El nombre y la significación de Ricardo Flores Magón (1873-1922) han sido prácticamente borrados de la historia oficial u oficiosa de la Revolución mexicana. Nacido del seno de una familia liberal relativamente acomodada de Oaxaca, la patria nativa de Benito Juárez, pasa tempranamente a vivir a Ciudad de México, donde estudia en la Escuela Nacional Preparatoria y luego en la de Jurisprudencia. Funda con su hermano Jesús, el periódico Regeneración en 1900, y al año siguiente asiste a la fundación del Club Liberal Ponciano Arriaga de San Luis de Potosí, de donde surgirán las tendencias radicales anti-porfiristas que van a caracterizarlo. Continuando una tradición satírica que parte de J. J. Fernández de Lizardi, funda “El hijo del Ahuizote”, en el que colabora el célebre dibujante José Guadalupe Posada. Perseguido por la oposición al régimen porfirista, es encarcelado por algunos años, tras lo que sale al exilio, a Estados Unidos. Hostigado, detenido una y otra vez, suelto y nuevamente convicto, su vida de lucha, de sufrimientos, de resistencia, culmina trágicamente en 1922.
El anarquista argentino-catalán Diego Abad de Santillán, primer biógrafo de Flores Magón, rememora el impacto de su cruel sacrificio: “Flores Magón tenía poco más de cuarenta y ocho años de edad y había pasado más de trece en las diferentes prisiones de México y Estados Unidos. La noticia de la muerte de ese rebelde corrió como un relámpago por la prensa obrera de todos los países. El proletariado de México, el amigo y el enemigo, lloran la desaparición del hombre que más había hecho y sufrido por emancipar al pueblo mexicano del yugo capital y la autoridad. El 22 de noviembre, la cámara de diputados de México rindió tributo al luchador caído; enlutó la tribuna y la bandera mexicana estuvo a media asta en el país; se pronunciaron discursos; Díaz Soto y Gama termino así: “En lugar de pedir a ustedes algo de luto, algo de tristeza, algo de crespones negros, yo pido un aplauso estruendoso, que los revolucionarios mexicanos, los hermanos Flores Magón dedican al hermano muerto, al gran rebelde, al inmenso inquieto, al enorme hombre de carácter jamás manchado, sin una mancha, sin una vacilación, que se llamó Ricardo Flores Magón”.
En efecto, su figura revolucionaria retumba como pionero y gestor político e intelectual desde los primeros levantamientos populares de 1906 y 1908. En 1906 se firma, en San Luis Missouri, el “Programa del Partido Liberal y Manifiesto a la Nación”. Desde el exilio, los liberales magonistas alentaron a miles de insurgentes para rebelarse en contra la dictadura porfirista. Se efectúan algunos levantamientos, pronto contenidos por agentes del gobierno. En 1908 estalla otra vez el movimiento anti-porfirista, que nuevamente se ve sofocado por orden del “gendarme necesario”. Al poco tiempo, surgen movimientos partidistas inestables con intereses encontrados: los grupos Reyistas –a favor de Bernardo Reyes–, los cuales desaparecen para dar paso a los reeleccionistas, con Porfirio Díaz a la cabeza, y los antirreeleccionistas (Centro Antirreeleccionista de México) comandados por Francisco Ignacio Madero e influenciados por el Partido Liberal de los Flores Magón.
Pero esta pugna de facciones políticas remite a un tema profundo que se quería acallar, a saber, la desorbitante desigualdad social y la injusta distribución de la tierra. El doble problema remitía a una vieja historia, existente desde el comienzo de la dominación española, pero agravada en las primeras décadas de la República. El tradicional ejido, que protegía de algún modo las comunidades indígenas de un mayor despojo por los terratenientes, desaparece y gran parte del territorio conquistado queda en manos del clero. Con la Ley de Desamortización promovida por Lerdo de Tejada, en 1856, se quiso corregir el camino, para “Hacer desaparecer uno de los errores económicos” mayores y para “allanar el principal obstáculo” de un buen sistema de impuestos.
En las goteras de la Revolución, Madero comprende el problema de la tenencia desmesurada de la tierra en manos de ricos hacendados. Hay haciendas que llegan a tener 100.000 hectáreas y cubren regiones enteras. La inimaginable acumulación de estas haciendas, especialmente, en el Norte de México, fue legendaria y ha quedado grabada en el imaginario popular. Eran verdaderos feudos, con el poder descomunal del señor hacendado. Porfirio Díaz había alentado esta poderosa clase hacendaria. Sin embargo, la posición social de Madero como miembro de una familia poderosa y acaudalada no le permite confrontar decisivamente los problemas fundamentales de México. Prueba de esto es la arenga con la que llama a la revolución: (…) vosotros no queréis pan, queréis únicamente libertad, porque la libertad os servirá para conquistar el pan (Silva, 1983: 145)1. Contrario a la opinión de Madero, el problema para Ricardo Flores Magón más que la libertad es el hambre, porque un pueblo con hambre no puede luchar por su libertad. Esta falta de comprensión de las necesidades del pueblo mexicano lleva a Flores Magón a enfrentarse abiertamente contra los maderistas. Para 1910, como se desprende de su ideario cada vez más radical, Flores Magón se declara opositor de Porfirio Díaz y Francisco Madero al mismo tiempo y reitera que son los desheredados los que deben unirse y luchar por su reconocimiento, por su ¡Tierra y Libertad!
Su prédica es para los hombres en esta tierra; para los hombres del presente, que ya no creen en las fantasmagorías del más allá para colmar su sed de justicia, empuja su pluma. La justicia ya no es de los dioses, sino de los hombres terrenales. “Los pueblos”, escribe Flores Magón en 1907 en Revolución, “ya no toman las armas para imponer un dios o una religión; los dioses se pudren en los libros sagrados; las religiones se deslíen en las sombras de la indiferencia. El Korán, Los Vedas, La Biblia, ya no esplenden: en sus hojas amarillentas agonizan los dioses tristes como el sol en crepúsculo de invierno. Vamos hacia la vida. Ayer fue el cielo el objetivo de los pueblos: ahora es la tierra. Ya no hay manos que empuñen las lanzas de los caballeros. La cimitarra de Alá yace en las vitrinas de los museos. Las hordas del dios de Israel se hacen ateas. El polvo de los dogmas va desapareciendo al soplo de los años. Los pueblos ya no se rebelan, porque prefieren adorar un dios en vez de otro. Las grandes conmociones sociales que tuvieron su génesis en las religiones, han quedado petrificadas en la historia”.
Flores Magón renueva el tipo de hombre de letras que supusieron Domingo F. Sarmiento o Juan Montalvo: luchaba contra el dictador, pero la dictadura era toda una clase de poseedores. Alcanza su renombre y madurez durante un periodo dominado por la estética del Modernismo y su figura en la torre de marfil. A sus diecinueve años es arrestado por primera vez durante las manifestaciones estudiantiles de 1892 en contra de la reelección de Porfirio Díaz, un año después inicia su carrera de abogado en la Escuela de Jurisprudencia, la cual abandona luego de tres años de estudio. A partir de ahí, hasta el 7 de agosto de 1900, fecha en la que se publica el primer número del periódico Regeneración, redactado por él y su hermano Jesús, Ricardo permanece inactivo políticamente, es en este año que empieza su constante e incansable trabajo político. La actuación del intelectual en la vida pública es uno de los puntos en los que radica la discusión para definir esta figura: ¿el intelectual debe o no fijar su atención necesariamente en la realidad social?, de no ser así ¿cuál sería entonces su función dentro de la sociedad?
Flores Magón tenía color político. Sin embargo, tener un color político no significa necesariamente estar en el poder, detentar cargos públicos. Para Flores Magón, los hacedores de la revolución debían actuar hombro a hombro con el pueblo y no descansar en altos cargos. Rechazó consecuente puestos gubernamentales, y continuó la lucha con y a favor de los desheredados. El poder del intelectual es su medio; y este es para su época, naturalmente, la prensa. La prensa es medio de agitación pero también ministerio de educación popular. Regeneración no era simplemente un órgano periodístico en el que se expresaba el pensamiento magonista, por el contrario, el hecho de que el magonismo tuviera como arma política principal un periódico como Regeneración es un rasgo esencial que define a esta corriente. El magonismo no utilizó Regeneración: Regeneración era el magonismo (Bartra; 1977: 15)2. La prensa es, empero, también vehículo de educación cívica del pueblo, es tribunal y es pupitre: da cuenta de la actuación de los poderes judicial, ejecutivo y legislativo, con el fin de que los ciudadanos conozcan sus derechos “Para que no se les burle y avasalle , y de esta forma se hagan respetar”.
Pero la prensa es más: es libro de imaginación. Es obra literaria en marcha. La prensa inspira al poeta, al cuentista, al gran prosista, al hombre de letras que es a la vez el anarquista Flores Magón. Su producción literaria nace, en Regeneración, entre 1910 y 1917. Son alrededor de 45 cuentos, sencillos, de pedagogía política, de denuncia, de suscitación a la rebeldía, a la resistencia social. Son casi arengas. Ellos exponen las diferentes situaciones que trae consigo la toma de consciencia que adquieren los peones al sentirse explotados por sus amos, el Gobierno y la Iglesia. En general, sus personajes son los diferentes actores de la revolución –hacendado, gobernante, cura, peones, soldados–. Hay hombres de edad madura que contrastan con hombres jóvenes. Son tipos más que individuos; son pequeñas obras de “tesis” o alternativas de expresión de los idearios políticos del apóstol revolucionario. Los personajes y las situaciones se enmarcan, pues, dentro de una sociedad recién transformada en capitalista. Ante el enriquecimiento egoísta de los amos, los personajes de los cuentos de Flores Magón se revelan en contra de la merma de salarios y el incremento en los precios de los productos para el sostenimiento básico. Acusa en “Por Tierra y Libertad”: “Pedro llegó a la edad de hombre, y llegó también, como su padre, a ganar veinticinco centavos diarios trabajando de sol a sol; pero si la vida era cara cuando su padre lo inició en el trabajo, lo era más actualmente…”.
La mujer también desempeñó un papel importante, no solo como personaje literario, sino como figura que tiene parte en la revolución. Los escritos de Flores Magón y Práxedis G. Guerrero tienen una apuesta por su reivindicación. En los periódicos Revolución y Punto Rojo, Práxedis Guerrero reserva algunas líneas a “las revolucionarias”: “La causa de la libertad tiene también enamoradas. El soplo de la revolución no agita solamente las copas de los robles: pasa por los floridos cármenes y sacude las blancas azucenas y las tiernas violetas. Aliento de lucha y esperanza, acariciando a las dolientes pasionarias, las transforma en rojas y altivas camelias”.
El apostolado de Ricardo Flores Magón se consagra a la diseminación incansable de las ideas sociales y políticas, para lograr despertar al pueblo mexicano de la larga noche en la que los sumió la tiranía porfirista. Este apóstol de la Revolución mexicana fue un gran combatiente, acaso un gran literato; una gran figura que a lo largo de sus años revolucionarios permanece incólume en sus ideales. No se dejó tentar por el poder ni por las comodidades que surgieron a su paso. Se mantuvo entero en su inhumano destierro, en la inhumana cárcel desde la que, a hora convenida y por una rendija, podía espiar breves segundos a su amada familia. Así por años de insufrible tortura moral. Su estilo de escritura es del revolucionario en la tradición de Bakunin, o mejor de Kropotkin; una escritura para el proletariado analfabeto, para el proletariado cualificado y para los hombres de bien. Para el humano entendimiento de todos. Sus variaciones las dicta la necesidad y sus “tácticas” de la publicación, con la astucia de un camaleón, son lecciones abiertas a la mortal aburrición de nuestros hombres de ideas (sin ideas).
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