El apoyo a Rusia en la guerra de Ucrania realza el estatus militar de Corea del Norte, pero su proyección internacional dispara la alarma de EEUU y sus aliados asiáticos.
El líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, ha lanzado un inquietante mensaje: Pyongyang aumentará exponencialmente su arsenal de armas nucleares y misiles preparados para transportarlas. Este anuncio ha causado especial alarma en Estados Unidos, Japón y Corea del Sur, enemigos jurados del régimen norcoreano, cuya rebeldía ante las sanciones internacionales hacen muy complicada la presión exterior.
No es una bravata de Kim. Sus palabras vienen remarcadas por la nueva alianza de su país con Rusia gracias al creciente apoyo de Pyongyang a Moscú en la guerra de Ucrania. Un respaldo que ha descolocado a Washington y sus aliados de la región de Asia Pacífico, que ven cómo un régimen imprevisible, pero muy peligroso, como es Corea del Norte, se alía estrechamente con la superpotencia convertida en la némesis de Occidente en Europa.
Con esta medida asimétrica, Rusia extiende su capacidad de ejercer una disuasión militar desde el este de Europa hasta Extremo Oriente, donde, además, su asociación estratégica con China y su propia proyección geográfica en el Pacífico noroccidental recuerdan que la influencia rusa siempre estuvo ahí y que podría ser determinante, por ejemplo, en un eventual conflicto en torno a Taiwán.
También en caso de crisis en la península coreana, gracias a la alianza recientemente firmada por Moscú y Pyongyang y avalada ya por la cooperación en torno a la guerra de Ucrania.
Balas de cañón por tecnología nuclear
Corea del Norte ha suministrado a Rusia millones de proyectiles de artillería y un buen número de misiles balísticos de corto alcance que ya están siendo utilizados en el frente ucraniano.
Este apoyo no es baladí, pues ha permitido solventar, en el caso de la munición de artillería, el inmenso dispendio que está suponiendo la guerra para el arsenal ruso. Refuerza así la iniciativa del ejército del Kremlin, por ejemplo, en la guerra de posiciones del Donbás, mientras que la capacidad artillera de Kiev aparece supeditada al lento suministro de proyectiles por parte de sus aliados europeos, cuyos polvorines no andan sobrados de este tipo de armamento.
En compensación, el régimen norcoreano ha recibido tecnología nuclear susceptible de ser utilizada en su programa militar, además de alimentos y, sobre todo, el reconocimiento por parte de Moscú de que Corea del Norte es un aliado clave en el este de Asia.
La visita que realizó este viernes a Corea del Norte el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Serguéi Shoigú, uno de los hombres de confianza del presidente Vladímir Putin, recuerda la solidez de esta entente ruso-norcoreana justo cuando la tensión crece entre Washington y Moscú ante la posibilidad de que EEUU autorice el uso por Ucrania de misiles de largo alcance estadounidenses contra objetivos en el interior de la Federación Rusa.
La entente ruso-norcoreana
Según la prensa oficialista norcoreana, el exministro de Defensa ruso abordó con Kim Jong-un “el refuerzo de la cooperación para defender intereses mutuos de seguridad”.
En junio pasado, durante su histórica visita a Corea del Norte, Putin firmó con Kim un “pacto de asociación estratégica integral” y proclamó el “nuevo nivel” en el que se situaban los lazos entre Moscú y Pyongyang. Lo más importante: ambos países se comprometían a garantizarse “ayuda mutua” en caso de que uno de ellos fuera atacado por terceros.
Era la confirmación de las informaciones, ya contrastadas sobre el terreno, de que Corea del Norte estaba suministrando ese armamento a Rusia en su guerra contra Ucrania. Por supuesto, en EEUU y Europa se puso el grito en el cielo, obviando sus propias entregas de armas, sin las cuales difícilmente Ucrania habría podido resistir la invasión rusa.
Ahora, en un paso más de la escalada de tensión internacional en torno a Ucrania, que con el respaldo norcoreano a Rusia se amplía al este de Asia, el régimen de Kim Jong-un ha hecho un ejercicio de fuerza y ha mostrado que las armas nucleares son la base de su potencial de amenaza militar.
La disuasión nuclear, clave estratégica rusa y norcoreana
Para remachar la seriedad de su promesa de nutrir el arsenal nuclear norcoreano, Kim visitó esta semana unas instalaciones de su programa atómico militar y la televisión de su país se encargó de difundir con todo detalle esas imágenes, que han sorprendido por su aparente gran capacidad tecnológica.
No es casualidad que la difusión de las imágenes de Kim Jong-un paseando por esas instalaciones para enriquecer uranio y su orden de fabricar más centrifugadoras de combustible nuclear se hiciera el mismo día de la visita de Shoigú. Ambos países subrayan la idea de que las armas nucleares son la base de su poderío militar.
Esta semana, el famoso politólogo Serguéi Karagánov, uno de los halcones del ala más conservadora del sistema académico ruso que espalda a Putin, afirmó que Rusia debería formular sin tapujos su voluntad de usar armas nucleares contra los países que “apoyan la agresión de la OTAN en Ucrania”.
En una entrevista con el diario Kommersant, el director del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia, además de rector de la Facultad de Economía Mundial y Asuntos Internacionales en la Higher School of Economics de Moscú, afirmó que Moscú podría lanzar un ataque nuclear preventivo y limitado contra un país de la OTAN sin que se desencadenara una guerra atómica entre Rusia y la Alianza Atlántica.
Karagánov es uno de los abanderados de la nueva doctrina nuclear rusa que se está forjando en el Kremlin y que subraya a los eventuales enemigos que Rusia está dispuesta a usar sus armas nucleares y no solo en respuesta a un ataque atómico. También en caso de que sea invadido cualquier territorio de la Federación Rusa.
Esta es esencialmente también la postura nuclear norcoreana, aunque en el caso del régimen de Kim Jong-un, también se arroga el derecho a lanzar un ataque preventivo nuclear para conseguir una ventaja sobre el enemigo. O directamente aniquilarlo.
Las bombas atómicas dan prestigio
El programa nuclear norcoreano y de misiles balísticos capaces de portar ojivas nucleares tiene el objetivo oficial de defender el país ante un eventual ataque de EEUU o sus aliados japoneses y surcoreanos. Sin embargo, la velocidad de su puesta en marcha, desde aquella primera prueba nuclear subterránea de 2006, apunta a una intención agresiva, más que defensiva.
Por eso, Pyongyang enarbola la bandera de su arsenal nuclear como una prueba de prestigio internacional y del poderío del país. La participación en la guerra de Ucrania indirectamente, con el suministro de armas a Moscú, forma parte de este objetivo de elevar el estatus de potencia regional con capacidad para intervenir en conflictos extranjeros, en este caso de su único aliado, Rusia, aparte de China.
Los misiles balísticos norcoreanos pueden alcanzar cualquier lugar de Japón y Corea del Sur, e incluso golpear la costa oeste de Estados Unidos. Que ahora armamento de este tipo sea utilizado en Ucrania por las fuerzas rusas es un aviso para los países vecinos de Corea del Norte y también una medalla para ese “prestigio internacional” norcoreano.
Razones “nucleares” para contar con Corea del Norte
Es difícil establecer el número de armas nucleares en manos de Corea del Norte antes de que Kim Jong-un, desde esa planta de enriquecimiento de uranio de Kangson, diera el viernes el pistoletazo de salida para una carrera armamentística atómica.
En julio pasado, un informe de la Federación de Científicos Estadounidenses citado por la agencia Reuters indicó que Corea del Norte puede haber producido suficiente material fisible para fabricar 90 ojivas nucleares, pero que probablemente haya ensamblado medio centenar de ellas.
Sin embargo, Lee Sang-kyu, ingeniero nuclear del Instituto de Análisis de Defensa de Corea del Sur, estimó en declaraciones a ese medio que el ejército norcoreano tiene ya entre 80 y 90 ojivas nucleares de uranio y plutonio, y que, acorde con los planes de Kim Jong-un, ese número podría aumentar hasta 166 para 2030.
Hasta ahora, el peligro que suponía el programa militar nuclear norcoreano era puesto en duda por las dificultades para ensamblar las ojivas con carga atómica en los misiles. La cooperación con Rusia ha resuelto ya ese problema y la mejora en las pruebas de misiles apunta en esa dirección.
Esta semana Corea del Norte reanudó sus pruebas de misiles balísticos en el lanzamiento, por primera vez en 73 días, de uno de esos artilugios bélicos, esta vez de corto alcance. Apenas 370 kilómetros, pero suficientes para causar una catástrofe en las costas de Japón o en Corea del Sur.
La razón por la que este lanzamiento de prueba ha desatado las alarmas en Washington y también en Europa es que es el tipo de misiles con una operatividad muy eficaz en caso de ser utilizados en Ucrania.
El mensaje era evidente para Estados Unidos. Dejaba claro que Corea del Norte, menospreciada por Washington y su absoluta atención a la confrontación con China, puede influir de alguna forma en lo que sucede en Europa, en una guerra, la de Ucrania, que no están ganando ni Kiev ni sus aliados de la OTAN, Washington incluido.
En cierta forma, era también una llamada a los contendientes en la carrera electoral de noviembre próximo en Estados Unidos, especialmente a Donald Trump. El expresidente estadounidense, cuando ocupaba la Casa Blanca, se reunió con Kim Jong-un tres veces: en Singapur, en 2018; Hanói, en 2019, y ese mismo año, en la Zona Desmilitarizada que separa ambas Coreas.
Trump fue, entonces, el primer (y único) presidente estadounidense en pisar suelo norcoreano y eso no se olvida en Pyongyang.
Quizá el líder norcoreano le está mandando un guiño al candidato republicano para señalarle que, si realmente quiere acabar con la guerra de Ucrania en caso de imponerse en noviembre a la vicepresidenta Kamala Harris, tendrá también que hablar con otro de los participantes indirectos en ese conflicto, esto es, Corea del Norte.
15/09/2024
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