La eventual incursión israelí en Líbano encontrará un Hizbulá que lleva décadas preparándose para la confrontación
Escombros y destrucción causados por un ataque aéreo israelí en un barrio de la aldea de Saksakieh, al sur de la frontera entre Líbano e Israel, a 26 de septiembre de 2024. — Europa Press

Israel rechaza toda mediación en su lucha contra la milicia proiraní y prefiere obviar que su Ejército puede tropezarse en el Líbano con un escollo de tal magnitud que lo empantane en una guerra muy larga.

26/09/2024. La ceguera del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su belicismo para mantenerse en el poder empujan a Oriente Medio hacia el abismo. Israel rechaza toda mediación en su lucha contra la milicia proiraní de Hizbulá y prefiere obviar que su Ejército puede tropezarse en el Líbano con un escollo de tal magnitud que lo empantane en una guerra muy larga, desbordada por toda la región.

Una invasión del Líbano no sería para Israel el camino de rosas que le ha permitido arrasar Gaza sin apenas bajas entre sus tropas, mientras masacraban a la población civil palestina. En el Líbano aguarda Hizbulá, un auténtico ejército de milicianos ducho en guerrilla, pertrechado hasta los dientes por Teherán y listo para recibir más armas y hombres desde Siria y el propio Irán.

Esta sería la cuarta invasión del Líbano por Israel, tras los conflictos de 1978, 1982 y 2006. Sin embargo, la actual escalada de tensión podría convertir esta incursión armada en un detonante para una guerra total, que implique también a Irán y Estados Unidos.

Israel rechaza la tregua de 21 días y ultima el plan de invasión

Mientras la sociedad internacional, en una propuesta liderada por EEUU y Francia, reclamaba en las últimas horas ante la ONU un alto el fuego de 21 días con Hizbulá, Israel lo rechazaba y ultimaba sus preparativos para esa invasión del sur del país vecino, como confirmó el jefe del Estado Mayor israelí, Herzi Halevi.

Según el militar, el actual bombardeo del Líbano prepara las condiciones para un ataque terrestre, con el objetivo inicial en los pueblos del sur que Hizbulá “ha convertido en una gran base militar”.

“Entraréis, destruiréis al enemigo y destruiréis para siempre su infraestructura”, arengó Halevi a las tropas israelíes. El Gabinete de Seguridad israelí ya ha planteado ante Netanyahu y el ministro de Defensa, Yoav Gallant, la necesidad de esa invasión del sur del Líbano.

Por ello, en aparente coordinación con estos planes, la oficina de Gobierno de Netanyahu y sus ministros más extremistas desdeñaron este jueves la tregua de 21 días.

“No debemos dar tiempo al enemigo para que se recupere y reorganice”, dijo el titular de Finanzas, Bezalel Smotrich, para quien solo hay una alternativa: la guerra. La ministra de Asentamientos, Orit Strock, espetó que no existe un “mandato moral para un alto al fuego. Ni durante 21 días ni durante 21 horas”.

El ministro de Exteriores israelí, Israel Katz, también subrayó que no habrá alto el fuego alguno. “Seguiremos luchando con todas nuestras fuerzas contra la organización terrorista Hizbulá hasta la victoria”, aseveró Katz en su cuenta de X.

De nuevo, Israel boicotea los esfuerzos de mediación

Diplomáticos extranjeros citados por el diario israelí Haaretz indicaron que esta actitud del Gobierno de Netanyahu podría ser “un intento deliberado de dañar las negociaciones” que mantienen con Hizbulá los mediadores internacionales. Se repite con Hizbulá el reiterado sabotaje israelí a la mediación internacional para conseguir un alto el fuego entre Israel y Hamás en la guerra de Gaza.

Ante esta voluntad belicista, tampoco sirven las condenas internacionales por los más de 600 muertos y 150.000 desplazados en lo que va de semana causados por los ataques israelíes en el sur y este del Líbano, y en la propia Beirut.

Tampoco sirven las llamadas que piden que el conflicto no se expanda a otras zonas de Oriente Medio, peticiones realizadas en la Asamblea General de la ONU reunida estos días en Nueva York. El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, pidió que no se repita en el Líbano el genocidio de Gaza, donde han muerto ya más de 41.000 palestinos y 96.000 han sido heridos en la ofensiva e invasión lanzadas por Israel desde hace un año.

Pero la cúpula de poder israelí, con Netanyahu a la cabeza, quiere hacer con Hizbulá precisamente lo mismo que está haciendo con Hamás en Gaza, aniquilar a ese grupo islamista y reducir a cero su potencial amenaza.

Y considera que la única forma de conseguir ese objetivo es entrando en el Líbano, destruyendo una por una sus bases y arsenales, y acabando con los miles de combatientes de un movimiento que extiende sus tentáculos por los países vecinos. También en Siria, donde el Ejército israelí atacó este jueves posiciones de Hizbulá y hacia donde están huyendo miles de civiles desde el Líbano.

El mismo destino para Hizbulá y Hamás: la aniquilación

La erradicación de la milicia chií es una tarea harto difícil e Israel no pudo completarla en su última invasión del Líbano, en 2006. Por eso, Netanyahu y sucúpula político militarno accederán a ningún acuerdo que garantice la supervivencia de Hizbulá.

Más aún, cuando este grupo proiraní apoyó con las armas a Hamás después del ataque de los milicianos de esta organización palestina a Israel el 7 de octubre de 2023. Desde esa fecha, los israelíes y los paramilitares de Hizbulá se han enfrentado con escaramuzas fronterizas y bombardeos. En un año de confrontación, son cerca de 1.250 los libaneses muertos por los ataques israelíes, 600 solo en lo que va de semana.

Ahora, los israelíes han decidido dejar a un lado el respeto a la soberanía del Líbano y llevar a este país la guerra. Para ello, habrán de enfrentarse a miles de milicianos muy bien armados, entre 40.000 y 50.000, según las fuentes de inteligencia de EEUU, y 100.000, tal y como reclama el propio líder de Hizbulá, Sayed Hasán Nasrallah.

Los atentados cometidos por los servicios de inteligencia israelíes la semana pasada, detonando dispositivos de telecomunicaciones personales, dejaron fuera de combate, la mayor parte por heridas en brazos y cara, a cerca de 1.500 miembros de Hizbulá.

Pero, aunque han caído muchos comandantes de las milicias en los bombardeos o al estallar sus buscapersonas y walkie-talkies, la jerarquía flexible de Hizbulá ha permitido su inmediata reorganización y el reemplazo de los mandos eliminados.

Las ventajas tácticas de Hizbulá

Si Israel entra en el Líbano, Hizbulá podría también contar con milicianos de otros grupos chiíes de Oriente Medio, antiisraelíes y antiestadounidenses, todos ellos agrupados en el llamado Eje de Resistencia organizado por Irán para extender su influencia y mantener una continua presión sobre Washington en Siria, Irak y Yemen. Todos ellos dotados con armas iraníes, rusas y chinas.

También podría contar Hizbulá con sus propias unidades estacionadas en Siria, donde el grupo islamista apoya al régimen de Bachar al Asad.

Con sus cohetes, Hizbulá puede atacar incluso objetivos en el centro de Israel, como ocurrió el miércoles con una base de los servicios de inteligencia judíos a más de cien kilómetros de distancia de la frontera. Esta vez, los sistemas antiaéreos israelíes pudieron interceptar ese misil, el primero de este tipo que alcanza el centro de Israel.

La organización chií tiene además misiles balísticos de fabricación iraní, como el Fateh-110, que pueden alcanzar blancos a 300 kilómetros, con ojivas cargadas con media tonelada de explosivos. La independencia de las células paramilitares de Hizbulá permite que el lanzamiento de misiles y cohetes no decaiga aunque sea eliminada la cúpula de mando.

Además, la mayor parte de los misiles de largo alcance de Hizbulá, sus cerca de 150.000 cohetes de medio rango, así como las escuadrillas de drones de fabricación iraní de las que dispone la milicia chií, no han sido destruidos y siguen en los arsenales subterráneos esperando el ataque israelí.

Cientos de kilómetros de túneles

Al igual que ocurría en Gaza con Hamás, pero a una escala mucho mayor, los combatientes de Hizbulá disponen de una miríada de túneles y subterráneos para refugiarse y almacenar armamento.

Según la inteligencia israelí, el tendido de esas redes de túneles fue obra de ingenieros militares iraníes y norcoreanos tras la invasión de 2006. Muchos de los túneles se han realizado en roca y en montaña, de difícil acceso y muy resistentes a los bombardeos. Hizbulá ha tenido casi dos décadas para prepararlos.

La autonomía de mando permite a los combatientes de Hizbulá luchar en pequeñas unidades y aprovechar la orografía, los cientos de kilómetros de túneles y subterráneos, y la gran movilidad de sus efectivos. Así ocurrió en 2006 en innumerables aldeas libanesas cercanas a la frontera con Israel.

El riesgo de que la invasión se convierta en ocupación

Eliminar todas estas células paramilitares parece una tarea difícil de completar, salvo que la invasión se convierta de facto en una ocupación durante años o que se aplique la estrategia de “tierra quemada” usada en Gaza, con la destrucción de aldeas y ciudades, el exterminio de parte de sus habitantes y el desplazamiento forzoso del resto.

Si Israel se estanca en el Líbano, la posibilidad de una escalada mayor en el conflicto y de la participación de Irán será muy alta. Junto a las fuerzas de Hizbulá hay unidades de los Guardianes de la Revolución Islámica, una sección del Ejército iraní que opera en el exterior y está dotada de gran experiencia en su apoyo a los grupos del Eje de Resistencia.

“Este es el enemigo más formidable al que Israel se ha enfrentado jamás en el campo de batalla, no por el número de efectivos y su tecnología, sino en términos de resiliencia“, señala a Reuters el experto de la Escuela de Estudios de Seguridad del King’s College de Londres Andreas Krieg.

En esa situación será imprescindible que EEUU mantenga su apoyo armamentístico a Israel y su respaldo internacional, sin los cuales no habría podido llevar a cabo la invasión de Gaza con el ensañamiento que ha desplegado.

Si se prolongara la campaña israelí en el Líbano, ese suministro armamentístico debería incrementarse, lo que afectaría a otros conflictos que Washington sostiene actualmente con sus misiles, cañones, munición y dinero, como el de Ucrania.

Si hay una invasión del Líbano, sus efectos cambiarán muchas cosas en el actual teatro geopolítico mundial y no solo en Oriente Medio.

Información adicional

Autor/a: Juan Antonio Sanz
País: Israel
Región: Medio Oriente
Fuente: Público

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