Como si en Colombia no estuviese pasando absolutamente nada, como sino estuviese en curso una inmensa protesta social, el día 12 de mayo se jugaron dos partidos de la Copa Libertadores, uno en Barranquilla y otro en la ciudad de Pereira, donde Atlético Nacional hizo las veces de local. En pleno día de paro nacional, prolongación de las jornadas de protesta concitadas desde el 28A y que han dejado una estela de muerte y dolor.
A pesar de esa realidad, a pesar del duelo que cubre a decenas de familias, a pesar de la manipulación gubernamental, a pesar de los reclamos de la comunidad internacional, la Conmebol y las autoridades del fútbol colombiano no tuvieron ni el más mínimo pudor y pusieron a rodar el balón.
Pero no pensaban como ellos sectores del activismo social que, atentos a semejante desvergüenza hicieron sentar su protesta tanto en los alrededores de los hoteles donde se alojaron los equipos de fútbol como en las cercanías de los escenarios deportivos, bien en Pereira como en Barranquilla.
Pero allí también se hizo presente el Esmad, represión en mano, disparando su guerra química sin recato, con lo cual, los gases obligaron a detener por momentos la pelota: los trabajadores de la número 5 se ahogaban, incluso Marcelo Gallardo, director técnico del River Plate que enfrentaba al Junior.
Atlético Nacional, que no pudo hacer de local en su ciudad por las cifras de la pandemia, pero sí en Pereira, enfrentó al histórico Club Nacional de Uruguay, equipo que se negó a jugar a toda costa hasta que la Conmebol intervino para obligarlos a cumplir con el compromiso, no obstante, el partido se retrasó y el pitazo que largaba la pelota solo sonó a las 9:00 de la noche.
Aún queda algo de dignidad entre los deportistas. De mala gana el capitán de la escuadra charrúa Gonzalo Bergessio increpó al árbitro central del juego a la hora de realizarse el sorteo de cancha y saque, el cual pretendía que estos ignorarán lo que estaba pasando en las calles y tratarán de llevar a cabo un buen partido. ¿Es posible jugar a la pelota e ignorar lo que sucede en la calle, parecía ser la preocupación de Bergessio, capitán de la escuadra visitante.
Una realidad de la cual se puede sustraer que el árbitro, con mensaje expreso que le llega desde arriba, trata de calmar los ánimos antes de iniciar el juego pues era público que los jugadores orientales no estaban dispuestos a salir a la cancha, pero el poder de la multinacional del fútbol sudamericano, como en este caso lo es la Conmebol, pueden más, desconociendo la voluntad de los propios actores materiales del deporte como lo son los futbolistas, quienes no solo son intérpretes de ideas tácticas, sino seres humanos y trabajadores deportivos de alto rendimiento.
“No podemos abstraernos de la realidad”, fue la sentencia del laureado entrenador de River Plate, Marcelo Gallardo quien se refirió en rueda de prensa a que más allá del resultado futbolístico, el partido se llevó a cabo en condiciones totalmente anormales, sugiriendo así que no debió realizarse.
Por su parte Diego Latorre, comentarista argentino para ESPN y exfutbolista, comentó: “Es irrespetuoso hablar de fútbol cuando pasan cosas graves, cosas que importan de verdad”.
Declaraciones que no pasaron desapercibidas pues las palabras del periodista deportivo fueron tendencia en twitter para dejar aún más en evidencia a la división mayor del fútbol profesional colombiano y a la Conmebol, unidas para asegurar sus negocios. Unidad que aún está pendiente entre los trabajadores del fútbol, para de esa manera hacer sentir sus opiniones e intereses, pues permitir este tipo de hechos tan solo opaca al deporte y genera una falsa sensación de que las cosas operan con normalidad.
Un bochorno internacional del cual el periodismo deportivo colombiano fue cómplice, pues mientras la prensa argentina condenaba estos hechos y hacía referencia a la situación de alzamiento social en Colombia, los programas de fútbol locales continuaron como si nada estuviera sucediendo, como si todo fuera normalidad; con pequeñas salvedades pues algunos programas dedicaron el arranque de sus emisiones para aludir a la coyuntura social, pero no más, algo superficial y a la ligera, una actuación marcada por conveniencia o por censura, pero que a fin de cuentas los hace cómplices de algo que hoy puede catalogarse como vergüenza internacional, pero que perfectamente pudo ser un desastre pues cosas peores pudieron haber ocurrido, tanto a las delegaciones locales como internacionales.
Tenemos como suma una demostración más de que en Colombia el valor de la vida es relativo, pues los intereses económicos de empresarios privados pueden más que la compleja situación que vive el país.
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