Otra encuesta que se convierte en sermón. Qué nos dicen los jóvenes

Muchos sondeos y encuestas realizadas a lo largo de los últimos años estuvieron dirigidas a la población juvenil, con el interés de explorar sus gustos y expectativas. En los resultados hay constantes relacionadas con la falta de oportunidades de estudio y trabajo; tendencias como la preocupación por el ambiente y otras que generan preguntas –a partir de la coyuntura– sobre su actitud con respecto a la política y la confianza en las instituciones. Aquí se retoman tales informes, agregándole uno confidencial, para cerrar con observaciones generales.

Según Naciones Unidas, la mitad de las personas en nuestro planeta tienen 30 años o menos, y se espera que está tendencia se mantenga para que sean el 57 por ciento de la población para fines de 2030. Pero si tomamos un rango poblacional que trate de equiparar una definición de juventud –como el transitar corpóreo de los sujetos por la vida– se estima que hay 1.200 millones de jóvenes entre 15-24 años, el 16 por ciento del total de la población mundial. Para 2030 se estima que la cantidad aumente en un 7 por ciento, llegando así a casi 1.300 millones. Los estudios globales sobre este sector social indican que sus preocupaciones están relacionadas con el acceso a educación de calidad, trabajo decente y el cumplimiento de una agenda global para el cuidado ambiental.

Sin duda, falta de oportunidades que es y será un problema directo que les afecta. Siempre han expresado su malestar por las desigualdades en el acceso a los derechos fundamentales. En el caso colombiano claramente se ve esta relación en los informes sobre jóvenes. Con el protagonismo de amplias poblaciones juveniles en las manifestaciones previas al 21N y jornada septembrina contra la Policía de 2020, y durante el estallido, han motivado mucho más el interés por volver a preguntar quiénes son estos denominados hoy como jóvenes. Es decir, sobre quiénes recae esa denominación, toda vez que lo juvenil no es solo cultura compartida entre sujetos una designación social de cuerpos y formas de ser y estar.

Por ejemplo, para el caso nacional se menciona el estudio ¿Qué piensan, sienten y quieren los jóvenes? de la Universidad del Rosario (Cifras y conceptos, 2019), fruto de la aplicación de 2.513 encuestas con las que se pretendía explorar los sentimientos que experimentan. ¿Y qué encontraron?: la alegría. Sentimiento compartido, incluso extendído al logro de nacionales en campos como el científico, académico, deportivo y artístico.

Por su parte, la tristeza estaba asociada con la violencia, historia interminable del conflicto armado. El desagrado aparece dirigido contra la contaminación y la corrupción, estas animadversiones plantean un posible cambio de las mentalidades, por un lado frente a la relación con la naturaleza y por otro una expresión para el cambio político. Como es de esperar, no solo en jóvenes sino también en otras poblaciones, el miedo recae en la inseguridad, la delincuencia y la guerra. El estudio identifica una tendencia a no tener hijos y sí mascotas, pero diferenciado en los sectores populares donde este indicador era casi del 50-50 por ciento. Sin embargo, esto reduce la importancia que tiene la familia entre los intereses y preocupaciones de los jóvenes en éste y otros estudios.

En una encuesta aplicada en una institución religiosa a la que fui convocado, y tras la entrevista con las directivas rechazada, supongo que tanto mi apariencia y discurso, hicieran que no me contrataran. El hecho noticioso no está en los hallazgos de la encuesta sino en las preocupaciones institucionales que motivan su realización. Volvemos a la idea del pánico moral, un sentimiento de los adultos por jóvenes en constante riesgo que justifican el sometimiento en el cuerpo y la mente bajo el encierro y el control.

Como entidad religiosa, este tipo de estudios siempre estuvieron limitados por su interés por verificar aquello que intuyen como normal más que por la comprensión de mundos.

En este caso, la encuesta es más un cuestionario estructurado en el que se depositaba información individual. Es un matiz importante porque en el diseño de las herramientas metodológicas bien se conoce el debate sobre la aplicación del instrumento sin encuestador y como incide ello en el registro de la información en aclaraciones o explicaciones de registro en preguntas abiertas.

Pues bien, aquí la metodología de aplicación del instrumento fue una jornada de 20 a 30 minutos de aplicación modo “resuelva el cuestionario”, bajo la supervisión de personal docente. No les bastó a las directivas de la institución muestra válida sino que la aplicaron a todo el universo de población juvenil, estimada en 10.656 jóvenes entre los 14-29 años, realizadas en Bogotá y otras ciudades de seis departamentos en proporcionalidad entre género. Pero al detallar la distribución poblacional, el 89 del total corresponde a menores de 17 años, es decir adolescentes, dos terceras partes provenientes de sectores populares.

Era obvio que su principal interés era preguntar sobre las dimensiones de valores, religión y espiritualidad. Otra vez más el pánico moral de la institución en colapso. Dos de las terceras partes encuestadas se declaran católicas, solo en la costa del país la religión cristiana representa un cuarto poblacional regional. La población declarada atea no supera el 10 por ciento. Y quizás, para su congracia, la religión aparece como necesidad en medio de la soledad y los momentos difíciles por afrontar. Pero también recogen intereses en explorar la actitud frente al medio ambiente y la política, las preocupaciones propias en estos tiempos sobre el uso de tecnología.

Explorando el ámbito vocacional se encuentra un gusto predominante en campos como la economía, la administración, contabilidad, seguido por las bellas artes y la música. Uno de los campos con menos interés es precisamente sobre las ciencias de la educación. ¿Qué expresa ese hallazgo como síntoma? ¿Tal vez repulsión al ámbito institucional, al encierro escolar? De alguna manera reconoce la dura labor que enfrentan sus profesores cada día ante tanta turbulencia hormonal, social y cultural de las clases. De nuevo aparece la familia como ámbito de cuidado y preocupación constante; así mismo el lugar que tienen los amigos y conocidos.

Una idea del neoliberalismo instalada en estos jóvenes es la importancia que tiene conseguir trabajo para ganar mucho dinero y gastarlo como imperativo, como mandato individual.  En la escala de intereses hay distinciones de género, los chicos muestran un mayor interés por el mundo del deporte incluso que por la religión. Mientras en las mujeres es predominante una preocupación por la formación y competencia profesional. Hay una preocupación por la justicia social y el medio ambiente, éste último un hallazgo pues a diferencia de un ejercicio realizado en el año 2003, en el que la población aprobaba la explotación del ambiente en función con la necesidad económica. Su desinterés resalta al preguntar por la política.

Otra vez el ‘super hallazgo’: a los jóvenes les preocupa la falta de oportunidades y la violencia, que son expresiones del desempleo y la inseguridad, una vez más las mismas demandas son agitadas. En el sentido de identificar su participación en las protestas –sin hallazgo alguno–, la institución ignora que los jóvenes se reservarán tal información y más con el formato y modo de aplicación.  Continuando con el instrumento se identifican problemas con prácticas lectoras y con motivación para una mayor participación en el estudio. Al comparar estos resultados con encuesta realizada en 2013, arroja como diferencias significativas el interés por formar una familia, que disminuye, pero no entre sectores populares. Y que la religión sigue perdiendo interés.

Es tal la animadversión con respecto a la política que ante la pregunta por la democracia que no es la política –respondieron apenas la mitad de los encuestados. No les interesa la política porque la asocian con proselitismo y corrupción.

Para ellos la tecnología representa una “tecnodisea” pues representa en sí misma necesariamente la innovación, el futuro, el conocimiento y la investigación. Pero también permea los gustos sobre la música, elemento cultural clave en la historia de las estéticas juveniles.

En este campo también destacan y nuevo escenario chatear, online de socialización, como también prácticas de consumo audiovisual en lógicas de transmedia y el estar en redes sociales; especialmente para la población femenina pasar el tiempo entre redes y chatear es una opción acogida mayoritariamente. Aparecen los video juegos como actividad de tiempo libre y asociada a prolongados momentos de consumo. Con la pandemia se aceleró el consumo de la tecnología y eso ha impactado en el consumo digital de los niños y adolescentes.

Los jóvenes creen que las protestas son necesarias para las democracias, como lo demuestra el sondeo de un noticiero nacional en tiempos del estallido. Pero no están dispuestas a participar en la política convencional. Aunque su participación fue amplia durante la campaña electoral, con más fuerza entre mujeres, eso no se tradujo en participación en los consejos locales de juventud, que fue baja. Es responsabilidad de este gobierno que la lucha contra la corrupción anime a los jóvenes a realizar ejercicios de participación y organización cada vez más activos y determinantes.

La idea de juventud es tan fuerte en las actuales preocupaciones sociales que es innegable la existencia de una estilización de cuerpos y mentes entre adultos, un deseo expreso de ser permanente jóvenes, deseo del discurso capitalista que busca ocultar las diferencias en el campo social.

Nos preocupamos por lo que le pasa a los jóvenes, los sujetos más sobre-estimulados en estos tiempos, y sobre la que recae con intensidad el experiencia social frente a las industrias culturales, el entretenimiento y el uso social de la tecnología.

Frente a la inmersión en lo virtual, ante las excluyentes condiciones materiales, no es de extrañar que algunos opten por extremos en formas de su compartimento, de existir o, incluso, de desaparecer. Son otredades en constante cambio porque están explorando el mundo social más allá de la influencia de la familia y la escuela. Son subjetividades  ansiosas de experiencias constantes de riesgo, las que la institución adultocéntrica justifica para el control y el encierro.

Son, todas ellas señales o tendencias también presentes en otras poblaciones, que emanan y que anuncian cambios profundos en la sociedad, ya en proceso. Y también encuentran expresión en sus cuerpos y espíritus, sensibles a las fuertes tendencias sociales que vivimos.

Información adicional

Autor/a: Edwin Guzmán
País: Colombia
Región: Sudamérica
Fuente: Periódico desdeabajo Edición Octubre 18 - noviembre 18 - 2022

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