y la dominación, en este caso, pasaron de la jaula del circo y su domesticación a la reclusión, exhibición y explotación en un zoológico donde se aplaca su individualidad simiesca, adquiriendo un estatus de propiedad, de pertenencia, de cosa y así despojados de sus derechos terminan padeciendo toda clase de arbitrariedades humanas, al servicio y la complacencia del entretenimiento.
Es pues, que en el comportamiento racional y acorde con el orden humano, la animalidad (tanto en las demás especies como en nosotros mismos) debe permanecer subyugada bajo el dominio del lógos (razón), y bajo tal pretensión, cual si fuere motivo suficiente, se decide quién vive y quién muere, quién debe ser asesinado, ultrajado, fusilado.
Bajo esa lógica que sitúa al Hombre racional como centro de la existencia, en contraposición con lo animal, y también en contraposición con lo emocional, irracional y afectivo, se ha juzgado que todo aquello que tome distancia de ese ideal normativo bajo el que se determina el Hombre mismo será considerado Otro, un afuera, un excluido que no forme parte de, y si llegara a ser parte, lo será sólo como pasivo o bajo la tutela del Hombre. Así también, tenemos que las mujeres, los niños, las comunidades racializadas y originarias son consideras menos racionales y/o más emotivas, lo que las hace estar lejos de lo que idealmente sería un Hombre.
Este ideal normativo en la cultura occidental ha tomado diversos matices según su contexto, al punto en que hoy podemos hablar de un ideal que se desarrolla alrededor del Hombre blanco, racional, productivo, sano, etc, que sirve como paradigma para determinar quién será considerado un cuerpo que merezca vivir.
Teniendo en cuenta la época de campa(ma)ñas políticas, no es extraño que en un contexto y unas circunstancias como las aquí descritas, los oportunistas hayan querido instrumentalizar la manifestación y la lucha animal con su verborrea, demagogia y su populismo para satisfacer intereses personales y electorales. Estos irrumpen en la convocatoria queriendo apropiarse del espacio, direccionando el discurso hacia disputas de clanes políticos, bienestarismo, mascotismo y antropocentrismo, lejos de la pretendida liberación animal. Dicha experiencia la tomaremos desde la ZAP como una enseñanza, entendiendo que por más esfuerzos que efectúe este orden antropocentrico, la lucha animal y la resistencia de los oprimidos no podrá ser apresada o deslegitimada, ya que es imposible reducir la multiplicidad de fuerzas vitales que abogan, se esfuerzan y resisten por su vida e integridad.
Por esto, la Zoociedad Antiespecista de Pereira denuncia y repudia los hechos acontecidos que terminaron en la trágica muerte de Chita y Pancho, lo que nos lleva a exigir como colectivo el cierre inmediato del zoológico o “bioparque” Ukumarí, para que dejen de lucrarse a costa de los animales cautivos que exponen como objetos de entretenimiento y diversión humana. Como alternativa proponemos el traslado de los individuos allí privados de la libertad a sitios adecuados (santuarios), con las condiciones y conocimientos necesarios para que puedan desplegar su individualidad vital de la mejor manera posible. No siendo solo esto, también exigimos el cierre del Frigotun –el frigorífico existente en la ciudad y en cuya razón social: “Planta de beneficio bovina y porcina”– y demás centros de concentración, tortura y asesinato de seres sintientes en Pereira, así como el cese de toda actividad que involucre la dominación y sometimiento animal.
Julio 27 del 2023
Referencias:
Kafka, F. (s.f.). Informe para una academia.
Francione, G. (2009). Introducción a los derechos animales ¿Tu hijo o tu perro?
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