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Diez escenarios que alimentan los riesgos de un estancamiento de la economía

Diez escenarios que alimentan los riesgos de un estancamiento de la economía

El ciclo poscovid aún navega con viento en popa hacia una restauración de la prosperidad previa a la epidemia. Pero la travesía se aleja de las aguas tranquilas y se adentra en diez latitudes de turbulencias que podrían tensar más los precios y aminorar el ritmo de la actividad.

 La coyuntura internacional empieza a vislumbrar amenazas económicas, políticas, empresariales e industriales, en el comercio y en las inversiones, que podrían crear fuertes turbulencias sobre el recién iniciado despegue del ciclo de negocios poscovid.

Así lo refleja un reciente informe de Economist Intelligence Unit (EIU) en el que, sin llegar a poner en tela de juicio el dinamismo de la actividad global, calcula un aumento del 4,1% en 2022, advierten del diferencial de prosperidad, según las latitudes y las naciones del planeta, y de hasta diez factores de riesgo que podrían encender de nuevo la mecha de la inflación y de la ralentización.

O, dicho de otro modo: un decálogo de escenarios que, de consumarse, harían despertar de nuevo el fantasma de la estanflación, al que han invocado no pocos inversores desde el inicio del otoño.

  1. Deterioro de las relaciones EEUU-China.

Pese al anuncio de cooperación en el combate sobre el cambio climático de las dos economías más contaminantes del planeta revelado por sus dos mandatarios Joe Biden y Xi Jingping, en la misma COP26 de Glasgow, las opciones de que el alto voltaje en la rivalidad por la hegemonía geoestratégica mundial cree dos bloques económicos antagónicos y con distintas velocidades de vigor y riqueza, son cada vez mayores. Washington trata de ganar a su causa a sus tradicionales aliados occidentales. Con presiones para restringir flujos comerciales, tecnológicos, financieros y de inversión, así como un elenco de sanciones en ciertos mercados y compañías para que elijan su terreno de juego. Con evidencias palpables ya en el orden tecnológico, con la carrera del 5G como trasfondo, pero con repercusiones directas en las estrategias industriales y de consumo de múltiples sectores y empresas. Una bifurcación global generaría dos modelos de cadenas de valor con estándares digitales diferentes; además de provocar más incertidumbre comercial e inversora. La reciente escalada militar, con nuevas armas de destrucción masiva más modernas y eficientes, ha intensificado el pulso que se focaliza en Asia, donde EEUU ha redoblado su apoyo a Taiwán y reforzado sus bases en Japón y Corea del Sur.

  1. Un súbito e inesperado encarecimiento del dinero.

Dirigido desde la Reserva Federal para evitar un crash bursátil. Una eventualidad que también preocupa al poderoso Departamento de Estabilidad Financiera del FMI, que alerta de un probable desplome de los activos financieros e inmobiliarios en caso de una precipitada maniobra de encarecimiento de los tipos de interés por parte de la Fed ante la subida de un IPC, el estadounidense, que ha escalado al 6,2% en octubre. En plenos mensajes de exuberancia irracional de los mercados. Muchos de cuyos inversores no se creen el itinerario prudente de su autoridad monetaria, que relega hasta 2023 un incremento del precio del dinero. Para los expertos de EIU “si la política de la Fed no lograra su cometido de poner a raya la inflación a medio plazo, gana enteros la apuesta por un toque alcista de los tipos a mediados de 2022”. Y la ratio precio-ganancias de Wall Street está por encima de las jornadas que antecedieron al Crash de 1929 y al tsunami de 2008. El final de la etapa de tipos próximos a cero iniciaría un ajuste en los mercados, la caída del valor de múltiples empresas, la contracción del consumo y la inversión y, muy probablemente, la interrupción de la recuperación de EEUU y un hipotético retorno a la recesión.

  1. Desplome del mercado inmobiliario chino.

La quiebra de Evergrande, pese a haber reparado parte de sus vencimientos de deuda más inmediatos, mantiene sin resolver un lastre de 300.000 millones de dólares, que revelan una elevada exposición en otras muchas compañías y un estado de shock en el sector inmobiliario chino. Los riesgos de contagio al sistema financiero son nítidos. Y las señales de suspensiones de pagos en este mercado surgen por doquier. Pekín está tratando de evitar la sobreexposición de los bancos y las amenazas de quiebra de las familias. Con ayudas e inyecciones de liquidez que podrían frenar el dinamismo del segundo PIB del planeta muy por debajo del 6% en los próximos años. La crisis energética y el cuello de botella sobre el suministro de la Gran Factoría mundial podría debilitar tanto la demanda exterior de los bienes y servicios made in China que no sería descartable la aparición de números rojos en su actividad.

  1. El endurecimiento de las condiciones financieras pasa factura a los mercados emergentes

 Las subidas de tipos de las potencias industrializadas encarecerían de inmediato las condiciones crediticias en los mercados internacionales y, por ende, a que los bancos centrales de economías emergentes como Brasil, México, Rusia, Sri Lanka o Ucrania tuvieran que mover ficha urgente y elevar también el precio de su dinero. Con el consiguiente agravamiento de sus servicios de pago de deudas soberanas, la aceleración agresiva de sus políticas de consolidación presupuestaria o la escalada de sus primas de riesgo. Todo ello, generaría vulnerabilidades añadidas: desde caída de los flujos de inversión internacional hasta dificultades de colocación de emisiones de bonos. Y pérdida de valor de sus monedas; muy en especial e inicialmente, el peso argentino y la lira de Turquía.

  1. Nuevas variantes de la covid-19 que pongan a prueba la resistencia de las vacunas

 El éxito de las campañas de inoculación en los países de rentas altas no debe hacer caer en el olvido los riesgos de variantes más agresivas que escapen a la protección de las actuales dosis preventivas o que estropeen las previsiones económicas. Sobre todo si, como ocurre, las vacunaciones en el mundo en desarrollo continúan sin propagarse.

  1. Expansión de las protestas sociales

La prolongación de las desigualdades y de la capacidad y la calidad de vida que se ha agudizado durante la Gran Pandemia, podría engendrar drásticas tensiones en las sociedades civiles occidentales y propiciar movimientos populistas que alienten gobiernos autoritarios. A los que se unen otros focos de alta conflictividad, política y social, como los que acontecen en Oriente Próximo, África o América Latina. Latitudes con amenaza elevada en las calles. Y otros que podrían llegar a entrar de nuevo en recesión. La aversión al riesgo del circuito inversor haría detonar con mayor virulencia aún los estallidos sociales en demanda de mayores salarios, puestos de trabajo, mejora de condiciones laborales y ayudas frente a la crisis energética o la subida del precio de los alimentos.

  1. Irrupción de conflictos geopolítico como el de Taiwán

 En máximo riesgo de conflicto bélico entre EEUU y China desde que, a finales de 2020, se haya elevado la presencia militar de Pekín en el Estrecho de Taiwán y la retórica reivindicativa y nacionalista instaurada por el presidente Jinping. Con la inmediata involucración de Washington en defensa de su gran aliado en la zona. Acusaciones de violación del espacio aéreo de la isla a Pekín de por medio. Y una cada vez mayor influencia en este espinoso asunto de Australia o Japón. Con efectos colaterales sobre cadenas productivas manufactureras asiáticas. En especial, sobre los ya debilitados flujos de comercio de la industria de componentes y semiconductores.

  1. Deterioro de los lazos entre Europa y China

Tras la imposición de sanciones europeas, desde marzo, contra China por conculcación de derechos humanos en Xinjiang y la inmediata réplica de Pekín contra una decena de ciudadanos europeos y cuatro ONG’s que han enrarecido el clima diplomático. También tensionado por la incursión de China como amenaza geoestratégica en el último análisis de Política Exterior de la UE. Aunque Europa todavía mantiene su independencia operativa frente a China, las presiones de la Casa Blanca sobre Taiwán, el 5G o las acusaciones de control económico-financiero del comercio y el valor cambiario del rinminbi podría generar una crisis inversora de alta intensidad y vulnerabilidades en el suministro de bienes y servicios mutuos. Con el consiguiente hundimiento de la actividad.

  1. Sequías severas

Con amenazas de hambrunas. Y ruptura del mercado alimenticio. Porque los episodios de desastres naturales son cada vez menos puntuales; ocurren de manera más sincronizada y durante periodos más prolongados de tiempo. La intensidad de las sequías en los territorios africanos, olas de calor en Canadá o EEUU fuera del invierno, incendios en California, Grecia, Portugal o España y alteraciones climatológicas extremas -lluvias persistentes y sequías- en países como Brasil, han elevado los riesgos de cortes de agua e interrupciones de productos y de materias primas del sector de la alimentación y, con ellos, las posibilidades de retroceso del PIB global. Además de incrementar el número de cosechas sin opción de recolección. Por alguna inclemencia meteorológica. Motivo que ya ha hecho repuntar el sentimiento de pesimismo en los indicadores globales sobre consumo, expectativas económicas y comportamiento de precios.

  1. Escenario de ciberguerra entre estados con daños en infraestructuras estratégicas

 Como consecuencia de ello, los gastos militares para identificar a los ciberdelincuentes podrían crear una escalada belicista que se combine con aspectos geopolíticos, de Estados, y de competencia, entre empresas. Y a un boom del negocio del software que garantice los controles sobre redes de infraestructuras, cuando las disrupciones económicas y empresariales siguen en boga y crece en sentimiento de incertidumbre inversora.

Miquel Puig: “La izquierda debe recuperar el concepto de Estado nación para defender los sueldos de las clases populares”

 

14/11/2021 21:43 Actualizado: 15/11/2021 07:56

David Rodríguez@Daroib

El economista Miquel Puig publica Els salaris de la ira (La Campana), donde explica por qué los salarios reales acumulan décadas de estancamiento. El actual concejal de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona también aborda cuestiones como una izquierda desorientada, el desarrollo tecnológico, la globalización o el efecto de la inmigración en los salarios.

Cogiendo como préstamo el título de la obra de John Steinbeck, el clásico Las uvas de la ira, a quien menciona en una de las dedicatorias de Els salaris de la ira (La Campana), Miquel Puig confiesa que lo ha escrito para reflexionar sobre una idea sencilla y complicada a la vez: ¿Por qué los salarios están estancados desde hace cuatro décadas? Seguidor de las teorías liberales, admite que el libro actúa en cierta forma como una actualización de algunos axiomas económicos en los que llegó a creer, como el que vincula los salarios a la productividad, que, al menos, ahora quiere poner en duda.

Doctor en Economía, después de enseñar sobre esta materia en el ámbito universitario, ha sido director general de Industria en la Generalitat de Catalunya, director general de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA) y ejecutivo en empresas del sector privado. Actualmente, es concejal por ERC en el Ayuntamiento de Barcelona. Una izquierda desorientada, el desarrollo tecnológico, la globalización o el efecto de la inmigración en los salarios son problemas que aborda en Els salarios de la ira. Aunque reconoce que no tiene soluciones para resolverlos, acusa a cierto espectro de la clase política de no querer afrontarlos, dejando la puerta abierta a la aparición de los populismos.

¿Por qué los salarios no han subido en los últimos 40 años?

El libro pretende analizar por qué los sueldos no han subido en este período y qué consecuencias políticas tiene este hecho. No se han subido por varios factores. Uno de ellos es la tecnología que, a corto plazo, tiene siempre un efecto de presión sobre los salarios. Otro elemento es la globalización, que implica trasladar fuera la producción y que acaba destruyendo puestos de trabajo. Y el último es la inmigración. La combinación de estos componentes ha hecho que una parte importante de la población haya visto cómo su puesto de trabajo ha desaparecido o sus condiciones se han deteriorado.

En relación con la inmigración afirma que existe cierto sentimentalismo que defiende que ésta no tiene impacto sobre los salarios. ¿Qué significa?

Ante todo, lo hago para sacar a la extrema derecha de la ecuación y el debate sobre la inmigración. Simplemente intento reflejar un hecho objetivo, basado en datos, que si nos empeñamos en taparlo, lo que hacemos es alimentar el discurso de la extrema derecha. Ante todo, hay que reconocer esta realidad. Es un problema que tiene la izquierda y no sólo con la inmigración. Políticamente, la izquierda se ha desmarcado de la idea del Estado nación, asociándola a la burguesía o al capitalismo. Se ha encontrado con la contradicción entre el ideal internacionalista y la realidad, que muestra que los acuerdos sobre los impuestos a la renta, la consecución del Estado del Bienestar o la protección del mercado laboral a través de un Salario Mínimo Interprofesional (SMI) sólo se consiguen con el Estado nación. Esta paradoja se ha acentuado con la globalización, puesto que desde hace 40 años, las fronteras son más porosas, permitiendo que entren productos y personas. La pérdida de potencia de esta estructura está deteriorando la posición de los de abajo.

La izquierda debe recuperar el concepto de Estado nación para defender de nuevo los sueldos de las clases populares. Más concretamente con los inmigrantes, es cierto que debemos hacer todo lo posible para regularizar, integrar y formar a las personas que ya están con nosotros, pero al mismo tiempo debemos regular las entradas porque es un factor que desequilibra nuestras sociedades.

¿Esto no supondría una vuelta al proteccionismo económico, similar al que implantó Donald Trump en EEUU?

Creo que en ciertos momentos no hay más remedio. Es cierto que la unificación europea actual trata de construir un Estado nación mayor, integrando países ricos como Suecia u otros extremadamente pobres como Bulgaria, pero hoy por hoy, sólo nos queda reconocer que el Estado nación es lo que puede proteger a los trabajadores.

Da la sensación como si el libro tuviera cierto cariz biográfico sobre su propio desencanto de las recetas que propugna el modelo económico liberal.

Una parte pequeña del libro sí tiene un componente biográfico, ya que hago referencias a cosas que he ido descubriendo a lo largo de mi vida. Aprendí cosas en la universidad, algunas me las creí y creo que compartir esta experiencia es positivo, ya que ahora, en muchos sitios se están enseñando las mismas teorías y algunas deben matizarse. Una parte del interés que puede tener Els salaris de la ira es que el mundo no es cómo se explica en los libros de texto de las facultades de economía.

¿Qué colectivo sería actualmente el equivalente a los campesinos desplazados de ‘Las uvas de la ira’?

Creo que el título condensa muy bien la intención del libro, que es la de reflejar la situación de congelación de los salarios durante cuatro décadas y por otra parte, su impacto sobre la democracia, que se traduce en que una parte importante de la población está enfurecida contra el sistema. En la obra intento vincular dos conceptos nucleares, como son la larga congelación salarial y la gran disparidad salarial con la salud de la democracia. Precisamente quienes más cuestionan la democracia son los más perjudicados por la congelación salarial. Serían quienes reciban los salarios de la ira. El libro también puede entenderse como un grito para que la izquierda reaccione y reanude su tradición que es proteger al trabajador. Una de las tesis que reivindico es que las izquierdas se han centrado demasiado en proteger los derechos civiles, que es algo positivo, pero dejando a un lado los de los trabajadores humildes.

Otra de las tesis del libro es que los salarios descienden porque hay demasiados trabajadores. ¿Cómo lo gestionamos entonces?

Es una afirmación de sentido común que el mainstream intenta negar. Si los salarios no han subido es porque los trabajadores no han escaseado lo suficiente. A partir de ahí, debemos recordar que la Constitución española reconoce el derecho al pleno empleo. Por eso, debemos exigir a los poderes públicos que garanticen este pleno empleo. Es inadmisible que España se haya instalado en una situación permanente de desempleo. En el debate entre una Renta Garantizada y un Salario Garantizado, yo opto por aplicar la segunda opción con el salario mínimo. Los gobiernos deben asegurar trabajo para todos con el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). La posibilidad de una Renta Básica Universal (RBU) como medida me parece un mal menor pero una mala idea. En este punto estoy de acuerdo con Karl Marx cuando decía que el trabajo dignifica. El ciudadano tiene derecho a recibir un ingreso y poder ganárselo si queremos construir sociedades estables políticamente.

En algunos momentos parece inspirarse en ‘La Teoría de las Desigualdades’ del economista francés Thomas Piketty.

A Piketty debemos agradecerle que haya puesto sobre la mesa dos temas importantes: las desigualdades salariales y una cantidad ingente de información, desde el siglo XVIII, sobre patrimonio y rentas. Dicho esto, desde mi punto de vista se equivoca en dos puntos. Primero, por dar demasiada importancia al 0,1% de la población que representa al colectivo más rico de la sociedad. La segunda es que propone que, grabándolo a impuestos, se soluciona en parte el tema de las desigualdades. Esta receta creo que se tambalea un poco. Él achaca a los impuestos que pagaban los más ricos el hecho de que la situación económica mejorara entre 1945 y 1975. Según mi visión, esto se produjo porque los trabajadores eran un bien escaso.

Ahora parece que estamos en el momento contrario, puesto que la tecnología reduce esta necesidad de trabajadores

La tecnología es un motor que va liberando mano de obra y reduce la cifra de trabajadores. Todas las revoluciones digitales destruyen trabajos para una generación y los crean para sus hijos. Pero, por otra parte, también ha servido como factor para estabilizar a la sociedad mediante la reducción de las horas de trabajo y el hecho de que el Estado haya ganado peso. Mi teoría es que para compensar la digitalización y la robotización que se está instalando, el sector público tendrá que seguir creciendo. Hasta 1975, momento en que dejan de crecer los salarios, el sector público había aumentado. Ahora tiene el reto de crear nuevos servicios vinculados a la atención a las personas, cuidados o tercer sector. La sociedad tiene unas necesidades ilimitadas y seguramente el avance de la tecnología debe comportar un nuevo crecimiento de la Administración. Es una decisión política en la que debemos elegir si queremos más parados o nuevos funcionarios. Debemos volver a las raíces de la socialdemocracia, que significa recuperar el Estado para proteger a los trabajadores.

Desde su posición como concejal del Ayuntamiento de Barcelona, ¿Qué puede hacer un gobierno municipal para mejorar esta situación?

Un caso paradigmático en Barcelona es el del turismo, que se ha basado en una fórmula que ha apostado por los bajos salarios. Desde el Ayuntamiento de Barcelona se pueden dar pasos modestos, pero necesarios y correctos. Un ejemplo es la aprobación, a iniciativa de ERC, de un recargo en la tasa turística. La idea que se extrae es que el turismo no debe ser barato porque si lo es no podemos pagar buenos salarios. La gran amenaza sobre los salarios es el turismo asequible. Debemos retroceder en algunos aspectos y tratar de hacer cumplir algunos principios básicos como que los sueldos de los trabajadores del sector turístico respeten al menos lo que establece el convenio colectivo.

14/11/2021 21:42 Actualizado: 15/11/2021 07:54

Información adicional

Autor/a: Diego Herranz
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Fuente: Público

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