La versión de la verdad que compraron los poderosos de Jerusalén y la que quieren encargar los poderosos de Colombia

Este 28 de agosto expira el periodo dado a la Comisión de la Verdad y sólo la historia revelará el valor del informe que nos han dejado. Como colombiano estoy orgulloso de la altura moral de la Comisión, de sus esfuerzos y su compromiso para que el país oyera la Colombia profunda. Naturalmente, aquí no hay pretensiones de entregar dogmas cerrados, ni de dejar una historia única; la Comisión nos lega un documento para discutir, para oírnos, y sus más de 10 mil páginas son apenas comienzo para seguir escuchándonos, poner oreja y corazón en los que narran su dolor e implementar la paz. Creo que la Comisión nos deja, sobre todo un método, y leer el informe nos da claves para que sigamos atentos a la verdad, la que nunca agarraremos ni apropiaremos, la que nos pondrá siempre en camino.

Me llama la atención el que, en estos momentos, algunos, descontentos con el informe, incomodados por lo que allí se revela, y que de entrada lo rechazaron antes de leerlo –y dudo que lo hayan leído después concienzudamente–, estén encargando otro informe paralelo, una versión oficial de lo que nos pasó. Naturalmente que tienen todo derecho a hacerlo y a dar su propia opinión, pero lo que no pueden es pretender que la suya, la de los que hasta hace poco representaban la oficialidad de este país en guerra, sea la única correcta y la que tengamos que oír. Nos aproximamos a la verdad cuando dejamos la oficialidad y oímos a las víctimas; si en la tragedia detrás del Apocalipsis el único que puede abrir el libro sellado, ese que tiene el sentido de la historia, el Cordero degollado ahora de pie, en la nuestra las víctimas tienen también la palabra para entregarnos el sentido de lo que vivimos y para darnos claves de salvación. El Cordero, la víctima, resulta ser León, el salvador: lo que Dios tiene para decirnos nos lo dirá no con la voz de la oficialidad, sino con la voz quebrada, a veces insegura y tímida, en tartamudeos y lapsus, de los que han sufrido.

Esa versión oficial que nos quieren dar, se parece a la que, según el evangelio de Mateo, quisieron comprar los sacerdotes y las autoridades judías sobre la muerte y resurrección de Jesús; una versión por la que tuvieron que pagar y que beneficiaba a la oficialidad y que en el fondo quería acallar la revolución del crucificado resucitado: es que la víctima se había salido con la suya, la vida había vencido, Dios se había puesto de su parte y lo había resucitado; aquí también cuesta creer que las víctimas son las que tienen en sus relatos, la buena noticia para este país, que si queremos ver bien la realidad hay que mirar con sus ojos, que en las tumbas que buscan y que hay que encontrar no hay sólo muerte y sí vida abundante. Convenía a los poderosos de Jerusalén negar lo que había pasado con Jesús y era mejor armar otra versión; conviene a nuestros poderosos que se silencie a las víctimas, temen la salvación que de ellas viene; no les conviene.

Hay otro temor de los que encargan un informe oficial y es que los niños y niñas de Colombia estudien en sus escuelas lo que pasó; les parece inapropiado; no se dan cuenta de que en un país de nueve millones de víctimas la mayoría de los pequeños no sólo sabe sino que ha vivido este horror; muchos de ellos huérfanos, muchos de vieron asesinar a sus hermanos, muchos no podían ir unos metros más allá de su escuela porque podían pisar una mina, a muchos el secuestro privó de sus familiares y crecieron solos y en angustia; muchos tuvieron que sufrir un desplazamiento que no entendían y hasta irse con sus familias al exilio, muchos vieron cómo los victimarios, de todos los grupos armados, violaban a sus mamás y a sus hermanas…. Y los que quieren el informe oficial, los que tienen sus hijos e hijas lejos de la realidad, en colegios privados, les parece que el informe va a escandalizar; los niños y niñas necesitan el informe, no para saber el horror sino para sanar, para que por fin sientan las voces de los suyos que han sido violentados y no se queden con el estruendo de los violentos en sus oídos, para que sepan que sus hermanos pasados por falsos positivos eran inocentes y no fueron guerrilleros y no andaban en malos negocios, para que sepan que sus mamás y hermanas son dignas y merecen su honor.

Termina la vigencia de la Comisión de la Verdad, seguimos todos abrazando la verdad.

Información adicional

Autor/a: Jairo Alberto Franco Uribe
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente:

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