“No se trata sólo de cuestionar el futuro de la democracia. Se trata, también, de cuestionar la democracia del futuro”.
La fuerza de la costumbre. Nacimos en una sociedad llamada democrática y nos habituamos a sus ritos. Lo primero que escuchamos en política elemental, tal vez en la escuela, es que las elecciones son el soporte de la democracia, sin ellas ésta no es posible ni real. La economía, la participación, la organización social y otras aristas sustanciales de la vida en comunidad, quedaban a un lado. Así crecimos. Niñez y juventud. Estudio y activismo.
Pese a ello, en nuestros primeros pasos por la ciudad y el campo nos encontramos rodeados de pobreza y miseria, gente arrojada a la calle sobreviviendo sin techo ni pan asegurado, extendiendo sus manos para suplicar una ayuda. En las iglesias, uno de los principales soportes del poder y de su anhelado status quo, voces repetitivas llamando día a día a la caridad para con los semejantes pero nunca a la solidaridad efectiva, a la igualdad, mucho menos a la protesta, a la rebelión. Dar lo menos, lo que sobra, agradecer porque todo sigue igual, y pasividad: ya vendrá el otro mundo donde sí habrá justicia.
La fuerza de la costumbre. En los sitios de trabajo, con salarios insuficientes para garantizar vida digna, vimos como la protesta era/es castigada con la persecución, el señalamiento, la estigmatización como comunista de quien con dignidad alzaba su voz, y, como no, el despido.Vida, sobrevivencia. En la calle miles de miles disputando el peso diario, gritando productos, ofreciendo servicios; la inmensa mayoría sin garantía de trabajo y mucho menos de ingresos dignos en forma de renta básica o fórmula similar.
Igual en el campo, donde vimos y reconocimos las manos fuertes y callosas, listas para el trabajo, pero sin tierra para su labor, manos empeonadas; por llanos, vegas, riscos y cimas alcanzamos a ver la pobreza multiplicada, resguardada en casuchas de bareque, acompañados de unos pocos animales que con sus pío pío daban señal de que aún allí, a pesar de la adversidad, había deseos y disposición para la vida.
En uno y otro lugar, en la ciudad y el campo, presenciamos o hicimos parte de quienes sufrían la persecución de la democracia por atreverse a protestar y exigir. En una y otra parte vimos, sufrimos o acompañamos a quienes como única respuesta ante sus deseos de mejor vida padecieron la tortura y la cárcel. Las voces de los desaparecidos también llegaron a nuestros oídos, así como la de aquellos que encontraron en otras tierras, lejanas y más allá de los mares que mojan las costas nacionales, mejor suerte y brillo de futuro cierto para sí y los suyos.
Pasajes de la vida, de uno y de muchos. ¿Y la democracia? ¡Si el régimen garantiza elecciones es efectiva! Así supimos que por décadas la de Colombia fue referenciada como de excelencia en nuestro continente, sin importar que en medio del repetido rito del sufragio y el escrutinio las cárceles se llenaran de perseguidos políticos, que en los cuarteles militares, bajo indescriptibles suplicios, trataran de reventar el silencio rebelde, que los cementerios vieran llenar sus tumbas con gargantas silenciadas, y que desperdigados por doquier, los esqueletos de miles abonaran con sus desaparecidos músculos y huesos las tierras desconocidas. Los ríos también los tragaron. Llegaría luego el tiempo de los ácidos y la brea para descomponer y desaparecer la rebeldía.
Sin embargo había, hay, democracia. ¿Paradoja? ¿Falsedad? ¿Manipulación?
Han trasncurrido los años. Hoy sabemos que en el mundo, donde la crisis sistémica es lo característico, la ecuación dominante está resumida en el 99-1, la cual no es distinta en nuestro territorio, en el que unas pocas, poquísimas familias, concentran bajo su control lo que debería ser del conjunto social, lográndolo con el favor de políticos siempre por ellos financiados, que hacen de lo público algo privado y privatizado, al igual que con el favor y la sumisión de los efectivos militares.
País de injusticias, ¡pero en democracia!
Crecimos y nos hicimos mayores, y activistas, en medio de esta realidad que a todas luces parece irreal. Y allí vimos como las voces disonantes y alternativas, las que con pinceles de futuro dibujaban otra vida posible, nunca pudieron acordar una acción común, única, para dar cuenta de los culpables de que esta realidad fuera la norma –por demás aceptada por las mayorías que la padecen– para superar a los mismos responsables de la prolongación de la injusticia, los mismos que en textos escolares, y más allá de ellos, seguían, siguen, sustentando que la democracia es efectiva si hay elecciones, incluso, sin importar el dominio del clientelismo, la corrupción, la explotación, la violencia, la manipulación, el control social por medio de aparatos como el ideológico y el militar.
Todo Estado injusto y todo régimen político opresivo tienen su final. En nuestro caso no podrá ser diferente. Ahí tenemos un reto por encarar en el aquí y el ahora, para nosotros el 2019, sabiendo, como lo han dejado en claro millones de personas por todo el mundo (los indignados, Occupy Wall Street, revueltas árabes) que esta democracia está quebrada, que es totalmente insuficiente, que es la forma de dominio de los pocos contra los muchos, que esta democracia, la liberal, es el brazo político del capitalismo última explicación de las barbaridades a las cuales está sometida la sociedad global y local pese a contar con recursos y condiciones suficientes para que ni una sola persona tenga que vivir soportando, arrojado a la calle, las inclemencias del clima, las angustias del hambre, las injusticias de la explotación laboral, la exclusión política, la negación como ser humano.
Hoy sabemos, producto de todas estas protestas sucedidas por distintas coordenadas de nuestro planeta que “…la democracia liberal agoniza bajo el peso de los poderes fácticos (el FMI, el Banco Mundial, las mafias, la masonería, el Opus Dei, las transnacionales …), la impunidad de la corrupción, el abuso de poder y el tráfico de influencias. El resultado es una fusión creciente entre el mercado político de las ideas y el mercado económico de los intereses. Todo está en venta…”, y en ese mercado los Estados quedaron reducidos a simples agentes económicos de las transnacionales y la democracia reducida a simple formalismo con el cual la sociedad en pleno queda expropiada –sin que ésta se percate de ello– de su poder deliberativo, decisorio, sobre todos y cada uno de los asuntos que definen su vida. En el curso de esa transformación, los espacios legislativos, si en algún tiempo cumplieron con su misión, fueron arrinconados, reducidos a epicentros de debates poco efectivos y decisiones que siempre favorecen al gran capital.
Esta realidad la presenciamos, la vivimos, todos, sin excepción, durante los últimos 20 años. Por esa vía llegó, fue legalizada, la privatización de lo público, la reducción del Estado y de sus funciones –con excepción de la administración de la violencia–, así fueron ampliadas las lógicas mercantiles a costa de los derechos fundamentales de las mayorías. Estamos ante el llamado neoliberalismo que cuestionó las mismas funciones históricas del Estado pero, esto es lo fundamental, incentivó en la dinámica cotidiana de las sociedades un profundo espíritu individualista y consumista que las atomiza y cosifica, espíritu que rompe solidaridades y potencia la competencia allí donde no debiera estar presente.Como escribió una periodista respecto a su lugar de origen, “Les entregamos un país y nos regresaron un gran supermercado”.
Así las cosas, el neoliberalismo logró atomizar y desunir, además de multiplicar ventas para cada uno de sus agentes, empujando al mundo hacia el abismo de su propia autodestrucción.
Lograron, además, inyectar en amplios sectores sociales la lógica imperativa de que el gobierno como un asunto de todos, responsable del bienestar común, quede sustituido en la medida de lo posible por la lógica cooperativa de gobierno entre intereses sectoriales, entre ellos el Estado. Y en esa lógica el capital privado, como el Diablo, entra y toma todo lo que puede. Lo que aún está a salvo de su mercantilización perversa es el aire.
En esta transformación de todo lo común en asunto privado, pasamos de los derechos sociales “[…] a la filantropía y a las ayudas en situaciones extremas de pobreza o incapacidad”.Nos dan como limosna y no como derecho. Tremenda regresión en los escalones logrados, ascendidos, a través de inmensas luchas de obreros, campesinos y otros sectores sociales en el curso de más de un siglo, luchas con asiento en Asia, África, Europa y América.
De esta manera, entonces, hoy sabemos, y por ello la vigencia y oportunidad de liderar, una campaña que pregunte por la democracia, la interrogue y demande una de otro tipo, ya que, todas las sociedades están ante la realidad de facto de la regresión democrática liberal, resumida en aspectos como, “[…] 1) el vaciamiento y descrédito de las instituciones y prácticas políticas liberales, 2) la despolitización de la sociedad, 3) la privatización de lo público, 4) la subordinación de la izquierda institucional a las reglas de juego de la política (neo)liberal y 5) la reducción de la democracia a un simulacro electoral donde la representación política se compra y vende al mejor postor”.
Ante esta realidad no hay que olvidar que el capitalismo concibe a la democracia como un instrumento de acumulación; de ahí que no sea casual que si requiere controlar el poder renuncie a las formalidades dándole paso a los militares u opte por formas cada vez más autoritarias en el régimen político. Las apariencias se conservan pero la esencia de la democracia ha desaparecido.
Y así funciona pues este sistema sólo “[…] se siente seguro si es gobernado por quien tiene capital o se identifica con sus “necesidades”, mientras que la democracia es idealmente el gobierno de las mayorías que no tienen capital ni razones para identificarse con las “necesidades” del capitalismo, sino todo lo contrario”.
Pero una democracia plena dentro de este sistema no puede funcionar pues “[…] la burguesía siempre ha tenido pavor a que las mayorías pobres tomen el poder y ha usado el poder político que le concedieron las revoluciones del siglo XIX para impedir que eso ocurra. Ha concebido la democracia liberal como el modo de garantizar eso mismo a través de medidas que cambiaron en el tiempo, pero mantuvieron su objetivo: restricciones al sufragio, primacía absoluta del derecho de propiedad individual, sistema político y electoral con múltiples válvulas de seguridad, represión violenta de la actividad política fuera de las instituciones, corrupción de los políticos, legalización del lobby. Y siempre que la democracia se mostró disfuncional, se mantuvo abierta la posibilidad del recurso a la dictadura, algo que sucedió muchas veces”. En su esencia, en tanto la democracia liberal está cerrada, en tanto lo que tienen funcionando son formalidades a través de las cuales legalizan decisiones y medidas siempre en beneficio propio, con lo cual mellan el filo del Parlamento, lo que han hecho es darle paso a una “democradura”.
Pero además, para desestimular la protesta social, el ánimo de revolución, para sostenerse en el poder “[…] las derechas siempre han [reducido] la realidad a lo que existe, por más injusto y cruel que sea, para que la esperanza de las mayorías parezca irreal. El miedo en la espera mata la esperanza en la felicidad. Contra esta trampa es necesario partir de la idea de que la realidad es la suma de lo que existe y de todo lo que en ella está emergiendo como posibilidad y como lucha por su concreción”.
Es oportuna acá, por tanto, una pregunta: “¿Puede el capitalismo ser reformado para mejorar la suerte de los dominados, o esto sólo es posible más allá del capitalismo?”
Recuérdese que para llegar a los derechos que aún tenemos, así sean de papel, debieron tomar cuerpo infinidad de luchas sociales y de revoluciones efectivas, las mismas que obligaron al capitalismo a ceder en sus pretensiones de concentración de riqueza (redistribuyendo parte de la generada por todos, separando al mismo tiempo el mercado de las mercancías –es decir, “los valores que tienen precio y se compran y venden del mercado de las convicciones (las opciones y valores políticos que, por no tener precio, ni se compran ni se venden)”, teniendo también que ceder en sus ambiciones de dominio total, es decir, los niveles de libertad y de derechos que tenemos son el fruto de las luchas de la izquierda, por excelencia democrática, soñadora, libre, igualitaria, participativa. Y tal espíritu, base de una democracia radical, no puede dejarse perder, no puede cederse, debe izarse como una bandera colectiva que hoy debe ondear por doquier, gritando con toda fuerza que estamos mamados de esta democracia y exigiendo espacio para la realización de otra democracia posible hoy más necesaria y urgente que nunca antes.
Estamos por tanto ante el reto de defender una democracia real, efectiva, que le sirva a las mayorías, es decir, democracia directa, además de participativa, radical, donde política, economía y sociedad sean un solo cuerpo.
Una democracia que implique la redistribución de la riqueza de todos/as, donde lo parlamentario –de llegar a asumirse– deje de ser el eje de acción política, abordándose como una tarea de segundo nivel, en un ejercicio que deje de ser de profesionales, abierto al debate y control del conjunto social, con cargos rotativos, entrega de informes de gestión –como mínimo– trimestral por parte de los elegidos ante sus electores, sin posibilidad que sus campañas tengan financiación de empresas privadas, y donde el salario del elegido no pueda ser superior al de un obrero calificado. Pero donde el foco principal de nuestra acción debe estar situado en el impulso y construcción de acciones y procesos autogestionados, autónomos, con visión de doble poder, en donde, por lo tanto, la superación del actual sistema socio-económico y político nunca se pierda de referencia.
En esto hay que ser muy claros y decididos, pues la legitimidad que en algunos momentos ha ganado la oligarquía en su dominio en parte ha pasado, también ha estado soportado, en el apoyo –consciente o inconsciente– brindado por la izquierda a través de su participación en el rito electoral, o en un abstencionismo insulso que no proyecta acciones de construcción de otra sociedad posible.
Estamos pues, como dicen algunos, ante el reto de democratizar la democracia, rescatarla de su secuestro, movilizando constantemente a la sociedad en acción deliberativa como soporte y fundamento de la misma. Una acción participativa y decisoria donde todos debemos ser iguales, y donde otras manifestaciones de la antidemocracia, como el patriarcalismo, el colonialismo, también deben ser cuestionados y superados.
Estamos pues ante un reto y una oportunidad de gran potencial. Para encararla debemos partir de una concepción de la democracia más robusta, cuya marca genética sea el anticapitalismo. Pongámonos de acuerdo para que nos confrontemos con la realidad.
Rompamos la pasividad. ¡Es hora de actuar!
Bibliografía
* La mayoría de los textos entrecomillados corresponden a los escritos de Boaventura Souza do Santos, conocidos como “Cartas a la izquierda”.
Dávalos, Pablo, Democracia disciplinaria El proyecto posneoliberal para América Latina, Ediciones desde abajo, 2011.
Gallardo, Helio, Democratizar la democracia, Ediciones desde abajo, 2011.
Galli, Carlos, El malestar de la democracia, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2013.
García, Nossa, Antonio, Dialéctica de la democracia. Sistema, medios y fines: políticos, económicos y sociales, Ediciones desde abajo, 2013.
Hardt Michael y Negri Antonio, Declaración, Ediciones Akal, España, 2012.
Iglesias, Pablo (Coord.), Ganar o morir. Lecciones políticas en “Juego de Tronos”, Ediciones Akal, España, 2014,
Laclau Ernesto, La razón populista, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2005.
Zizek Slavoj, Pedir lo imposible, Ediciones Akal, España, 2013.
El odio a la democracia* […] En un libro tras otro, en un artículo tras otro, en un programa de radio o televisión tras otro, cien filósofos o sociólogos, politólogos o psicoanalistas, periodistas o escritores, nos han dado su respuesta. Al decir de ellos, todos esos síntomas traducen una misma enfermedad, todos esos efectos tienen una sola causa. Esta causa se llama democracia, es decir, el reinado de los deseos ilimitados de los individuos en la sociedad de masas moderna. Es preciso advertir lo que otorga a esta denuncia un carácter singular. Ciertamente, el odio a la democracia no es una novedad. Es tan viejo como la democracia misma, y ello, por una simple razón: la propia palabra constituye una expresión de odio. Fue primero un insulto inventado en la Grecia antigua por quienes veían en el innombrable gobierno de la multitud la destrucción de cualquier orden legítimo. Resultó sinónimo de abominación para todos cuantos pensaban que el poder correspondía por derecho a quienes se hallaban destinados a él por su nacimiento o a quienes eran convocados a él por sus capacidades. Lo es aún hoy para quienes entienden que la ley divina revelada es el único fundamento legítimo en la organización de las comunidades humanas. Sin la menor duda, la violencia de este odio tiene actualidad […]. Junto a este odio a la democracia, la historia ha conocido las formas de su crítica. La crítica hace justicia a una existencia, pero para asignarle sus límites. La crítica de la democracia ha tenido dos grandes formas históricas. Legisladores aristócratas e ilustrados manejaron el arte de transigir con la democracia tenida por un hecho incontrovertible. La redacción de la Constitución de Estados Unidos es el ejemplo clásico de este trabajo de conciliación de fuerzas y equilibrio de mecanismos institucionales destinado a obtener del hecho democrático lo mejor que podía dar de sí, pero circunscribiéndolo con rigor a fin de preservar dos bienes considerados sinónimos: el gobierno de los mejores y la defensa del orden propietario. El éxito de esta crítica en acto alimentó, como es lógico, el de la opuesta. Al joven Marx no le dio el menor trabajo descubrir el reinado de la propiedad en el fundamento de la constitución republicana: los legisladores republicanos no habían hecho nada misterioso al respecto. Pero supo fijar un estándar de pensamiento que no se ha agotado aún: las leyes e instituciones de la democracia formal son las apariencias bajo las cuales ejerce el poder la clase burguesa y son, asimismo, los instrumentos de este ejercicio. La lucha contra esas apariencias pasó a ser, entonces, la vía hacia una democracia «real», una democracia donde la libertad y la igualdad no estarían ya representadas en las instituciones de la ley y del Estado, sino que se encarnarían en las formas de la vida material y de la experiencia sensible. […] Sus portavoces habitan, todos ellos, en países que declaran ser no sólo Estados democráticos, sino, además, simplemente democracias. Ninguno reclama una democracia más real. Por el contrario, todos nos dicen que ya lo es en exceso. Pero ninguno se queja de las instituciones que pretenden encarnar el poder del pueblo ni propone medida alguna que limite este poder. Lo que les interesa no es la mecánica de las instituciones, que apasionó a los contemporáneos de Montesquieu, Madison o Tocqueville. Se quejan del pueblo y de sus costumbres, no de las instituciones de su poder. Para ellos, la democracia no es una forma corrupta de gobierno, sino una crisis de la civilización que afecta a la sociedad y al Estado a través de ella. De ahí ciertos vaivenes que a primera vista pueden parecer sorprendentes. Los mismos críticos que denuncian una y otra vez a esa América democrática de la que nos vendría todo el mal del respeto de las diferencias, del derecho de las minorías y de la affirmative action que socava nuestro universalismo republicano, son los primeros en aplaudir cuando la misma América se lanza a expandir su democracia en el mundo mediante la fuerza de las armas. El doble discurso sobre la democracia no es nuevo. Ya estábamos acostumbrados a escuchar que la democracia era el peor de los gobiernos con excepción de todos los demás. Pero el nuevo sentimiento antidemocrático da una versión más turbadora de la fórmula. El gobierno democrático, nos dice, es malo cuando se deja corromper por una sociedad democrática que quiere que todos sean iguales y que se respeten todas las diferencias. Es bueno, en cambio, cuando individuos de la sociedad democrática que se hallan maltrechos son instados a movilizarse para la guerra a fin de defender valores de la civilización que son valores de lucha entre civilizaciones. Así pues, el nuevo odio a la democracia puede resumirse en una tesis muy simple: hay una sola democracia buena, la que reprime la catástrofe de la civilización democrática. […] No se trata solamente de describir una forma de la ideología contemporánea, ya que esta nos informa también sobre la situación actual del mundo y sobre lo que se entiende en él por política. Puede ayudarnos, de esa manera, a comprender positivamente el escándalo que la palabra democracia implica y a redescubrir el vigor y la contundencia de esta idea. * Apartes de la Introducción, Jacques Rancière, Amorrortu Editores. 2006. |
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Jorge Luis Borges sobre la democracia “Para mí la democracia es un abuso de la estadística. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política? La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que por lo general son los políticos nacionales. Estos señores que van desparramando su retrato, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma. Para mí ser político es uno de los oficios más tristes del ser humano. Esto no lo digo contra ningún político en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergüenza. El político en sí no me inspira ningún respeto. Como político.”
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Pasado y presente de la democracia que anhelamos Si comparamos, de un lado, la limitada y hoy ya caduca y anacrónica democracia burguesa, y, del otro, la democracia construida por la Comuna de París y después por las Juntas de Buen Gobierno neozapatistas, nos llamará la atención la obvia y radical contraposición entre la primera y las otras dos, pero también la enorme similitud entre la segunda y la tercera. Radical oposición […] que se explican por la función y el fundamento en que ellos se apoyan, como mecanismo gubernamental del dominio político despótico o, en la otra vertiente, como ejercicio autónomo y libre del autogobierno popular. […] el primer rasgo de la democracia directa, descubierto por la Comuna, nos recuerda de inmediato el principio neozapatista del Buen Gobierno, que proclama la exigencia de “representar y no suplantar”. Un segundo trazo de la democracia capitalista es que se trata de una democracia delegativa, que elige representantes ajenos y lejanos a sus electores pero además delega en ellos todo poder de decisión y determinación sobre los problemas del colectivo. En cambio, la Comuna de París es una democracia directa y que gira en torno a la Asamblea Popular como su instancia central en la toma de decisiones, las cuales corresponden siempre al colectivo mismo, las que, mediante mandato imperativo, son transmitidas e impuestas a los representantes, obligados éstos a acatarlas e implementarlas por estar directamente controlados por los mecanismos de rendición de cuentas y la revocabilidad permanentes […], claro trazo coincidente con el principio neozapatista de “obedecer y no mandar”. […] un tercer trazo de la democracia burguesa es el de ser puramente formal, llegando al punto en que los supuestos representantes del pueblo son siempre miembros de las mismas clases dominantes o, en todo caso, sus personeros sometidos, lo que conduce a Lenin a la afirmación de que esta democracia era tan solo el proceso en el cual cada cierto tiempo las clases populares eligen a los nuevos amos que habrán de despreciarlas y oprimirlas durante los cuatro, seis o tres años siguientes. Ello, contrasta por completo con la democracia real de la Comuna de París, que elige como sus representantes no a políticos o miembros de la clase enemiga sino a elementos de su propia clase, simples obreros y ciudadanos del pueblo común que con orgullo reivindican ser simples ‘desconocidos’ […]. Es ésta una democracia real, de hombres y mujeres del pueblo, que se conecta claramente con la exigencia neozapatista de “bajar y no subir” para sus miembros en las Juntas de Buen Gobierno. Un cuarto trazo de la democracia burguesa que Marx señala y critica en sus análisis es el hecho de que se trata de una democracia cara, abultada, lenta en su funcionamiento, y enorme y torpe en el conjunto de su acción. […] La democracia de la Comuna es, en cambio, y en las antípodas de la democracia cara e hipertrofiada, una muy otra y barata por cuanto reduce el salario de sus miembros al de un obrero promedio, y también al simplificar de manera enorme las funciones de gobierno, pues reduce drásticamente el número de ‘servidores públicos’, aligerando y transparentando de modo radical las tareas de gobierno, redefiniéndolas […] esto, nos recuerda una vez más otro de los principios neozapatistas del Buen Gobierno, que propone a quienes realizan las tarea del Buen Gobierno la máxima de “servir y no servirse” en términos económicos, pero también en términos sociales y generales. El quinto rasgo de la democracia burguesa, también acotado por Marx, es el de ser una democracia profundamente jerárquica, a modo de pirámide escalonada, de los ejércitos ya dichos de burócratas, magistrados, clérigos, […] Ello, a diferencia de la democracia niveladora e igualitaria de la Comuna de París y el neozapatismo mexicano, en que todos los funcionarios son sin excepción elegibles, responsables y revocables en todo momento, y por tanto sometidos a un único e idéntico criterio, aspectos complementados con la equiparación de sus salarios, iguales para todos, es decir, al de un obrero promedio. Con esto se eliminan de golpe la división, la segmentación, la jerarquización y las distinciones propias de la democracia burguesa, que nos recuerdan, otra vez en cambio, el principio neozapatista del Buen Gobierno que propone para sus miembros: “Unir y no dividir”. Otro rasgo de la democracia capitalista y burguesa, también criticado por Marx, es que funciona sobre todo a partir de criterios cuantitativos y abstractos, lo que se corresponde muy armónicamente con el predominio de la economía capitalista, la lógica del valor, lógica igualmente abstracta y cuantitativista en lo estructural; es una democracia mucho más cuantitativa que cualitativa, que aplica mecánica y abstractamente el principio del apabullamiento de la minoría por la mayoría […] Frente a lo anterior, en la democracia de la Comuna de París predomina lo cualitativo, lo concreto, incluso –de manera espontánea– lo tendencialmente consensual, pues, al basarse en la asamblea general como su máximo órgano deliberativo y decisorio, todas las decisiones se toman no por absurdas, abstractas y mecánicas mayorías sino mediante el constante ejercicio del diálogo inteligente, la interpenetración de posiciones divergentes y hasta encontradas, y una explícita búsqueda de consenso o, por lo menos, de semiconsensos. […] Dicho una vez más, en términos de los principios del Buen Gobierno neozapatista, a partir de una lógica inteligente de “convencer y no vencer”. El séptimo trazo de la democracia burguesa y capitalista, finalmente, es el de ser una democracia lejana, extraña, y sobre todo mistificadora del real quehacer gubernamental, que falsa e intencionalmente sesgada se quiere presentar como una tarea muy difícil, intrincada, extremadamente compleja y sofisticada, y por tanto sólo apta para seres muy calificados y preparados para ello. Pero este es otro de los tantos mitos ridículos que la Comuna de París hace trizas con su simple y saludable irrupción. Porque su democracia, por el contrario, es cercana, fácilmente inteligible, y sobre todo desmistificadora y desacralizadora de las funciones de gobierno, llevadas a cabo ahora por ‘simples’ obreros que resuelven de buena fe y con inteligente criterio práctico los asuntos colectivos, y con ello las tareas de gobierno necesarias y posibles, lo cual se cumple a partir de la lógica del séptimo principio neozapatista del Buen Gobierno, que postula “proponer y no imponer” […].
* Apartes de la Introducción (pp.16-20). Marx, Carlos, La guerra civil en Francia, ediciones desdeabajo, 2012. |
Porqués y proyección de la Campaña y su diseño
El siguiente aparte del presente suplemento contiene unas ideas básicas sobre lo que puede ser y significar la Campaña que proponemos; en ellas no hay nada definido, son eso, ideas, esbozos, provocaciones, para que entre todos y todas dibujemos con múltiples manos y colores la forma de tomar la iniciativa en procura de una conexión fuerte con nuestra sociedad, tras un momento en que buscando encuentros entre iguales y desatando imaginación y acciones oportunas en el tiempo y lugar precisos, rompamos el dominio que pesa sobre las mayorías sociales, dominio/fuerza de la costumbre que postra a quienes cuentan con la capacidad para reorientar su destino, transformándose en actores/as de su presente y futuro, dejando a un lado aquel imposible de que “alguien vendrá y cambiará esto”. Símbolos de la Campaña: Mauricio Babilonia / mariposas amarillas Como podrá recordarse, dentro de Cien años de soledad, Mauricio sintetiza al trabajador raso, al excluido, al negado, al que por su condición social hasta el amor le es negado. Este personaje, con toda seguridad, sintetiza las mayorías sociales que somos y resistimos en Colombia. Hay que releerlo para recodar su imagen, su sentido, su pertinencia. Veámos: Se llamaba Mauricio Babilonia apenas sabía escribir: […] aquel hombre oloroso a aceite de motor […] nacido y crecido en Macondo, y era aprendiz de mecánico en los talleres de la compañía bananera […] había trabajado en la primitiva planta eléctrica de AT […] vestía de lino muy usado, con zapatos defendidos desesperadamente con cortezas superpuestas de blanco de zinc […] las manos percudidas y las manos astilladas por el trabajo rudo […] su condición de menestral […] llevaba puesta su única muda de los domingos […] debajo de la camisa tenía la piel carcomida por la sarna de la compañía bananera. No le permitió hablar […] siquiera pasar de la puerta que un momento después tuvo que cerrar porque la casa estaba llena de mariposas amarillas. Lárguese —le dijo—. Nada tiene que venir a buscar entre la gente decente. […] las mariposas amarillas [ …] tenían algo que ver con él. […] precedían sus apariciones […] invadían las casas desde el atardecer […] «Toda la vida me contaron que las mariposas nocturnas llaman la mala suerte» […] un proyectil incrustado en la columna vertebral lo redujo a cama por el resto de su vida […] públicamente repudiado como ladrón de gallinas.
Diseño para ganar la iniciativa social y política
Desde el ángulo de un discurso, lucha de ideas y una convocatoria no convencional, apartarnos, evitar la inercia como círculos de marginalidad que en su relato y capacidad organizativa caracterizan a las diferentes organizaciones, movimientos y sectores sociales alternativos. La campaña incluye, inicia y perfila un escenario abierto de, por y para la movilización. Siembra un nuevo imaginario de rectificación y ruptura, con apego y consecuencia con la mirada o directriz estratégica de que las mayorías en efecto logren ser gobierno y ser poder.
Objetivo general
Buscar modificar el tejido de organización social y reivindicativo, ganando la iniciativa social y política al crear un referente de poder alternativo.
Objetivo específicos
Desnudar la democracia formal y de empresarios dominante en el país, dibujando entre todos/as la Colombia soñada y el proyecto organizativo necesario para facilitar su concreción. Tratar de introducir durante 2015, un referente complementario –con diferenciación–, ante la costumbre de quedar atrapados en un “año electoral”. Estimular el encuentro y accionar común de diferentes equipos sociales y políticos, así como de personas anhelantes de una nueva realidad para nuestro país, alrededor de un tema y una referencia común que nos permita concentrar fuerzas y recursos tras un propósito político en tiempo específico. Dar cimiento al surgimiento de un espacio político social y colectivo común, que avance al ritmo del o los acercamiento(s) y amistades de unidad social y unidad política.
Método
La Campaña es un recurso social y político para la proyección de un sujeto de poder colectivo horizontal, que introduzca una dinámica radical desde la base, en las expresiones de movilización y lucha política. Con ella iniciamos una sucesión de emplazamientos al régimen, en los órdenes local y medianos, con el objeto de ganar la opinión pública y revelar un embrión y referente de convocatoria, movilización y gobierno con extensión y efecto nacional y una calidad legítima y de receptividad. Para su concreción, partimos de la necesidad de lucha por la superación de la dispersión del movimiento social y, por la atracción hacia una dinámica común de poder y de gobierno. A la par, bregar y dar ejemplo: de unos sectores alternativos con capacidad para comunicarse consigo misma y profundizar y obtener acercamientos con territorios, movimientos, como contribución al rumbo histórico del proceso de cambio que debe vivir Colombia. Constituyen sus aspectos de orientación: a. Innovación en contenido lenguaje y métodos. b. Concebir un trayecto de expectativa. c. Tensión de fuerzas. d. Actividad y extensión del lanzamiento.
Sujeto social
Horizontal, popular y diverso de la inconformidad, que está por proyectar en todo su vigor en los posibles escenarios de gobierno 2018 en pasos ascendentes, diferentes Plataformas, escalones de liderazgo y formas y métodos de la tensión de fuerzas.
Actores activos inmediatos
La franja roja –los actores más activos de la sociedad–, tras la cual deberá ganarse la conexión y simbiosis con la franja amarilla –los sectores mayoritarios de la misma, actores y sujetos de la transformación social, económica y política que requiere el país para llegar al anhelado vivir de justicia y goce colectivo. Protagonismos y rieles i) La intelectualidad no cooptada, ii) la mujer con una proyección de nuevo protagonismo iii) la juventud en búsqueda y logro de un «hecho unificador como generación», iv) la estructura conocida de movimiento reivindicativo (sindicatos, colectivos, ong’s activas, y popular (movimientos) en proyección de un «liderazgo colectivo legítimo» Etapas: Exploración de sensibilidad y lenguaje Diseño-expectativa-implantación: puede incluir tertulias, foros, talleres y otros espacios donde se compartan ideas sobre lo que cada experiencia social, o personas particulares, comprenden por democracia (la que padecemos) y se esfuerzan por concretar como otra democracia (radical, directa, decisoria, popular). Puede incluir, de igual manera, otras formas o espacios para compartir y difundir ideas sobre este particular, por ejemplo, compartir experiencias o vivencias sociales donde otra democracia a tomado forma. Instalación en el territorio de radios y círculos de impulso, así como constitución de comités de impulso por localidad, ciudad y región, Inauguración Lanzamiento: Selección del momento y la acción (actos de cadena y huella) Desarrollo –duración: un año. Soportes agitativos: Difundir sin descanso las cifras que separan a ricos y pobres en nuestro país: concentración de la riqueza, nombre de las familias y de las empresas bajo el manto de cada una de éstas, cuánto ganan en su gestión anual, cuánto pagan a sus obreros; denunciar la persecución sindical al interior de sus empresas: la relación con el capital internacional: los políticos que financian y las cifras con las que los sostienen en sus campañas, así como los proyectos de ley que luego estos agencian en el Congreso; su relación con los medios de comunicación y, por tanto, la manipulación que ejercen a diario. Los derechos perdidos o condicionados durante estos años de neoliberalismo y la manera de recuperarlos. Ubicar y denunciar casos claros e importantes de corrupción, evidenciando como ésta es consustancial al actual modelo político. Los límites de un modelo de subsidios, los niveles de control clientelar que potencian y la necesidad de implementar políticas sociales que potencien y faciliten autonomías y libertad con respecto al Estado en cada comunidad. Herramientas para su impulso Un Sistema Nacional de Comunicación Alternativa y/o independiente: coordinación, integración o enlace entre experiencias de radio, prensa escrita, televisión, muralistas y grafiteros, páginas web y redes sociales.
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