Max Stiner atestiguó en su texto de mediados del siglo XIX El falso principio de nuestra educación o humanismo y realismo al/la profesor/a como “aquel que se debe a una idea o una pasión teniendo en cuenta su vocación pedagógica (…) Tal vez podría explicarse así el escaso sueldo de profesores: deben sentirse ampliamente recompensados por la santidad de su misión y mirar con desprecio los deleites” (Stirner, 2003, 118). Las palabras del profesor prusiano demuestran que en 1841 el docente estaba reducido a cumplir con su misión sin esperar el reconocimiento de su tarea y del bienestar que se genera del trabajo cumplido.
En 2019 las palabras de Stirner continúan siendo acertadas para describir la vulnerabilidad laboral que se ciñe sobre el/la docente.
La vocación por la enseñanza comprendida erróneamente por el factum económico como servilismo, produce un nicho mercantil y administrativo de la educación desdeñoso e ignorante de la importancia de la investigación, la formación, la preparación de contenidos y estudios perennes de disciplinas que exigen de cada persona lo mejor de ellas en su arduo compromiso de instruirse para ser profesor/a.
Las directrices administrativas de la Universidad Tecnológica de Pereira reproducen la comprensión errónea de la vocación como servilismo al exigir a los/las profesores/as catedráticos/as retomar los cursos del semestre 2018-II durante enero y febrero sin remuneración económica al respecto. Lo anterior es justificado teniendo en cuenta que en diciembre realizaron el pago de las horas cátedras de la segunda quincena de octubre y de lo correspondiente al mes de noviembre y que no fueron pagadas oportunamente por la administración argumentando –desde el marco económico– el no cumplimiento de la cláusula contractual que obliga a la universidad a pagar “la hora cátedra efectivamente dictada” (aunque no hay refulgencia normativa que explique a qué se refiere la efectividad de lo “efectivamente” dictado).
A mediados de diciembre pagaron las horas adeudadas a profesores con un compromiso económico de por medio que acordaron con los sindicatos profesorales de la universidad.
Empero, y sin una formalidad directa, las horas pagadas significaron (para la administración) que los tiempos requeridos durante enero y febrero para la culminación del semestre 2018-II (interrumpido para demandar condiciones dignas para la educación superior en Colombia) serían horas “compensatorias” de las “horas no efectivamente dictadas” en los últimos meses del 2018-II y que fueron pagadas.
Efectivamente, la administración amparada en una perspectiva clientelista y neoliberal de la universidad no previó, ni le interesó tomar medidas humanitarias con el estamento formativo del alma mater, es decir los/as docentes. No sólo no pagaron a catedráticos/as durante la coyuntura universitaria, pese a continuar con nuestra labor docente más allá de los cursos de/formativos que dictamos cada semestre. Tampoco gozaron del carácter y la empatía de decir explícitamente cómo se trataría el tema de contratos cátedra.
La administración universitaria en gran parte del territorio nacional nunca ha mostrado disposición para generar bienestar entre el profesorado. Tal negligencia administrativa revela un desconocimiento académico y humanista del origen de la universidad pública: cuidado y formación de todos los agentes que participan del desarrollo académico, investigativo, científico y pedagógico del territorio nacional.
También, hay un desconocimiento de la ética por parte de las esferas administrativas de las IES al expresar una deficiencia moral con sus acciones solo comparada con la complicidad de quienes sabiendo que la norma está mal deciden callar o defenderla por encima de la solidaridad, lo correcto, lo bueno y lo justo, como también ha sucedido con algunos colegas que por apatía y miedo guardan silencio ante los desafueros administrativos.
Por otra parte, la administración de la UTP con sus decisiones arbitrarias omitió las garantías logradas para superar la anormalidad académica en la mesa de diálogo para la construcción de acuerdos para la educación superior pública a nivel nacional. El inciso tres de dicho acuerdo dice:
“3. El Ministerio de Educación Nacional a través de sus representantes en los Consejos Superiores de las IES públicas instará a que se brinden las garantías laborales de acuerdo con el marco legal vigente para los docentes de carrera, cátedra y ocasionales por el tiempo de la movilización y al retornar a clases, de tal forma que se respeten sus vínculos contractuales con base en las condiciones pactadas en cada caso durante el periodo académico 2018-II. De ninguna manera las movilizaciones efectuadas dentro del derecho a la protesta pueden generar afectaciones laborales y salariales a los docentes. Esta garantía tendrá la vigilancia de los entes de control y el Ministerio de Trabajo.”
Profesores/as volvimos a los cursos regulares el 16 de enero según lo determinado por los diferentes estamentos de nuestra universidad. Cabe advertir que en lo que va de enero, se han cometido un sin número de atropellos contra “los/las cátedras” al tomar medidas policivas ante nuestra labor que no es paga, pero sí se vuelve obligatoria-quizá solo “recompensados por la santidad de nuestra misión”, como diría Stirner-.
las horas pagadas en octubre y noviembre que no se dictaron “efectivamente”, seguí ejerciendo como cátedra al estar presente en las aulas de clase atendiendo a estudiantes, reuniéndome con ellos/as, dictando conferencias solicitadas por el mismo movimiento estudiantil, contestando inquietudes, y, ante todo, siempre estuve –y estoy- a disposición imprescindible del estudiantado, del programa, de la universidad, de mis cursos y mis clases.
Las medidas expresadas desde la administración demandan entonces el servilismo del/la profesor/a que no solamente debe “compensar” lo pagado en diciembre, sino mantener “la calidad” de las clases en medio de las dificultades económicas y las medidas deshumanizantes del trabajo exigido “ad honorem”.
En consecuencia, como docente cátedra hago pública que mi vinculación con la UTP está basada, ante todo, en mi vocación, amor por la enseñanza, compromiso imperativo con el estudiantado y con el programa del cual hago parte. Mis estudiantes y mis colegas más allegados siempre han apoyado y estimado mi labor, lejos de excusas económicas para no hacerlo.
Como profesora de futuros docentes deseo la vocación sea compensada y no subvalorada por la compensación del trabajo. No se puede continuar irónica y fatídicamente “esperando a Godot” In spe contra spem del trabajo re/conocido si las administraciones de las IES no muestran vocación resolutiva para hacerlo.
Enero 29 de 2019.
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