La Feria Internacional de Defensa y Seguridad (Feindef) que se celebra en Madrid subraya el protagonismo del ciberespacio en Ucrania, donde se libra un conflicto convencional y a la vez una lucha invisible, la primera guerra de la era digital.
“La guerra de Ucrania ha demostrado que quien domine el ciberespacio dominará la contienda“, afirma el contralmirante español Javier Roca, ponente en Feindef, la mayor feria internacional de armamento que se haya celebrado jamás en España.
Nunca antes en nuestro país se había podido constatar semejante salto cualitativo en el tipo de armamento ofrecido a los mercaderes de armas, los auténticos vencedores en el conflicto de Ucrania y en cualquier otro conflicto del planeta.
Feindef ofrece desde el último sistema de misiles a las pistolas más avanzadas, desde drones sin piloto hasta lanzagranadas de última generación. Pero ahora la guerra también es intangible, en el ciberespacio, como señala el contralmirante Roca Rivero, uno de los primeros expertos españoles en el uso de las telecomunicaciones y las herramientas cibernéticas en el campo de batalla.
La guerra invisible
“Durante milenios la guerra se libraba únicamente en el ámbito físico. La guerra era cruel, sangrienta y era visible. Hoy día, vemos en Ucrania que la guerra sigue siendo sangrienta, sigue siendo cruel, pero a menudo es invisible, al menos a los ojos de la mayoría. Y es porque el conflicto corre a la vez en el ámbito físico y en el ámbito ciberespacial“, refiere Roca. En Ucrania, afirma, se libra “la primera guerra de la era digital”.
Ya en la primera jornada de la Feindef se puso de relieve la oportunidad que la guerra de Ucrania está teniendo para la industria armamentística y el rearme internacional, con miles de millones de euros gastados en sostener el ejército de Kiev ante la invasión rusa.
La contienda entre rusos y ucranianos se ha convertido en un campo de pruebas para el armamento convencional y los países europeos, a la vez que cierran filas solidarias en el suministro de armas a Ucrania, muestran su voluntad de disparar sus gastos e inversiones en defensa.
Sin embargo, este jueves el protagonista en este escaparate de la industria militar ha sido esa otra guerra, la que no se ve, pero que cualquiera puede llevar en un teléfono móvil inteligente. En esta guerra invisible, el ciberespacio aparece como el dominio de combate que ha impedido la derrota ucraniana a manos de Rusia, una potencia militar más poderosa, pero que está peleando con las estrategias del pasado y que no esperaba que su enemigo fueran también las grandes empresas tecnológicas mundiales, desde Google a Microsoft, pasando por Palantir o Apple.
Las multinacionales tecnológicas se alistan a la guerra
Al igual que lo están haciendo en la guerra de Ucrania, “las empresas tecnológicas tomarán partido en los futuros conflictos”, destaca Roca, segundo comandante del Mando Conjunto del Ciberespacio en España y uno de los responsables de la transformación digital de la Armada española.
Los gráficos y vídeos que muestra el contralmirante español no dejan lugar a dudas: donde un bombardeo masivo ruso muestra un terreno convertido en un auténtico queso de gruyere, la selección de blancos que permite la inteligencia artificial suministrada por Occidente a Ucrania deja apenas cuatro o cinco impactos con sus respectivos objetivos destruidos.
Los disparos de artillería y los blancos calculados por programas evolucionados del Google Earth, como Delta, permiten ahorrar munición y, sobre todo, tiempo a la hora de destruir al enemigo. Si los rusos con 50.000 proyectiles lanzados en una jornada tenían un éxito del 2 por ciento, los ucranianos lanzaban solo 5.000 disparos, con un 20 por ciento de éxito en sus objetivos.
Con un software de última generación, la lucha en el ciberespacio ofrece incuestionables ventajas y no solo militares. Por ejemplo a la hora de mantener la moral, recabar apoyo internacional o explicar en tiempo real las victorias propias, las derrotas enemigas, los crímenes de guerra o difundir propaganda en cualquier lugar del mundo.
En la primera de las jornadas de la Feindef, el CEO del gigante tecnológico estadounidense Palantir, Alex Karp, lo dejó muy claro: el papel de la Inteligencia Artificial en el campo de batalla llegará a ser “imprescindible”. Su multimillonaria empresa lo sabe bien. El software de Palantir forma parte de las armas cibernéticas de muchos ejércitos, también el ucraniano, y es empleado tanto para tareas logísticas como para localizar blancos de artillería y de los sistemas de misiles.
Karp fue uno de los líderes de las grandes corporaciones tecnológicas y de comunicaciones en acudir al llamamiento del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, tras producirse la invasión rusa. Zelenski no solo pidió armas para Ucrania. También solicitó apoyo para reforzar el sistema digital ucraniano, que empezó a ser transformado en 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea y comenzó la guerra del Donbás.
En el momento de la invasión, Ucrania no era la digitalizada Estonia, pero iba por ese camino, gracias al apoyo de Estados Unidos, que ya intuía el alcance del dominio del ciberespacio en un conflicto.
Rusia confía más en la guerra convencional que en la ciberespacial
Rusia se había mostrado muy competente a la hora de forjar auténticas brigadas de hackers capaces de poner en vilo los sistemas informáticos de países enteros, como ocurrió con Georgia en la guerra que enfrentó a los dos países en 2008.
Sin embargo, esa capacidad cibernáutica civil y del espionaje no se había traspasado en Rusia con tanta eficacia al teatro bélico y Zelenski y sus asesores lo sabían. Por eso hizo esa llamada a la sociedad internacional a fin de que sostuvieran la resistencia ucraniana en el ciberespacio, con el suministro de componentes electrónicos, teléfonos, computadoras y otros dispositivos electrónicos que llegaban al frente bélico al tiempo que los misiles antitanques Javelin o los tierra-aire Stinger.
Para los rusos la guerra que no era nuclear era simplemente convencional. Para los ucranianos, la guerra era susceptible de ser llevada a cualquier dominio, incluida internet y las apps que cualquier teléfono inteligente puede portar.
La ciberguerra para los ucranianos no eran solo ataques -coordinados o no- de hackers rusos, sino el escenario en el que cualquier ciudadano con su móvil podía convertirse en informador para las unidades de combate en tiempo real, sin las dilaciones derivadas del concurso de la inteligencia militar o las decisiones de los mandos.
La Inteligencia Artificial se convertía así en el general que ganaba batallas. Y por eso Zelenski hizo esa petición de ayuda ciberespacial y recibió el apoyo de gobiernos y corporaciones. “Y que te apoye Microsoft no es cualquier cosa”, explica el contralmirante Roca.
La revolución de la telefonía móvil que lanzó Zelenski tras la invasión y la creación de una IT Army, formada por más de 300.000 expertos digitales dentro y fuera de Ucrania, fue obra de Mijaílo Fédorov.
Este joven viceprimer ministro ucraniano y su equipo “juegan en otra liga”, apunta Roca.
La primera “guerra de las redes sociales”
El llamado “general de internet” Fédorov, también ministro de Transformación Digital, puso en marcha esa IT Army para afrontar las amenazas rusas al ciberespacio nacional, retiró la accesibilidad a la internet ucraniana a los invasores, logró que la cobertura se mantuviera en un 80 por ciento en casi todo el país y estableció un sistema de resistencia internáutica similar a una tela de araña.
Se trataba de promover el uso de la tecnología digital para apoyar a los militares ucranianos. Ahí fue clave la constelación de satélites ligados a la empresa Starlink. Se proporcionó un internet con banda ancha similar al 4G. Por eso, los primeros botines de los que se apropian los soldados rusos al eliminar a efectivos ucranianos son sus teléfonos móviles.
Fédorov no solo es un experto en tecnología digital. Es además un experto en redes sociales y marketing, y está detrás de la campaña de imagen de Zelenski y su accesibilidad a la población, por ejemplo, con sus mensajes nocturnos. La propaganda bélica del siglo XXI pasa, como se está viendo en Ucrania, por el acceso inmediato al ciudadano, allá donde esté, de forma que éste se sienta partícipe y coopere de vuelta, suministrando información que es procesada inmediatamente.
El móvil, un arma más eficaz que el mejor fusil
En las guerras futuras, “la tecnología luchará codo con codo con los soldados”, subraya el contralmirante Roca. Es lo que está pasando en Ucrania, donde un soldado prefiere perder su fusil de asalto antes que su teléfono móvil cargado con apps de Delta (el programa estrella de la ciberdefensa en Ucrania), Diia (reconocimiento facial), Air Alert, oPPo (y su observador de defensa aérea), Minefree (para detección de minas) o, especialmente, GIS Arta, un software militar para coordinar ataques de artillería.
La clave es que cualquier ucraniano, no solo los militares, pueda tener estos elementos de software instalados en su móvil. En tales circunstancias, todo ciudadano es un agente de inteligencia y un soldado en la guerra de Ucrania, una ventaja que a veces convierte a los civiles en potenciales enemigos para las fuerzas que avanzan.
Y es que la resistencia urbana o rural ya no está en los cócteles molotov contra los tanques, sino en las apps de los teléfonos que localizan esos carros de combate y, en cuestión de segundos, transmiten información a la batería artillera más cercana encargada de volatilizarlos.
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