En torno a la protesta social reciente en Colombia y del asesinato de un manifestante, es importante interrogarse por la razones para que un escenario de circulación de seres humanos y mercancías como es un viaducto, se transforme en lugar de memoria.
El viaducto que conecta las ciudades de Pereira y de Dosquebradas se ha convertido por momentos coyunturales, en escenario de la indignación popular y la reivindicación de reclamos, supuestamente negados o poco valorados por lógicas verticales de poder. En ausencia de monumentos en la ciudad, alusivos a figuras que contengan una carga histórica de hechos como el racismo, el clasismo, el colonialismo etc, el viaducto “Cesar Gaviria Trujillo” es el referente simbólico usado por los jóvenes para expresar sus sentimientos de indignación social.
Inaugurado el 19 de noviembre de 1997, con el propósito de resolver el famoso “trancón” de largas horas por la vía de “La popa” hacia el municipio industrial de Dosquebradas, forma parte de un gran proceso de renovación urbana que influyó en la “modernización” de la ciudad, que a su vez implicó la adquisición de predios urbanos por parte del estado, que se interponían en el camino de la estructura de hormigón y tirantes. Los costos de vidas en esta obra se dividen en dos: quienes fallecieron en su proceso de construcción, y aquellos que se han arrojado al vacío, motivados por concluir los tormentos de sus mentes, fenómeno que obligó a su reestructuración, incorporando una malla protectora para sus transeúntes que impide a su vez la contemplación del paisaje urbano.
Durante los últimos 23 años, este lugar ha contribuido en la transformación del imaginario de la ciudad para propios y extraños, generando análisis académicos de carácter cultural, urbano y comunicativo por donde circula el movimiento mercantil y humano de la llamada región “centro-occidente” de Colombia. El panorama de las puestas del sol, así como las desigualdades e injusticias del país, se visualizan desde su estructura. En sus primeros 10 años fue testigo del deambular de innumerables grupos de campesinos en la búsqueda de un refugio tras huir de un conflicto armado que los asechaba en sus territorios y llevando en sus manos carteles de auxilio, reemplazados en la actualidad por familias venezolanas quienes huyen de la realidad de su nación.
El origen del nombre de la obra, proviene del gobernante del periodo 1990-1994, oriundo de esta ciudad. En su mandato se gestó la constitución de 1991 como logro de las luchas previa de diversos actores de la sociedad; en este mismo periodo se produjo la llamada “Apertura económica”. Si la primera posibilitó unas demandas de inclusión, reconocimientos, maduración de la sociedad civil, ecos de su legado talvez ahora se escuchen con más fuerza en el Paro Nacional originado el 28 de abril del 2021; la segunda, fue el eufemismo con el cual se bautizó un modelo económico liderado durante los años ochenta por el presidente Ronald Reagan de Estados Unidos y la primera ministra de Gran Bretaña, Margaret Thatcher, que en Colombia coadyuvó en la globalización, acelerando el declive de la industria nacional y la extinción de pequeñas y medianas empresas que no pudieron competir en medio de la llamada “apertura”.
Este viaducto forma parte de los sitios emblemáticos de un “Eje cafetero” publicitado como “remanso de paz”, donde el conflicto armado resulta ser algo casi invisible y las narrativas de una “confianza inversionista” presume estar a salvo de los 70 años de violencia en Colombia. En esta región se ha buscado estimular la construcción de pequeñas centrales hidroeléctricas que pretenden comercializar los recursos hídricos de las comunidades; desde los gobiernos se han otorgado licencias que han permitido la presencia de empresas mineras nacionales e internacionales en los territorios, así mismo, florecen agroindustrias de grandes monocultivos, zonas francas para almacenar y circular numerosos volúmenes de mercancías, carreteras al mar pacífico que termina afectando a humildes habitantes, proyectos de puertos multimodales que buscan la conexión de esta territorio con el mundo. Todo esto coexiste bajo un manto de relaciones porosas de economía, entre la legalidad y la ilegalidad debido a que por esta región circula el gran negocio de las drogas .
¿Se pone en juego la estabilidad de todo este cumulo económico y social en el momento en que los jóvenes manifestantes realizan la toma de este viaducto? ¿Las tensiones entre diversos actores de la protesta, tiene que ver con unas representaciones de ciudad que se escenifican en el viaducto? Por ejemplo, las ideas acerca de una sociedad productiva, cívica, respetuosa de la norma, frente a una narrativa que privilegia la idea de jóvenes “anárquicos” e “irrespetuosos” del poder.
Algunos pensadores contemporáneos como Antonio Negri, coinciden en el término “multitud” para definir esta diversidad que desfila, danza, hace yoga, juega futbol, es animalista e incluso vegana; una multitud que no es ni desmemoriada, negacionista o insensible, la mal llamada “generación de cristal”. Estos millares de chic@s son todo lo contrario de la pasividad o la indiferencia por el futuro. Muchos de sus padres pudieron haberse considerados conformistas, otros tantos fueron afectados por el conflicto social, el desplazamiento y la migración, llegaron a ciudades como Pereira buscando oportunidades, unos lo consiguieron otros no, aquí o en el exterior, ya que el eje cafetero ha sido receptor de remesas de muchos lugares del mundo, producto de tantos colombianos que han huido de la falta de oportunidades. En este aspecto es menester contextualizar y rescatar desde todos los lenguajes posibles a seres humanos como Lucas Villa y muchos otros en todo el país, hijos de una Colombia que no quiere continuar viviendo bajo el peso de dogmatismos extremos, abusos de poder, perpetuación de desigualdades estructurales, en fin, todo lo que compone una “una horrible noche”.
*Profesor Universidad Tecnológica de Pereira
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