El proyecto latinoamericano de filosofar puede […] definirse como la decisión de transformar un mero filosofar en un filosofar que dé por resultado una filosofía auténtica
Francisco Miró Quesada
En un artículo testimonial publicado en 1998 (1), Francisco Miró Quesada Cantuarias (Lima, 21 de diciembre de 1918-Lima, 11 de junio de 2019) rememoraba su “amistad en dos frentes” con los filósofos universalistas y latinoamericanistas de América Latina. Cuando a sus cien años bien cumplidos, ha fallecido el insigne filósofo peruano, bien vale la pena recordar su luenga y fértil participación en estas dos vertientes del trabajo filosófico latinoamericano, división que gracias a su ingente esfuerzo por tender puentes, no se ahondó en fractura irreparable.
En su libro “Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano” (1974) (2), el pensador limeño ya había trazado la distinción, al señalar que desde la segunda mitad del siglo XX, los filósofos de la región habían entendido de dos maneras encontradas el propósito común de hacer filosofía auténtica en América Latina. La línea universalista entendía que la manera de alcanzar una “auténtica filosofía” en Latinoamérica, consistía en asumir la tradición filosófica occidental y a partir de allí abordar de manera consistente y creativa los problemas filosóficos universales. En cambio, los latinoamericanistas cifraban la autenticidad filosófica en recuperar la presencia de las ideas filosóficas en el derrotero histórico continental y, sobre todo, en usar el filosofar como herramienta crítica para la liberación política de América Latina. “Hablando con franqueza –comenta con gracia Miró– los dos grupos se detestaban” (ídem., p. 64), calificando despectivamente los segundos a los primeros como “epistemólogos”, ajenos a las necesidades reales de los pueblos latinoamericanos, y los universalistas motejando peyorativamente a los otros como “políticos”, incapaces de elaborar una reflexión filosófica rigurosa. Por mencionar sendos ejemplos de autores coetáneos a nuestro pensador, el argentino Mario Bunge (n. 1919) y sus investigaciones en lógica y filosofía de la ciencia, representan la primera vertiente, mientras la segunda tendencia halla cabal ejemplo en el mexicano Leopoldo Zea (1912-2004) y su reconstrucción de las ideas filosóficas en su país natal y el conjunto del continente.
Paradójicamente, en aquel libro y en la evocación de los noventa, Miró también relativizó la demarcación, al sustentar que ambos proyectos en realidad eran dos caras de la misma moneda, pues la indagación filosófica de carácter conceptual buscaba aclimatar el filosofar en la región, y recíprocamente, la investigación histórica sobre la filosofía en Latinoamérica dotaba de significatividad para los latinoamericanos los problemas filosóficos. Pero más que con argumentos, él fue vivo testimonio de esta articulación, como lo demuestra de manera fehaciente el reconocimiento simultáneo que su obra recibió de los circuitos universalistas del trabajo filosófico en Latinoamérica, así como de los círculos interesados en elaborar una filosofía propia de América Latina.
“Bachiller en Filosofía” por la Universidad Católica de Lima (1938) y “Doctor en Filosofía” por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1939), amén de títulos ulteriores en matemáticas y en derecho, a lo largo de su prolongado ejercicio intelectual en San Marcos, en la Universidad de Lima, en la Universidad Cayetano Heredia y en la Universidad Ricardo Palma, el acreditado catedrático realizó valiosos aportes a la lógica, la epistemología, la ética, la filosofía política y la filosofía del derecho, entre otros campos de interés. Dentro de su extensa literatura, enumeremos por lo menos los libros “Lógica” (1946), “Apuntes para una teoría de la razón” (1963), “Humanismo y revolución” (1969), “Ensayos de filosofía del derecho” (1986), “Ser humano, naturaleza, historia” (2003), “Esquema de una teoría de la razón” (2013). La presidencia de la “Federación Internacional de Sociedades de Filosofía”, que Miró Quesada desempeñó entre 1993 y 1998, es buen indicio del reconocimiento internacional que recibió su obra.
Pero como hemos anticipado, nuestro autor documentó también el ejercicio filosófico en la región, como puede consultarse en el ya citado “Despertar y proyecto” y en “Proyecto y realización del filosofar latinoamericano” (1980) (3). En el primero de los textos, rastreó los orígenes históricos del quehacer filosófico en el siglo XX, a partir de la crisis del positivismo decimonónico. Simplificando, distingue en ese decurso tres grandes generaciones, la de los patriarcas (v.gr. el uruguayo Carlos Vaz Ferreira, 1872-1958), que en el paso entre los dos siglos sembró las semillas de la reflexión filosófica auténtica en el continente; la generación de los forjadores (v.gr. el argentino Francisco Romero, 1891-1962), que creó las condiciones institucionales y académicas para el cultivo profesional de la filosofía en la región; y la ya descrita generación paralela de los “universalistas” y los “regionalistas”, entre quienes podríamos añadir, además de los ya nombrados, al colombiano Danilo Cruz Vélez (1920-2008) y al brasileño Joao Cruz Costa (1904-1978). En el segundo de los libros, Miró Quesada reseñó brevemente el pensamiento de varios autores latinoamericanos de ambos grupos, destacando sus contribuciones a la reflexión filosófica y al trabajo filosófico latinoamericano.
Pero antes que un objetivo historiográfico, la preocupación de Miró Quesada por la filosofía latinoamericana, estaba animada por el propósito netamente existencial de destacar el lugar del filosofar en la formación cultural y política de nuestras naciones. De ahí que a pesar de albergar profundas dudas sobre las fuentes marxistas en las cuales habían abrevado sus representantes, en la década de los setenta se adhirió al movimiento de la “filosofía de la liberación” que había detonado su compatriota Augusto Salazar Bondy (1925-1974) y que se había desarrollado de manera especial en Argentina y México. La firma de nuestro filósofo al lado de las de los mexicanos Abelardo Villegas (1934-2001) y Leopoldo Zea, y los argentinos Arturo Andrés Roig (1922-2012) y Enrique Dussel (n. 1934) en la llamada “Declaración de Morelia” (1976) (4) por la liberación latinoamericana, constituye evidencia palpable de este acercamiento, sin que por ello el maestro peruano sacrificase la voluntad universalista de su filosofía a dictados particularistas. De hecho, según recuerda en su memoria de 1998, su labor se concentró allí en que se admitiese el término “análisis”, sospechoso por sus interlocutores de compromisos ideológicos imperialistas, dentro de un manifiesto plagado de menciones a la “dialéctica”, que para Miró carecía de suficiente claridad metodológica.
Ahora bien, ¿cuál fue el puente que le posibilitó a Miró Quesada conectar universalismo y latinoamericanismo en su quehacer filosófico? No otro que la comprensión fundante del filosofar como una teoría de la razón, que al decir de su discípulo David Sobrevilla (1938-2014), fue “el gran empeño” que atravesó toda la producción filosófica miroquesadiana (5). Sin embargo, aclaremos que este primado racional no surge de un ingenuo racionalismo ni de la terca ignorancia de las tendencias escépticas y relativistas en el filosofar contemporáneo, sino de la convicción de que se pueden y se deben hallar puntos de entendimiento que en último término concilian las distintas posiciones en jugo. Contra el imperio de una razón absolutista que ahoga las diferencias epistemológicas y éticas, el racionalismo de Miró Quesada parte de la confianza de un telos (finalidad) racional que emana de esas mismas diferencias, permitiendo alcanzar acuerdos tanto en las cuestiones del conocimiento como de la acción humana. Se trata por tanto de una razón pluralista abierta al diálogo, que no sucumbe al escepticismo de la falta de razones, ni al dogmatismo de la imposición de las propias razones.
Expresión contundente de este racionalismo abierto, lo hallamos en su apertura a la lógica paraconsistente desarrollada por Newton da Costa (n. 1929). Miró Quesada no cuestionó la pretensión del lógico brasileño de desarrollar un sistema lógico que controvirtiese el principio de identidad, piedra angular de toda la lógica tradicional desde Parménides, y antes bien animó a su colega a completar su cabal formulación. No obstante, de la génesis de esa nueva lógica que subvierte las reglas de la vieja lógica, no obtiene la consecuencia de la destrucción de toda lógica y por tanto del triunfo del irracionalismo, pues estima que bajo distintas e incluso inconciliables formas, ambos proyectos lógicos continúan expresando la pretensión de comprensión de la razón humana. Y análogas conclusiones saca en relación con las distintas posiciones enfrentadas en la filosofía de la ciencia, o en la filosofía del derecho, o en la ética, apostando por la racionalidad como sustrato común sobre el que fluyen dichas diferencias.
Pero es en la política, donde mejor se pueden valorar las bondades de este racionalismo pluralista, en tanto se vincula con la democracia como construcción de una vida en común no anulando o simplificando las diferencias sociales bajo una razón de Estado autoritaria, pero tampoco disgregando la sociedad en los múltiples puntos de vista de los individuos y los sectores que la conforman. Contra el dogmatismo marxista de los setenta, Miró Quesada estimaba que la dinámica social no puede ser reducida al movimiento determinista de la materia que de modo necesario lleva a la instauración de una sociedad comunista que absorbe las libertades de los individuos. Pero no por ello, suscribía un liberalismo restringido a la imposición de los intereses particulares más fuertes dentro del mercado, pues esto va en contra de la búsqueda de una sociedad más justa, en que los bienes sociales sean disfrutados equitativamente por todos los ciudadanos.
En términos afirmativos, el pensador peruano alentó una política humanista, que evitase que la sociedad sucumbiera a la arbitrariedad y al mismo tiempo fomentara condiciones de justicia para todos los integrantes del cuerpo social. Para Miró Quesada, “[…] el humanismo no es una teoría, es una pasión. Es una pasión que –paradójicamente– sólo puede satisfacerse por medio de la razón” (6). Y son los intelectuales, y en particular los filósofos, los que encarnan dicha pasión humanista y tienen la misión de llevarla a toda la existencia: “El intelectual es el más radical de los apasionados, porque su pasión es la razón, y la razón es la más radical de las afirmaciones humanas. Ser intelectual, afanarse por la racionalización del mundo y afirmar apasionadamente la dignidad de la condición humana es una sola y misma cosa. Ser intelectual es lo mismo que luchar hasta las últimas consecuencias por la liberación de todos los hombres” (ídem, p. 144).
En su sentir, razón y liberación son caminos complementarios en que confluyen latinoamericanistas y universalistas en la finalidad compartida de humanizar la vida de las personas y los pueblos. Como sentenció en Bogotá en 1984, reiterando tesis que recorrieron todo su pensamiento, “es innegable que se manifiestan tendencias racionalistas […] en campos del filosofar tan alejados uno del otro como la filosofía de la liberación y la filosofía lógico-matemática. El racionalismo en el filosofar lógico-matemático refuerza el humanismo latinoamericano porque […] la razón humana es la facultad de la no arbitrariedad […] y el humanismo consiste en luchar para eliminar la arbitrariedad (es decir, el dominio de unos grupos sobre otros) de la historia” (7).
1. Miró Quesada, Francisco, Universalismo y latinoamericanismo, Isegoría, Madrid, 1998.
2. Miró Quesada, Francisco , Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano, México: Fondo de Cultura Económica, 1974.
3. Miró Quesada, Francisco, Proyecto y realización del filosofar latinoamericano, México: Fondo de Cultura Económica, 1980.
4. Ver http://dcsh.izt.uam.mx/cen_doc/cefilibe/images/banners/enciclopedia/Documentos/DeclaraciondeMorelia-Dussel_Enrique_etal.pdf
5. Sobrevilla, David, en: Miró Quesada, Francisco, Ser humano, naturaleza, historia, México, Paidós, Unam, 2003.
6. Miró Quesada, Francisco, Ser humano, naturaleza, historia, México, Paidós, Unam, 2003.
7. Miró Quesada, Francisco, El problema de la identidad cultural latinoamericana”, en “III Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana”, Bogotá, Universidad Santo Tomás, 1984.
* Integrante de la Sociedad Colombiana de Filosofía.Universidad Santo Tomás, [email protected]
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