Al promediar el periodo del actual gobierno, la atención está puesta menos en lo que va a hacer en lo que le resta de mandato que en las alternativas para las futuras elecciones. Vista la experiencia, la pregunta que ronda es ¿qué puede ofrecer ahora el Pacto Histórico, la coalición que le ha acompañado?
Si algo distinguió a los gobiernos nacional-populares de América Latina en la primera mitad del siglo pasado, fue su empeño por afirmar el abandono del modelo económico anterior (decimonónico) y consolidar el nuevo, que la literatura denominó, quizá con algo de ligereza, de “industrialización por sustitución de importaciones”. No fue, desde luego, un producto de su inventiva (avanzaba ya, gracias a las oportunidades brindadas por la situación internacional) pero, revestido de nacionalismo llegó a ser, junto con el reconocimiento de los derechos laborales y la política social (el aspecto popular), su señal de identidad. Es más, su justificación y teorización, en el más alto nivel académico, corrió más que todo por cuenta de un organismo de las Naciones Unidas, la Comisión Económica para la América Latina, Cepal.
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