Lejos de Alemania, su país, Claudio Hanssler trata de entender las razones o las emociones por las cuales millones de colombianos rechazaron el acuerdo de paz firmado entre el Gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc- ep, para poner fin a más de cincuenta años de guerra. Aunque ha escuchado muchos argumentos de quienes todavía se definen en contra del proceso de paz y muy pocos a favor, sigue buscando la respuesta al por qué las mayorías de una nación, en un momento tan definitivo, se inclinaron por dejar en suspenso la terminación del conflicto armado diciendo no.
Al extranjero no le ha sido fácil mantener una posición neutral ante este nuevo giro que adquirió la eventual terminación del conflicto con las Farc; los pocos amigos de Colombia quieren que opine, como si su voz fuera la de un veedor internacional que aprueba o desaprueba lo que no se pudo ganar, o lo que se ganó en las urnas. En este caso, la mediación de un foráneo podría resolver, tal vez, aquello que en medio siglo no han logrado pactar los colombianos.
Claudio Hanssler, 20 años, nació en Ravensburg, a 30 minutos de Munich. Llegó hace más de dos meses a Colombia, a través de un programa de intercambio en el cual realiza un trabajo social, enseña inglés a niños de una escuela rural de Duitama, Boyacá. Su venida sucedió en un momento crucial para el estado colombiano, por tal motivo se ha interesado con lo que ocurre, investiga por su cuenta y no deja de escuchar las opiniones encontradas de los recientes amigos. Sin embargo, él tiene la propia.
El joven extranjero dice sentirse sorprendido con los resultados de las pasadas votaciones que dejaron en vilo la materialización de los diálogos de paz y los acuerdos que se pactaron. Habla un español entendible para comunicarse y busca en un diccionario digital, en su equipo celular, el significado de lo que hasta ahora no se ha podido explicar ni él, ni seguramente nadie. También le pregunta a Jonathan Salcedo, un amigo boyacense que lo acompaña y que le ayuda a traducir del idioma alemán al español. Cuando tiene armado su concepto, dice: “Me parece cómico que a alguien le pregunten si quiere que haya paz, porque lo tienen que preguntar, es lógico que sí”, expresa al tiempo que va juntando sus manos y afirmando lo que argumentó con un movimiento de cabeza.
El alemán analiza lo que sucedió con el plebiscito, un mecanismo democrático de participación ciudadana con el cual los colombianos refrendarían un proceso de paz histórico. Consulta a su amigo, que no lo pierde vista, y se concentra en una nueva respuesta: “He observado a otros países y no hay que llegar a enfrentarse entre la gente de un mismo país por un sí o por un no…es un poco cómico”.
Claudio expresa su admiración por la belleza natural de este país, paisajes que no hay en Alemania. “Es muy bello, no hay otro igual”, indica. No obstante, sigue sin entender por qué en un lugar tan bello no se disfruta y sí se insiste en seguir con una confrontación. Reflexiona: “En las zonas donde hay guerra la gente votó con un sí para que se acabe el conflicto, pero donde no hay guerra la gente votó que no, para seguir en guerra. Es contradictorio”.
Con la ayuda de amigos que ha hecho en poco tiempo y algunas lecturas, trata de entender el conflicto que se ha vivido aquí durante más de cinco décadas.
Para Claudio todavía existe mucho dolor en las familias que han perdido a sus seres queridos, y una de las causas por las que se impuso el rechazo al proceso de paz es el sentimiento de revancha. Pero también falta de confianza en el gobierno, lo que explica el ausentismo tan grande que hubo en las urnas el pasado 2 de octubre. “Colombia tiene una mala imagen ante el mundo por la corrupción”, indicó.
Cuando el joven alemán tomó la decisión de hacer su trabajo de servicio social de intercambio, no lo pensó mucho en viajar a Colombia, así los amigos le advirtieran de la inseguridad generada por el narcotráfico y el conflicto armado, una mala imagen que aún se tiene de Colombia en el extranjero. Entiende muy bien lo que es la estigmatización, su familia en Alemania también la vivió por causa de la guerra que este país le declaró a otros estados y los efectos de dolor y heridas que no cicatrizan del todo.
En un blog llamado Colomvida este extranjero cuenta a sus amigos y a los hablantes del idioma alemán su experiencia en Colombia. Lleva casi un diario en la red narrando anécdotas. Su próxima publicación será sobre el plebiscito que pudo terminar el conflicto armado con las Farc. De igual forma les explicará a sus compatriotas por qué en Colombia no quieren la paz, como le han manifestado ellos en sus mensajes y cortas conversaciones, aunque para lograrlo primero tenga que entenderlo.
“La gente en Colombia es muy simpática, muy buena, no es cierto lo que escuchaba en las noticias antes de venir aquí”, dice Hanssler.
Su opinión no es tan ajena, viene de un país que ha sobrevivido a dos guerras mundiales y ha logrado levantarse de las ruinas.
Claudio Hanssler es de las primeras generaciones de jóvenes que nacieron después de haber caído el muro de Berlín, un hecho político que significó el final de la Guerra Fría y permitió la unificación de Alemania Oriental y Occidental. Esta división fue el resultado de la terminación de la Segunda Guerra Mundial, con lo cual los vencedores, los aliados, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, y la Unión Soviética se repartieron a Alemania como un botín de guerra en 1945.
El padre de Claudio nació en 1957, en el lado occidental durante la etapa de posguerra, en pleno camino a la reconstrucción, una transición marcada por el clima tenso creado por las políticas divergentes. Es decir; en un ambiente de extremos ideológicos, tal vez irreconciliables, los padres de este joven extranjero tuvieron que salir adelante.
Claudio tiene muy presente este capítulo espinoso para Alemania, además de los momentos buenos y malos por los que tuvieron que pasar sus familiares y compatriotas. Como también lleva en su memoria las historias de guerra que le relató su abuela, una sobreviviente, que tuvo que hacerse cargo de los hijos pequeños, sin ayuda de ninguna clase, y resistir sola mientras su esposo combatía en el frente de batalla. El joven cuenta que su abuelo fue piloto de guerra y cayó como prisionero en Francia, regresó mucho tiempo después de haber concluido la Segunda Guerra Mundial.
“Al acabar esta confrontación mundial, que destruyó muchas ciudades, las mujeres fueron las que reconstruyeron Alemania”, expresa Claudio.
Lo afirma porque su abuela participó en la reconstrucción de la ciudad Dresclen. Y, porque en este conflicto mundial muchos hombres alemanes murieron en los frentes de guerra o terminaron prisioneros.
Esta experiencia dolorosa y los efectos posteriores que traen los conflictos, entre ellos las heridas que aún tratan de sanarse, el extranjero que es hijo de la posguerra tiene su propia opinión de los desastres que dejan las confrontaciones armadas.
Y ante lo sucedido deja claro que la mayoría de las generaciones nacidas en la posguerra ven equivocado el rumbo que llevó su país, y así se refiere al líder nacional socialista que empujó a una nación entera a la guerra de consecuencias estrepitosas, tanto como los efectos que deja la caída en un abismo.
“Hitler no fue una buena persona, no puede ser una buena persona alguien que quiera la guerra…era una persona loca, quería tener todo el mundo”, dice Claudio.
Para el alemán está claro, en su idioma o en español: la guerra solo trae destrucción, y la reconstrucción lleva más tiempo. Lo afirma porque su país lo vivió y aún, sesenta años después, como nación tratan de superar ese pasado.
Expresa que no entiende por qué en Colombia los habitantes llevan tantos años en una confrontación armada, en una guerra tan profunda que no pareciera tener fin, enfrentados por ideas políticas, hasta destruirse.
“En mi país hay grupos neonazis que continúan con las ideas de Hitler, aunque son una minoría, los toleramos, no van a haber pérdidas humanas por eso”, dice el joven extranjero.
Lo recalca porque le parece muy extraño que ciudadanos nacidos en el mismo país lleguen a quitarse la vida por diferencias políticas.
“Para que Alemania sea un país desarrollado… esto se ha logrado porque todos hemos estado unidos yendo por el mismo camino”.
Para terminar la conversación el joven alemán expresa sin mirar a su diccionario y sonríe:
“Me gustaría que los colombianos sean como cuando van a ver un partido donde juega la selección de fútbol, que todos se ponen la misma camiseta”.
Antes de retirarse afirma que si no hay más guerra en Colombia este país sería una potencia en turismo, muchos extranjeros vendrían a conocer los paisajes más bellos que no se pueden ver en otro lugar.
El joven admira la belleza natural del país, que ha podido descubrir a través de fotografías y por las imágenes que otros alemanes le han pintado en las conversaciones, que tienen como fin, reconstruir los destinos de Sur América. Aunque no va a visitar Caño Cristales en el departamento del Meta, su familia le ha recomendado que a esa región no se puede desplazar por seguridad. Por lo pronto, está en sus planes Bogotá y Cartagena.
Si la opinión de un extranjero y, más de un joven, no alcanza a dar las soluciones, o describir la fórmula que los colombianos han estado buscando para acabar con un conflicto, tal vez, con aprender a escuchar a alguien que ve al país desde fuera puede ser suficiente. Claudio lleva un paso adelante y tiene algo que decir: ha experimentado los efectos del posconflicto, a él también le corresponde la reconstrucción de un país destrozado por la guerra, con tantas heridas que no han terminado de sanar.
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