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Contra el ajuste.

Contra el ajuste.

El triunfo de la izquierda en las elecciones irlandesas.

Hartos de las políticas de austeridad, el último fin de semana la mayoría de los irlandeses volcaron en las urnas su apoyo al Sinn Féin y a sus planes de fortalecimiento del sector público y mayores impuestos a los más ricos. Entre las más insistentes de sus promesas hay un ambicioso programa estatal de vivienda, que incluye el congelamiento de los alquileres.

La idea de que Occidente vive una marea conservadora, que obliga a las fuerzas de izquierda a mantenerse a la defensiva, volvió a ser cuestionada por la realidad. En Irlanda se quebró una vieja hegemonía. Los dos partidos de centroderecha que gobernaban el país desde hacía un siglo –Fianna Fáil y Fine Gael– fueron derrotados. En las elecciones parlamentarias del sábado 8 de febrero, sobresalió el Sinn Féin, históricamente ligado al Ejército Republicano Irlandés (Ira, por sus siglas en inglés) y estigmatizado por ello durante décadas.

Liderado por primera vez por una mujer, Mary Lou McDonald, obtuvo el 24,5 por ciento de los votos –casi el doble de lo que obtuvo hace cuatro años– y superó así a sus rivales (Fianna Fáil conquistó el 22,2 por ciento y Fine Gael el 20,9 por ciento). No es seguro que consiga formar un nuevo gobierno. Pero las razones de su victoria son claras. El Sinn Féin capitalizó el desencanto de la población con la vieja política. Defendió, en especial, un paquete de políticas claramente volcadas a reducir las desigualdades y crear instituciones de defensa de lo común –principalmente en materia de salud pública y derecho a la vivienda–. Estas posiciones se volvieron especialmente populares entre los jóvenes. Según las encuestas de boca de urna, tuvo el 32 por ciento de las preferencias en los votantes de entre 18 y 34 años.

LAS MANCHAS DEL TIGRE.

Poblada por los celtas y receptora de una fuerte influencia vikinga en la Edad Media, Irlanda fue formalmente incorporada en el imperio británico en 1800 (tras dos siglos de dominación inglesa) y alcanzó su independencia apenas en 1922. Una parte menor de su territorio, Irlanda del Norte, con capital en Belfast, se separó de inmediato e integra hasta hoy Reino Unido. En los años noventa, la República de Irlanda se volvió la meca de grandes corporaciones (en especial tecnológicas), interesadas en sacar provecho de los bajos impuestos. Con una población reducida –menos de 5 millones de habitantes– y un área de 70 mil quilómetros cuadrados, se la llamó por entonces “el tigre celta”. Hoy su Pbi per cápita (83 mil dólares) es el quinto más grande en el mundo, de acuerdo con los datos del Fondo Monetario Internacional (Fmi).

Sin embargo, la crisis global de 2008 interrumpió su crecimiento y mostró que, en el capitalismo contemporáneo, incluso los países ricos tienen condiciones de vida en declive. Una crisis bancaria llevó a un rescate del Fmi y el Banco Central Europeo. Como contrapartida, los gobiernos irlandeses aceptaron imponer a la población un paquete de políticas de “austeridad”, que resultó en graves protestas, especialmente estudiantiles (en 2011 el movimiento Occupy Belfast se instaló en el edificio sede del Banco de Irlanda).

A partir de 2015, la economía volvió a crecer rápidamente, pero apenas en beneficio de una pequeña minoría de corporaciones. En 2019, un vasto artículo en The New York Times informaba sobre el aumento de los alquileres, los millares de desalojos de familias que no podían cumplir con el pago y el surgimiento de una población sin techo. Al mismo tiempo, el corte de fondos para la salud desencadenó una crisis en los hospitales públicos.

Esta combinación de factores y la sagacidad del Sinn Féin sacaron al partido de la condición marginal que ocupaba hasta ahora. En la campaña electoral, los dos grupos de centroderecha hegemónicos atacaron al partido, señalando sus lazos con el Ira y afirmando que sus propuestas “socialistas” espantarían a los inversores. Pero el Sinn Féin se mantuvo firme en el ataque a la desigualdad y en la defensa de su plataforma. Allí se incluyen impuestos más altos para los ricos y las corporaciones, la promesa de anular las medidas de “austeridad” que afectaron la salud pública y la respuesta a la crisis habitacional con el congelamiento de los alquileres y la construcción de decenas de millares de casas nuevas. En total contraste con las contrarreformas previsionales ahora en boga, el Sinn Féin quiere reducir la edad mínima para las jubilaciones.

EL DESAFÍO DE LA UNIDAD.

Para formar un nuevo gobierno, el Sinn Féin deberá buscar coaliciones con el Partido Verde (que obtuvo un 7,1 por ciento de los votos), el Partido Laborista (4,4 por ciento), el Partido Socialdemócrata (2,9 por ciento) y el Partido de la Solidaridad (2,6 por ciento), y contar con la división entre los lemas rivales de la hasta ahora hegemónica centroderecha. De cualquier forma, para Mary Lou McDonald, lo más importante es que las propuestas del partido estarán ahora en el centro del debate irlandés.

Hay un efecto colateral importante: defensor de la unión de las dos Irlandas, el Sinn Féin puede tensionar la cohesión de Reino Unido. Una manera de hacerlo, prevista en el programa del partido, es hacer, en poco tiempo y en el propio territorio de la República de Irlanda, un plebiscito sobre la reunificación. La medida, evidentemente, no dependería de la aprobación de Londres o Belfast, pero podría provocar deseos de unificación también en Irlanda del Norte.

Por Carlos Alberto Martins

14 febrero, 2020

(Publicado originalmente en portugués en Outras Palavras, bajo el título “Irlanda: o Comum volta a mostrar força”. Traducción y titulación en español de Brecha.)


 

Abuso inmobiliario

Hay una generación entera que considera la vivienda su primera preocupación, explicaba Eoin Ó Broin, una de las caras más visibles del Sinn Féin. Las medidas estrellas del partido de izquierda para estos comicios fueron la congelación de los precios del alquiler durante tres años y la construcción de 100 mil nuevas viviendas públicas. También incluyó en su programa un mayor control y regulación de las tasas hipotecarias para evitar abusos.

Según el liberal Irish Times (9‑II‑20), este punto “fue un importante factor para el éxito del Sinn Féin en las elecciones generales” y una demostración de la “pérdida de fe” de decenas de miles de jóvenes en las políticas de vivienda de los partidos tradicionales Fine Gael y Fianna Fáil.

De acuerdo con una encuesta publicada poco antes de las elecciones, el 38 por ciento de los votantes del Sinn Féin consideraba la vivienda el factor más importante para decantar su voto. La misma encuesta señala una mayor preocupación por los temas de vivienda entre la población joven, un factor que fue tenido en cuenta en la campaña del Sinn Féin.

“Nos están diciendo que el Estado ha fallado –decía el portavoz de vivienda del Sinn Féin–. En una economía robusta como esta, en la que la gente con buenos salarios no puede pagar el alquiler, ¿qué esperanzas tiene la gente con pocos ingresos?”

La crisis habitacional que sufre Irlanda desde hace años ha llevado a Dublín a convertirse en una de las diez ciudades más caras del mundo para alquilar, por delante de Tokio y Singapur. Según un informe de 2019 del Deutsche Bank, para vivir en un apartamento de dos ambientes de rango medio en la capital irlandesa había que pagar 2.018 dólares al mes, un 23 por ciento más que en 2014. Una crisis que también tiene su reflejo en las personas sin hogar, cuyo número se ha multiplicado por cuatro en el último lustro.

Esta particular crisis que vive Dublín se ha sentido en las recientes elecciones. En el centro de la capital irlandesa, el Sinn Féin obtuvo un 35,7 por ciento más que el Fine Gael del hasta ahora ministro de Finanzas, Paschal Donohoe.

“Las ganancias de los arrendadores y de los fondos de inversión nunca habían sido tan grandes. Y casi no pagan impuestos gracias a los privilegios fiscales que el gobierno les ha dado”, explicaba Eoin Ó Broin, quien suena como ministro de Vivienda en caso de que el Sinn Féin logre formar gobierno. “Así que congelar el precio del alquiler durante tres años no tendría ningún impacto negativo en la oferta. Pero, aunque tuviese un pequeño impacto, nuestra inversión en vivienda asequible para la gente trabajadora resolvería ese problema inmediatamente.”

Martín Cúneo

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