Despidos, nuevos modelos económicos, guerra tecnológica: ¿cómo interpretar la actual crisis de los GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft)? Tras el crecimiento exponencial de su actividad durante el periodo de la pandemia del Covid-19, los gigantes de la economía digital están perdiendo impulso, sus acciones están cayendo (el Nasdaq ha caído el 30% en un año) lo que se traduce en olas de despidos masivos.
Durante la crisis sanitaria, la actividad online se disparó, impulsada por el teletrabajo y el comercio electrónico, pero este periodo de crecimiento parece haber terminado. Después de Meta[1], Twitter y Amazon, ahora es el turno de Google. La empresa de Mountain View ha anunciado recientemente la supresión de 12.000 puestos de trabajo, es decir más del 6 % de su plantilla mundial.
Sundar Pichai, director ejecutivo de Alphabet (la empresa matriz de Google) justifica el plan de despidos masivos por el cambio de las condiciones económicas frente a las oleadas de inversión que habían acompañado a “los períodos de crecimiento espectacular”[2].
La crisis y la inflación galopante están teniendo un impacto en los ingresos del mercado de publicidad digital, que es central en el modelo de negocios de algunas grandes empresas como Google y Facebook. Esto explicaría que por el momento la compañía Apple, más centrada en el mercado de productos de hardware (tabletas, teléfonos, etc.), no haya anunciado ningún plan de despidos. Algunas inversiones, como la del señor Zuckerberg en el metaverso, resultan muy arriesgadas mientras que otras empresas, como Twitter, buscan nuevos modelos viables de negocio.
El estallido de la burbuja en los años 2000
La desaceleración económica de la tecnología sigue a una edad de oro de más de veinte años durante los cuales los actores de Silicon Valley parecían intocables. Desde el estallido de la burbuja a principios de los años 2000, las empresas digitales habían experimentado un período de crecimiento que coincidió con el lanzamiento de la etiqueta “web 2.0”. Popularizada por Tim O’Reilly en 2003, ha acompañado el lanzamiento de una serie de plataformas comerciales basadas en el modelo de contenido generado por el usuario. Por supuesto, la dimensión participativa ha sido intrínseca a la tecnología de Internet civil desde sus inicios y, por lo tanto, no esperó a la “web 2.0”. Por el contrario, este término ha permitido a los actores de la web asociar sus sitios a la idea de hacer sociedad y de estimular a los internautas a que se lancen a la producción de contenidos para los medios sociales, ocultando las implicaciones económicas que están detrás de la explotación de los datos.
Sin embargo, el lejano oeste en el uso de datos personales está generando cada vez más preocupación por parte de los internautas, en particular tras la explosión de escándalos como el de Cambridge Analytica o las revelaciones de Edward Snowden. Esto también ha animado a instituciones internacionales como la Comisión Europea a producir textos, cuya aplicación y espíritu liberal siguen siendo muy problemáticos, pero que intentan legislar en términos de moderación de contenidos y de regulación de la competencia[3].
¿Una redefinición de los modelos económicos?
Si la crisis actual no parece tener la misma naturaleza que la de principios de siglo, lo que podría estar en juego es, como en su momento, una redefinición de los modelos económicos de ciertas grandes plataformas que hoy atraviesan un período de transición. La prensa especializada se pregunta por la elección estratégica de los despidos en Google: gran parte de las y los empleados despedidas parecen formar parte del equipo del programa de código abierto, mientras que los equipos que trabajan en la IA (inteligencia artificial) no habrían sido afectados[4]. También hemos sido testigos de la compra de Twitter por Elon Musk, con nuevas preguntas que han surgido en torno a la superación del modelo de la gratuidad, y también de las inversiones masivas de Mark Zuckerberg en el metaverso, que constituyen un tercio de las inversiones totales del grupo Meta. Nacido de la fusión entre la palabra meta y universo, este concepto pretende crear una realidad virtual física que combina realidad aumentada y espacios virtuales, y articula tanto videojuegos, redes sociales y comercio electrónico como mundos de inmersión en 3D. En estos espacios es posible realizar toda una serie de acciones de la vida diaria, acudir a eventos, participar en reuniones, comprar ropa con criptomonedas, otro sector que se ha visto especialmente afectado por el desplome bursátil.
Para algunos actores económicos, el metaverso constituiría el futuro de Internet mientras que para otros la apuesta es muy arriesgada. El metaverso podría representar un paso más en la dirección de una penetración cada vez más importante del mundo de la mercancía en todas las esferas de las actividades humanas.
En cualquier caso, la viabilidad del metaverso es actualmente incierta y esta inestabilidad está provocando que algunos inversores pierdan la confianza en el sector digital y se vuelquen hacia sectores considerados más estables.
Monopolios, vigilancia de los datos y nuevos recintos digitales
Hay, pues, varios factores que pueden explicar la oleada de despidos en el sector digital, que están ligados a la crisis económica y a la redefinición de las estrategias comerciales de determinados GAFAM, pero también a la reconfiguración de los conflictos interimperialistas alentados por la guerra en Ucrania. De hecho, esta situación está en el origen de una especie de guerra tecnológica entre Estados Unidos y China, en la que los dos países están tratando de trabajar hacia un reenfoque de sus sectores estratégicos.
A esto se suma el hecho de que se trata de un sector extremadamente financiarizado. Empresas como Twitter o Instagram se basan en lo que los pensadores del capitalismo cognitivo denominan capital intangible, término contradictorio porque este tipo de capital se basa en los procesos de formación de la inteligencia colectiva (incorporada en el trabajo y no en el capital). Su valor es por tanto ficticio porque no corresponde a una duplicación del capital real sino que está determinado por las fluctuaciones bursátiles. Por lo tanto, el capitalismo cognitivo se interpreta como “un proceso de reestructuración por el que el capital trata de absorber y subyugar a su lógica, de manera parasitaria, las condiciones colectivas de producción del conocimiento, ahogando el potencial de emancipación inscrito en la sociedad del general intellect”[5].
Desde el giro de los años 2000, la doctrina de Silicon Valley se ha basado en una nueva aplicación de la noción schumpeteriana de “destrucción creativa” donde la apropiación de las rentas de la innovación (garantizadas por el sistema de patentes, la definición estricta de los derechos de propiedad y la baja tributación) ayuda a garantizar los beneficios en los períodos de transformación[6].
La transformación que proponen los GAFAM lamentablemente parece caracterizarse por una mayor vigilancia y mercantilización de los espacios de la comunicación, la creación de nuevos recintos y nuevas rentas así como el deterioro de las condiciones para el ejercicio crítico del debate en la esfera pública.
05/02/2023
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