Noura Erakat: “Nuestra lucha por salvarnos como palestinos es también una lucha para salvar el mundo”

La organizadora y abogada defensora de la Campaña en Estados Unidos por el fin de la ocupación israelí Noura Erakat respondió a las preguntas de Olga Rodríguez para la entrevista de la revista trimestral de primavera de El Salto.

Noura Erakat, estadounidense de origen palestino, es abogada de derechos humanos, profesora universitaria y una conocida activista. En sus intervenciones en conferencias y medios de comunicación anglosajones denuncia, con claridad y sin eufemismos, las violaciones del derecho internacional y de los derechos humanos cometidas por Israel. Es autora del libro Justice for Some: Law As Politics in the Question of Palestine (Stanford University Press, 2019) y cofundadora de la revista online Jadaliyya. Además, ha ejercido como asesora legal de un subcomité del Congreso estadounidense, como abogada para el Centro Badil por los derechos de refugiados palestinos y como organizadora y abogada defensora de la Campaña en Estados Unidos por el fin de la ocupación israelí. El Salto conversa con ella vía online a primera hora de la mañana en Estados Unidos, mientras se dirige a la Universidad de Rutgers, en el estado de Nueva Jersey, donde imparte clase como profesora asociada.

Hay una investigación por genocidio en curso en el Tribunal Internacional de Justicia, ¿qué representa y qué se puede esperar de ella?
Supone que se esté investigando a Israel por genocidio. La Corte Internacional de Justicia ha aceptado la demanda de Sudáfrica, en contra de todas las demandas de Israel. Es más, el máximo tribunal de la ONU ha establecido que es creíble la acusación de genocidio, porque hay una intención específica de destruir a un pueblo en su totalidad o en parte, en contraposición con lo que Israel está diciendo al mundo, que básicamente es que está luchando una guerra fea en la que está matando a muchos civiles. El Tribunal Internacional considera que en la distinción entre una guerra fea y un genocidio no hay que tener en cuenta solo el resultado, sino el propósito, la intención. Israel afirma que su propósito es legítimo porque se defiende a sí mismo. Y Sudáfrica insiste en que su objetivo es destruir a un pueblo. Esto es suficiente para activar la Convención sobre Genocidio, que castiga la incitación al genocidio y obliga a que otros Estados tengan el deber de evitar que ocurra un genocidio.

El Tribunal estableció medidas provisionales que Israel debía cumplir.
Y que no está cumpliendo. De hecho, la restricción de alimentos, de agua, de ayuda humanitaria, de medicinas, etc., junto con la perpetuación de la campaña de bombardeos diarios contra edificios residenciales y campos de refugiados van en sentido contrario.

Sabemos, además, y así lo relatan las voces médicas que están en la Franja, que Israel ha atacado hospitales, donde llegan niños muy pequeños con heridas de bala en la cabeza.
Hemos comprendido que no se trata en absoluto de daños colaterales, sino que hay un ataque intencional contra civiles palestinos. Hay un movimiento intencional para despoblar la Franja de Gaza. Lo que Israel ha presentado como su autodefensa equivale a despoblar Gaza, destruyendo los medios de vida y la posibilidad de vivir allí. En este punto, todos los Estados del mundo deben estar en alerta. Es descarado el desprecio de Israel hacia la decisión del Tribunal Internacional de Justicia, es descarado su desprecio hacia las medidas provisionales de la Corte. Hay también un desprecio descarado hacia los líderes mundiales —desde España hasta Canadá, Australia, Nueva Zelanda o Bélgica—, hacia todos los que han dicho que es necesario un alto el fuego inmediato. Y vemos que Estados Unidos es cómplice de esta nueva Nakba, dando permiso para que esto siga, ya que no quiere abstenerse en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y sigue vetando un alto el fuego inmediato.

¿Qué supone esto para el mundo? ¿Cómo puede condicionar las dinámicas del orden internacional?
Esto muestra al mundo la evidente hipocresía de Occidente y la naturaleza opresiva de las dinámicas del poder, con las que a menudo se protege a las antiguas potencias coloniales contra los débiles. Gran parte de la civilización occidental se ha forjado, literalmente, a través de genocidios, mediante la expulsión de pueblos indígenas. Ese proceso de expulsión de población nativa para forjar la civilización occidental continúa en Palestina. Aquí estamos viendo a potencias coloniales brindando cobertura a Israel. Pero todo el planeta está mirando. Este no es el primer genocidio, pero ciertamente es el primer genocidio que se transmite en directo, todo el mundo lo está viendo en sus pantallas. Y eso es aterrador: sentir que vives en un escenario donde los poderosos pueden hacer esto, con tecnología de armas avanzada, ante nuestros ojos y a pesar de que el máximo tribunal internacional falla en su contra. Pueden hacerlo a pesar de que millones de personas han insistido en que debe parar. Nunca volveremos a ser los mismos. Nada será igual tras el genocidio: ni Israel, ni el sionismo, ni la comunidad internacional. Esto significa el fin del sionismo y de Israel como proyecto legítimo, porque deja claro que se basa en el genocidio.

¿Qué significa ser palestina en estos momentos?
Significa muchas cosas. En primer lugar, significa llorar y sufrir mientras luchamos por nuestras vidas, literalmente. Es ver cómo los niños son bombardeados, cómo mueren de hambre o decapitados, cómo vuelan en pedazos y, aun así, escuchar que el mundo nos dice que esto ocurre por nuestra culpa, que de alguna manera nos lo merecemos; que nuestros bebés merecen esto; que el sufrimiento de los niños es justificable para lograr objetivos militares. Es experimentar racismo y oír cómo el mundo dice que es preciso deshacerse de nosotros. Es horrible. Por otro lado, como palestina, también sé que estamos en la vanguardia de la lucha, no solo por nuestras vidas, sino por toda la humanidad. Nuestra lucha para salvarnos a nosotros mismos es una lucha para salvar al mundo, a los pueblos, de la violencia del colonialismo y del imperialismo.

En Estados Unidos y otros países se lanza un mensaje que equipara, faltando a la verdad, antisionismo con antisemitismo. ¿Qué supone esto?
Es una medida muy deliberada para evitar toda crítica a las acciones de Israel, y esto es increíblemente peligroso. Básicamente significa que no tenemos derecho ni siquiera a oponernos a la ocupación ilegal, a las matanzas, a las violaciones del derecho internacional. También daña a la comunidad judía, porque no aborda lo que realmente es el antisemitismo. El antisemitismo surge de la supremacía blanca, presenta a los judíos como no blancos y como incapaces de encajar en una sociedad. Los convierte en una categoría racial con diferencias inmutables, esencializa sus características. En estos momentos, en vez de centrarnos en estas cuestiones que proceden de la supremacía blanca —y que afectan a los judíos, a los musulmanes, a los árabes, a los inmigrantes, a los negros, a los indígenas— nos están diciendo que la lucha contra el antisemitismo la representa una potencia nuclear en Oriente Medio. Esto es peligroso, es muy inexacto y es mortal, porque vincula la defensa de la existencia de los palestinos con el antisemitismo.

¿Cómo analiza este ambiente de señalamientos?
Todo surge del mismo manantial de violencia estatal. Se está usando el aparato de represión estatal para castigar la disidencia, al margen de derechos humanos y leyes. Se está empleando el aparato legal de la impunidad para proteger a quienes causan daño. El objetivo es mantener un escenario que facilita un genocidio, y para ello también se hace uso de medios de comunicación que hacen creer que los palestinos son peligrosos, que merecen esta masacre. Aquí [en EE UU] se hace uso de una fuerza excesiva contra los manifestantes, y varias administraciones universitarias están castigando a los manifestantes por defender nuestras vidas e intentar detener un genocidio. Estas dinámicas son cómplices de un aparato represor. Hay un gigantesco racismo que retrata a los palestinos como salvajes y bárbaros. En base a la islamofobia y a la infraestructura de la ‘guerra contra el terror’, se desarrolla la idea de que la guerra es inevitable y de que cualquier consecuencia, por terrible que sea, es culpa de Hamás. Básicamente se culpa a las víctimas de “tener que ser” asesinadas y masacradas.

¿Ha recibido amenazas?
Las recibo habitualmente, sí.

¿De qué tipo?
De todo tipo, algunas muy serias. Es algo a lo que nos acostumbran a las personas no blancas: a ser pisoteadas. En EE UU hay muy poca empatía hacia los palestinos. Ha habido estudiantes que han sido atacados por llevar un pañuelo palestino, uno de ellos ha quedado parapléjico por los disparos de un hombre blanco, en Vermont. En la Universidad de Columbia varios fueron atacados por exsoldados israelíes con “mofeta” —un arma química que usa el Ejército israelí—, en el propio campus universitario, y no ha habido castigo. Un niño fue apuñalado decenas de veces por su casero. Varios estudiantes han sido atropellados. Hay una gigantesca violencia contra los palestinos, contra palestinos estadounidenses, contra musulmanes, contra árabes estadounidenses. Sin embargo, el discurso gira en torno a la falta de seguridad de otros. Nos tratan como si no existiéramos. En el día cien de este genocidio, el presidente Biden emitió una declaración en la que ni siquiera reconocía el sufrimiento de los niños palestinos, ni de sus electores palestinos estadounidenses. Una y otra vez el mensaje es que no importamos, que apenas podemos existir. Por tanto, recibir amenazas es una afirmación de esta condición. El objetivo de las mismas es acobardarnos, callarnos, meternos miedo. Y eso es exactamente lo contrario de lo que estamos haciendo.

¿Cómo vive su historia y la de su familia?
La historia de mi familia es una historia universal: la de personas que han sido marcadas para ser eliminadas y aniquiladas. Es la historia de los pueblos indígenas frente a los conquistadores que creían —ya fuera en nombre de Jesucristo, de su supremacía o de su corona— que merecían vivir a nuestra costa y que nuestra tierra era suya, “descubriéndola”. Nuestra historia es una historia de supervivencia increíble, contra todo pronóstico, y ante potencias mundiales diciéndonos que seríamos desplazados de nuestra tierra. A pesar de todas sus armas y de todo su poder, lideramos protestas globales en muchos lugares del mundo. Creo que es increíble quiénes somos, qué representamos y qué estamos haciendo. No se trata solo de nosotros. Se trata de lo que podemos hacer para detener los abusos del poder, de cómo lo hacemos con tan poco, para que el mundo pueda escucharnos.

Frente a la defensa de una vía militar continuada, ¿cuáles son los pasos que desatascarían la situación actual?
Una solución política y diplomática que desmantele la ocupación militar israelí, que acabe con el sistema de apartheid y con el asedio que condena a los palestinos a una muerte lenta. Si queremos un futuro, necesitamos esperanza. En 2020, varias organizaciones internacionales e israelíes de derechos humanos señalaron el régimen de apartheid que desarrolla Israel, que es un crimen contra la humanidad. Ante ello, debería haber habido una movilización para imponer sanciones a Israel y para impulsar una solución diplomática que implicara el desmantelamiento de esa estructura racista y colonial israelí contra los palestinos. Esa falta de movilización de la comunidad internacional permitió a Israel seguir con sus violaciones y su política de hechos consumados. Y esto nos ha llevado hasta aquí, ha producido este resultado. Es necesario un alto el fuego inmediato y un abordaje sincero a través de la vía política para desmantelar estas estructuras de violencia. Desde EE UU y Europa se siguen enviando armas a Israel, a pesar de los crímenes, a pesar del número de muertos en Gaza. Estos envíos deben ser suspendidos inmediatamente y Washington debe dejar de obstaculizar la exigencia de un alto el fuego inmediato en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La Administración Biden anunció la construcción de un puerto en la costa de Gaza, que tardará un tiempo en levantarse y que no sirve para poner fin a la guerra contra los palestinos, porque EE UU sigue siendo el principal patrocinador y proveedor de apoyo militar, diplomático y financiero de Israel.

¿Cómo imagina el futuro de Palestina?
Si la historia se escribe correctamente, me la imagino como un lugar donde no solo los palestinos puedan regresar a casa en una tierra descolonizada, sino como un modelo en donde pueda haber refugio para todas las personas. Eso es lo que hay que crear. A medida que los recursos en el planeta Tierra disminuyen, debido al cambio climático y a la catástrofe, la respuesta de un movimiento de derecha populista o fascista —presente en muchos lugares— es organizarse entendiendo que solo una parte de la humanidad sobrevivirá. Israel y otros países se acogen al sálvese quien pueda, como sea, aunque el resto del mundo explote. Eso representa Israel en estos momentos: es como un movimiento ultraderechista que actúa bajo la premisa de ‘nosotros a toda costa, a cualquier precio’. Es la máxima de ‘los judíos sionistas ante todo’, con todas las armas, en contra de los derechos humanos, de todo el derecho internacional, a pesar de lo que los demás quieran o necesiten. Eso es el sionismo, un camino hacia un supremacismo con tintes fascistas que concibe el presente como una especie de fin del mundo en el que no todos podrán sobrevivir. Por eso es tan importante luchar esta batalla, para crear un futuro alternativo sensato, respetuoso, libre.

12 may 2024

Información adicional

Autor/a: Olga Rodríguez Francisco
País: Palestina
Región: Medio Oriente
Fuente: El Salto

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