¡Se le treparon las víboras!



Abusando de la amistad que me une a mi antiguo compañero de luchas, Gustavo –me es imposible referirme a él con su nuevo título–, le he pedido, dado que soy bibliófilo, que me permita husmear su biblioteca, ahora trasladada a sus aposentos de la carrera octava con calle séptima de la capital, muy por los lados de la Plaza de Bolívar, la misma donde él se negó, A sangre fría, a dejarse imponer la banda que le llevó María José si no le traían antes la espada del Libertador. Buen augurio, dijimos todos. Aquí tenemos a un Yo, Claudio, pero de izquierdas. Me dio carta blanca para examinar todos sus libros y, más aún, me dejó encerrado una noche entera en La casa de los espíritus, mientras él se daba su fugadita, que ahora hace con inusual frecuencia, a Cuba, para consultar con sus médicos de confianza sus diferentes dolencias. Así que, en El laberinto de la soledad de su biblioteca, y sabiendo que el guarda no abriría la puerta hasta la mañana siguiente, me puse a brujear la literatura que tanto le gusta.

No tardé en darme cuenta de una fatalidad: sus doce meses en el poder son reflejo de lo que encontré en esos libros. Comencé a descifrar qué es lo que ha sucedido y por qué le está yendo mal. Desde el momento que, diantre, anunció en el discurso inaugural que daba la bienvenida al capitalismo, supimos que estábamos ante La metamorfosis, que este no era aquel por quien votamos, que le estaba diciendo adiós a la posibilidad de Un mundo feliz. Le dimos un puñetazo a Mil soles espléndidos y en realidad fue evidente que estaba devolviéndole el poder, aún sin recibirlo, al patrón, el del teflón, El señor de los anillos. Caramba, este hombre está signado por su Orgullo y prejuicio que no le permite escuchar ni una palabra, menos una crítica, a sus amigos más cercanos. Ahí tiene, para qué se queja, ya vive su Crimen y castigo, por ponerse a dársela de socialdemócrata y miren cómo le han pagado, le han montado –perdón por el caribismo– culo de El proceso que parece conducir a eso que llaman, eufemísticamente, el golpe blando. Eso le pasa por apostarle la bienaventuransa del gobierno a la coalición con los de siempre; cual Principito, imaginó que la rosa del socialismo es la misma que dibuja el principito que vive en las estrellas. Nada que ver.

¿Qué dejan estos meses de gobierno? Solo El ruido y la furia de ver desvanecidas las ilusiones de 11.280.902 colombianos que votamos por él, incluso yo –que mi madre es ecuatoriana, de allí mi nombre tan eufónico– pero soy colombiano a mucho honor. Ahora todos estamos tragándonos Las uvas de la ira, mientras contemplamos al hombre pensativo, sentado con la calavera de Gaitán en las manos, cual Hamlet, debatiéndose entre ser o no ser. La Odisea iniciada el 7 de agosto del año pasado parece llegar a su fin, abruptamente. Tenemos un país que sigue debatiéndose entre Guerra y Paz, donde cada día hay alguien que se levanta buscando Matar a un ruiseñor, entre disidencias y clanes mafiosos, entre elenos indomables y exfarc que le siguen apostando a la no repetición. Reaparecieron los paras en Tierralta, en Córdoba, donde solo llega La sombra del viento, y los encapuchados de esa brigada. ¡Qué horror! Estamos en El corazón de las tinieblas. ¿No es acaso este el país de Frankenstein, de Drácula? La cartilla en que aprendimos a leer es la de Los renglones torcidos de Dios. ¿Qué engendro se ha apoderado del espíritu de los colombianos mientras algunos, allá a la otra orilla de mi zurda, dicen que este es El país de las maravillas y que El extranjero –pues así lo consideran, ya que proviene de “otro país” distinto al de la oligarquía tradicional– ha venido a estropear todo? Tendrán que ser muy miopes, acaso tengan que escribir su propio Ensayo sobre la ceguera, para darse cuenta de que este país no aguanta más infortunados, más pobres, que Los miserables no pueden seguir siendo marginalizados.

¿Qué le pasa a mi amigo? Creo que se tragó el cuento de que es Ulises o El gran Gatsby o Harry Potter y la piedra filosofal y no se ha dado cuenta de qué tenemos El llano en llamas, y que quien reina de verdad aquí es nada menos que El señor de las moscas. Jamás imaginó, muchacho de las sabanas cordobesas, lo que eran estas Cumbres borrascosas del poder. ¡Ay!, le cogieron ventaja, le tumbaron a la Corcho, a Laurita Sarabia, a este y a esta otra ministra, la batalla se la ganó la ballena Moby Dick. Este gobierno entró a su Viaje al fin de la noche, y en los grises destellos políticos de cada día muestra fuertes evidencias de  la Crónica de una muerte anunciada. No es raro que estemos en La mala hora. Y mientras Todo se desmorona, y nos preparamos para un Juego de tronos, de cara a otros Cien años de soledad –cuando creíamos que doscientos años habían sido suficientes– nuestro caballero andante, cual Don Quijote, sigue cabalgando, emprendiéndola contra gigantes que lo levantan en sus aspas y le hacen dar tumbos por el aire. ¿Sacará energía creativa para darle un fuerte timón a esta realidad? Ojalá que sí, pues de no ser así en tres años regresaremos a buscar, entre La hojarasca, Lo que el viento se llevó. Habrá que retirarse mientras tanto a reflexionar En busca del tiempo perdido y apostar a que haya una segunda oportunidad. Esta no fue. Ya sabemos Por quién doblan las campanas. O quizás no. ¿Qué nos queda? Nuestra última carta: ¡La rebelión en la granja! Porque a este hombre –el último libro que examiné, confieso que no lo conocía– ¡Se le treparon las víboras!

Suscríbase

Esta imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es suscrip11023-1024x529.jpg

https://libreria.desdeabajo.info/index.php?route=product/product&product_id=180&search=suscri

Información adicional

Autor/a: Karlmarx Otálora
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico Le Monde diplomatique, edición Colombia Nº237, octubre 2023

Leave a Reply

Your email address will not be published.