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26 de julio: una jornada de movilización que parece un viaje en la máquina del tiempo

26 de julio: una jornada de movilización que parece un viaje en la máquina del tiempo

El pasado viernes 26 de julio el país volvió a presenciar multitudinarias movilizaciones en defensa de la vida y en rechazo del asesinato sistemático de líderes y lideresas sociales, las que en lo corrido del año suman más de 80 y desde la firma del Acuerdo con las Farc en 2016 ascienden a más de 600.

Esta jornada fue como un espejo en donde se reflejaba la jornada de “Velatón Nacional” escenificada el 6 de julio de 2018, pues al igual que en esa ocasión fueron miles de miles las personas que salieron a las plazas de las principales ciudades, pueblos y regiones de Colombia, como también de distintas ciudades de otros países, todas las cuales manifestaron su rechazo ante una realidad que no se detiene y desangra día a día los activos de los movimientos sociales, a la par que apaga voces críticas del establecimiento.

 

 

Una movilización que parece un viaje en el tiempo

A la jornada convocada por el movimiento “Defendamos la paz” –en el que coinciden múltiples sectores políticos del país, que defienden el cumplimiento e implementación del Acuerdo firmado con las Farc– y apoyada por los medios de comunicación escritos, radiales y televisivos del poder, asistieron miles de activistas, estudiantes, artistas, personajes públicos como actores y actrices de televisión, intelectuales, movimientos sociales, defensores de derechos humanos y múltiples sectores democráticos del país. Con una paradoja, la convocatoria no logró tocar a las gentes del común que representan a las mayorías nacionales. Todo un cerco de población al que ni teniendo como aliado a los medios oficiosos se logra acceder.

En Bogotá el rito se cumplió. Cada una de las personas que se movilizaron llegaron a la Plaza de Bolívar y se quedaron unos minutos; algunos encendieron velas, otros cantaron algunas arengas, entre conocidos se cruzaron saludos, y luego de esto se retiraron del lugar para darle paso a los otros miles que llegaban a la Plaza. Después de esto, todo volvía a la normalidad, cada quien regresó a su vida cotidiana y el tema del asesinato de los liderazgos sociales continua, sin contención, sin despertar otro tipo de acciones que no sean las movilizaciones, las protestas masivas, unas más que otras, que pese a ello simulan un viaje en la máquina del tiempo: así es porque siempre se realizan de las mismas formas, con las mismas actividades, llegando a los mismos lugares y encontrándose con las mismas personas. Lo más preocupante: sin lograr su cometido.

 

 

El cinismo del Gobierno campea sobre Colombia

En la ciudad de Cartagena, con rosto compungido, el presidente Iván Duque decidió sumarse a la movilización por la vida de los líderes y lideresas sociales. Su “solidaridad” con los centenares de familias en duelo, con los movimientos sociales golpeados por la perdida de sus hermanos, hermanas, y por las amenazas que pesan sobre muchos de ellos, tuvo un adelanto en su discurso del 20 de Julio ante un Congreso integrado por una mayoría que está en contra de las luchas y propósitos de las víctimas del status quo. La simulación pesa más que la verdad: todos estaban afectados por los efectos de la violencia en curso.

Tanto en el discurso de marras, como en el ensayado rostro, el Presidente insiste en trasmitir el mensaje que los culpables de las muertes de los distintos liderazgos del país no tienen nada que ver con las instituciones estatales y que, por lo tanto, los autores parecen ser de otro mundo. Pese a esto el recibimiento que le dieron los cartageneros fue contundente y en medio de abucheadas y gritos de rabia tuvo que salir corriendo del lugar.

Es increíble el cinismo de un Gobierno que detrás de sus actos de supuesta preocupación por el asesinato de voces críticas, lo que hace es lavarse las manos. No hay duda, mientras así sucedía en Buenaventura atentaban contra la vida de Carlos Alberto Tovar, uno de los líderes del Comité del Paro Cívico. Aún sin silenciarse el eco de los 6 disparos que impactaron la humanidad de Carlos, un día después de la movilización, fue asesinada en Caquetá Yissela Trujillo, victima de desplazamiento forzado, despojo de tierras y amenazada, quien sería ultimada junto a su esposo. Pasado otro día, el domingo 28 de julio, le arrebataban la vida en el Chocó al indígena Emilio Vitucay.

 

Una situación preocupante

Es innegable la fuerza que tiene cada movilización que aglutina a tantas personas indignadas, es increíble la fuerza que se siente cuando una parte activa de la sociedad sale a rechazar la política de muerte que se instauró en Colombia, pero también es innegable que hace falta más imaginación, constancia, organización y propuestas para realmente cambiar esta realidad que padecemos en el país.

Seguramente muchos y muchas dirán que vamos avanzando, que únicamente falta ganar las próximas jornadas electorales para que cambie esta realidad, que lo único que hay que hacer es pedagogía para que la gente vote bien. A lo mejor así es, pero a lo mejor el problema es más complejo y tiene que ver con una sociedad que padece las consecuencias de una historia de muerte y miseria, que aunque le dicen que vive en la democracia más antigua del continente, lo que padece es una dictadura civil, en donde la democracia simplemente es un formalismo, una sociedad donde el poder realmente imperante se niega al menor de los cambios y, por tanto, en la que nunca ha sido factible construir con las voces de las mayorías, con sus sueños y anhelos. Sociedad marcada con el signo de violencia homicida, dirigida contra toda aquella persona y proceso social que pretenda un giro para darle espacio a una democracia real, incluyente, participativa, radical, dejando atrás la concentración de la riqueza y del poder. Y en los días que corren, que pretenda un medio ambiente y una naturaleza en general para la vida, protegiéndolo ante las pretensiones de los empresarios de mineras de todo tipo, así como de los negociantes de la madera y similares.

¿Será posible lograr un cambio real en la cotidianidad que estamos padeciendo? ¿Qué tal si lo intentamos? ¿Qué tal si empezamos a protegernos de manera colectiva, reivindicando vocerías a varias voces, dejando de dar declaraciones a una sola voz, aislando al establecimiento en todo territorio donde lo alterno levante banderas, cuestionando el formalismo electoral, y poniendo en marcha formas alternas de gobierno, dándole cuerpo a otra economía posible? Tal vez así, por fin, logremos superar las movilizaciones que parecen viajes en la maquina del tiempo. Tal vez así nuestro grito de protesta supere la formalidad, sembrándose como vida que emerge de la muerte de los miles con que intentan atemorizar a toda la sociedad colombiana.

Información adicional

Autor/a: Felipe Martínez
País: Colombia
Región: Suramerica
Fuente: desdeabajo

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